martes, 19 de noviembre de 2019

Mis mejores vacaciones - autor anónimo


Todo comenzó en el lugar donde la mayoría de nuestras fantasías iban encaminadas. Una playa semidesierta, en un caluroso mes de agosto. El sitio perfecto para poder dar rienda suelta a esas pequeñas cosas que guardamos en nuestro interior. Somos una pareja casada de mediana edad, me llamo Ángel y tengo 39 años al igual que mi mujer, Luz. Todo esto sucedió el verano pasado cuando se nos ocurrió abandonar las concurridas playas de Almería y Málaga por unas más tranquilas en las aguas de Huelva. El paraje era maravilloso, paz y tranquilidad por todos lados. El entorno se podría describir como único para el descanso y el relax.
Con pocos accesos a la línea de costa, estas playas guardan un encanto especial, ya que, si andas unos minutos por la orilla, estarás completamente solo, sin nadie a tu alrededor que te moleste y eso hoy en día es difícil de conseguir. Descubierto este paraíso veraniego, nos decidimos a explotarlo a tope, desde el primer momento, haciendo cosas que por tradición familiar no estábamos acostumbrados. Aprovechando nuestra soledad y ese clima tan especial de sol, arena y mar, empecé por desinhibirme de todo lo que no fuéramos nosotros.

Una vez instalada la sombrilla y todos los utensilios playeros ya en su sitio, me desnudé, ante la atenta mirada de mi esposa, ya que ella sabe mi gusto por el desnudo, pero en sitios apartados como este, y ante esa situación tan erótica para mí, mi pene empezó a crecer sin disimulo y todo ello sin bañador que disimulara mi incipiente erección. Ella es más conservadora y raramente se desprende de alguna prenda del bikini, pero viendo la situación, accedió a practicar top lees, lo que propició que mi erección fuera total, ya que ver sus pechos desnudos en la playa es para mi un potente afrodisíaco. Una vez en situación, y como la temperatura corporal nuestra ya andaba elevada, nos pusimos protector solar mutuamente. Aquel contacto con la piel de mi mujer, su espalda, su cuello, sus pechos, sus piernas, me hacían enloquecer. No paraba de mirarla con una lujuria contenida, está tan rica y apetecible, y encima allí semidesnuda para mí. Después le tocó a Luz acariciarme con el protector, su tacto en mí, era electricidad pura, y ella lo sabía, pues lo hacía de una manera tan sensual, deteniéndose en los puntos más sensibles de mi cuerpo, haciéndome gozar y yo deseando que nunca se acabara.

Una vez bien untados de crema, nos relajamos en nuestras toallas, juntos de la mano, notando como el sol nos tostaba y sólo con el sonido del mar de fondo. Transcurrido un tiempo, le invité a bañarnos, para refrescarnos y, entre juego y juego, poder acariciarle esos pechos que me estaban volviendo loco, los cuales no podía dejar de mirar de reojo, jugar con sus nalgas, y explorar con mis manos ese sexo tan guardado en la braga de su bikini, el cual estaba loco por quitar, ya que quería ver por completo su desnudez. Ella accedió a mis caricias, ya que también se encontraba algo caliente por la visión constante de mi polla, por lo que fue un baño muy sugerente.

Cuando íbamos a salir del agua, descubrimos para nuestra sorpresa, que nuestra soledad en ese paraíso se había esfumado, ya que una pareja, había decidido hacer lo que nosotros antes, buscar intimidad, pero a una distancia prudencial. Al salir del agua, Luz se coloca la braguita del bikini y decidimos dar un paseo por la orilla en dirección contraria de donde se encuentran nuestros vecinos. Aunque me repita, la visión del cuerpo mojado de mi mujer recién salido del agua, con esos pezones duros, y esos pechos tan redonditos, es que me vuelven loco.

