viernes, 16 de agosto de 2019

Perdóname padre porque he pecado - relato erótico


Un silencio sepulcral reina pacíficamente en el interior de la gran iglesia de San Patricio. Un par de mujeres mayores y muy recatadas se levantan discretamente y abandonan la sala por el pasillo central, dejando solo a Monseñor Merino.

Se trata de un hombre mayor que acude muy asiduamente a rezar para tener una fluida comunicación con Dios. Necesita su inestimable apoyo para luchar contra la tiranía del diablo que, poco a poco, está ganando terreno en la sociedad moderna.


La desidia de los hombres buenos es la mejor arma de Satanás, les convierte en sus siervos y ni siquiera se dan cuenta !Oh, Señor! No permitas que me convierta en uno de ellos. Dame fuerzas para combatir al Maligno con la luz de tu verdad, dame paciencia para iluminar la oscuridad de tantas almas ignorantes, dame entereza para no caer jamás en las garras de la tentación y, sobre todo, dame la lucidez para distinguir al demonio, sea cual sea la forma que adopte para llegar a mí

 El padre Erasmo termina de rellenar algunos formularios. Basile guarda silencio. Todavía le duele el bolsillo después de desembolsar tan cuantiosa suma, pero no se puede negar que, al menos a primera vista, este sitio lo merece.

Padre Erasmo:  Veo que su hija saca muy buenas notas. Estará orgulloso.

Basile:  Claro que sí. Es mi tesoro e intento educarla lo mejor posible.

P.E:  Si esto es lo que pretende, la ha traído al sitio indicado.

B:  Eso espero. Ahora mismo no puedo ocuparme de ella. Mi mujer falleció y…

P.E
Oh, sí. Lo sé y créame que lamento su pérdida. Dios siempre se lleva a los mejores para tenerlos cerca de él.

B:  Verá: mi trabajo me exige largos desplazamientos y duraderas ausencias. Eso era sostenible cuando formaba equipo con mi mujer, pero ahora estoy solo con Nicole.

P.E:  Lo entiendo, Basile. Entiendo que no quiera que su hija sufra de desarraigo.

B:  Mi familia siempre ha sido muy católica. En ese sentido se podría decir que mi mujer no era la mejor de las influencias y puede que por eso mi hija se esté descarriando un poco más cada día.

P.E:  ¿A qué se refiere?

B:  En el pasado curso corrieron ciertos rumores. Seguramente no tenían ningún fundamento, pero me hicieron temer por la pureza física y espiritual de mi niña. Aunque no se trata solo de eso. He tenido ciertas conversaciones con ella y me doy cuenta de que su manera de pensar, a tan tierna edad, ya dista mucho de los valores que, a mi parecer, debería de ir adquiriendo.

P.E Le seré sincero, Basile. No solemos aceptar alumnas una vez ha empezado el curso, pero su generosa contribución nos permitirá mejorar los medios que tenemos para ofrecerles la mejor de las educaciones a estas niñas y por supuesto, su hija estará incluida. En un ambiente tan virtuoso le será fácil orientarse hacia el buen camino.



****

Un jubiloso barullo infantil se silencia en el preciso instante en que sor Casilda entra en clase con su severo semblante. Es una mujer mayor, alta y muy delgada. Usa unas gafas bifocales que parecen tener aún más años que ella. Tras certificar la impecable compostura de las niñas empieza a hablar:

Casilda:  Buenas tardes, niñas, en este primer día de la semana se une a nosotras una alumna nueva. Espero que seáis buenas con ella y que le ayudéis en todo lo que requiera. Compartirá habitación con Azucena y Valeria. Adelante, Nicole, puedes pasar.

La niña entra con paso firme, focalizando todas las miradas. Esas escolares están poco acostumbradas a ver alterada su rutina con caras nuevas. Nicole se muestra segura, aunque, incluso para ella, esta situación es algo cortante.

-Hola a todas-   saluda con ímpetu   -Estáis conociendo a la futura reina de este sitio-

Unos murmullos sonrientes inundan el ambiente. La niña mira a su profesora, quien le responde con una mueca de desaprobación. Acto seguido, se encamina hacia el único asiento que queda libre, al lado de una de sus nuevas compañeras de cuarto. Casilda toma la palabra:

-En este centro no hay reinas ni princesas, no hay hadas ni brujas, solo hay hermanas-

****

Dormitando convulsamente, el obispo Merino no logra escapar de sus pesadillas bajo una gran cruz de madera que corona la cabecera de su cama. Acosado por las llamas del infierno, tiene una ardua conversación con Lucifer:

Obispo Merino:  Aunque hayas dado conmigo aquí, nunca lograrás alcanzarme en el mundo real.

Lucifer:    Oh sí, Nemesio. Uno de mis esbirros ya ha dado contigo. Lo tienes muy cerca.

O.M:  No. Mientes. Solo sabes escupir embustes por tu sucia boca de pecador.

L:    Sabes que mi poder es sutil pero firme e incuestionable. Pronto tu alma será mía.

O.M:  Has elegido mal a tu adversario. No imaginas la dimensión de mi entereza.

L:    Las morales más intachables son también las más golosas para mí.

O.M:  Noooh. De ningún modo conseguirás doblegarme. Ni con un ejército de demonios.

L:    Solo uno, don Nemesio. Uno solo de mis emisarios acabará contigo en pocos días.

O.M:  No te creo sucio farsante. !No! !Nunca! Ya te he derrotado y volveré a hacerlo.

El ensordecedor estruendo de esa diabólica voz gutural enmudece en seco, junto con los millares de lamentos que ardían en esa descomunal hoguera infernal. Nemesio tiene los ojos abiertos y su mirada fijada en el techo. Sus tortuosas convulsiones se han paralizado y solo algunas gotas de sudor se derraman por la superficie de su quietud.

Todo era tan real… Este no era un sueño cualquiera. El mismísimo Satanás me ha acaba de hablar. Va a por mí y está tan seguro de su victoria que se permite darme el aviso. Todo es un juego para él. Como siempre: una deshonesta diversión

Mientras contempla los descomunales cipreses de ese patio tan amplio, Nicole termina de tomar consciencia de la clase de sitio donde la ha mentido su padre. No hay columpios, ni porterías, ni pintadas en las paredes. No se escuchan gritos ni berrinches y todas las alumnas de ese sitio hablan en voz baja.

Su primera noche en el internado ha sido plácida y ha dormido bien. Azucena y Valeria le caen simpáticas, aunque le cuesta creer que, debajo de esa reglamentaria amabilidad, no haya cosas más inadecuadas que configuren personalidades más singulares. Eso le lleva a recordar a sus amigas de Pino Alto, y ese juego en que cada una de ellas encarnaba a un pecado capital.

En este sitio tan santificado también habrá pecadoras y pecadores. Yo me ocuparé de quitarles la máscara uno a uno

VALERIA:  Nicole, ¿qué hacés aquí sola? ¿Por qué no venís con nosotras?

NICOLE:    Mola este sitio. Es un cementerio. Los pájaros hacen más ruido que vosotras.

VALERIA:  Calláte. No digás tonterías. Escucháme: ¿vos ya tenés un papel en la obra?

NICOLE:    Mmm. No. No me han dicho nada.

VALERIA:  Hace poco que ensayamos. Pronto será la función. Vendrán los padres. La mayoría de las minas se irán unos días a pasar las fiestas con la familia.

NICOLE:    ¿Puedo ser la Niña Jesús?

VALERIA:  ¿Dónde vas boluda? Eso sería un sacrilegio. Merino acabaría contigo.

NICOLE:    ¿Quién es?

VALERIA:  Mirálo. Ahí va. Paseando con el padre Erasmo.



****

ERASMO:  Esa de ahí. La que está con Valeria.

MERINO:   ¿Y usted cree que ha sido buena idea? Debió de consultarlo conmigo.

ERASMO:  No es lo habitual, pero su padre hizo una cuantiosa aportación y…

MERINO:   A veces es suficiente un solo agente externo para desestabilizar el delicado equilibrio de una comunidad como la nuestra. Comprobaría su expediente.

ERASMO:  Por su puesto. Tiene unas notas intachables y parece que se lleva bien con Valeria. Es su segundo día. Pronto se integrará bien con las demás.

MERINO:   Desde que estoy al cargo de esta institución todo ha ido como una seda. No quisiera que aceptar, con el curso empezado, a una niña sin tradición cristiana pudiera enturbiar, en modo alguno, nuestra impecable labor.

VALERIA:   Buenos días, Monseñor; buenos días, padre Erasmo.

La niña saluda a esos solemnes religiosos, con una sonrisa prudente, en el preciso momento en que sus caminos se cruzan. Nicole se limita a mirar al Obispo con silencioso interés. Nemesio siente cómo esa mirada tan limpia le abraza de un modo poco común y no tarda en alarmarse contenidamente.

Uno de mis esbirros ya ha dado contigo. Lo tienes muy cerca. Solo uno. Uno solo de mis emisarios acabará contigo en pocos días

ERASMO:  ¿Monseñor? ¿Me escucha, Monseñor Merino?

MERINO:   Sí, claro. ¿Qué decía?

ERASMO:  Le decía que la Casilda le tomará especial atención y me tendrá al tanto.

Nemesio gira la cabeza y observa a Nicole con desconfianza.

****

Es martes por la tarde y sor Teodora ha tomado las riendas de la clase de cuarto de primaria. Se encuentran en el teatro situado en el interior de ese enorme edificio tan bien equipado. Las niñas ensayan su obra navideña bajo la supervisión de la afable monja. Esa mujer transmite sensaciones muy distintas a las que inspira Casilda.

-Teodora, podríamos hacer que uno de los demonios se enamorara de…-

-De ningún modo, Ariana. La última vez que intentamos adornar un poco el argumento, Monseñor Merino casi echa a la responsable. Nos ceñiremos al guion más clásico-

-¿Y yo no podré participar?-    pregunta apenada Nicole.

