Resumen: Una
joven española, Xenia Velásquez, gana en un concurso de radio un viaje por
diversos países de Asia. El viaje debe realizarlo con un joven, quien también
es ganador del mismo concurso. Los dos ganadores no se conocen y viven en
diferentes ciudades. La trama de la novela mezcla la descripción de los países que
visitan y los intercambios amorosos de los dos jóvenes afortunados que ganaron
quince días de vacaciones por países exóticos del lejano oriente.
Capítulo 4: Hanói
Cuando llegamos a
Hanói son las nueve de la mañana; una persona nos está esperando para llevarnos
al hotel. Nos registramos y nos acomodan en la que durante dos días será
nuestra habitación. El lujo está servido, es uno de los mejores hoteles y la
habitación es espectacular.
Lo primero que hago,
de forma instintiva, es mirar la cama. Suspiro aliviada al comprobar que es
bastante grande, de unos dos metros; no tendremos que tocarnos si no queremos.
Como solo vamos a estar dos días en cada sitio, no saco de la maleta más que lo
imprescindible. Alexis hace lo mismo.
—Voy a darme una
ducha si no te importa, hasta las tres no comienza la excursión.
—Podríamos compartir la ducha…—exclama con su
voz gutural y a la vez sensual.
—¡No!
—Nena, no te
resistas, este viaje es para disfrutar del sexo y, bueno, también de Asia
—Vamos a dejar clara una cosa: no me gusta tu actitud, tratas
a las mujeres como si fuéramos objetos. Yo no he venido aquí para disfrutar del
sexo, esta era una oportunidad de disfrutar de un estupendo viaje. Es posible
que tarde años en poder costeármelo. A diferencia de ti, director ejecutivo, yo
soy una mísera becaria que no puede permitirse ni siquiera ir a ver a sus
padres. Y sí, también participé para encontrar un hombre con el que disfrutarlo,
pero veo que en eso no tuve tanta suerte.
Entro en el baño y
cierro la puerta de golpe. No le he dejado contestarme. Estoy tan enfadada, que
si hubiera permanecido un minuto más delante de él, le habría abofeteado. Es
insoportable la mayoría de veces. Mientras me estoy desvistiendo llama a la
puerta.
—Xenia, lo siento.
¿Puedo entrar?
—Ahora mismo no. ¿Qué
quieres?
—Siento mi
comportamiento. Yo no debía haber venido a este viaje, me gastaron una especie
de broma mis amigos apuntándome; hace menos de dos meses que rompí con mi
prometida, estoy un poco tenso y... —Hace una pausa y abro la puerta envuelta
en una toalla—. Siento haber sido tan idiota, creo que deberíamos comenzar de
nuevo
—Alexis, yo tampoco he sido muy amable, pero tu comportamiento
me exaspera. Creo que lo mejor es olvidarnos de todo e intentar disfrutar de
este viaje. Mi nombre es Xenia Velázquez, tengo veinticinco años y soy becaria
en Diseños Cantalapiedra.
—¡No es posible!
—exclama.
—¿El qué? —pregunto
intrigada.
—Que trabajes para
esa empresa. Os hemos encargado un proyecto, Star Sweet.
—¡Es mi proyecto!
—exclamo emocionada—. ¡Será cosa del destino!
—Eso será. Creo que
no es momento de hablar de trabajo, hemos venido aquí por placer, ya tendremos
tiempo cuando regresemos —concluye—. Mi nombre es Alexis Poveda, tengo
veintiocho años y, como bien sabes, soy director ejecutivo de Sweet
Dreams.
Estrechamos nuestras
manos y me meto en el baño con la cabeza llena de dudas. Me parece un hombre
atractivo, pero no voy a dejarme embaucar por sus encantos. Lo que sí es
increíble es que sea el director ejecutivo de la empresa para la que he
trabajado tan duro durante estos últimos días. Quizá sea el destino, que ha
querido que nos conozcamos, pero tengo claro que con toda seguridad ahora no
puedo tener nada más con él que una relación de amistad.
