Todo comenzó en el lugar donde la mayoría
de nuestras fantasías iban encaminadas. Una playa semidesierta, en un caluroso
mes de agosto. El sitio perfecto para poder dar rienda suelta a esas pequeñas
cosas que guardamos en nuestro interior. Somos una pareja casada de mediana
edad, me llamo Ángel y tengo 39 años al igual que mi mujer, Luz. Todo esto
sucedió el verano pasado cuando se nos ocurrió abandonar las concurridas playas
de Almería y Málaga por unas más tranquilas en las aguas de Huelva. El paraje
era maravilloso, paz y tranquilidad por todos lados. El entorno se podría
describir como único para el descanso y el relax.
Con pocos accesos a la línea de costa,
estas playas guardan un encanto especial, ya que, si andas unos minutos por la
orilla, estarás completamente solo, sin nadie a tu alrededor que te moleste y
eso hoy en día es difícil de conseguir. Descubierto este paraíso veraniego, nos
decidimos a explotarlo a tope, desde el primer momento, haciendo cosas que por
tradición familiar no estábamos acostumbrados. Aprovechando nuestra soledad y
ese clima tan especial de sol, arena y mar, empecé por desinhibirme de todo lo
que no fuéramos nosotros.
Una vez instalada la sombrilla y todos los
utensilios playeros ya en su sitio, me desnudé, ante la atenta mirada de mi
esposa, ya que ella sabe mi gusto por el desnudo, pero en sitios apartados como
este, y ante esa situación tan erótica para mí, mi pene empezó a crecer sin
disimulo y todo ello sin bañador que disimulara mi incipiente erección. Ella es
más conservadora y raramente se desprende de alguna prenda del bikini, pero
viendo la situación, accedió a practicar top lees, lo que propició que mi
erección fuera total, ya que ver sus pechos desnudos en la playa es para mi un
potente afrodisíaco. Una vez en situación, y como la temperatura corporal
nuestra ya andaba elevada, nos pusimos protector solar mutuamente. Aquel
contacto con la piel de mi mujer, su espalda, su cuello, sus pechos, sus
piernas, me hacían enloquecer. No paraba de mirarla con una lujuria contenida,
está tan rica y apetecible, y encima allí semidesnuda para mí. Después le tocó
a Luz acariciarme con el protector, su tacto en mí, era electricidad pura, y
ella lo sabía, pues lo hacía de una manera tan sensual, deteniéndose en los
puntos más sensibles de mi cuerpo, haciéndome gozar y yo deseando que nunca se
acabara.
Una vez bien untados de crema, nos
relajamos en nuestras toallas, juntos de la mano, notando como el sol nos
tostaba y sólo con el sonido del mar de fondo. Transcurrido un tiempo, le
invité a bañarnos, para refrescarnos y, entre juego y juego, poder acariciarle
esos pechos que me estaban volviendo loco, los cuales no podía dejar de mirar
de reojo, jugar con sus nalgas, y explorar con mis manos ese sexo tan guardado
en la braga de su bikini, el cual estaba loco por quitar, ya que quería ver por
completo su desnudez. Ella accedió a mis caricias, ya que también se encontraba
algo caliente por la visión constante de mi polla, por lo que fue un baño muy
sugerente.
Cuando íbamos a salir del agua,
descubrimos para nuestra sorpresa, que nuestra soledad en ese paraíso se había
esfumado, ya que una pareja, había decidido hacer lo que nosotros antes, buscar
intimidad, pero a una distancia prudencial. Al salir del agua, Luz se coloca la
braguita del bikini y decidimos dar un paseo por la orilla en dirección
contraria de donde se encuentran nuestros vecinos. Aunque me repita, la visión
del cuerpo mojado de mi mujer recién salido del agua, con esos pezones duros, y
esos pechos tan redonditos, es que me vuelven loco.