-Claro que sí, pequeña. Puedes elegir: ¿prefieres ser pastorcilla o demonio?-

-Bueno. Hay pocas diablillas, así que creo que estaría bien que yo fuera una de ellas-

-Está bien. Pediré a la madre de Anastasia que nos deje su disfraz, a ver si te sirve. El año pasado ella hacía de demonio, pero este año hará de virgen María-
Teodora acaricia cariñosamente el rostro de Nicole dedicándole una tierna sonrisa. Es una mujer de poca estatura y algo de sobrepeso. Su silueta es fácilmente reconocible ya de lejos, a pesar de la neutralidad de su hábito.

TEODORA:  Vamos a volver a cantar la canción. Desde el principio. Señor Cobos…

La monja le hace una señal a Amadeo, el profesor de gimnasia, reconvertido, en estas fechas, en guitarrista rítmico.

****

Esa noche, en la habitación de las niñas, Nicole intenta liberar, de ese velo de corrección, a sus compañeras de cuarto.

NICOLE:      ¿Soy la única que se ha fijado en él?

AZUCENA:  Claro que sí. Ese hombre es mayor y está casado y tiene dos hijitas…

VALERIA:    No me seás pelotuda. Tenemos trece años. Aquí nadie está por esas cosas.

NICOLE:      Ya, pero yo soy mayor.

VALERIA:    Anda, calláte. Tenés catorce.

AZUCENA:  Como una hermana se entere que sueltas esas locuras te va a caer la gorda.

NICOLE:      Si el castigo es que Amadeo me azote en el culo… puede que lo prefiera

Azucena y Valeria se miran escandalizadas, sin dar crédito, aunque con cierto humor. Nadie en ese colegio se atreve a proferir esa clase de insinuaciones. Parece que ese entorno tan casto que las rodea está consiguiendo lo que quieren la mayoría de los padres que financian dicho adoctrinamiento, que sus hijas conciban el sexo como algo maligno e innombrable.

AZUCENA:  ¿Vendrá tu padre a ver la obra, Nicole?

NICOLE:      No lo creo. Estará en Rusia, zanjando asuntos diplomáticos.

VALERIA:    Waah. Es un pez gordo. Entonces… ¿ni siquiera le verás en navidad?

NICOLE:      Me dijo que haría lo que pudiera. No hay nada seguro.

AZUCENA:  Mañana ensayo general. Vendrán Monseñor y el padre Erasmo a darnos el visto bueno. Espero que no nos censure la coreografía. 

Mientras terminan de arreglar el escenario, Teodora y Ángeles ven llegar a la tripleta eclesiástica que ejercerá de jurado a la vez que de público. Monseñor Merino, el padre Erasmo y el recién llegado padre Blanco esperan, de pie, al final del pasillo que separa los dos hemisferios de asientos color burdeos. Las monjas nutren con premura sus últimos retoques bajo la imperativa mirada de Casilda, que les dedica silenciosas muecas de urgencia.

Las niñas hacen acto de presencia siguiendo un orden intachable. Nicole tardará en acostumbrarse a esa protocolaria educación, sobretodo viniendo de donde viene. Todas llevan sus respectivos atuendos y están listas para interpretar el primer acto. Amadeo es el apuntador y ejerce también de técnico de luz.

BIDAL:      Espero que este año no te hagan enfadar tanto como el año pasado, Nemesio.

MERINO:  Eso espero. No quiero tener que tomar ninguna reprimenda.

ERASMO:  Si por usted fuera, solo saldría una niña fea recitando versículos de la biblia.

MERINO:  Me conoce, Erasmo. Le sugiero que no se propase con su ingenioso humor.

Desde la primera fila, asisten a una sobria presentación. La obra sigue su curso sin estridencias. Solo pequeños fallos que se pueden pulir en próximos ensayos. En el momento en que Nicole entra en escena, con su atuendo demoníaco, Merino sufre una sobresaltada arritmia cardíaca. La niña le mira repetidamente al tiempo que pronuncia su escueto texto maligno.



****

ERASMO:  Sor Casilda, ya sabe que este no es su sitio.

CASILDA:  Me trae sin cuidado el protocolo, Erasmo. Él no debería de estar aquí.

ERASMO:  No es decisión suya, ni mía. Solo Monseñor puede interceder en el asunto.

CASILDA:  El padre Blanco acordó no pisar nunca más este colegio.

ERASMO:  No hubo condena, ni tan solo llegaron a juicio.
CASILDA:  Eso es porque la dirección de El Sagrado Corazón sobornó a los padres.

ERASMO:  Nunca se demostró nada y a todos nos ampara la presunción de inocencia.

CASILDA:  Me dirá que todo fue una invención de la niña y los padres para sacar tajada.

ERASMO:  Ariana es muy fantasiosa. Puede que interpretara mal algo de lo que…

CASILDA:  Eso no se lo crees ni usted. Haga examen de conciencia, Erasmo, por favor.

El cura hace un largo suspiro mientras sor Casilda se marcha desairada y usa un portazo como punto y final de esa conversación. Sentado cómodamente en su ostentoso sillón de piel marrón, se siente como un equilibrista. Demasiado a menudo le toca ser abogado del diablo. Tiene que lidiar, a modo de bisagra, entre el fanatismo y la irreverencia, entre la ética y lo corrupto, entre la humildad y la soberbia de muchos de los integrantes de la comunidad. Su cargo podría describirse más bien como el de conciliador oficial de conflictos internos.

Desde luego, no tiene mucha fe en la integridad del padre Blanco y así se lo hizo saber a Monseñor Merino, pero él es quien tiene la última palabra a cerca de todo. A fin de cuentas, ese turbio asunto quedó en la más absoluta discreción y ninguna otra familia supo porque el padre Blanco abandonó el internado.

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Amadeo sabe cómo tratar a las niñas. Bien es cierto que su silencio no es tan severo como el de las hermanas, pero su poderoso tono de voz se sobrepone a los joviales chismorreos de sus alumnas que, en clase de gimnasia, se desahogan y juegan como si fueran niñas normales. Es el único sitio donde pueden abandonar su recatado decoro y elevar su tono de voz mientras corren, saltan, juegan a pelota…

Ese alboroto le ha costado, al profesor, alguna desagradable conversación con el Obispo Merino. Afortunadamente, ese viejuno gruñón suele ausentarse los miércoles y eso le da bastantes garantías.

Las niñas ya salen de los vestuarios. Se han duchado y se han vuelto a enfundar su clásico uniforme de camisa blanca y faldas granate a cuadros negros. Todas llevan su respectiva corbata oscura a juego con sus resplandecientes zapatos. Sus calcetines altos son blancos y llevan un jersey de cierto grosor para cuando toque salir a la calle, pero de momento no es de menester.

Algunas llevan el pelo aún mojado y se están terminando de abrochar los botones de la camisa cuando se dirigen hambrientas al comedor comunitario. Nada más cruzar el umbral de la puerta, inconscientemente, adoptan un gesto más sosegado que no sea merecedor de ningún correctivo por parte de las hermanas.

Ya arropado de nuevo por la calma más absoluta y solitaria, Amadeo apaga las luces y se dispone a cerrar la puerta cuando escucha unos sollozos. Intrigado vuelve a prender la luz y descubre a Nicole llorando sola en el lavabo.

****

Aunque se acerca el invierno, en este miércoles de noviembre el frio propio de estas fechas no se ensaña con la población de San Patricio. Es una villa costera situada al sur de la península. En estos lares, la población suele tener unos valores religiosos mucho más arraigados que en el sitio de donde proviene Nicole. En Pino Alto, en Fuerte Castillo… en el norte la gente es más pragmática y no está por estas cosas.

El internado se yergue en la cima de un monte, en las afueras del pueblo. Desde las ventanas de los pisos superiores se puede vislumbrar el mar en toda su inmensidad.

Monseñor Merino tiene el despacho en el centro de la última planta. Le gusta asomarse a la ventana y contemplar la calma que rodea su emplazamiento. Percibe su institución como un oasis de santidad en medio de un mundo manchado por los escupitajos de Satanás. Los pecados capitales, uno a uno, han ido pervirtiendo a los hombres con el beneplácito de una sociedad cada vez más permisiva y decadente.

Quien no conoce a Dios, a cualquier santo le reza

Músicos, actores, deportistas, modelos… falsos mitos herejes que promulgan la laicidad arrastrando con ellos a miles de almas débiles e ignorantes. Al mismo tiempo, el mal llamado pensamiento moderno defiende aberraciones como la homosexualidad, el mestizaje, el transgénero, el divorcio, la promiscuidad, el feminismo, el aborto, la fornicación…

Perdónales padre, porque no saben lo que hacen



****

Ángeles puede que sea la monja más callada del centro. Es la cocinera que se ocupa de alimentar a cada una de las clases de primaria. También se ocupad de la limpieza y solo da clase cuando alguna de las hermanas está indispuesta.

Está tan atareada que no ha echado en falta a la niña nueva. Quienes sí se han percatado de su ausencia han sido sus compañeras de cuarto: Valeria y Azucena. Desde la ventana de esa gran sala consiguen ver, aparcado en el mismo sitio de siempre, el monovolumen de Amadeo.

AZUCENA:  ¿Tú se lo dirías?

VALERIA:    … … Pero ¿dónde se metió esa mina? No pudo perderse del vestuario a acá.

AZUCENA:  Yo le guardaré algo de pan y embutido por si regresa con nosotras sin comer.

VALERIA:    ¿Vos pensás lo mismo que yo?

AZUCENA:  No lo sé, Valeria, pero Amadeo suele ir a comer a casa, con su familia.

VALERIA:    Capaz es de estar reunido con sor Casilda o con el padre Erasmo.
Ya en la hora de los postres, Nicole aparece discretamente y se sitúa al lado de sus compañeras sin levantar muchas suspicacias.