Al rato regresamos a nuestra sombrilla, miramos a nuestros vecinos y no los veíamos por ningún lado, los buscamos con la mirada en el agua, y cual es nuestra sorpresa que los encontramos muy juntitos, abrazados, besándose y con un movimiento tan rítmico, que a buen entendedor pocas palabras. Estaban disfrutando de un buen polvo en el agua. Era la gota que colmaba el vaso, caliente como íbamos los dos, y la imagen de esa pareja follando en el agua, nos puso como motos. Era la hora de marcharnos, pero no pudimos contener las ganas de ver cómo eran físicamente nuestros vecinos, así que esperamos a que salieran del agua. La espera dio sus frutos, ya que era una pareja más o menos de nuestra edad y, según Luz, el hombre estaba buenísimo ya que es del estilo de hombre que le gusta, moreno, alto y con buena presencia. Le pregunté si le gustaba su polla, ya que iban desnudos, a lo que me contestó que le encantaba. Por mi parte puedo decir que la chica tampoco desmerecía, estatura media, unos pechos generosos y un coñito de los que a mí me gusta, depiladito.

Al llegar al hotel sobraron las palabras. Con una mirada cómplice estaba todo dicho. Nos desnudamos mutuamente, y llenando la bañera con abundante jabón, nos introducimos en ella, para abandonarnos en el placer del erotismo contenido por ambos. Fue una experiencia alucinante, recorríamos todos y cada uno de nuestros poros con tal dulzura y cariño, que el grado de excitación alcanzado rozaba lo inhumano, inexplicable con palabras.

Una vez terminado el ritual erótico nos abandonamos al placer del cuerpo en nuestra cama, tal y como a Luz le gusta fui masajeando sus hombros, a la par que mis labios le rozaban su precioso cuello. Ya notaba como ella se iba abandonando a mis caricias, su cuerpo era una mezcolanza de flojera y rigidez propias de la excitación del momento. Bajé por su espalda húmeda, muy despacio, hasta llegar a sus torneadas nalgas, que son parada obligatoria, masajeándolas como si la vida me fuera en ello. Luz se retorcía de placer ante tanta sensualidad y me imploraba más, quería más, la notaba tan excitada. Suavemente le di la vuelta, apareciendo ante mí su mejor tesoro. Tiene un sexo tan lindo, no termina de estar depilado, pero esa hilera de vello, tan sugerente, te indica el camino al placer.

Poco a poco y con extrema dulzura, mi lengua recorría cada milímetro del aquel sexo deseoso de sensaciones. ? Sigue, más, más! escuchaba, a lo que obedecía sin rechistar. Cuando empecé a sentir su elixir, mis dedos inundaron aquella cueva con suaves rotaciones. No era normal lo que allí sucedía. Era una explosión de placer, y ver como aquel precioso cuerpo se retorcía, me excitaba aún más si cabía. Mi polla dura como una roca suplicaba consuelo, y llegó, ¡vaya que si llegó!, en primer lugar de la mano de Luz, que con suaves movimientos me hacía perder la razón. Pero de difícil explicación es lo que pude sentir cuando sus labios en primer lugar, y su boca después, acogió mi virilidad. Su lengua cálida relamía mi glande, y poco a poco notaba como se introducía en aquel bendito orificio, sintiendo a la vez su calidez y aquel movimiento giratorio que ejercía con su mano.

Ahora el que suplicaba era yo, y Luz, sabedora de que no duraría mucho en aquella situación tan placentera, me liberó. Lo que a continuación ocurrió fue una batalla sin cuartel. Se tumbó delante de mí, ofreciéndome su espalda, y sin más dilación, mi polla se introdujo muy suavemente en su lubricado coño, sintiendo ambos un escalofrío espectacular. Mis manos recorrían y amasaban sus pechos, mientras ella se apretaba contra mí para introducirse más y más mi erecto pene en su interior. Ohhh, que maravilla, que forma más placentera de poseer a la persona que quieres, entregarle todo de uno y recibir lo mismo a cambio.  Qué compenetración, qué ritmos tan frenéticos, y conforme hacemos el amor, más salvajes se vuelven nuestros cuerpos, que se hacen independientes sin contar para nada con la razón!