Al rato regresamos a nuestra sombrilla,
miramos a nuestros vecinos y no los veíamos por ningún lado, los buscamos con
la mirada en el agua, y cual es nuestra sorpresa que los encontramos muy
juntitos, abrazados, besándose y con un movimiento tan rítmico, que a buen
entendedor pocas palabras. Estaban disfrutando de un buen polvo en el agua. Era
la gota que colmaba el vaso, caliente como íbamos los dos, y la imagen de esa
pareja follando en el agua, nos puso como motos. Era la hora de marcharnos,
pero no pudimos contener las ganas de ver cómo eran físicamente nuestros
vecinos, así que esperamos a que salieran del agua. La espera dio sus frutos,
ya que era una pareja más o menos de nuestra edad y, según Luz, el hombre
estaba buenísimo ya que es del estilo de hombre que le gusta, moreno, alto y
con buena presencia. Le pregunté si le gustaba su polla, ya que iban desnudos,
a lo que me contestó que le encantaba. Por mi parte puedo decir que la chica
tampoco desmerecía, estatura media, unos pechos generosos y un coñito de los
que a mí me gusta, depiladito.
Al llegar al hotel sobraron las palabras.
Con una mirada cómplice estaba todo dicho. Nos desnudamos mutuamente, y
llenando la bañera con abundante jabón, nos introducimos en ella, para abandonarnos
en el placer del erotismo contenido por ambos. Fue una experiencia alucinante,
recorríamos todos y cada uno de nuestros poros con tal dulzura y cariño, que el
grado de excitación alcanzado rozaba lo inhumano, inexplicable con palabras.
Una vez terminado el ritual erótico nos
abandonamos al placer del cuerpo en nuestra cama, tal y como a Luz le gusta fui
masajeando sus hombros, a la par que mis labios le rozaban su precioso cuello.
Ya notaba como ella se iba abandonando a mis caricias, su cuerpo era una
mezcolanza de flojera y rigidez propias de la excitación del momento. Bajé por
su espalda húmeda, muy despacio, hasta llegar a sus torneadas nalgas, que son
parada obligatoria, masajeándolas como si la vida me fuera en ello. Luz se
retorcía de placer ante tanta sensualidad y me imploraba más, quería más, la
notaba tan excitada. Suavemente le di la vuelta, apareciendo ante mí su mejor
tesoro. Tiene un sexo tan lindo, no termina de estar depilado, pero esa hilera
de vello, tan sugerente, te indica el camino al placer.
Poco a poco y con extrema dulzura, mi
lengua recorría cada milímetro del aquel sexo deseoso de sensaciones. ? Sigue,
más, más! escuchaba, a lo que obedecía sin rechistar. Cuando empecé a sentir su
elixir, mis dedos inundaron aquella cueva con suaves rotaciones. No era normal
lo que allí sucedía. Era una explosión de placer, y ver como aquel precioso
cuerpo se retorcía, me excitaba aún más si cabía. Mi polla dura como una roca
suplicaba consuelo, y llegó, ¡vaya que si llegó!, en primer lugar de la mano de
Luz, que con suaves movimientos me hacía perder la razón. Pero de difícil
explicación es lo que pude sentir cuando sus labios en primer lugar, y su boca
después, acogió mi virilidad. Su lengua cálida relamía mi glande, y poco a poco
notaba como se introducía en aquel bendito orificio, sintiendo a la vez su
calidez y aquel movimiento giratorio que ejercía con su mano.
Ahora el que suplicaba era yo, y Luz,
sabedora de que no duraría mucho en aquella situación tan placentera, me
liberó. Lo que a continuación ocurrió fue una batalla sin cuartel. Se tumbó
delante de mí, ofreciéndome su espalda, y sin más dilación, mi polla se
introdujo muy suavemente en su lubricado coño, sintiendo ambos un escalofrío
espectacular. Mis manos recorrían y amasaban sus pechos, mientras ella se
apretaba contra mí para introducirse más y más mi erecto pene en su interior. Ohhh,
que maravilla, que forma más placentera de poseer a la persona que quieres,
entregarle todo de uno y recibir lo mismo a cambio. Qué compenetración, qué ritmos tan frenéticos,
y conforme hacemos el amor, más salvajes se vuelven nuestros cuerpos, que se
hacen independientes sin contar para nada con la razón!