VALERIA:  ¿Pero dónde andás, Nicole? Estuvimos a punto de alertar a sor Ángeles.

NICOLE:    Nada. Estaba ligando con Amador. No os preocupéis. Todo está bien.

VALERIA:  No me creo nada boluda. ¿Cómo os atrevés?

****

Amparado por una siniestra oscuridad, el padre Blanco observa cómo se duchan las niñas de quinto. Se oculta tras los azulejos celeste que visten la pared del fondo. Unas piezas mal encajadas le permiten fisgonear, malévolamente, mientras empieza a masajearse el miembro. Hacía tiempo ya, demasiado tiempo que no podía acomodar su pervertida presencia entre las juguetonas risas de esas pequeñas e inocentes nenas, tan desnudas, tan mojadas, tan apetecibles…

Ooh sí. Enjabónate bien Astrid. Eres una niña muy sucia y tienes que limpiarte a fondo. Deberías de pedirle ayuda a Gloria, Mnnnh, sí. Salpícala. No te cortes

Una repugnante gota de sudor se derrama por el lateral de su lascivo rostro. Se encuentra en una estancia pequeña y sin ventilación. Un cuarto olvidado que antaño había servido para guardar utensilios de limpieza.

Bidal Blanco fue desterrado del internado a raíz de un acuerdo alcanzado entre el padre de Ariana y el centro religioso. El Sagrado Corazón pagó al señor Solera una cuantiosa suma de dinero para que sus acusaciones no tomaran cuerpo frente a un tribunal y mantener así el impoluto nombre de la institución.

El destino es caprichoso y ha querido que la trayectoria política de Amancio Solera se vea truncada, abruptamente, por numerosos casos de corrupción que vieron la luz el mes pasado. Tanto es así que ese individuo se ha tenido que dar a la fuga y ahora se esconde en el extranjero.

Bidal ha visto, así, cómo su veto quedaba abolido.

****

NICOLE:     Perdóneme padre porque he pecado.

ERASMO:  ¿Cuánto hace que no te confiesas hija?

NICOLE:     Nunca he hecho una confesión, pero hoy hemos hablado de ello en clase y…

ERASMO:  ¿Lo ha explicado bien Casilda? ¿Has hecho examen de conciencia, pequeña?

NICOLE:     Sí, sí… … y creo que he sido una niña muy mala.

ERASMO:  Adelante, Nicole. Confiesa tus pecados para hacer las paces con Dios.

NICOLE:     Mmmmnh… … Hace medio año, durante el viaje de fin de curso, seduje a mis profesores y terminaron por follarme los dos por el culo.
Erasmo enmudece. Esperaba algo como un hurto, alguna mentira o incluso determinados tocamientos, pero esto…

E:   Nicole. Este es un sitio sagrado donde no se admiten bromas.

N:  No estoy bromeando padre. Confieso mis pecados porque me pesan. Ellos eran buenos hombres y yo les arrastré, con mis argucias, por el mal camino. Encendí su lujuria con mis malas artes y conseguí someterles plenamente.

E:   Emm… … … ¿Fueron los dos a la vez?

N:  En una ocasión llegaron a penetrarme al mismo tiempo. Uno por detrás y el otro…

E:   !¿Es que hubieron más ocasiones?!

N:  Fueron cuatro encuentros en total, pero en uno de ellos me limité a hacerle una paja al profesor más gordo y viejo.

E:   ¿Qué edad tenia dicho profesor?

N:  No lo sé. Como usted más o menos, pero él no era tan guapo. Era como un cerdo.

E:   ¿Cómo pudiste hacer algo así, Nicole? ¿Cómo fuiste capaz?

N:  Todo empezó como un juego. Una cosa llevó a la otra sin ninguna mala intención.

E:   ¿Es que tú no sabes que el camino del infierno está lleno de buenas intenciones?

N:  Sí. Eso es lo que dice siempre sor Teodora cuando nos excusamos.

E:   Ahora estás a salvo. En este santuario de bondad no volverás a caer en pecado.

N:  No lo sé padre. No es tan fácil. A veces… a veces vuelvo a sentirme muy cachonda.

E:   Pero… !Por Dios! Eres demasiado joven para tener esa clase de sensaciones.

N:  Es cierto, pero… es que yo no soy como las otras niñas.

E:   ¿Por qué no puedes serlo?

N:  ¿Se ha fijado en mi cuerpo padre? Tengo las tetas a tope y mis nalgas son grandes y redondas. Ni las niñas de quinto ni las de sexto son tan voluptuosas.

E:   Pero no hables de tu cuerpo. Habla de tu mente. !Tiene catorce años aún!

N:  Mi mente también va por delante. ¿No ha oído cómo me expreso?

E:   Aunque ya te sientas mayor… … …  no quiere decir que tengas que ser pervertida.

N:  Es verdad y… … intento portarme bien, pero no sé lo que me pasa. Aunque aquí no haya niños… está usted, está Amadeo… Quiero ser buena, pero mis pensamientos perversos se apoderan de mi mente. Si no fuera por mi recato… … haría tantas cosas… … tantas cosas vergonzosas que… … me pongo caliente solo de pensarlo.



El tono de Nicole, cada vez más suave, adquiere una musicalidad sugerente y obscena, como si la pequeña estuviera peregrinando hacia las oscuras sombras de un embriagador orgasmo pecaminoso.

-Nicole… … ¿No te estarás tocando ahora? mientras hablamos?-   sofocado.

-NoOoh, claro que noOh-   con una pronuncia que la contradice.

-… … Escucha, pequeña… … ¿Sabes que es la constricción y el propósito de enmienda?-

-Sí. Sor Casilda nos lo ha enseñado hoy; y también lo que es el secreto de confesión-

-Para acercarte a Dios tienes que arrepentirte y no volverlo a pecar de ese modo-

****

Samanta coge al bebé en brazos mientras su otra hija anda de la mano de Amadeo. Una vez han cruzado el umbral de la entrada del edificio, ella sigue protestando discretamente:

SAMANTA:  No me gusta este sitio, Amadeo.

AMADEO:    Ya lo sé. Pero Teodora no se calla las ganas que tiene de conocer al bebé.

SAMANTA:  ¿Y que más te da a ti esa mujer?

AMADEO:    Cariño, ya te lo expliqué. No le caigo bien al Merino, ni a sor Casilda; son los mandamases. Me conviene ganarme al personal si quiero que me hagan fijo.

SAMANTA:  ¿Qué pasa con Erasmo? Yo pensaba que era el segundo en rango.

AMADEO:    Sobre el papel sí, pero es muy diplomático. Dudo que se mojara por mí si tuviera que contradecir a esa Rotenmeyer. Este trabajo me va de perlas. No cuesta nada hacer este gesto; que todos vean que soy un padre de familia.

Haciendo ostentosos gestos de sorpresa y emoción, sor Teodora se aproxima con urgencia.

TEODORA:  !Dios bendito! !Qué ricura! ¿Me la dejas coger?

SAMANTA:  Sí, claro señora Torralba.

TEODORA:  Por favor querida, llámeme Teodora.

AMADOR:   Ya ve que soy un hombre de palabra. Le dije que la traería.

TEODORA:  Me la comería a mordiscos. ¿Y tú cómo estás, pequeña? Has crecido mucho.

Anita muestra sus tres dedos para ilustrar su edad.

****

En la intimidad de su cuarto, esa noche, Nicole relata a sus dos amigas, la conversación que tuvo con Amadeo en el lavabo.

NICOLE:      Se preocupó mucho al ver mis lágrimas y me preguntó que qué me pasaba. Entonces yo le solté todo el tema de la muerte de mi madre, la ausencia de mi padre, un sitio tan nuevo y extraño para mí… Se enterneció mucho e incluso le brillaban los ojos. Me hizo algunas caricias; todo se volvió confuso.

VALERIA:    Confuso para vos. No creo que él tuviera dudas sobre lo que le pasaba.

NICOLE:      Puede; pero, si no las tuvo, a lo mejor las tendrá, cuando pasen más cosas.

AZUCENA:  De verdad… … Valeria y yo pensamos que estás bastante loca ¿sabes?

NICOLE:      Sí. Lo sé. Yo también pienso que todo el mundo aquí está muy loco.

VALERIA:    ¿Qué querés decir?

NICOLE:      ¿Un mundo que se creó en seis días? ¿Adán y Eva? ¿Un barco lleno de animales que sobrevivió a un supuesto Diluvio Universal que barrió con todo? ¿Una mujer virgen preñada por una paloma?

VALERIA:     Eso es una metáfora, Nicole, y lo sabés.

NICOLE:      ¿Los hijos de Adán y Eva fornicaron entre hermanos, y sus nietos… ?

AZUCENA:  Eran otros tiempos. De algún modo tenía que empezar la raza humana.

NICOLE:      ¿Y tantos fósiles que demuestran que el hombre viene del simio?

VALERIA:    Eso es una herejía. Son una artimaña de Satanás para nublar el pensa…

NICOLE:      La Iglesia defendía que el Sol giraba en torno de la tierra y quemaba en la hoguera a quien dijera lo contrario. En la inquisición, torturaban a la gente para obligarles a creer en Dios. ¿Es que no sabéis que, allá fuera, en el mundo real, hasta los más católicos apuestan por la teoría del creacionismo?

AZUCENA:  No sabemos nada de todo esto, Nicole. ¿De qué hablas?

NICOLE:      Los creyentes asumen que el hombre proviene del simio, solo que asumen que fue Dios quien plantó la semilla para que el mundo prosperara.

****

Don Nemesio está sentado en la mesa central del comedor. Solo un silencio sepulcral le acompaña. Algo desorientado, intenta recordar cómo ha llegado allá. Se levanta y atraviesa la sala con pasos dubitativos. Siempre encuentra esa estancia llena de niñas que aliñan, con el sonido de sus cubiertos, sus animadas conversaciones. Se le hace raro contemplar ese salón tan inerte.

