7 julio, 2018 de giovaretino Deja un comentario
LA PERRA
—Oye, por cuatro mil pelas pasamos un rato, una hora, chaval, y por quince mil toda la noche. Y por mil púas más te la chupo aquí mismo, en el coche, si es que eso te excita. Ahora si quieres. Sube, que no te va a pasar nada malo… Estás como amuermado. ¿No te gusto? Hala, ven, ¿Me has visto los muslos? Un momento, que me subo la falda y te los enseño. ¿Qué te parece? Uy, ahora no puedes ocultarlo: has puesto unos ojitos de deseo que te delatan. Ven, si quieres me subo un poquito más la falda. ¿Quieres verme las bragas? No, todavía no te las enseño. Más adelante. Así seguirás en vilo. Sólo te diré que son blancas, suaves. ¿Y los pechos? ¿Has visto cómo tengo los pechos?
Hala, ven, dame la mano que te dejaré tocar uno. ¿Qué te parece? ¿Has visto qué
pezón tan duro? Y está así por ti… Claro que sí. ¿Te gustan mis calcetines? ¿Te
gusta que lleve la falda plisada? ¿Qué edad me echas? ¡No! ¡Veinte no, animal!
No, diecisiete tampoco, hombre: ¿no ves que si tuviera diecisiete no podría
llevar coche? Dieciocho, sí. ¿No me has visto la piel? ¿Dónde has visto antes
una piel tan suave? Mira qué carita. Como uno de aquellos querubines de yeso
que cuelgan de las paredes de las iglesias. Y no me dirás que no tengo los ojos
bonitos: grandes y anchos, como palomas. ¿Te gusta que te mire? ¿Y la boquita? ¿Te
gusta mi boquita? ¿Te gustaría que te cogiese la polla con las manos y me la
pusiese aquí, entre estos labios carnosos, y te la chupase lentamente,
metiéndola y sacándola poco a poco, como si fuese un polo de fresa o de crema,
como un bracito de bebé, y después me bebiese la leche de un sorbo, blanca y
tibia, cuanta más mejor?… ¡Y tú tienes cara de tener cantidad! Mmmm… ¡Qué
buena…! ¿Qué? ¿No te decides? Nunca me había costado tanto convencer a un
cliente, y si insisto es porque me gustas y te haré cosas que no hago a nadie,
cosas increíbles… ¿Por qué no subes al coche? Me da un no sé qué verte tieso
como un palo junto a la puerta, sin decidirte a entrar. Sube. Mira, ahora te
enseñaré las bragas… Espera… Mira: ¿te gustan? Y debajo, imagínatelo, hay un coñito
estrecho, caliente y húmedo, muy húmedo, que cruje sólo de pensar que lo
traspasarás con tu espada, y me la dejarás envainada, hasta el fondo. Oye,
primero te cogeré la picha… ¿Estás circuncidado? ¿No? Da igual. Me gustan de
todas las maneras. Debes tener una picha muy gorda. A mí me gusta lamer las
pichas gordas y coloradas: pasar la lengua hasta que se corren en mis labios.
Después me los lamo. O también podrías lamérmelos tú. ¿Te gustaría? Después,
para compensar, yo te lamería los testículos. Mira, cogería uno y deslizaría la
lengua y lo mordisquearía un poco y me lo metería en la boca y lo chuparía. Con
el otro haría lo mismo… Cuando estuvieses bien cachondo, me bajaría las bragas
y te ofrecería el culo, te enseñaría los dos agujeros, para que eligieses y
entrases por el que más te gustase. Oye, me estás poniendo cachonda, y tú sin
decidirte. ¿No serás mariquita, verdad? Qué va, no tienes pinta… ¿Sabes qué voy
a hacer? Me levantaré la falda otra vez, y me pasaré la mano por debajo de la
braga… Uy, qué calentito y jugoso está, y todo por tu culpa. Me meto un dedo,
hasta el fondo. ¡Qué suave entra! Oh, meto dos dedos, y ahora tres. Y ahora lo
muevo. Los meto y los saco, ¡oh!, una y otra vez: dentro fuera dentro fuera
dentro fuera dentro fuera dentro fuera ¡dentro!, y ahora les doy vueltas, y los
saco, y me acaricio el clítoris… ¡Uy!… ¿Por qué me haces esperar tanto? Oye, si
te decides te haré una rebaja. Cuatro mil por un polvo y quince mil por una
noche, eso sí, pero en cambio la mamadita te la haré gratis. Sólo con imaginar
tu pito, con todas las venas a punto de estallar, enorme como el de un caballo…
¿Crees que me cabrá en la boquita? A ver… Podría poner la boca así, en forma de
corazón. ¿Qué te parece? ¿Te gusta? Uy, ahora sí que ya no lo puedes disimular.
