miércoles, 28 de diciembre de 2016

El cuerpo: un territorio de goce - Oscar Zack


Si aceptamos que la actualidad es una época caracterizada por la caída del nombre del padre, por la caída de los ideales de antaño, debemos admitir que la sociedad y los sujetos que la habitamos hemos transitado y transitamos por un revoltoso proceso de modificaciones respecto a los lazos sociales, constituyéndonos como observadores y partícipes de los nuevos de gozar. Nuevos modos de gozar que afectan el uso distintivo que se hace del cuerpo. Si hay un rasgo, entre otros, que caracteriza el siglo XXI, es la universalización del derecho al goce, derecho inalienable que al afectar el uso que se hace del cuerpo, nos sitúa en un tiempo en el que se ponen de manifiesto nuevos paradigmas culturales.

Paradigmas que, como no podría ser de otra manera, invitan a repensar las coordenadas epistémicas, clínicas y políticas en las que se desarrolla la práctica analítica. ¿Cómo se constituye el cuerpo desde nuestra perspectiva? Una respuesta posible encuentra su fundamento al sostener que se trata del encuentro entre un organismo con el lenguaje, de tal forma que sin lenguaje no hay cuerpo: el cuerpo es un organismo afectado por el lenguaje. Si “la pulsión es el eco en el cuerpo del hecho de que hay un decir”[1], el cuerpo, entonces, es un cuerpo pulsional. De esta forma Lacan nos invita a captar cómo el goce, en una de sus acepciones, se origina a partir de dicho encuentro, encuentro que se constituye en una brújula que nos orienta para poder transitar el camino para pensar los desafíos que nos presenta la clínica de nuestra época. Entonces existe un hecho de estructura en todo ser hablante: sin palabra no hay cuerpo y sin cuerpo no hay goce. Esta perspectiva está presente desde los primeros historiales freudianos donde se pone de manifiesto cómo los síntomas dan testimonio de que ha habido un acontecimiento traumático que introdujo en el cuerpo un goce perturbador. Hay que subrayar que esta versión del trauma tiene una existencia universal, pero ¿qué es lo que le confiere esa cualidad? Para intentar bordear una respuesta cabe señalar que el trauma se constituye a partir de que el sujeto vive una experiencia de goce que se caracteriza por presentarse en exceso, razón por la cual escapa a las coordenadas de lo simbólico. El trauma es un exceso de goce imposible de ser simbolizado que denota la hiancia entre un hecho y un dicho. Así, transitamos un camino que parte de la dimensión fenoménica y contingente de la experiencia sexual traumática (tal como Freud lo despejó en sus comienzos) a la dimensión necesaria y estructural del trauma que desplaza la impronta sexual al goce. Empero, para ser un poco más preciso respecto del origen de lo estructural del trauma, es menester invocar a Freud, quien en una carta a Fliess[2], escribe “A la pregunta ¿qué sucedió en la niñez temprana?, la respuesta reza:

Nada, pero estuvo presente un germen de moción sexual” (…) “Después, he aprehendido un nuevo elemento psíquico que concibo como universalmente significativo y como un grado previo del síntoma (todavía anterior a la fantasía)”. He aquí el trauma, el agujero constitutivo que es un momento lógico previo a la significación y a la formación de síntoma. He aquí entonces el antecedente freudiano del concepto de la lengua que no es otra cosa que una palabra en disyunción con la estructura del lenguaje.

