jueves, 1 de agosto de 2019

Bochorno y deseo - Anne Cé


Sofoco, pero no ambiental. Calor que viene de las vísceras, trepa por el cuello, humedece la nuca y nos incendia la cara, nos sudan las manos, nos pica el pecho o las orejas, se nos ajusta el suelo pélvico. Cosquillas en el cóccix. Tendría que volver a sentirlo justo ahora para describirlo más certeramente pero mejor que no, mejor así, en frío: hablo del bochorno cerca del deseo. Cuando la vergüenza compite con la seducción y hasta con la libido, el resultado no es siempre la disolución del deseo.

Aquí está Regina Fiz, una performer exquisitamente provocadora que pone en foco el cuerpo y su rebelión, pero de ella hablaremos luego.

Vayamos, pues, al territorio del bochorno: quienes hayan visto la encantadora película Las malas hierbas de Alain Resnais, hoy en cartel en España, entenderán de qué hablo: ¿recordáis la escena en que al galán maduro (interpretado porAndré Dussollier) se le atasca la cremallera de la bragueta justo en el momento en que por fin va a encontrarse con la mujer que más desea en el mundo?

Es un instante en el que nos reconocemos, ahí, desesperados, sudando… ¡no hay mayor desazón en la vida! Y, con todo, hay que tratar de adecentar ese agujero infame del pantalón ostensiblemente abierto y fruncido por el cinturón, que deja aun más a la vista un bulto del que asoman telas y sobresalen pieles sin domesticar.

Fino e implacable, el maestro de la Nouvelle Vague compensa con ese humor del bochorno cotidiano la solemnidad que suele poner en juego la representación de una ansiada cita amorosa.
¿Quién no recuerda las vergüenzas vividas en infinidad de situaciones parecidas? Yo siempre he sido de tropezar por la calle, volar y caer estentóreamente, por ejemplo. Uno de mis hitos en este arte del tobillo que se dobla con la consiguiente (y destartalada) caída de cúbito ventral sucedió la tarde en que por fin conseguí que me invitara a salir el chico que me gustaba en primer año de la facultad, en Argentina. Nos despedimos antes de volver a clase, después de haber quedado para el día siguiente y me fui caminando sin mirar hacia adelante sino girando totalmente la cabeza hacia él (no podía dejar de sonreírle, embobada). Y caminé solo unos pasos hasta meter una pierna entera en una alcantarilla y terminar desparramada en el césped de la ciudad universitaria.

Otro de los top ten de este particular ranking del desacierto tuvo lugar ya en España: otro tobillo, un vuelo rasante y plaf de lleno sobre la transitada acera de la Gran Vía de Madrid, con un epílogo bochornoso (para mí) coprotagonizado por el bailaor Joaquín Cortés (a quien casi aplasto en la caída), intentando el pobre levantarme del suelo, a las puertas del teatro donde seguramente estaría actuando en esos días.

Obra de la serie fotográfica con la artista y performer, Regina Fiz, de Rafael Gavalle.

A propósito de los roces y de la artista que abre el post, Regina Fiz (a quien dedicaremos otra entrada, porque su trabajo merece mucho más que esta mención), sobre mediados de febrero se inauguró la exposición de su serie fotográfica First Collection (second take), un proyecto de la propia Regina en colaboración con el fotógrafo Rafael Gavalle, en La Juguetería de Madrid. El día de la apertura me acerqué, junto con otras de las autoras de este blog a ver su obra, y mientras charlaba con ella, en un espasmo absurdo del brazo, le volqué un vaso de vino tinto sobre su largo vestido de fiesta.

Mientras sacudía su estola blanca (ahora percudida de rojo), Regina restaba importancia al incidente, pero yo quería al menos remediar lo más grueso del desaguisado. Así, con un par de servilletas, comencé a recorrer de arriba abajo, centímetro a centímetro, sus larguísimas y tonificadas piernas, intentando absorber el líquido derramado. Durante los segundos que duró la tarea, pensé que si Regina me había parecido inquietante al saludarla, esta travesía inesperada de cintura para abajo estaba resultando francamente perturbadora para mí (y de no ser por el bochorno de la mancha, uno de esos roces muy placenteros). Confesión de parte.

 Performance de Regina Fiz que llevó la productora La Pieza a la feria ARCO Madrid 2012 - Arco ARTFAIR Madrid. Tomoto Films, música de El Intruso. Su paseo por la feria, vestida de negro y con mantilla.

En la Galería La Pieza podéis encontrar buena parte de las obras de esta performer brasileña, exponente del 'arte queer', que vuela a menudo entre Lisboa y Berlín. Regina, revela ella misma, “es un resultado y también un proceso, un tránsito, un camino sin retorno en busca de otros géneros, otros cuerpos, otros deseos”. Les recomiendo especialmente su inquietante Glory hole y el festivoQueer walk. 

El penúltimo bochorno al que haré referencia es el coito mismo. Sí, así nombrado el acto, con esta palabra odiosa que designa lo que designa. Es que si nos viéramos desde fuera en el momento más trepidante y rítmico de la unión sexual, muchos huiríamos de nosotros mismos. De poético no tiene nada. De romántico, tampoco. El escritor argentino 
Rodolfo Fogwill lo hacía diálogo en la excelente novela Vivir afuera: tras el orgasmo, Wolff le espeta a Mariana: “Qué cosa más ridícula es coger”. Ella le dice que a ella le gustó y Wolff dice que a él también, pero insiste: “¿No te resulta ridículo, después?”.
Es que, como bromeamos con mi amigo en la sobremesa del sexo, mejor no pensarnos en esos minutos culminantes porque ahí sí que somos bonobos.

El último bochorno será el que cada uno de vosotros quiera contar. Espero que, después de mis confesiones, narréis al menos una de vuestras vergüenzas.

Por: Anne Cé | 09 de abril de 2012
Foto principal. De la serie First collection (second take), un proyecto de la provocadora Regina Fiz Santos en colaboración con el fotógrafo Rafael Gavalle. El cuerpo y su rebelión siempre como temática. Expuesta hasta el 18 de mayo en La Juguetería.

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