Se te marca un bultito en los pantalones. ¡Qué digo un bultito: un bultazo! Mmmmm…
¿Cómo la
tienes de larga? A mí, las que son muy largas pero delgadas no me acaban de
llenar. Vale que sean largas, pero me gustan bien gordas, que casi hagan daño,
que me hagan sentir que estoy a punto de partirme por la mitad, que me lleguen
a la garganta y asomen el capullo por la boca. Imagínate que me das un beso y
recibes a la vez tu lechazo directamente en la boca… Sería una muerte
dulcísima, morir ahogada por una bocanada enorme de tu semen… Oye, ¿qué, eres
tímido? ¿No llevas dinero? Ah, debe ser eso. Mira, me estás poniendo a parir,
de cachonda que estoy. Me parece que he manchado el asiento, de tanto flujo que
me chorrea del chocho. Te hago el último precio: cinco mil pelas y pasamos toda
la noche, mamadas incluidas. ¿Qué me dices? Hay que ver lo imbécil que soy: si
me pongo a hacer rebajas así con demasiada frecuencia, dentro de nada me moriré
de hambre. ¿Qué me dices? ¡No puedes encontrar una oferta mejor! ¿Sí? ¿Te
decides? ¡Caray! ¡Parece mentira! ¡Qué difícil eres, tío! Hala, sube y cierra
bien la puerta, que nos vamos. Verás qué bien nos lo pasaremos. Ahora déjame
satisfacer un capricho: deja que te toque por encima del pantalón, así. Ya
está. Uy, vas bien dotado por la vida, chiquillo. ¿De qué vives? ¿Estudias o
trabajas? Tienes toda la pinta de trabajar en un banco o en una oficina. Yo
estudio. Ya puedes verlo por la manera de vestir… Iremos a casa de una amiga,
que es la que me deja el apartamento, porque yo todavía vivo con mis padres.
Sabes, se me va la mirada a tu entrepierna: tengo ganas de magrearte los
cojones. Ahora me doy cuenta de que te he hecho un precio demasiado bajo.
Espero que si te gusta todo lo que te voy a hacer, y pienso hacerte cosas virgueras,
me des una propina. ¿Alguna vez te han hecho una paja con la melena? Mira, tan
pronto como lleguemos te la haré. Me lavo el pelo, bien limpio, porque ha de
estar muy limpio, y me lo seco rápidamente. Entonces, te la chupo mientras
tienes la polla envuelta en mis pelos, suaves, limpios, recién lavados… Y
podrás correrte donde quieras: en el pelo o dentro de la boca. ¿Qué te
sorprende? ¿El embrague y el freno aquí arriba? Bueno, ya hemos llegado. Ahora
a aparcar. Nunca dirías cuánto me costó hacerme adaptar este coche, colocar los
pedales a la altura de la mano. Y no cuesta nada acostumbrarse. Bueno, ya
estamos. Pásame la muleta, ¿quieres? Sal y ayúdame a salir por este lado.
¿Cierras la puerta? Échame una mano. Mira, hay luz en el apartamento. Debe ser
mi amiga. Podríamos dejarla venir a joder con nosotros. Ella sí que tiene un
buen coche: un Volkswagen. Y le costó muy poco adaptárselo. Podríamos decirle
que viniera con nosotros. Entre las dos te la chuparíamos hasta dejarte los
huevos secos. Como dos pellejos.
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https://templodeeros.wordpress.com/2018/07/07/diez-manzanitas-tiene-el-manzano-ofelia-dracs/

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