El sexo se erige en protagonista. Nuestros
cuerpos comienzan a sudar presa de la excitación y en esos momentos
culminantes, se me viene a la cabeza la experiencia vivida en la playa. - Luz-,
le susurro al oído, ¿qué te ha parecido lo visto en la playa?- Te refieres a
esa pareja haciendo el amor en el agua, me contesta. Sí mi cielo. Me ha puesto
a cien, ya te lo dije. Te imaginas mañana que vuelvan a ir, le insinúo. Pues
sería fantástico responde, podríamos imitarlos y follar como ellos. Escuchar
eso de su boca, le costó caro, ya que empecé a penetrarla de forma
incontrolada, mi polla entraba y salía de su coño a una velocidad de vértigo.
Acto seguido y para dar riendas sueltas a la imaginación, le insinué la
posibilidad de poder estar con ellos, juntos los cuatro en el mar. Ella en ese
momento paró, pero noté en sus ojos un brillo malicioso que suplicaba para que
aquello sucediese. Fantaseamos mientras follábamos lo que podíamos hacer con
ellos y llegamos a un orgasmo bestial, sin poner trabas a nuestro placer.
Al día siguiente, después de un buen
desayuno en el hotel, nos dirigimos a nuestra playa a aprovechar el último día
de vacaciones y con la esperanza de volver a ver a nuestra pareja vecina.
Después de cumplir con el ritual de todos los días, fueron pasando las horas
entre paseos, baños y escarceos amorosos. Al mediodía llegaron ellos, tan
morenos y sensuales. Se volvieron a colocar cerca de nosotros y claro, Luz y yo
nos miramos pícaramente a sabiendas de lo que habíamos fantaseado la noche
anterior. Y ocurrió de la forma más sencilla posible, se nos acercaron para
entablar conversación, ya que no eran de la zona y querían conocer lugares de
interés para visitar.
Así comenzamos a charlar de muchos temas,
pero yo me fijaba en Luz. Estaba muy cortada porque Ricardo, que es como se
llama nuestro vecino, le miraba de vez en cuando los pechos desnudos, y ella,
ya lo dije antes , es reacia a practicar toples, por lo que en esos momentos no
se sentía cómoda, pero a mí, el grado de excitación se me notaba y se hacía
evidente dada mi desnudez y si a eso se le suma la visión de Judith, compañera
de Ricardo, tan morena y con esa figura, junto a las miradas furtivas que yo
notaba por parte de ella a mi pene, era tremenda la excitación del momento.
Pasamos el resto del día juntos, entre
charlas, miradas pícaras y baños con toqueteos. Nos dio Ricardo la dirección
del apartamento que habían alquilado para que pasáramos a la noche a cenar y
tomar una copa , cosa que aceptamos y quedamos a eso de las 22, una vez
duchados y relajados del día de playa. Ya se pueden imaginar el tema de
conversión de Luz conmigo durante el trayecto al hotel y dentro del mismo. Qué podría pasar. Estábamos tan excitados ante
una posibilidad nueva en nuestra relación. Seríamos capaces de hacer realidad
una de nuestras fantasías sexuales. Por si la cosa funcionaba nos arreglamos
para la ocasión. Ropa cómoda por fuera y muy sensual por dentro. Yo me puse
unos boxes que ha Luz le encantan, ya que realza mi pene y ella se colocó un
conjunto de encaje rosa que quitaba el hipo, con ese tanga dejando al descubierto
sus nalgas torneadas.
Estábamos pensando salir o rematar la
faena allí los dos, pero decidimos dar el paso y nos encaminamos al apartamento
de Ricardo y Judith. No tardamos mucho en llegar pues no se encontraba muy
distanciado del hotel. Toqué la puerta con un inusitado nerviosismo, y nos
abrió Ricardo, el cual, se disculpó por la ausencia de Judith, la que habían
llamado urgentemente de Barcelona y tuvo que salir en el primer avión desde
Sevilla. Pero es de recibo felicitarlo por lo buen anfitrión que fue.
Después de una buena cena, nos dirigimos
al salón del apartamento, donde nos sirvió unas refrescantes bebidas.