“El goce en cuestión no es primario, está producido por el significante. Y es precisamente esta incidencia significante lo que hace del goce del síntoma un acontecimiento, no solo un fenómeno. El goce del síntoma testimonia que hubo un acontecimiento, un acontecimiento de cuerpo después del cual el goce natural entre comillas, que podemos imaginar como el goce natural del cuerpo vivo, se trastornó y se desvió”. [3] Hay entonces un vector que indica que, atravesado el estatuto del síntoma histérico, de su envoltura formal, se arriba a la formalización del “acontecimiento de cuerpo” (tal como Jacques Lacan lo despeja en la última enseñanza y es destacado por Jacques-Alain Miller). Si no hay síntoma sin un goce alojado, no hay goce sin un cuerpo vivo. Es esta la dialéctica que permite arribar al concepto de acontecimiento de cuerpo. El acontecimiento de cuerpo es un acontecimiento de discurso que impactó en el cuerpo. Esta matriz conceptual va a ir arrojando una perspectiva novedosa alrededor del síntoma y por añadidura a la consideración del cuerpo. El cuerpo afectado por la pulsión, ya no va a depender de una cualidad del ser, sino que se constituye en el orden del tener, razón por la cual el sujeto hablante no es un cuerpo, sino que tiene un cuerpo. Estas coordenadas conceptuales señalan la razón que hace que en la experiencia analítica se pueda ir desbrozando el camino que va del cuerpo como lugar de alojamiento del síntoma neurótico (organizado alrededor del sentido gozado) al cuerposinthomatizado (que posibilita despejar el goce sentido con que se nutre el sinthome). Así también es necesario ir despejando, tal como lo señala Eric Laurent en Poética pulsional[4], la manera en cómo la lengua impactó sobre el cuerpo produciendo un efecto de goce. Esto permite captar, en parte, alguna de las razones que llevaron a Lacan a introducir el concepto de parlêtre en reemplazo del inconsciente y, paralelamente, a reemplazar la pulsión freudiana por la sustancia gozante, que va a ser finalmente el cuerpo mismo. Entonces, al fin y al cabo, se trata de una suerte de identificación, si se quiere, del ello con del cuerpo. Es por esto que todo el cuerpo puede funcionar como sede en donde se inscribe esta sustancia gozante, y para dar cuenta de esta perspectiva Lacan introduce el concepto de sinthome para decir que: eso no habla, eso goza. Eso, justamente, goza sin hablar, eso goza fuera de sentido, y se requiere del dispositivo analítico, del consentir a la transferencia y de la articulación con el sujeto supuesto saber, para que eso se ponga a hablar. Esta orientación analítica se organiza teniendo como partenaire a un analista que tenga presente que «el sujeto supuesto saber, que es el analista en la transferencia, no sin razón es supuesto si sabe en qué consiste el inconsciente, un saber que se articula a partir de lalengua, ya que el cuerpo que allí habla sólo se le anuda por lo real del cual él se goza”.[5] Estamos en la perspectiva del sinthome, que nombra una nueva forma de anudamiento una vez que el sentido de la palabra ha sido abolido, abriéndose de esta manera la posibilidad de orientar la cura apuntando a la adquisición de un nuevo saber-hacer que no es un saber en el sentido de lo simbólico. Es el camino que transita la mutación del sufrimiento a otro régimen de satisfacción. Es un más allá de la dimensión terapéutica del psicoanálisis. 

Para concluir quiero evocar un reportaje a Freud donde se puede leer lo siguiente: “El psicoanálisis vuelve a la vida más simple. Adquirimos una nueva síntesis después del análisis. El psicoanálisis reordena el enmarañado de impulsos dispersos, procura enrollarlos en torno a su carretel. O, modificando la metáfora, el psicoanálisis suministra el hilo que conduce a la persona fuera del laberinto de su propio inconsciente”. Freud sabía que hay una buena solución, para lo cual es necesario transitar ese más allá que implica salir de las amarras del inconsciente transferencial para poder rozar algo del inconsciente real.

NOTAS 1. J. Lacan Seminario XXIII. Paidós. 2. Carta 101 del 3 y 4 de enero de 1899 publicada en las Obras Completas. Amorrortu 3. Leer un síntoma J.A.Miller AMP BLOG del 18de julio del 2011 4. La Carta de la escuela en movimiento N° 125, Bs. As., 2003, p. 6. 6- Laurent, E. 5. J. Lacan La Tercera. Revista Lacaniana de Psicoanálisis N°18


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