jueves, 20 de septiembre de 2018

Sexo lúdico: natural, francés, griego o chino - Anne Cé - descargar libro



Bajar el volumen a los tertulianos y subírselo a John Coltrane o a Paquito D’Rivera… o poner Dreamland de Joni Mitchell en la versión de Caetano Veloso, y bailar y masturbarse y hacer el amor, pero con ligereza.

Alivianar diagnósticos y pronósticos, olvidar la incertidumbre y la intemperie. En fin, ahogar la asfixia de los tiempos de naufragio colectivo en sexo lúdico, con poco equipaje y con orgasmos que terminan en risas amplias. Eso propongo hoy.


Porque hay un sexo grave, otro melancólico, otro de presencias que evocan ausencias, otro de restañar viejas heridas, otro de una pasión que hasta duele y hay uno ligero que no suplanta a nada ni a nadie, que no repara daños ajenos, que se derrama por toda la piel y que da más placer que cualquier vieja reivindicación vinculante (amorosa, política o religiosa).

Un sexo sin dogmas, sin solemnidad ni rescates (que luego se pagan caros).
No es el de El último tango en París de Bertolucci y mucho menos el de El imperio de los sentidos de Oshima. No es épico, aunque sus efectos beneficiosos perduran y provocan más deseo.
Quizá lo que sucede es que, después de dos sesiones de goce fálico bastante movidas (por todo lo que convoca semejante símbolo en la vida de todos) y en vista de la crispación ambiente por motivos extrafálicos, lo que apetece es retozar sin exigencias.


'Das Liebespaar' ('Los amantes'), un cuadro del pintor austríaco Peter Fendi (1796-1842).

Esto es, rozarse el cuello y la cintura, tocarse como al pasar en zonas aledañas a los territorios más erógenos, lamerse mucho y suavemente, mordisquearse despacito la boca después de esquivarse los labios varias veces (aumentando el deseo y la voracidad), darse mordisquitos en los pezones (ambos) y comerse los dedos (todos, los veinte), montarse y no penetrarse, penetrarse y volver a jugar fuera, frotarse, probar a hacer sombras chinescas usando menos las manos, ser y estar sexies, y sonreír.

A ello podemos contribuir con una banda de sonido ad-hoc. Probemos con jazz latino, que es alegre y pícaro: hay quien dice que un solo de Paquito D’Rivera te puede arreglar el día... O con un tipo tan sensual como Coltrane, que te hace sentir al principio de todo. Porque, como decía Musetta, una lectora, semanas atrás, siempre es la primera vez: "Mi primera vez es cada vez que empiezo una relación sexual con un hombre. No saber cómo es, qué le gusta, cómo me ve, si me va a gustar, si me va a parecer horrible al terminar, si llegaremos a terminar, qué voy a pensar de él después, si le veré como alguien todavía deseable, más deseable, o como alguien a olvidar... Y eso hace que sea más excitante. Le da a cada uno algo de unicidad extra."

 También se puede ir al cine a ver una 
peli europea y deleitarse con el sexo contado alla francesa, más natural que el de Hollywood, o alla alemana, siempre auténtico (ya hablamos de lo interesante del triángulo equilátero de Three de Tom Tykwer, por ejemplo). Para esta semana, propongo Four lovers de Antony Cordier, que acaba de estrenarse en cines españoles.

En Four Lovers, el intercambio de parejas va mucho más allá del sexo mecánico: al parecer, consiguen amarse y eso hace que el sexo sea, además de entretenido, tierno. Por supuesto, en estas cosas siempre hay un momento emocionalmente perturbador, pero hasta que ese punto del metraje llegue, podemos gozar con los roces, la seducción, los suplicados empellones y los clímax, los ensayos de Feng Shui de pareja y también con las idas y venidas de los cuatro burgueses parisinos, guapísimos, por cierto. Porque cada uno de ellos encuentra algo muy dulce o muy excitante que completa el juego erótico que mantiene con su pareja de todos los días.

Y si nos quedamos con ganas de intercambio, podemos repasar Pintar o hacer el amor de Arnaud et Jean-Marie Larrieu -con el inefable Daniel Auteuil y el siempre sexy Sergi López-, una cinta que propone tareas para los que se quedan inactivos, en este caso, jubilados (pero también podría aprovecharse como propuesta para ocupar mejor el tiempo del desempleo).

Por último, podemos leer algo completamente inverosímil pero altamente erotizante como esta parte de la colección de cuentos anónimos medievales chinos llamada Loto dorado, sobre una joven con senos “de oro y rosa” (algo dominatrix, por cierto) que hace doler de éxtasis a su marido (un cultor del masoquismo, aunque sin saberlo).


Os dejo con un fragmento: “Loto Dorado se despojó de sus enaguas y quedó de pie con sus crujientes pantalones escarlata, parecida a un joven y hermoso príncipe. La longitud de sus piernas adorables y la curva voluptuosa de sus caderas eran una agonía para Wu Ta, quien soltó su miserable lombriz ciega para doblar las enaguas y, al arrodillarse, osó besar el pie perfecto de Loto Dorado. Con instantáneo enojo, ella le disparó una patada en el rostro oculto, y así él obtuvo la diez mil veces dichosa bendición de soportar la presión negligente de su zapatilla de raso. ‘Sapo, tienes prohibido tocar’, le dijo ella. Wu Ta tanteó débilmente en busca de su trompa de elefante, que goteaba y untaba sus muslos temblorosos. ‘Ahora los pantalones’, rogó, jadeante, hechizado, batiendo palmas como un niño”.

Por: Anne Cé | 18 de junio de 2012

Ilustración principal: El Fauno Barberini, desfachatado y sensual, según esta estatua griega del S. III a.C., restaurada por el gran Bernini, en la Gliptoteca de Múnich.

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