Andando por los pasillos sigue preguntándose cómo toda la planta puede estar deshabitada a plena luz del día. Sube las escaleras para acceder al piso superior con idénticos resultados. Extrañado, empieza a olfatear ese inconfundible olor a azufre. Finalmente, dobla una esquina y se encuentra con la niña nueva. El aliento de Monseñor Merino se deja ver convertido en vaho.

Nicole viste parte de su disfraz demoníaco: sus rojos cuernos curvados saliendo de su cráneo, su cola serpenteando a sus pies con vida propia, su tridente manchado con una sangre demasiado real que, goteando, ensucia las clásicas florituras ornamentales que pintan el suelo… Toda ella está bañada por la sangrienta suciedad del infierno. Fruto de esa viscosidad, sus infantiles pechos relucen insolentes. Con una voz fina e inocente:

-Quiero que me folles-   sus palabras suenan terrenales y sin ninguna reverberación.

-Nunca haría eso, pequeña. ¿Cómo puedes…?-   interrumpido violentamente:

!!!QUIEROOOH QUEEEH MEEEH FOOOLLEEESSS!!!-   gutural y aterrador.

Un repentino silencio se estampa contra su despertar. 

El padre Erasmo reza, de rodillas, muy cerca de la gran figura de Jesús que hay en la capilla del edificio. Cierra sus ojos con fuerza, como si así lograra distanciarse del mundo terrenal.

Hacía mucho tiempo que nada turbaba su apacible vida de interno en El Sagrado Corazón. Puede que tantos años de sosiego existencial, en su amable burbuja de corrección, hayan ablandado su entereza para hacer frente a las vicisitudes que acarrea la astillada realidad del mundo exterior.

Sea como sea, su pene se endureció como una mala cosa al escuchar el bochornoso relato de Nicole en el confesionario. Erasmo sintió cómo los dedos del demonio le agarraban el alma desde la oscuridad del ángulo muerto de su conciencia y le daban un perverso masaje, anestesiando sus virtuosos valores. Su voluntad se vio debilitada, a la hora de imponerle una penitencia, y sintió la tentación de mandarle hacer cosas indecentes e impropias de una niña de tan tierna edad.

Por la noche, el padre Erasmo se corrió, fruto de deshonestos tocamientos, imaginando que esa nena ponía fin a su castidad.

Monseñor Merino tenía razón. Es peligroso, para el equilibrio de cualquier ecosistema, introducir cualquier agente externo.

Ninguna niña de tradición católica hubiera podido inquietarme de este modo. Nicole ha traído la impureza a esta sagrada institución. Todo es culpa mía. Yo me salté el protocolo y decidí admitirla a pesar del desarraigo de su fe cristiana y de su tardía inscripción



****

La profesora está tardando un poco en personarse y las niñas vagan distendidas por la clase, hablando entre ellas. No arman mucho jaleo, pero se permiten cierta desinhibición dado que sor Teodora no es una tirana y no les pondrá mala cara si cuando llegue hay cierto desorden en la primera hora de este jueves.

-Nicole, ven aquí. Te voy a enseñar algo que no has visto nunca-   sugiere Anastasia.

-¿Qué pasa? ¿De qué se trata?-   con divertida curiosidad mientras se acerca al cristal.

El edificio es cuadrado y tiene un gran patio interior hacia donde dan la mayoría de las aulas. Desde la ventana por la que miran, observan, en el piso inferior, la clase de quinto grado. En perspectiva picada, esa sala forma un ángulo de noventa grados con la suya y eso les permite ver lo que se cuece en ella.

Casilda tiene a tres niñas de rodillas sobre una vara de madera, cada una de ellas mantiene los brazos en cruz y sostiene una gruesa biblia en cada mano. Sus caras son todo un poema. Una de ellas rompe a llorar y no recibe más consuelo que un golpe de regla en la cabeza. Las otras dos aprietan los dientes y aguantan su castigo estoicamente para evitar mayores reprimendas.

-¿Pero qué está ocurriendo ahí?-   con completa estupefacción.

-Algo habrán hecho-   contesta ventajosamente Claudia entrometiéndose de sopetón.

-¿A vosotras os han hecho algo así alguna vez?-   pregunta fascinada Nicole.

-A casi todas-   se añade Ariana   -Y te aseguro que no hay nada peor que eso-

****

Hoy es el padre Blanco quien acompaña a Monseñor Merino en su paseo matutino. Son viejos amigos. Sus trayectorias en el mundo de la jerarquía eclesiástica han ido de la mano desde hace algunas décadas.

B:    No lo sé, Nemesio. A mí nunca me ocurren estas cosas.

M:  Son conversaciones tan reales. Siento su voz vibrando en mi pescuezo.

B:    Y además está ese asunto con la muerte de tu madre.

M:  Su muerte fue un accidente. ¿Cómo podría yo haber anticipado tan 
inesperado suceso? El Diablo me advirtió. Dijo que mi madre no volvería a ver la luz del Sol. Que se la llevaría para asarla en el fuego eterno. Esa noche cumplió su palabra.

B:    ¿De verdad crees que ella arde en el infierno?

M:  Puede que se corrompiera durante su larga vida. Eso es lo que me dijo el maligno.

B:    ¿Y tú crees que de verdad ha enviado un solo demonio para darte caza?

M:  No lo sé… … … Dijo que ya lo tenía encima y al día siguiente apareció la niña nueva.

B:     ¿Nicole? ¿Me tomas el pelo?

M:  Nooh. Ella me miró de un modo extraño la primera vez que nos cruzamos y no se completó ni una jornada antes de que apareciera, de nuevo ante mí, con ese atuendo demoníaco, en el ensayo de la obra. Ya sabes que a Satanás le encantan las ironías y las bromas. ¿Qué mejor manera de presentarme a su esbirro que disfrazado en el cuerpo de una niña inocente vestida de diablilla?

B:    Puede que tengas razón amigo mío. Lucifer ama el embuste y nadie mejor que yo conoce sus sucias artimañas. ¿Qué sino empujaría a una niñita tan pura como Ariana a soltar tan sucias mentiras sobre mí?

M:  Pensaba que culpabas a su padre corrupto de ese lamentable embrollo.

B:   Sí. Así lo hice durante mucho tiempo, pero la niña… … tampoco tiene escusa. He pensado mucho sobre el asunto y, escuchando tu historia, me planteo que pudiera haberme ocurrido algo parecido con ella. Su relato era tan convincente…

****

Es la hora del recreo y algunas niñas juegan a las gomas elásticas o al juego de la rayuela. Alrededor de uno de los bancos de piedra tiene lugar una discreta discusión:

AZUCENA:     Ya lo sé, pero ¿y si no nos estuviera engañando?

CLAUDIA:      Nicole es la única de nosotras que ha visto un poco de mundo.

ANASTASIA:  ¿Por qué las hermanas deberían de mentirnos a todas?

CLAUDIA:      Lo dice la que acaba de descubrir que Papa Noel no existe.

ANASTASIA:  !Ya lo sabía hace tiempo tonta!

ARIANA:        Lo único que sabemos es lo que nos cuentan los mayores.

VALERIA:       Yo no quise hacerle caso, pero lo que dice esa mina tiene sentido.

AZUCENA:     Eso de la costilla de Adán, los animales de Noé, la estrella que guía tres reyes magos, el agua que se convierte en vino, la resurrección…

ARIANA:        A mí me parece más creíble lo de Papa Noel o lo del ratoncito Pérez.

VALERIA:       Si te fijás, cuando salimos de acá nadie viste como las hermanas o los padres, nadie habla de Dios sino es para blasfemar.

ANASTASIA:  Eso es porqué el mundo está lleno de infieles. Así va todo. Hay guerras, pobreza, crímenes, corruptos…

ARIANA:        Mi padre no es corrupto Ani. Lo único que pasa es que ha tenido problm…

Ariana enmudece en cuando ve pasar al padre Blanco cerca de ella. Ese párroco le hiela la sangre con su fría mirada durante un instante que parece eterno. La trayectoria de su paseo, junto a Monseñor Merino, termina por encarrilar esos perversos ojos en otra dirección.

****

Amadeo está aparcando en el interior del patio. Son pocos los coches estacionados en ese pequeño pedazo de asfalto ya que la mayoría de las personas que hay en el centro son residentes y no salen nunca. Solo el solemne auto de Monseñor Merino le hará compañía al suyo durante el tiempo que dure su jornada laboral. La elegancia del color negro, el misterio de los vidrios tintados, esa impecable carrocería reluciente… contrasta con el caos que reina en el interior de ese monovolumen turquesa, infestado de juguetes, pelotas, bolsas… la sillita con ganchitos aplastados.

N:  Hola, Amadeo.

A:  Hola, Nicole. ¿Qué haces aquí tú sola?

N:  Te he visto llegar y quería saludarte.

A:  ¿Estás mejor? ¿No has vuelto a llorar?

N:  Gracias a ti. Me animó mucho poder hablar con una persona de verdad para variar.

A:  !Anda ya!. No seas dramática. Aquí todos somos de verdad.

N:  No, en serio profe. En este sitio solo se habla de Dios. Que si la obra de navidad, que si el concurso de pesebres, que si la Biblia, que si los Diez Mandamientos…

A:  Tienes que guardar mi secreto ¿eh, Nicole? No me compliques la vida.

N:  No te preocupes míster pagano. No se lo voy a decir a nadie si te portas bien.

Nicole le guiña el ojo con una sonrisa cómplice mientras le acompaña hacia el interior del edificio. Antes de correr para llegar a tiempo de su próxima clase, la niña le asesta un empujón de despedida a Amadeo. Ese gesto cuenta con la desaprobación de sor Casilda, que ha observado la escena desde lejos.