Cuando salgo de la
ducha, vestida y más calmada, veo que está hojeando una guía de restaurantes de
la zona. Ahora es él quien entra, pero antes de hacerlo me mira y me dedica una
sonrisa de las que te quitan el sentido.
Cuando termina con su
aseo, sale con el pelo humedecido; está tremendamente sexy, creo que voy a
tener que hacer acopio de todas mis fuerzas para contener mi lado salvaje y
lanzarme a sus brazos.
El teléfono suena
para sacarme de mis lascivos pensamientos. Nos avisan que en recepción se
encuentra el guía que va a mostrarnos la ciudad durante el día de hoy.
La primera visita es
el mausoleo de Ho Chi Minh, una construcción faraónica situada en la plaza Ba
Dinh. Allí reposan los restos momificados del que fuera el padre de la
revolución y del Vietnam moderno. Ho Chi Minh dejó escrito que cuando muriera
se incineraran sus restos. Sus sucesores desobedecieron su último deseo, así
que lo momificaron y su cadáver está expuesto en dicho mausoleo
Después de la visita del mausoleo y la residencia de Ho Chin
Mihn, nos dirigimos al lago Ho Tay. Es espectacular, el mayor lago al noroeste
de Hanói. A su vez es un lugar popular en Hanói por sus muchas pagodas, como
Tran Quoc y Trấn Quốc Thanh
Niên, las cuales visitamos solo por fuera, pues ya es la hora de comer.
Nos encaminamos a un
restaurante a degustar la comida típica vietnamita. El guía nos aconseja pedir
pho, que consiste en una sencilla sopa de fideos de arroz que a menudo se come
como plato de desayuno en casa o en los cafés callejeros, pero también se sirve
en los restaurantes como plato de almuerzo. También nos aconseja el pho bo, que
contiene carne de vacuno, y el pho ga, que contiene pollo. Yo me decanto por el
segundo y Alexis por el primero. La comida no es uno de mis fuertes, por eso
reconozco que no soy una buena comensal. Dejo la mitad de la sopa y parte del
plato de pho ga.
—¿No te gusta la
comida? —pregunta Alexis al verme haciendo esfuerzos para comer.
—No es eso. Suelo
comer poco y reconozco que no está mal, pero no tengo mucha hambre.
—Deberías comer más
—dice regañándome como si fuera una niña.
—Lo sé, pero no me
entra nada más
Suspira como si fuera un padre que pierde la paciencia y se
centra de nuevo en su comida. Mientras tanto, soy yo la que me deleito viéndole
comer. Es tan correcto, que a veces me dan ganas de pincharle con el tenedor
para ver si realmente es de verdad o es una ilusión.
Al terminar
continuamos nuestro viaje. Hay mucho que visitar y solo tenemos dos días, por
lo que no podemos perder ni un minuto. Nos dirigimos en coche al corazón de
Hanói, a las orillas del lago Hoam Kiem.
El guía nos explica
que la ciudad de Hanói, debido a la humedad y también al dióxido de carbono que
sueltan la inmensa cantidad de motos, casi siempre aparece envuelta en una
ligera bruma, y un sitio donde se puede apreciar esa bruma es en el lago de la
Espada Restaurada, situado en el centro de la ciudad. El lago tiene una isleta
en la que está uno de los templos más fotografiados y que tiene una leyenda
parecida a la del rey Arturo, pero en Asia. Se trata del templo de Den Ngoc
Son.
Para finalizar el
día, nos dirigimos a pie a la catedral de San José de Hanói, también llamada la
pequeña Notre Dame. Construida bajo la dominación francesa, es de estilo
neogótico, y en el exterior, frente a la puerta de entrada, se halla una imagen
de la Virgen María dando la bienvenida. Se trata de la iglesia más antigua de
la ciudad. Es una auténtica maravilla. Mis manos no dejan de hacer fotos como
una turista más. Sin pensarlo, le pido al guía que nos haga unas fotos a Alexis
y a mí juntos. Debemos poner fotos en el muro de la cadena, es una bonita
ocasión para comenzar. Agarro su mano y tiro de él para que me siga. Nos
colocamos uno junto al otro, pero es el guía quien nos incita a que nos
pongamos más juntos, imagino que piensa que somos una pareja. Alexis me coge
por la cintura y coloca su cabeza encima de mi hombro. Mi cuerpo se ha
tensando. Sentirlo tan cerca, con su perfume…
—Xenia, estás muy
tensa. Relájate, es solo una foto. Sonríe para que se ilumine más tu preciosa
sonrisa —susurra.