El sexo se erige en protagonista. Nuestros cuerpos comienzan a sudar presa de la excitación y en esos momentos culminantes, se me viene a la cabeza la experiencia vivida en la playa. - Luz-, le susurro al oído, ¿qué te ha parecido lo visto en la playa?- Te refieres a esa pareja haciendo el amor en el agua, me contesta. Sí mi cielo. Me ha puesto a cien, ya te lo dije. Te imaginas mañana que vuelvan a ir, le insinúo. Pues sería fantástico responde, podríamos imitarlos y follar como ellos. Escuchar eso de su boca, le costó caro, ya que empecé a penetrarla de forma incontrolada, mi polla entraba y salía de su coño a una velocidad de vértigo. Acto seguido y para dar riendas sueltas a la imaginación, le insinué la posibilidad de poder estar con ellos, juntos los cuatro en el mar. Ella en ese momento paró, pero noté en sus ojos un brillo malicioso que suplicaba para que aquello sucediese. Fantaseamos mientras follábamos lo que podíamos hacer con ellos y llegamos a un orgasmo bestial, sin poner trabas a nuestro placer.

Al día siguiente, después de un buen desayuno en el hotel, nos dirigimos a nuestra playa a aprovechar el último día de vacaciones y con la esperanza de volver a ver a nuestra pareja vecina. Después de cumplir con el ritual de todos los días, fueron pasando las horas entre paseos, baños y escarceos amorosos. Al mediodía llegaron ellos, tan morenos y sensuales. Se volvieron a colocar cerca de nosotros y claro, Luz y yo nos miramos pícaramente a sabiendas de lo que habíamos fantaseado la noche anterior. Y ocurrió de la forma más sencilla posible, se nos acercaron para entablar conversación, ya que no eran de la zona y querían conocer lugares de interés para visitar.



Así comenzamos a charlar de muchos temas, pero yo me fijaba en Luz. Estaba muy cortada porque Ricardo, que es como se llama nuestro vecino, le miraba de vez en cuando los pechos desnudos, y ella, ya lo dije antes , es reacia a practicar toples, por lo que en esos momentos no se sentía cómoda, pero a mí, el grado de excitación se me notaba y se hacía evidente dada mi desnudez y si a eso se le suma la visión de Judith, compañera de Ricardo, tan morena y con esa figura, junto a las miradas furtivas que yo notaba por parte de ella a mi pene, era tremenda la excitación del momento.

Pasamos el resto del día juntos, entre charlas, miradas pícaras y baños con toqueteos. Nos dio Ricardo la dirección del apartamento que habían alquilado para que pasáramos a la noche a cenar y tomar una copa , cosa que aceptamos y quedamos a eso de las 22, una vez duchados y relajados del día de playa. Ya se pueden imaginar el tema de conversión de Luz conmigo durante el trayecto al hotel y dentro del mismo.  Qué podría pasar. Estábamos tan excitados ante una posibilidad nueva en nuestra relación. Seríamos capaces de hacer realidad una de nuestras fantasías sexuales. Por si la cosa funcionaba nos arreglamos para la ocasión. Ropa cómoda por fuera y muy sensual por dentro. Yo me puse unos boxes que ha Luz le encantan, ya que realza mi pene y ella se colocó un conjunto de encaje rosa que quitaba el hipo, con ese tanga dejando al descubierto sus nalgas torneadas.

Estábamos pensando salir o rematar la faena allí los dos, pero decidimos dar el paso y nos encaminamos al apartamento de Ricardo y Judith. No tardamos mucho en llegar pues no se encontraba muy distanciado del hotel. Toqué la puerta con un inusitado nerviosismo, y nos abrió Ricardo, el cual, se disculpó por la ausencia de Judith, la que habían llamado urgentemente de Barcelona y tuvo que salir en el primer avión desde Sevilla. Pero es de recibo felicitarlo por lo buen anfitrión que fue.