****

El padre Blanco asiste a una reunión en el despacho de su cofrade Erasmo. Es un encuentro bilateral para definir las clases que impartirá, en adelante, el recién llegado. Hay cierta tensión dado que, antaño, era Bidal quien tomaba esta clase de decisiones. Ahora las tornas han cambiado:

E:  No es negociable, Bidal. La decisión está tomada. No depende solo de mí.

B:  Ha sido Casilda ¿verdad, Erasmo? Esa mujer sigue pensando que abusé de Ariana.

E:  Sor Casilda lleva toda la vida en esta institución. Se crio aquí. Tiene su peso.

B:  Es solo una monja. Ninguna mujer debería mandar por encima de un cura.

E:  Monseñor intercedió por ti. Por eso estás aquí. Casilda hubiera vetado tu regreso.

B:  Tú tan diplomático como siempre, ¿no, Erasmo?

E:  Por eso estoy aquí. Tengo que alcanzar soluciones intermedias. Soy como Salomón.

B:  ¿Me vas a partir con una espada para que solo la mitad de mi cuerpo pueda dar clases a las niñas de cuarto grado?

E:  Creo que eso no será necesario. Te ocuparás de quinto y sexto. Nada más.

B:  Si por ti fuera… … yo no estaría aquí, ¿me equivoco?

E:  No seas trágico, Bidal. Nunca tuve ningún problema contigo, pero ahora las 
cosas son distintas. Te agradeceré que no compliques nuestra convivencia. No hay motivos para tensar más esta cuerda.

El padre Blanco se levanta con cierto disgusto y abandona la estancia sin siquiera despedirse. Erasmo queda satisfecho. Tenía ciertos reparos a la hora de enfrentarse a ese individuo, pero, gracias a su elocuencia, su decisión se ha mantenido firme.

****

Después de comer, sor Teodora solicita la presencia de Nicole en la recepción. Su padre la llama por fin desde Rusia.

+ !Hola, papá!

+ Bien. ¿Y tú qué tal? ¿Hace mucho frío por ahí?

+ Aquí no parece invierno. En el sud no nieva ni siquiera en navidad.

+ Sí. Ya tengo algunas amigas, pero las monjas son muy estrictas.

+ Teodora es la mejor… … y Amadeo, el profe de gimnasia.

+ Azu y Valeria son mis compañeras de cuarto. De momento son mis mejore amigas.

+ Aha. Escucha: ¿podrás venir algún día por navidad?

+ Ya. Sí. Lo entiendo. Les contaré a todas que gracias a ti no habrá una guerra.

+ Tú sí que haces el bien y no toda esas monjas y curas con sus hábitos oscuros y sus cuentos de hadas.

+ No te preocupes. No me oye nadie. Estoy sola.

+ Ya lo sé.

+ ¿En serio no tienes más tiempo? Tú y tus reuniones.

+ Sí. Me portaré bien.

+ Un beso mon amour. Je t’aime.

Nicole cuelga ese vetusto teléfono de línea fija y regresa al comedor, donde sus amigas están aún terminando sus postres.

Sor Casilda tarda un poco más en colgar cuidadosamente su auricular. Mantiene su serio semblante desde la discreción de su despacho, cerca de la recepción.

****

La música del piano fluye armoniosamente, acompañando este ensayo vespertino. El padre Erasmo está en trance mientras acaricia las teclas de marfil del viejo teclado. Libre de tempo, entra en simbiosis con la representación que se está llevando a cabo en ese teatro sin público. Puramente testimonial, acompaña sutilmente los diálogos para escalar con furia siniestra en las escenas donde el demonio toma protagonismo, vuelve a caer con delicados matices hasta que la trama requiere un sonido apoteósico y celestial. Su improvisación es prodigiosa.

Tantos años de formación y de dar clase de música no han caído en saco roto. Añora los tiempos en que esa era la materia troncal de sus enseñanzas. Ahora su cometido es mucho más burocrático: las cuentas, el papeleo, subvenciones, el trato con los padres, normativas, peticiones… apenas da unas pocas clases. A pesar de que el centro cuenta con poco más de un centenar de estudiantes, el trabajo se amontona y no termina nunca.

CLAUDIA:  Nooh. Otra vez no. El lobo. El lobo se ha comido otra de mis ovejas.

VALERIA:   No podemos seguir así, padre. Moriremos de hambre sin rebaño.

CLAUDIA:  ¿Qué no daría yo para acabar con esta bestia? !Vendería mi alma si pudiera!

El padre Erasmo empieza a encadenar notas disonantes cuando aparece Azucena, interpretando al maligno, para embaucar al pastorcillo. Sor Teodora le hace gestos de admiración y levanta su pulgar discretamente para no interferir en la concentración de sus alumnas. Las niñas lo están haciendo mejor que nunca. Por fin tienen bien aprendido el guion. Parece que la obra estará lista para la gran representación del sábado ante los padres y demás alumnas del centro.

A Erasmo empiezan a temblarle los dedos cuando Nicole aparece en escena. Por suerte, la música de este tenebroso acto ya requiere de una interpretación caótica y nadie se percata de su descontrol.

Esa diablilla lleva el disfraz que Anastasia usó en el curso pasado. Lo que ocurre es que Nicole es un año mayor que el resto de las niñas y el desarrollo de sus atributos es anormalmente precoz. Ani ya es bastante más menuda que ella ahora; más lo era hace un año.

Esas mallas negras están al borde del desgarro, sometidas a la presión de las generosas nalgas de Nicole. El ombligo juguetón de la niña no para de asomarse impunemente, escapando de ese atuendo sobrepasado por las circunstancias. Esa barriguita tan redonda y sugerente trae de cabeza al perturbado pianista, que ya no consigue atinar con precisión a las teclas adecuadas.

Por si fuera poco, la gracia de sus movimientos sobreactuados aún hiere más la moralidad de esa morbosa escena.

¿Es posible que solo esté en mi mente? Teodora está orquestando la función y no reacciona. Ni siquiera las otras niñas parecen extrañadas. !Esta obsesión se está apoderando de mí!

El padre Erasmo niega con la cabeza y baja la mirada para escapar de ese turbador rojo y centrarse en el blanco y el negro de las teclas con las que se expresa. Intenta abstraerse hasta que Nicole pronuncia su texto:

-Pobre iluso !Qué inútiles son tus esfuerzos! Tu moral no es más que una suave brisa que no frena el firme paso del pecado. Por más que lo intentes, sucumbirás al encanto de mis tentaciones y te doblegarás ante el poder del maligno-

El piano se queda callado. Erasmo ha visto cómo Nicole le miraba de reojo al pronunciar esas tendenciosas amenazas. Alarmado por un mudo instante fugaz, vuelve a dejar caer algunas notas graves para desterrar ese incómodo silencio. El pastorcillo, interpretado por una niña llamada Viviana, pronuncia su respuesta y en pocos segundos aparece el Arcángel Gabriel para ahuyentar a esa perversa diablilla. Ariana arranca las risas de todos los presentes con su graciosa actuación angelical.

Finalmente termina la representación. Se ha producido un poco de descontrol con los tres reyes magos. Ese fragmento lo trabajarán mañana con especial atención ya que será el último ensayo antes de la gran puesta en escena. La mayoría de las niñas abandonan la sala, pero, cuando Nicole pretende escabullirse, la hermana Teodora le llama la atención:

TEODORA:  Nicole, ¿dónde vas? Tú aquí conmigo. ¿Olvidas tu penitencia?

NICOLE:      Pero Teooooh… esta tarde ya he limpiado con la hermana Ángeles.

TEODORA:  Eso no te librará de ayudarme aquí y ahora, ¿verdad, padre Erasmo?

El cura asiente con la cabeza. Las fechorías de esa nena en el Valle de la Florida, a finales del curso pasado, no pueden quedar impunes. Erasmo no solo le mando rezar rosarios, sino que, hasta que termine el año, deberá de ayudar a las hermanas en todos sus quehaceres, cada vez que ellas la soliciten.

En otros tiempos, todas las niñas participaban de las tareas cotidianas, pero, hoy en día, los padres que financian esa institución privada son gente muy adinerada y no consentirían que sus hijas tuvieran que prestarse a dichos menesteres.

Ariana también está castigada. Sus pecados no son tan censurables como los de Nicole. Son más bien asuntos disciplinarios.

Probablemente sea la niña más mona de la clase. No en vano, ha sido escogida para interpretar a ese ángel celestial. Tiene una pálida piel suave, rizos rubios propios de un cuento de hadas, ojos azules tan claros como el cielo…

El ensayo de hoy ha sido el primero en que se usaba el confeti y las serpentinas de colores en la coreografía. El suelo ha quedado hecho un cuadro. Las dos niñas han arrimado el hombro a la hora de recoger los bártulos, pero ya hace un rato que tienen una actitud más distendida y en estos momentos, encaramadas en ese gran escenario, juegan con unas pelotas y unos aros que han encontrado casualmente.

El teatro está muy cerca del gimnasio y, justo entre los dos, se ubica un pequeño almacén donde se guardan los decorados, atrezo, redes, balones… hasta hay un potro de gimnasia con la altura graduable mediante diferentes niveles de madera. Ese sitio es un filón para esas curiosas niñas que no han podido evitar toquetear muchas de las cosas que han descubierto.

El padre Erasmo y sor Teodora han tenido una de sus cordiales conversaciones acerca del devenir de la obra, pero, finalmente, la hermana se ha ido para llegar a tiempo de dar su última clase del día. El cura pone algo de orden a sus partituras y guiones al tiempo que vuelve a supervisar a ese par de nenas juguetonas.

Están cantando, al unísono, una canción demasiado profana y no paran quietas. Ariana bota la pelota y Nicole usa uno de los aros a modo de hula hoop. El rostro del religioso queda boquiabierto y el tiempo se ralentiza.