Sus palabras hacen
que mi cuerpo se tense aún más. Tenerlo tan cerca y su sensual voz han
comenzado a excitarme. No creí que un contacto y unas bonitas palabras pudieran
provocarme de esa manera.
—Xenia, relájate, por
favor —vuelve a susurrarme y me besa la oreja.
Intento serenarme
como puedo. Sé lo que intenta, que caiga rendida a sus pies; pronto tendremos
que regresar a la habitación. No voy a sucumbir a sus encantos, aunque tenga
que dormir en la bañera.
Después de unas
cuantas fotos y la visita a la catedral, nos dirigimos al hotel. Estamos
exhaustos, aún nos quedan muchas cosas que visitar, pero tenemos otro día.
Cuando llegamos, decidimos pedir la cena en la habitación. Comenzamos a ver las
fotos que hemos tomado y a reírnos de ciertas poses. Elegimos unas para colgar en
el muro de la emisora mientras nos comemos lo que nos han traído tumbados en la
cama. La verdad es que agradezco que el ambiente se haya relajado. Cuando
terminamos le digo que estoy cansada y que me apetece descansar. Me pongo mi
camisón, uno sexy de encaje, y salgo del baño. Veo como se fija en mis pechos y
mis pezones responden a su mirada lujuriosa. Él se ha quedado en bóxer y, la
verdad, ver su prominente entrepierna no me ayuda nada.
Nos tumbamos cada uno
a un lado de la cama, sin decir nada. El ambiente está tenso, pero ninguno de
los dos parece estar dispuesto a dar rienda suelta a la tensión sexual que se
palpa en el ambiente. Tras esperar varios minutos, cierro los ojos intentando
conciliar el sueño. Sentirlo cerca y su respiración agitada me están excitando
de una manera indescriptible. Pero he decidido no caer en sus redes, necesito
concentrarme y evitar su contacto. Me pongo en la esquina de la cama haciendo
acopio de todas mis fuerzas y, gracias al cansancio, mi cuerpo se deja vencer
por Morfeo.
***
Por la mañana me
encuentro totalmente pegada a él y sus brazos me rodean. Huele de maravilla y
no quiero moverme para no despertarle, pero mi respiración comienza a agitarse
cuando siento su erección cerca de mis nalgas. La verdad es que mi deseo lleva
ventaja a la razón, pero como si el destino se hubiera aliado conmigo esta vez,
se despierta y me giro. Nuestras miradas se encuentran.
—Buenos días, ¿te
importaría quitarme el brazo de encima? Necesito ir al baño —digo intentando no
mirarle fijamente.
—Buenos días, que
conste que tú viniste primero a mí. Además, faltan las palabras mágicas
—contesta con su bonita sonrisa.
—Por favor.
Veo cómo duda un
momento, pero al final cede y me deja suelta. Se lo agradezco; su contacto
estaba ejerciendo en mí un poder sobrenatural. Salgo de la cama y me voy a la
ducha. Necesito que el agua despeje mis lujuriosas ideas. «No puedo, no quiero
sentir nada por él», repito una y otra vez en mi mente.
Un toque en la puerta
me asusta y me saca de mis pensamientos.
—Xenia, siento
molestarte, pero tenemos solo quince minutos para prepararnos y bajar a
desayunar. ¿Sería mucho pedir que salieras rápido para poder darme una ducha?
Salgo envuelta en una toalla, recojo la ropa que me voy a
poner, y me dirijo a la habitación para darle tiempo a él a ducharse.
—Voy a vestirme en la
habitación, te rogaría que tú lo hicieras en el baño y, antes de salir, me
preguntes si estoy lista.