Después de una buena cena, nos dirigimos al salón del apartamento, donde nos sirvió unas refrescantes bebidas. Continuamos con la charla de por la tarde, como nos iba, el trabajo, y esas cosas, hasta que el alcohol de nuestros cubatas empezó a hacernos efecto y ha desinhibirnos. Nos comentó que llevaba dos años con Judith, y su vida sexual era muy satisfactoria. Luz me miraba algo cortada ya que nunca habíamos hablado de nuestra vida sexual con nadie. La conversación iba tomando unos derroteros muy prometedores, hablábamos sobre nuestras fantasías, lo que les vimos hacer el primer día en la playa, que nos había puesto muy cachondos, y que tanto Luz como yo habíamos fantaseado pensando en ellos.

Así estaba la situación cuando Ricardo de forma sutil, se colocó a la derecha de Luz, dejándola en el medio de los dos. Poco a poco y como el que no quiere la cosa, empezó un ritual erótico a base de roces estudiados, palabras puestas en su sitio, hasta que llegó el momento esperado, donde se jugó el todo por el todo, el instante en el que ese paso definitivo se convierte en trascendental. 

Con exquisita delicadeza fue acariciando los muslos de Luz, subiendo desde sus rodillas, notando como ella se abría instintivamente presa de la excitación del momento. Un escalofrío va recorriendo su espalda, presa de una situación totalmente nueva. Con recelo me dirige una mirada aprobatoria, algo que le indique que estoy de acuerdo, y aceptando la situación, nos decidimos a sacarle el máximo rendimiento de la misma. Ese nerviosismo inicial se va transformando en deseo, ya que como anuncié anteriormente, Ricardo es un tipo de buen ver y muy resultón para las mujeres, y claro, la mía no iba a ser una excepción.

Con maestría, eso es innegable, Ricardo va desnudando entre caricias y besos a la desarmada Luz, cuyas defensas iniciales estaban a esta altura totalmente destruidas. Con mucha lentitud, la camisa de Luz se va deslizando por sus hombros, quedando estos al desnudo, cosa que aprovecha Ricardo para besarlos con dulzura. Después de la camisa, cae el sujetador tan sexy que llevaba puesto, dejando sus pechos desafiando a la ley de la gravedad, pero por poco tiempo, ya que las manos de Ricardo se encargaron de masajearlos, notando la calidez de estos.

Luz estaba indescriptible, era la primera vez que unas manos y unos labios distintos a los míos le recorrían su cuerpo, y yo, por mi parte estaba lanzado, mi polla quería saltar del bóxer, la visión de Luz dejándose arrastrar me estaba volviendo loco, y esto era sólo el principio. Sin pensárselo más, Luz se giró hacia él y fue desabrochando el pantalón de Ricardo, bajando la cremallera despacio, notando como su bulto crecía con desesperación, hasta que llegó el momento culmen. Su polla vio la luz de la noche y fue hecha prisionera por las manos de mi mujer. Era la primera vez que Luz tenía entre sus manos una polla que no fuera la mía, y pude ver en su cara un gesto de permiso hacía mí, como buscando mi complicidad para lo que iba a hacer, cosa que por supuesto le dí.

Sin más preámbulos se introdujo su miembro excitado en su boca, primero chupando despacio y luego con un ritmo frenético. La polla de Ricardo estaba siendo comida con un frenesí fuera de lo común. Mientras todo eso ocurría, me desnudé completamente, acercándome a ellos y mientras Luz le practicaba una felación de órdago a Ricardo, con su otra mano empezó a masajearme la polla, con un suave movimiento elevándome a un estado que sólo se puede vivir para expresar lo que se siente. Esto era ya imparable. La lujuria había invadido la habitación. El sexo se respiraba a raudales. Ahora fui yo el agraciado con una buena mamada. Luz se tragaba mi polla con ansia, como si en ello le fuera la vida. Me tenía al borde del orgasmo. Notaba como su lengua recorría cada centímetro de mi pene, mientras Ricardo, acariciando los pechos de Luz, se iba deslizando hacia su coño, rozándolo con sus labios, para después pasar su lengua por el clítoris hinchado, haciéndola estremecer de placer.