Viéndola a cámara lenta, se deja embriagar por esos ondulados movimientos que mantienen la circunferencia orbitando alrededor de su cintura. Sus infantiles curvas se pronuncian malévolamente. Describen el movimiento más erótico que Erasmo ha visto en las últimas décadas, dado su permanente aislamiento del mundo moderno.



El pelo despeinado de Nicole eclipsa su rostro dándole un toque aún más perverso mientras mantiene sus brazos abiertos como si fueran alas demoníacas. Cuando se percata del atontado semblante de su espectador, la niña se deshace grácilmente de su pintoresco chaleco rojo con llamas estampadas. Una fina camiseta negra de manga larga es lo único que defiende la compostura de su torso al tiempo que se contonea lascivamente, rotando un poco sobre sí misma en cada paso.

Ajena a tan pernicioso juego, Ariana intenta hacer malabares con dos pelotas de gimnasia rítmica, con tan mala suerte que una de ellas se le escapa rodando rápidamente hasta precipitarse fuera del escenario, en la zona de las butacas. Tras lanzar una tímida queja, se dispone a recuperarla. El padre Erasmo ni siquiera se da cuenta del percance del Arcángel Gabriel. Solo tiene ojos para su demoníaca pupila.

Finalmente ocurre lo inevitable. El fastuoso culo de Nicole termina por rasgar los torturados límites de esas mallas negras. Una vez vencida la primera rotura, la tela elástica se desgarra rápidamente liberando las opulentas nalgas desnudas de la niña que, como si nada hubiera ocurrido, sigue con sus hipnóticos meneos traviesos. El cura hace rato que siente sus latidos como tambores infernales y está al borde del infarto cuando comprueba que esa pequeña colegiala no lleva bragas.

A Ariana le ha costado un poco recuperar su balón. Este había quedado atrapado debajo de una butaca de la primera fila. Encaramada de nuevo en el escenario, percibe algo extraño en la estática pose de los otros dos actores de esta escena. Están observándola en silencio. El padre Erasmo tiene cara de susto y Nicole, algo más cercana, se cuida de no darle la espalda a su amiga para ocultar la vergonzosa rotura de su indumentaria.

-¿Qué pasa? ¿Pasa algo?-   un poco asustada.

-Emm… … … no-   contesta Erasmo   -Que no estáis aquí para jugar-   intentando vencer su estupor con un enfado severo.

-Sí Ari, ya está bien. ¿No te das cuenta que no hemos venido a jugar a la pelota?-

Nicole entona su reproche con voz de niña repelente. Ariana asiente, sorprendida, y recoge la otra pelota para guardala.

NICOLE:   No Ari. Deja eso. El padre Erasmo y yo llevaremos los aros y las pelotas al almacén. Tú encárgate de barrer el escenario hasta que no quede ni un solo papelito de confeti.

ARIANA:  ¿Es que ahora mandas tú? Es más trabajoso barrer este percal así que es justo que el padre se quede aquí para ayudarme a mí.

NICOLE:   Te digo que no. Erasmo tiene que venir conmigo porque tiene que ayudarme con una cosa que me ha surgido, ¿verdad padre?

Ese religioso está aturdido y no razona con demasiada fluidez. Su cerebro goza de poco riego ya que gran parte de su sangre está siendo destinada a alimentar esa tremenda erección que le obliga a permanecer sentado.

ERASMO:  ¿Qué? ¿A qué te refieres, Nicole?

ARIANA:    Sí. Eso: ¿a qué te refieres?… … !Te lo estás inventando!.

NICOLE:     Usted ya lo sabe padre. Ya sabe lo que me ha ocurrido.

ERASMO:  De acuerdo, sí, sí…

ARIANA:    No padre. No le haga caso. Quédese conmigo y me ayuda a barrer.

El demonio lujurioso intenta arrastrarle al averno con sus depravadas tentaciones anales mientras que un ángel de rizos de oro le insta a tomar el buen camino. Ariana encarna la pureza con su blanco atuendo e incluso conserva la aureola de su disfraz coronando su cabeza. Pero Nicole parece estar ganando la batalla mostrándole gran parte de su cautivador trasero a ese pianista sometido.

Erasmo toma parte en la conversación desde una esquina del escenario. Apenas puede apartar la vista de esas dos redondeces que se asoman, con perversión, a través de esa textura rajada. Intenta pronunciarse a favor de Ariana, pero, una vez tomada la decisión, su voz le traiciona y su concupiscencia toma la palabra:

ERASMO:  Obedece, Ariana. La escoba está detrás del pesebre, ¿la ves? Yo ahora vuelvo.

En cuanto la disgustada niña se da la vuelta, Erasmo persigue con la mirada a su diablilla fugitiva. Solo alcanza a ver su cola escondiéndose tras la puerta que conecta la parte trasera del escenario con el pasillo interior. Disimulando su bochornosa tienda de campaña, se esconde del ángel y sigue el rastro del mal.

Camina sobre un manto de incertidumbre, hasta llegar a la puerta entreabierta del almacén. Con cierto temor, la empuja suavemente haciendo que chirríen las bisagras.


-Padre Erasmo, ¿dónde están las pelotas?-   perpleja al verlo con las manos bacías.

-¿Quieres que te enseñe mis pelotas, niña?-   pregunta ya completamente desubicado.

-!No! !Por Dios! No sea guarro. Me refiero a las pelotas con las que jugaba Ariana-

El momento se detiene en un eterno instante expectante. Erasmo hace un gesto brusco mirando hacia su espalda, como si los balones se le hubieran caído por el camino.

-Iré a buscarlos-   con prisas.

-Nononono. Nos ocupa un asunto más urgente padre-   mientras se acaricia las nalgas.

-¿Qué es lo que quieres, Nicole?-   con un cierto grado de desespero.

-Necesito encontrar algo para taparme. Ya lo sabe. Se me han roto las mallas-

La niña abre los brazos y pronuncia estas frases algo molesta por tener que explicar algo tan evidente.

-¿Pero por qué no vas a los vestuarios y te pones tu uniforme escolar?-

-He venido ya con el disfraz. Tengo el uniforme en la habitación y no puedo pasearme con el culo al aire por los pasillos. Imagine que me ve sor Casilda, o peor aún: Monseñor Merino. Me expulsarían de por vida-

-Aquí no encontraras otras mayas-   mirando a su alrededor.

-Yo creo que sí. En este almacén se guarda material de muchas funciones.

Obras de todos los grados. Seguro que hay algún disfraz o algún traje de las niñas de quinto o de sexto. Nunca más vuelvo a ponerme una prenda de una niña flacucha de tercero. Usted conoce bien este sitio. Hace muchos años que vive aquí. Le he hecho venir para . que me ayude a encontrar algo que pueda servirme-

-¿Y no podría ir yo a buscarte el uniforme?-

-Nooo. No quiero que Valeria y Azucena se enteren de lo que me ha pasado. Las niñas pueden ser muy crueles cuando buscan un blanco para sus burlas. Esto es muy violento para mi, ¿sabe? Espero que quede entre usted y yo-

Ese local está repleto de cosas muy variadas que conforman un perfecto desorden. Alguien tendría que ponerse una tarde a solucionar ese despropósito organizativo, pero ahora la prioridad es otra. El padre Erasmo se mete entre el dragón de dos metros y las redes de voleibol, pero por mucho que profundiza no alcanza a encontrar nada parecido a lo que busca esa servidora de Satán.

Cuando gira la cabeza, a solo unos tres metros de distancia, encuentra a Nicole de espaldas, inclinada, rebuscando en el lado opuesto de la sala, detrás de los cabezudos. Sus vestiduras carecen ya de todo propósito. El padre Erasmo empieza a sospechar que ella misma ha terminado de romperse las mallas para que su precioso culo quede completamente manifestado.

Su virginal pene eclesiástico se vuelve a llenar de palpitante vigor mientras observa las despreocupadas maniobras de esa viciosa niña de piel pálida. Tiene la imperiosa necesidad de correr hacia ella para penetrarla, pero un terrible miedo escénico le frena. Nunca ha metido su miembro en el cuerpo de otro ser humano y sabe que no hay peor pecado que abusar de una niña pequeña, pero… La tiranía de ese morbo arrollador mueve los hilos de su motricidad como si de un simple títere se tratara.

-Padre, creo que encima de estas taquillas del fondo hay ropa, tengo que subirme encima de estos cajones tan mal puestos para alcanzar esas bolsas. ¿Me ayuda?-

-¿Qué quieres que haga, pequeña?-   pregunta creyendo conocer la respuesta.

-Tengo miedo de caerme. Necesito que me sujete mientras intento coger esas…-

Nicole empieza su arriesgada expedición sin contar aún con las garantías que puede ofrecerle su ayudante. Presionado por la inestabilidad de esa pila de cajones desprovistos de mueble, el padre Erasmo se apresura a sujetarla por los muslos. Al tiempo que ella intenta, infructíferamente, alcanzar su objetivo, el párroco contempla ese redondo dueto nalguil que bascula a pocos centímetros de su cara. El constante movimiento de los nutridos muslos de la niña le permite ver ese pequeño chocho raso tan prohibitivo.

La luz del fluorescente es intensa y lo único que logra estorbar esa visión celestial es una molesta cola roja que desciende del cinturón de cuero de su alumna. El padre Erasmo mete sus dedos por debajo de la tela de las mallas y desliza sus manos ascendentemente hasta alcanzar la parte delantera de la cintura.



Inesperadamente, Nicole nota cómo una viscosa humedad se adentra entre sus nalgas. Su mentor está amorrándose a su culo como si del santo grial se tratara. La niña desiste de su búsqueda y, tras unos instantes de permisividad, se esfuerza en librarse de la afrenta a la que está siendo sometida.

-!NoOoh!… … !Por Dios!… … !¿Qué está haciendo?!… … !No por favor!-   suplica.