—Xenia, ¿has dormido
semidesnuda y ahora te da vergüenza? ¿Crees que voy a asustarme por verte
desnuda?
—No digo que te vayas
a asustar, pero a mí no me apetece. Por favor…
—Te avisaré… —dice
finalizando la conversación.
Con su afirmación, me
quito la toalla enrollada en mi cuerpo sin miedo a que me vea desnuda. Aplico
mi crema y cuando me estoy colocando la ropa interior, siento como unos ojos me
observan; no sé cómo es posible, pero mi corazón ha latido más acelerado cuando
he notado su presencia.
—Alexis, te dije que
me avisarás —digo enfadada—. Gracias por respetarme.
—Xenia, no te enfades; se me olvidó el bóxer, quería ir
despacito hacia el armario, ni siquiera he mirado tu lindo culo —contesta con
la voz entrecortada.
—Ya… —gruño enfadada
y me doy la vuelta para que me observe. Si quiere jugar, vamos a jugar a mi
juego.
Envuelto en una
toalla, se queda observando mi cuerpo tapado por una ropa interior de encaje
que deja muy poco a la imaginación. Cojo la camiseta y sin premura comienzo a
ponérmela de manera sensual; hago lo mismo con los pantalones. No se ha movido,
parece que se ha quedado clavado al suelo. Mientras, yo observo su torso
desnudo deseando que acabe ya esta locura que ha subido al menos diez grados el
calor en la habitación.
—¿Contento?
—pregunto.
Sin decir palabra se
dirige al armario, coge el bóxer y se quita la toalla dejándome a mí ahora casi
sin respiración. Verle de espaldas, observar su cuerpo musculado y desnudo es
lo mejor que me ha pasado en meses
Trago el nudo de mi garganta y, como puedo, llego al baño a
refrescarme un poco. Tras serenarme y centrar mi mente en lo que realmente
importa, este viaje, consigo peinarme y maquillarme un poco. Al salir le veo
sentado en la cama, esperándome. Para no variar, está radiante.
—¿Estás lista?
—pregunta mientras se levanta.
—Sí —contesto.
El desayuno es bufet
libre, cojo fruta y una taza de café con leche y me siento en una mesa mientras
observo cómo la mayoría de las mujeres admiran a Alexis. Su camiseta ajustada y
sus pantalones marcando su bonito culo hacen que parezca un adonis. Al sentarse
a mi lado, algunas de las mujeres me miran con envidia. Me siento triunfadora
en esa batalla de miradas, pero cuando realmente lo pienso, llego a la conclusión
de que estoy igual que ellas, no es mi hombre, es solo mi compañero de viaje.
Todo transcurre con
normalidad, ninguno de los dos hablamos de lo ocurrido y casi agradezco su
silencio. Ha sido una situación bastante incómoda que desearía no haber vivido.
Aunque me ha encantado verlo desnudo
Al terminar, el guía nos está esperando. Este segundo día nos
tiene preparadas varias visitas a los museos de la zona. Comenzamos con el
Museo de Etnología, que presenta varias salas temáticas de la vida tradicional
de las diferentes etnias de Vietnam, oficios artesanos, vestimentas. Cuenta con
una librería con publicaciones acerca de la cultura de Vietnam, un centro de
conferencias y multimedia. Las salas del museo están distribuidas en dos pisos
y además cuenta con un museo exterior, al aire libre. Una visita de lo más
instructiva, por lo menos para mí, pues he visto a Alexis bostezar en varias
ocasiones. Soy consciente de que, si no te gusta la historia, pueden resultar
aburridas la charla y las casi dos horas que hemos permanecido en el museo,
pero a mí me ha encantado descubrir las diferentes etnias y casas vietnamitas.
Nuestro segundo
destino es el palacio Presidencial o el palacio de Ho Chi Minh, un magnífico
edificio enclavado en una espectacular zona ajardinada. Data de la época
colonial y fue construido en mil novecientos seis por los franceses para ser
residencia de las máximas autoridades en Vietnam. Es del más puro estilo
francés, de color amarillo y con las puertas de hierro forjado. Todo el
conjunto es completamente europeo y lo único que lo diferencia son los
magníficos jardines asiáticos, con estanques y una gran arboleda donde
predominan los árboles de mango.