Sin poder resistir aquella situación, tan excitado como estaba, me separé de ellos y le pedí a Ricardo que me dejara expedito el coño de Luz, necesitaba penetrarla, hacerla mía, tener ese sexo tan caliente envolviéndome el pene, así que le pedí a Luz que se colocara a cuatro patas. Ella obedeció sin objeción. Le coloqué la punta de la polla en la entrada de su cueva, restregándosela como a ella le gusta, y, de pronto y sin previo aviso, de un sólo golpe de cadera, se la introdujo completamente en su húmeda rajita. En esa situación estábamos, follándome yo a Luz por detrás, cuando Ricardo se coloca delante de ella, ofreciéndole su dura polla, la cual es devorada al instante por una irreconocible Luz. Quería ser poseída, devorada, estaba fuera de control.

La entrega de su cuerpo al placer era total. Follada por mí y con otra polla en la boca, una de sus fantasías hecha realidad, pero necesitaba más, quería más y por ello se aplica con perfección en cada gesto amoroso que realizaba. Nos tenía a los dos fuera de sí, cuando decidimos cambiar de posición. Ricardo se sentó en el sofá y Luz, suavemente, fue introduciéndose la gorda y dura polla de él en su interior, viendo yo como iba desapareciendo poco a poco en su coño, a la vez que ella se acariciaba el clítoris. Que visión, temía explotar, aquello nos estaba elevando a una cota de placer que nunca habíamos alcanzado. Desesperada me suplica que le diera mi polla, lo cual acepté de inmediato, notando como me la iba comiendo, acompasando el ritmo de la mamada al de la follada a la que era sometida por parte de Ricardo. Los tres estamos unidos en un movimiento frenético.

Al borde de la explosión del placer, nos pidió que la folláramos los dos a la vez. Necesitaba nuestras pollas en su interior, quería sentir lo que tantas veces vio en las pelis porno que veíamos en casa antes de hacer el amor. Nos acomodamos de tal forma que yo me tumbé, Luz me cabalgó literalmente introduciéndose mi polla en su ya derretido coñito y se reclinó hacia adelante, para dejar paso a que Ricardo le pudiera enchufar la polla en su culito. Al principio nos costó un poco acompasarnos, sobre todo porque el culito de Luz no estaba preparado para acoger tal miembro, pero pronto nos acoplamos en un baile frenético, donde nuestras pollas entraban y salían de aquel cuerpo deseoso de placer. Ella gemía, gritaba, se estremecía de gusto y yo estaba en una situación idéntica. Notaba la polla de Ricardo rozando la mía, ambas en el interior de Luz, acompasándonos en un mete y saca tan engrasado, que era pura música celestial. Ese roce, junto la calidez del coñito de Luz, me producía tal sensación que no pude aguantar más, exploté, sentí mi cuerpo estremecerse, notando una corriente que me corrió toda la columna vertebral, hasta dejarme en un estado de relajación indescriptible. A su vez Luz al verme en semejante estado, empezó a convulsionarse y estalló en un orgasmo sin igual. Sus fluidos inundaban mi entrepierna, notando en la expresión de su rostro el placer tan tremendo que había experimentado. Ricardo no iba a ser menos, en un último empuje notó cómo le venía, y sacando su polla del culito, le pidió a Luz que se volviera y se la meneara, cosa que hizo, corriéndose y expandiendo su semen por todo el pecho de una Luz que se encontraba exhausta y exultante a la vez.



Después de permanecer un rato tumbados y abrazados en la cama, nos pegamos una buena ducha, comentando lo bien que lo habíamos pasado, con la salvedad expresada por él de que Judith no pudo estar presente. Nos marchamos al hotel, no sin antes dejarnos nuestros teléfonos y con la firme intención de repetir la inolvidable experiencia, pero esta vez los cuatro, cosa que ya os relataré si ocurre y esperemos que sí.

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