Continuamos con la charla de por la tarde, como nos iba, el trabajo, y esas
cosas, hasta que el alcohol de nuestros cubatas empezó a hacernos efecto y ha
desinhibirnos. Nos comentó que llevaba dos años con Judith, y su vida sexual
era muy satisfactoria. Luz me miraba algo cortada ya que nunca habíamos hablado
de nuestra vida sexual con nadie. La conversación iba tomando unos derroteros
muy prometedores, hablábamos sobre nuestras fantasías, lo que les vimos hacer
el primer día en la playa, que nos había puesto muy cachondos, y que tanto Luz
como yo habíamos fantaseado pensando en ellos.
Así estaba la situación cuando Ricardo de
forma sutil, se colocó a la derecha de Luz, dejándola en el medio de los dos.
Poco a poco y como el que no quiere la cosa, empezó un ritual erótico a base de
roces estudiados, palabras puestas en su sitio, hasta que llegó el momento
esperado, donde se jugó el todo por el todo, el instante en el que ese paso
definitivo se convierte en trascendental.
Con exquisita delicadeza fue
acariciando los muslos de Luz, subiendo desde sus rodillas, notando como ella
se abría instintivamente presa de la excitación del momento. Un escalofrío va
recorriendo su espalda, presa de una situación totalmente nueva. Con recelo me
dirige una mirada aprobatoria, algo que le indique que estoy de acuerdo, y
aceptando la situación, nos decidimos a sacarle el máximo rendimiento de la
misma. Ese nerviosismo inicial se va transformando en deseo, ya que como
anuncié anteriormente, Ricardo es un tipo de buen ver y muy resultón para las
mujeres, y claro, la mía no iba a ser una excepción.
Con maestría, eso es innegable, Ricardo va
desnudando entre caricias y besos a la desarmada Luz, cuyas defensas iniciales
estaban a esta altura totalmente destruidas. Con mucha lentitud, la camisa de
Luz se va deslizando por sus hombros, quedando estos al desnudo, cosa que
aprovecha Ricardo para besarlos con dulzura. Después de la camisa, cae el
sujetador tan sexy que llevaba puesto, dejando sus pechos desafiando a la ley
de la gravedad, pero por poco tiempo, ya que las manos de Ricardo se encargaron
de masajearlos, notando la calidez de estos.
Luz estaba indescriptible, era la primera
vez que unas manos y unos labios distintos a los míos le recorrían su cuerpo, y
yo, por mi parte estaba lanzado, mi polla quería saltar del bóxer, la visión de
Luz dejándose arrastrar me estaba volviendo loco, y esto era sólo el principio.
Sin pensárselo más, Luz se giró hacia él y fue desabrochando el pantalón de
Ricardo, bajando la cremallera despacio, notando como su bulto crecía con
desesperación, hasta que llegó el momento culmen. Su polla vio la luz de la
noche y fue hecha prisionera por las manos de mi mujer. Era la primera vez que
Luz tenía entre sus manos una polla que no fuera la mía, y pude ver en su cara
un gesto de permiso hacía mí, como buscando mi complicidad para lo que iba a
hacer, cosa que por supuesto le dí.
Sin más preámbulos se introdujo su miembro
excitado en su boca, primero chupando despacio y luego con un ritmo frenético.
La polla de Ricardo estaba siendo comida con un frenesí fuera de lo común.
Mientras todo eso ocurría, me desnudé completamente, acercándome a ellos y
mientras Luz le practicaba una felación de órdago a Ricardo, con su otra mano
empezó a masajearme la polla, con un suave movimiento elevándome a un estado
que sólo se puede vivir para expresar lo que se siente. Esto era ya imparable.
La lujuria había invadido la habitación. El sexo se respiraba a raudales. Ahora
fui yo el agraciado con una buena mamada. Luz se tragaba mi polla con ansia,
como si en ello le fuera la vida. Me tenía al borde del orgasmo. Notaba como su
lengua recorría cada centímetro de mi pene, mientras Ricardo, acariciando los
pechos de Luz, se iba deslizando hacia su coño, rozándolo con sus labios, para
después pasar su lengua por el clítoris hinchado, haciéndola estremecer de
placer.