Nos hemos
fotografiado en los preciosos jardines. Alexis ha intentado coger un mango, pero
enseguida ha acudido uno de los responsables del palacio para evitar que
cogiera la fruta prohibida, así es como la hemos denominado después de salir
del recinto. Ver la cara del guarda y la de Alexis en ese momento ha sido
inolvidable. Mis carcajadas podían oírse en todo Hanói. Él parecía enfadado,
pero enseguida se ha contagiado de mis risas y ha corrido hasta mí para hacerme
un placaje e intentar que dejara de reírme. Estoy segura de que a ojos de todo
el mundo parecemos una pareja, y es que a mí también me lo parece en muchas de
las ocasiones, cada vez disfruto más de su compañía, de su espontaneidad.
A la hora de comer,
Alexis decide elegir restaurante. Hemos pedido Bun Bo Hoe, rollitos vietnamitas
y fruta del dragón. Estamos hambrientos y esta vez no he dejado nada.
—Buena chica, así me
gusta. Tienes que comer bien, Xenia. El viaje es muy duro. Aunque la comida no
te guste, debes intentar alimentarte como es debido.
—Sí, papá —contesto
con sorna.
Me mira y comienza a
reírse, no tardo en contagiarme. Es un día estupendo, hacía tanto tiempo que no
me sentía tan feliz, y todo se lo debo a él.
Por la tarde
visitamos el lago Truc Bạch, situado cerca del centro
histórico de Hanói, adyacente a la costa oriental del lago Ho Tay. En los años
cincuenta se construyó la carretera Thanh Niên para separar los dos lagos.
Durante el reinado del señor de la dinastía Trinh, Trinh
Giang, un palacio fue construido en la orilla del lago. El edificio primero
sirvió como palacio, pero más tarde fue convertido en una prisión de concubinas
reales culpables de delitos. La seda que producían se hizo famosa por su
belleza.
Tenemos planeada otra
visita, pero el cansancio empieza hacer mella en nuestro cuerpo y, aunque nos
gustaría seguir visitando la ciudad, hablamos con el guía para poder descansar.
Al día siguiente partiremos para Camboya temprano, debemos descansar, aún nos
quedan muchos días de viaje.
Ya en la habitación
del hotel, esperando la cena, una sensación me inquieta. Hemos pasado un día
inolvidable, hemos actuado como una pareja, pero en la intimidad, Alexis es
reservado, casi no habla. Mi cansancio y mis ganas de evitar que los
sentimientos que comienzo a sentir se hagan más fuertes hacen que decida irme a
la cama.
—Buenas noches,
Alexis. Estoy agotada, creo que lo mejor es que descanse.
—Voy a colgar las
fotos y yo también me iré a la cama. Descansa, buenas noches.
Intento conciliar el
sueño. Dando vueltas de un lado para otro, no entiendo a este hombre, me tiene
totalmente desconcertada. Me levanto a beber agua y le veo pegado al portátil,
con cara de enfadado.
—¿Pasa algo?
—¿Conoces a un tal
Mikel Sastre?
Su pregunta me
desconcierta, le miro extrañado y me enseña un comentario en una de las fotos
que hemos colgado el día anterior.
Xenia, como siempre,
preciosa. Alexis, no te encapriches con ella, yo la vi primero.
Es increíble. Sé que
Mikel se había enterado del concurso, no sé cómo, pero el mensaje que me envió
la noche antes de irme lo confirmó. Pero ese comentario…
—¿De qué le conoces?
—pregunta enfadado.
—Es veterinario en
una tienda de mascotas de Madrid, hemos salido un par de veces, nada serio.
¿Por qué te molesta tanto?
—No me molesta, con
tu vida puedes hacer lo que quieras.
Cierra el portátil y se acuesta en la cama. Apuesto que está
enfadado, pero aún no entiendo por qué, aunque he de admitir que el comentario
de Mikel está totalmente fuera de lugar. Me meto en la cama e intento dormirme
pensando en Mikel y en Alexis; son tan diferentes… El cansancio me vence y me
quedo dormida profundamente.