Un leve forcejeo provoca el derribo de esa frágil estructura.


-!Oh! Noh. Perdona, Nicole. ¿Estás bien?-   recomido por la culpa.

-!¿Pero qué hace padre?! !Casi me rompo la cabeza!-   escandalizada desde el suelo.

-Lo siento, pequeña. No sé qué diablos me ha ocurrido-   juntando las manos.

-Yo sí lo sé. Lo qué pasa es que es usted un cerdo como todos los hombres-

-No, preciosa. Yo no… … yo nunca… te aseguro que mi celibato es íntegro-

Aún sin levantarse, Nicole atenúa su ira para dar cabida a la sorpresa. Guarda silencio mientras se despoja, cuidadosamente, de algunos trapos que le han caído encima.


-Entonces, ¿nunca ha tenido sexo con nadie?-   con un tono inocente de nuevo.

-No. Claro que no. Hice mis votos cuando todavía era virgen-   bajando la cabeza.

-Y después de toda una vida sin mojar, de repente, cuando ya es viejo, ¿decide que es buena idea meterle la lengua por el culo a una niña pequeña como yo?-   exasperada.

-No. Nicole. Tú no lo entiendes. Es que…-

-Creo que me he aplastado una teta-

-¿Qué? ¿Qué dices?-   sorprendido por el brusco cambio de tema.

-Nada, nada, un percance femenino. Entonces… …yo creo que, si ha conseguido ser virgen hasta el día de hoy, no debería flaquear ahora por mi culpa. Ya sé que soy una golosina demasiado dulce, pero… No puedo permitir que haga añicos tantos años de inmaculada virtud por culpa de la rotura de un disfraz de navidad-

-No, pequeña. Claro que no. Si yo… … en realidad no… … solo ha sido un… … tan solo…-

-Aunque yo no sé cómo va exactamente eso del celibato. ¿Usted cree que debería de preguntárselo a sor Casilda? Le diré que usted me ha hablado de ese tema-

La musicalidad de su infantil entonación ha adquirido ciertos matices insinuantes. Cómo si empezaran a ocurrírsele travesuras.

-No, no, no. Nunca le cuentes a esa mujer que te hablo de estas cosas-   alarmado.

-¿Es qué le tiene miedo?-   se ríe con mofa.

-No. Claro que no. Ella es mi subordinada, pero… Verás: el celibato es un modo de vida que… … Tal como lo entendemos aquí, el celibato conlleva castidad y la castidad es la renuncia a tener… … relaciones sexuales… … sexo-

Parece que al cura le cuesta pronunciar ciertas palabras e incluso tiene que gesticular para quitarle protagonismo a su oratoria. Nicole ha adoptado una postura muy recogida sin incorporarse todavía y le observa fijamente con unos ojos muy abiertos y rebosantes de interés.

NICOLE:    ¿Pero qué es el sexo? Quiero decir: ¿sí usted se toca, acaba con su castidad?

ERASMO:  Bueno. No hay una definición oficial que determine los límites de…

NICOLE:     ¿Se ha tocado alguna vez pensando en mí padre?

Erasmo es el peor mentiroso del continente. Gran defensor de la verdad, lleva décadas sin pronunciar una sola mentira.

-Su silencio lo delata-   con una risa pícara.

-No, Nicole. Por favor. Esto no… Nadie puede pensar que… Es que… En realidad no…-

El religioso se pone las manos en la cabeza. Solo de imaginar que esa calumnia pueda extenderse por el alumnado de El Sagrado Corazón… siente cómo el miedo le oprime el pecho.

NICOLE:     No se preocupe padre. Tengo bien aprendido lo del secreto de confesión,¿recuerda? Pero dígame: ¿continuaría siendo casto si yo se la tocara?

ERASMO:  Por favor, Nicole. No digas barbaridades. Esto no es…

NICOLE:     No se alarme. Sólo se trata de una pregunta… ¿Cómo es?… … Hipo… tética.

La niña mantiene un tono divertido al tiempo que se incorpora lentamente e intenta recomponer, en la medida de lo posible, la menguante compostura de sus muslos. Se aparta el pelo de la cara mientras rebusca por el suelo, rotando sobre sí misma. El desmoronamiento de la pila de cajones a dejado muchas cosas esparcidas a sus pies y Nicole parece decidida a encontrar algún atuendo que le permita salir airosa de este vergonzoso entuerto.

La mirada lasciva del padre Erasmo está otra vez amarrada por las redondas nalgas de Nicole. Ella actúa con toda naturalidad, como si no supiera el calenturiento efecto que causa su gran trasero desnudo en la atormentada alma de su profesor. Atontado y con un tono pastoso, el cura se pronuncia al respecto:

ERASMO:  ¿Por qué… … por qué no llevas bragas?

Nicole gira la cabeza con su pelo de nuevo en la cara. Mantiene una expresión neutral y expectante por un momento. Observa cómo el cura permanece pal plantado y boquiabierto.

-¿Acaso me está mirando el culo padre?-   con un suave tono incriminatorio.

-Ppr.. por supuesto q . que n. no. Solo que. que que…-

Un percutido sonido le interrumpe a su espalda. Los balones azules que sostenía Ariana se le han caído de las manos y articulan botes cada vez más consecutivos, hasta que su contacto con el suelo se torna permanente. La niña ha quedado paralizada por la sorpresa de contemplar esa inquietante estampa.

-No te asustes Ari. No ha sido el padre Erasmo quien me ha roto las mallas-   calmada.

-!Claro que no! ¿Qué ocurrencias son estas?-   protesta ofendido.

-Me iban muy pequeñas porque son las que llevaba Anastasia el año pasado y claro…-

-… … … vale-   pronuncia Ariana muy amedrentada   -Ya he terminado de barrer-

-Muy bien, pequeña-   dice Erasmo   -Puedes irte a tu cuarto, pero… escúchame: no se te ocurra comentar esto con nadie ¿de acuerdo? alguien podría entenderlo mal-

-Sí Ari. No te preocupes. Todo está bien. El padre solo me está ayudando a encontrar una muda de repuesto para cubrir mis vergüenzas. Por eso le he pedido que viniera-

La actitud sosegada de Nicole tranquiliza a Ariana, pero aún no las lleva todas consigo. Su traumática vivencia con el padre Blanco todavía es reciente y, al presenciar una escena tan inusitada, vuelve a sentir, en su nuca, el aliento de los fantasmas del pasado.

Como si hubiera estado esperando el momento de su frase guionada, la vara que sustenta la aterciopelada aureola sobre la cabeza del Arcángel Gabriel cede y ese aro se desploma rompiendo la estática del momento.

ARIANA:    No diré nada… … … … a nadie… … … … me voy a mi cuarto.

ERASMO:  De acuerdo, pequeña. Hoy lo habéis hecho muy bien. La obra será un éxito.

Cuando la niña ya se ha ausentado, Erasmo regresa la mirada a Nicole. Encuentra sus ojos nutridos de diversión por la conversación que acaba de tener lugar en esa caótica habitación.

ERASMO:  ¿Te divierte esto, Nicole?

NICOLE:     Ha sido divertida la cara que ha puesto; sobre todo cuando se ha percatado del tremendo bulto que marca su sotana padre.

La infranqueable erección de Erasmo no ha perdido su vigor en estos últimos minutos, pero, tan bochornosa indiscreción, le había pasado desapercibida hasta que la niña se lo ha señalado.


ERASMO:  !Dios mío! !¿Cómo he podido?! Será mejor que vaya a hablar con ella.

NICOLE:     No sea temerario padre. No puede correr así por los pasillos. Lo suyo es peor que lo mío. Yo al menos puedo dar una explicación creíble, pero usted…

ERASMO:  ¿Cómo no me he dado cuenta?

NICOLE:     Ja, ja, jah. Esa ropa parece adecuada para disimular estos accidentes, pero debe usted tener un pene portentoso para deformar así su hábito. Creo que he despertado a la bestia.

ERASMO:  No te rías, Nicole. Esto es muy serio.

NICOLE:     Claro que sí. El tamaño de su polla es muy serio. Demasiado. Tiene que ver cómo le quita tanta seriedad a su nabo antes de andar por unos pasillos tan concurridos.

ERASMO:  Tengo que pensar en cosas feas. Cosas feas, cosas feas.

NICOLE:     Píense en sor Casilda. No, no. Piense en Monseñor Merino 
haciendo caca.

ERASMO:  !Nicole! !Por favor! !Un poco de respeto!

El padre Erasmo se sienta en uno de los taburetes de madera que tenía cerca e intenta así que su palote no quede tan patente.

NICOLE:  !Tengo una idea! Voy a usar mi propio jersey. Me lo anudaré en la cintura.¿Cómo es posible que no se nos haya ocurrido antes?


Ni corta ni perezosa, Nicole se apresura a sacarse esa prenda alcanzando un nuevo grado de desnudez. Sus turgentes pechos en pleno desarrollo deslumbran la atónita mirada de Erasmo, que tarda una eternidad en reaccionar:

ERASMO:  ¿Pero qué haces, niña? ¿Qué pretendes? ¿Es que quieres pasearte así?

NICOLE:     No sea tonto padre. Tengo el chaleco de llamas en el escenario. Ahora voy a…

ERASMO:  !No! Voy yo a buscártelo. Quédate aquí. Sobre todo, no te muevas.

El cura sale escopeteado con la decidida intención de solventar ese tedioso embrollo. No recuerda haber sufrido nunca tanto estrés. Mientras busca ese resolutivo atuendo, Erasmo se fustiga por no haber tenido esta ocurrencia previamente. Su aparatosa protuberancia fálica entorpece sus pasos apresurados, pero, finalmente, logra regresar al almacén con el chaleco sin más incidencias. Tras esa puerta metálica le aguarda un nuevo percance.

-¿Nicole? ¿Nicole dónde estás?… … … … Vamos, no te escondas-   desesperándose.