Sin poder resistir aquella situación, tan
excitado como estaba, me separé de ellos y le pedí a Ricardo que me dejara
expedito el coño de Luz, necesitaba penetrarla, hacerla mía, tener ese sexo tan
caliente envolviéndome el pene, así que le pedí a Luz que se colocara a cuatro
patas. Ella obedeció sin objeción. Le coloqué la punta de la polla en la
entrada de su cueva, restregándosela como a ella le gusta, y, de pronto y sin
previo aviso, de un sólo golpe de cadera, se la introdujo completamente en su
húmeda rajita. En esa situación estábamos, follándome yo a Luz por detrás,
cuando Ricardo se coloca delante de ella, ofreciéndole su dura polla, la cual
es devorada al instante por una irreconocible Luz. Quería ser poseída,
devorada, estaba fuera de control.
La entrega de su cuerpo al placer era
total. Follada por mí y con otra polla en la boca, una de sus fantasías hecha
realidad, pero necesitaba más, quería más y por ello se aplica con perfección
en cada gesto amoroso que realizaba. Nos tenía a los dos fuera de sí, cuando
decidimos cambiar de posición. Ricardo se sentó en el sofá y Luz, suavemente,
fue introduciéndose la gorda y dura polla de él en su interior, viendo yo como
iba desapareciendo poco a poco en su coño, a la vez que ella se acariciaba el
clítoris. Que visión, temía explotar, aquello nos estaba elevando a una cota de
placer que nunca habíamos alcanzado. Desesperada me suplica que le diera mi
polla, lo cual acepté de inmediato, notando como me la iba comiendo,
acompasando el ritmo de la mamada al de la follada a la que era sometida por
parte de Ricardo. Los tres estamos unidos en un movimiento frenético.
Al borde de la explosión del placer, nos
pidió que la folláramos los dos a la vez. Necesitaba nuestras pollas en su
interior, quería sentir lo que tantas veces vio en las pelis porno que veíamos
en casa antes de hacer el amor. Nos acomodamos de tal forma que yo me tumbé,
Luz me cabalgó literalmente introduciéndose mi polla en su ya derretido coñito
y se reclinó hacia adelante, para dejar paso a que Ricardo le pudiera enchufar
la polla en su culito. Al principio nos costó un poco acompasarnos, sobre todo
porque el culito de Luz no estaba preparado para acoger tal miembro, pero
pronto nos acoplamos en un baile frenético, donde nuestras pollas entraban y
salían de aquel cuerpo deseoso de placer. Ella gemía, gritaba, se estremecía de
gusto y yo estaba en una situación idéntica. Notaba la polla de Ricardo rozando
la mía, ambas en el interior de Luz, acompasándonos en un mete y saca tan
engrasado, que era pura música celestial. Ese roce, junto la calidez del coñito
de Luz, me producía tal sensación que no pude aguantar más, exploté, sentí mi
cuerpo estremecerse, notando una corriente que me corrió toda la columna
vertebral, hasta dejarme en un estado de relajación indescriptible. A su vez
Luz al verme en semejante estado, empezó a convulsionarse y estalló en un
orgasmo sin igual. Sus fluidos inundaban mi entrepierna, notando en la
expresión de su rostro el placer tan tremendo que había experimentado. Ricardo
no iba a ser menos, en un último empuje notó cómo le venía, y sacando su polla
del culito, le pidió a Luz que se volviera y se la meneara, cosa que hizo,
corriéndose y expandiendo su semen por todo el pecho de una Luz que se
encontraba exhausta y exultante a la vez.
Después de permanecer un rato tumbados y
abrazados en la cama, nos pegamos una buena ducha, comentando lo bien que lo
habíamos pasado, con la salvedad expresada por él de que Judith no pudo estar
presente. Nos marchamos al hotel, no sin antes dejarnos nuestros teléfonos y
con la firme intención de repetir la inolvidable experiencia, pero esta vez los
cuatro, cosa que ya os relataré si ocurre y esperemos que sí.
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