Melissa Panarello creció en el pequeño pueblo siciliano de Acicastello, cerca de Catania, en Italia. Llegó a la fama como autora de la novela erótica 100 colpi di spazzola prima di andare a dormire (traducida como Cien Cepilladas antes de Dormir, o Los Cien Golpes). El libro trata acerca de su vida sexual extrema durante su adolescencia, basada en un diario personal. El texto se distribuyó en 40 países, se tradujo a más de 30 idiomas, e incluso fue llevado al cine. Melissa Panarello escandalizó a buena parte de la tradicional sociedad siciliana, una de las más conservadoras de Italia, al escribir libremente sobre temas como el orgasmo, la penetración y el esperma, de manera directa y factual.
Actualmente vive en Roma, donde escribió su segunda novela L'odore del tuo respiro (El olor de tu aliento) en el 2005. En el mismo año, se filmó la película Melissa P. sobre su primera novela. El largometraje fue producido por Francesca Neri y dirigido por Luca Guadagnino. Sin embargo, Melissa sostiene que la producción no es del todo fiel a la novela. En abril del 2006 publicó un tercer libro, titulado In nome dell'amore (En nombre del amor), presentado como una carta abierta a Camillo Ruini en la que acusa a la Iglesia Católica de interferir en la escena política italiana y defiende la laicicidad de su país.

Dieciséis años, un diario íntimo y el descubrimiento de un mundo nuevo: el sexo. El propio cuerpo de una adolescente y la ilusión de encontrar el amor en muchas camas, en muchos cuerpos, en casas desconocidas con hombres que no la aman. Voyeurismo, amor grupal, amor lésbico, sadomasoquismo... Melissa concede su propio cuerpo a quien lo requiera; se entrega con la esperanza de que alguien, mirándola a los ojos, perciba su sed de amor. Pero termina transitando un túnel oscuro y sucio, de humillación y dolor, violencia y maltrato, en el que correrá el riesgo de perder para siempre lo más precioso que tiene: ella misma. Lírica y perturbadora, dura y romántica, Cien cepilladas antes de dormir fue el debut italiano más fuerte y sorprendente de los últimos años.
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6 de julio de
2000, 15:25
Diario,
escribo en mi habitación semioscura tapizada de los afiches de Gustave Klimt y
de los pósteres de Marlene Dietrich; ella me mira con su mirada lánguida y
soberbia mientras emborrono la hoja blanca sobre que se reflejan los rayos del
sol, filtrados a través de los resquicios de las persianas.
Hace calor, un
calor tórrido, seco. Siento el sonido de la televisión encendida en la otra habitación
y me llega la pequeña voz de mi hermana que entona la presentación de un dibujo
animado, afuera un grillo grita su despreocupación y todo es calmo y templado dentro
de esta casa. Parece que todo estuviera encerrado y protegido por una delgada campana
de vidrio y el calor hace más pesados los movimientos; pero dentro de mí no hay
calma. Es como si un ratón carcomiendo mi alma y de manera tan imperceptible
que parece hasta dulce. No estoy mal y tampoco estoy bien, la cosa inquietante
es que "no estoy". En cambio, sé hallarme: basta con levantar la
mirada y cruzarla con aquella reflejada en el espejo para que una calma y una
felicidad templada se adueñen de mí.
Delante del
espejo me admiro y quedo extasiada por las formas que paulatinamente se han ido
perfilando, de los músculos que asumen una forma más modelada y segura, de los
senos que empiezan a notarse bajo las camisetas y se mueven dulcemente a cada paso.
Desde pequeña mi madre, girando cándidamente desnuda por casa, me ha acostumbrado
a observar el cuerpo femenino y por tanto para mí no son un misterio las formas
de una mujer adulta; pero, como una selva inextricable, los pelos esconden el Secreto y lo
celan a los ojos. Muchas veces, siempre con mi figura reflejada en el espejo, deslizo
despacio un dedo y, mirándome a los ojos, pruebo en mis comparaciones un sentimiento
de amor y admiración. El placer de observarme es tan grande y tan fuerte que se
vuelve enseguida placer físico y llega con un cosquilleo inicial y acaba con un
calor y un escalofrío nuevo, que duran pocos instantes. Después de llega la
incomodidad. Al contrario de Alessandra, no desarrollo nunca fantasías mientras
me toco; algunos tiempo atrás me ha confiado que también ella se toca y me ha
dicho que en aquellos momentos le gusta creer que está siendo poseída por un
hombre con fuerza y violencia, casi haciéndole daño. Yo me he asombrado ya que
para excitarme me basta observarme; me ha preguntado si también yo me toco y le
he contestado que no. No quiero destruir absolutamente este mundo acolchado que
me he construido, es mí mundo, cuyos únicos habitantes son mi cuerpo y el
espejo y contestar que sí a su pregunta habría sido traicionarlo.
La única cosa
que me hace estar realmente bien es aquella imagen que contemplo y que anhelo;
todo el resto es ficción. Son fingidas mis amistades, nacidas por el caso y crecidas
en la mediocridad, son tan poco intensas... Son fingidos los besos que tímidamente
le he regalado a algún chico de mi escuela; en cuanto apoyo los labios siento como
una especie de repulsión y escaparía lejos cuando siento su lengua colarse
torpe.
Es fingida
esta casa, un poco parecido al estado de ánimo que tengo ahora. Querría que de
repente todos los cuadros se apartaran de las paredes, que entrara un frío
helado y escalofriante de las ventanas, que los aullidos de los perros tomaran
el sitio de los cantos de los grillos.
Quiero amor,
diario. Quiero sentir mi corazón derretirse y quiero ver las estalactitas de mi
hielo partirse y hundirse en el río de la pasión, de la belleza.
DESCARGAR LIBRO CIEN CEPILLADAS ANTES DE DORMIR:
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