Cualquiera que la conozca un poco sabe que es una niña muy juguetona; y es que ese antro es el sitio perfecto para esconderse. Erasmo la llama repetidamente hasta que empieza a pensar que se encuentre solo en esa habitación. Cuando ya se dispone a salir, una sonrisa traviesa suena tímidamente delatando la presencia de esa nena revoltosa.


ERASMO:  Te veo la cornamenta, Nicole… … Por fin te he encontrado.

NICOLE:     Ooh. Dichosos cuernos. Debería de habérmelos sacado antes de esconderme. Ni siquiera recordaba que los llevaba puestos.

ERASMO:  Te he traído el chaleco. Será mejor que te lo pongas ya.

NICOLE:     No lo sé, padre. ¿Se acuerda de cuando me he caído antes? ¿Se acuerda que le he dicho que me he hecho daño en una teta? Pues todavía me duele.

Nicole ha salido de su escondite y luce su torso desnudo sin ninguna inhibición. Se toquetea sus precoces atributos y, acto seguido, esgrime una mueca de dolor:


NICOLE:     ¿Usted las ve bien? ¿No le parece que esta está un poco amoratada?

ERASMO:  Emm… … yo las veo bien, de verdad. N..No creo que sea nada.

NICOLE:     Pero es que ya hace rato y aún me resiento. Ojalá mi difunta madre estuviera ahora aquí conmigo. Siempre que me hacía pupita en cualquier sitio, ella me daba un besito mágico en la zona afectada y eso era todo lo que necesitaba yo para dejar de llorar.

Erasmo ha sorteado los numerosos obstáculos que se interponían entre ellos para cubrir la desnudez de la niña, pero ese relato ha atenuado su urgencia. Se miran a los ojos y:

-¿Usted sabe dar besos mágicos?-   pregunta Nicole haciendo morritos.

-¿Yo? ¿Be.besos mágicos? Creo q.que no. Anda, ponte esto, pequeña-

-Yo creo que sí. Alguien tan puro como usted…-   con gestos coquetos.

-Nicole… … no quisiera que alguien viniera aquí y nos encontrara así-   impaciente.

-Entonces deme un besito curativo y me pondré el chaleco-   con repentina fluidez.

Cada vez que el religioso escucha cualquier ruido externo y accidental se asusta un poco más. Teme por el secretismo de esa extravagante situación y necesita ponerse a salvo.

Puede que sea la mejor manera de terminar con esto, las prisas no son buenas consejeras, pero en este caso… Soy buen negociador, pero esta niña no atiende a razones


ERASMO:  ¿Si te doy un besito en el pecho te pondrás el chaleco y te irás a tu cuarto?

NICOLE:     Prometido.

ERASMO:  Ven. Acércate, pequeña.

Erasmo efectúa un austero beso protocolario y no demasiado certero. La niña no se da por satisfecha:

NICOLE:     ¿Pero esto qué es? ¿Es que usted no sabe besar? La magia de los besos está en el cariño y usted solo ha apoyado los labios sobre mi teta equivocada. Además, la pupa la tengo en el pezón, o sea que… … vuelva a intentarlo.

ERASMO:  Nicole ¿De verdad era en la otra? No me tomes el pelo.

NICOLE:     Que síííííí. Yo no miento nunca.

El párroco hace rato que pisa un terreno desconocido para él y esas nuevas sensaciones le aturden y merman su raciocinio. En su segundo intento se propone no quedarse corto para terminar con cualquier discrepancia. Está de rodillas ante la niña, quien aún conserva algunos de sus atuendos demoníacos. Se aproxima lentamente y fija su objetivo. Esta vez su besuqueo se prolonga mucho más y se humedece volviéndose baboso. Inconscientemente, Erasmo saca la lengua y lame esa pequeña rugosidad que corona tan temprana mama.

Sus manos desocupadas buscan un buen relleno con el que realizarse. Guiadas por una lujuria indecente, esos intrépidos dedos se infiltran hacia las preciadas nalgas de Nicole y las amasan con avidez.

Ella acaricia tiernamente la cabeza de su tutor sintiendo la fresca humedad salival ya en sus dos pezones. Nota esas fuertes manos eclesiásticas recorriendo con fuerza su culo y gime contenidamente para expresar su placentero transcurrir.

ERASMO:  Ofmn, Nicl q msts hcndm. Mnnoh.

NICOLE:    Eso está mejor padre. Creo que ya no me duele tanto.

ERASMO:  Nmmwfbv. lgzfmnlvh.

Las campanadas de las seis empiezan a sonar solemnemente. Ese sonido tan sacro rescata la consciencia del enajenado pastor que detiene sus lascivos tocamientos.

La voz del señor… son las seis, las !seis! Es el número del diablo. Es una señal. Tiene que serlo…

NICOLE:     ¿Qué ocurre padre? ¿Porque se detiene? ¿Es que no le gusto?

ERASMO:  No, Nicole. Ya tienes lo que querías. Ahora tienes qu…

Al levantarse bruscamente, Erasmo se ha golpeado en la cabeza con un altavoz que reposaba alzado por un soporte. El golpe ha sido de una violencia considerable y el cura se desploma de nuevo sobre sus rodillas. Con ambas manos en la cabeza, se lamenta contenidamente mientras empieza a frotarse la superficie de la zona menos poblada de su cuero cabelludo.

-¿Lo ve padre? Eso le ocurre por intentar escapar de mí. Deje. Ahora soy yo quien le dará un beso mágico-

Nicole se aproxima y vuelve a establecer contacto con su dolorido interlocutor. Algo aturdido, Erasmo no logra sobreponerse ni rechazar tan afectuosas carantoñas. Como si el hechizo de los besos de la niña tuviera verdadero efecto sobre su traumatismo craneal, el dolor mengua rápidamente. No obstante, esa magia va más allá de los efectos paliativos y conlleva un embrujo mucho más poderoso.

El radio de acción de los suculentos labios de Nicole se agranda y describe una lasciva trayectoria hasta contactar con la boca del padre Erasmo. Cautivo de su encanto, siente la húmeda intrusión de esa traviesa lengua inquieta. No tarda en usar la suya para intensificar ese desequilibrado duelo intergeneracional.

Sus grandes manos vuelven a gozar de voluntad propia y describen, de nuevo, un pervertido rumbo anal. La entrega de todos sus sentidos destierra cualquier atisbo de decencia.

En un gesto que simboliza las diabólicas intenciones de esa pérfida esbirra de Satanás, la pitusa cornuda le arranca el alzacuellos a su sometido pastor. No tarda en volver a sentir la ambienta boca del Padre Erasmo saboreando sus precoces tetas de un modo mucho más desenfrenado que antes.

El más largo y atrevido de los dedos del párroco sorprende a Nicole adentrándose sorpresivamente en su culo. La niña gime expresando esa calenturienta sorpresa. El rostro de Erasmo parece algo sorprendido también por la aberración que acaba de perpetrar y detiene momentáneamente sus lametazos. Ella aprovecha esta quietud puntual para rotar sobre su eje vertical y volver a darle la espalda a su nuevo adepto. Sin sacar el intrépido apéndice del culo de su pupila, Erasmo profundiza en sus pervertidos movimientos digitales, los cuales están desencadenando una perniciosa lubricación anal.

Siente la necesidad de llegar más adentro. Ese imperioso anhelo le obliga a seleccionar otra parte de su cuerpo que podrá cumplir mejor con tan obsceno cometido. Tras desabrocharse el hábito y bajarse los pantalones, el religioso reclina a Nicole sobre el potro de gimnasia, dejando sus negras zapatillas de deporte sin contacto con el suelo.




NICOLE:     !No padre! !No haga eso! Piense en su castidad. No puedo dejar que…

ERASMO:  Es demasiado tarde, pequeña. Ya no puedo detener esto. !Noooh! !Por Dios!

NICOLE:     No quiero. Solo estaba jugando. Por favor, no me viole padre.

ERASMO:  Esto es lo que quieres. No lo niegues, niña. Desde el principio querías que…

NICOLE:     Noooh. Solo era un juego. Por favoor.

Preso de una arrolladora lujuria, el padre Erasmo se saca la verga, tiesa como nunca, y penetra firmemente a Nicole por el culo. Ella gimotea con debilidad. Solloza como queriendo inspirar la piedad de su empoderado agresor, pero sus atormentados jadeos no hacen más que alimentar el deseo carnal del cura.

NICOLE:     !Ooh padre!… … ¿Pero qué?… … ufff… … !¿Qué tamaño tiene su…?!

ERASMO:  Aah… oOh… Síí… Es grande oOh… Por tu culpa está más grande que nuncah.

NICOLE:     NooO… … Pare. Me hace daño… … Se lo suplico.

Erasmo hace oídos sordos a las súplicas de su alumna y se la mete hasta el fondo. Nicole siente su culo más lleno que nunca con esa sacerdotal polla tan adentro y empieza a entrar en ebullición. Sus gemidos ya no articulan ninguna palabra y sus lamentos adquieren un carácter mucho más confuso, bañados por un pecaminoso temperamento desvergonzado.

Ese primario va y ven consigue desplazar, tímidamente, el pesado armatoste sobre el cual suelen saltar las niñas en clase de gimnasia. Su acolchada superficie resulta idónea para acomodar la postura sumisa de Nicole que, gozando como una perra en celo, recibe un sinfín de lujuriosas embestidas.

El padre Erasmo nota la llegada de lo inevitable. Sus bajas pasiones llevan demasiado rato conspirando en sus entrañas para hacer explotar en pedazos su inmaculada castidad y por fin consiguen poner el broche de oro a tan vergonzosa práctica. El párroco se corre en el culo de la niña mientras ella le sigue casi simultáneamente. Esa placentera sincronía extasiante culmina en un soberbio desahogo bilateral de dimensiones bíblicas.


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