Capítulo 5: Camboya
Al despertarme tengo
la cabeza apoyada en su torso desnudo, su olor impregna mis fosas nasales
haciendo que mi cuerpo se excite. Creo que jamás he disfrutado tanto con el
olor de una persona. Su brazo rodea mi cintura, sujetando el camisón, que me
llega por encima de las nalgas. Me muevo con delicadeza, necesito salir de su
agarre y darme una ducha fría antes de que haga todo lo que mi mente lujuriosa
está proponiéndome en estos momentos; pero se despierta y fija su mirada en mí.
Por un momento los dos permanecemos mirándonos, deseándonos.
—Buenos días,
preciosa —dice sin dejar de agarrarme—. Creo que te gusta dormir a mi lado.
—Buenos días, podría decir lo mismo, ¿no
crees? —digo mirando su brazo, que sigue estrechándome.
—¿Yo? ¿Por quién me
tomas? Solo te he agarrado para que estés más cómoda —contesta ladino
Durante un momento se hace el silencio; sus ojos desprenden
lujuria, imagino que igual que los míos. Se acerca despacio a mis labios,
tentándome, deposita un tierno beso en mi nariz, desciende hasta mi boca y me
besa con dulzura. Su mano baja hacia mis nalgas y comienza a masajearlas. Aún
no ha entrado en mi boca y creo que voy a estallar de placer. Por fin la
devora, me coloco encima de su cuerpo, necesito sentirlo más cerca, pero el
destino, caprichoso, hace que cuando intenta quitarme el camisón, el teléfono
suene avisándonos de que en media hora tenemos que estar listos para irnos
hacia el aeropuerto.
—¡Mierda! —jadea
Alexis.
Me levanto con
rapidez y voy a la ducha, necesito despejarme. Me prometí a mí misma que no
caería en la tentación. Me repito una y mil veces que no se va a volver a
repetir. Alexis llama a la puerta.
—Xenia, ¿estás bien?
—Sí —digo cerrando el
grifo y envolviéndome con una toalla—. Ya salgo.
Al salir, me agarra
de la cintura y me acerca a su cuerpo.
—Nena, esta noche
quiero terminar lo que hemos empezado. Necesito sentirte
—Alexis, no es lo más acertado. Vamos a trabajar juntos. Todo
el esfuerzo que he puesto en el trabajo para diseñar la campaña de
publicidad... No, no puedo.
No me deja terminar,
me atrae más hacia él y devora mi boca. Todo mi cuerpo reacciona a sus
caricias, a ese pasional beso, traicionándome. Cuando separa su cuerpo, se mete
en el baño y cierra, dejándome sumida en un mar de dudas. Le deseo, creo que
desde el primer momento que escuché su voz, pero la razón me dice que no
comience este juego. No será bueno, voy a salir herida. Debo pensar en Mikel,
él vive en Madrid, es un chico atractivo que está interesado en mí; ahora lo
sé, después del comentario de Facebook.
Borro de mi mente
cualquier pensamiento con Alexis y Mikel y comienzo a vestirme; el tiempo
apremia, debemos recoger y desayunar. El vuelo sale en una hora y media, pero
debemos facturar el equipaje. Me visto más rápido de lo normal, no quiero que
Alexis salga y me vea en ropa interior. Cuando él sale, ya está también vestido
y como siempre espectacular; tiene un brillo en los ojos que hace que le desee
aún más. ¿Por qué todo tiene que ser tan difícil?
—¿Estás lista?
—pregunta mientras sigo mirándole embobada.
—Sí, pero tenemos que
hablar de lo sucedido.
—Tenemos que irnos, hay casi dos horas de vuelo, hablaremos de
lo que quieras, Xenia, pero esta noche vas a ser mía. Te necesito…
Esa última frase la
ha dicho con un tono de súplica. No sé qué es lo que le pasa, pero ahora no es
lugar para entrar en una conversación de este tipo y perder el vuelo.
En el bufet cojo un
cruasán y un café para llevar, el chófer ya nos espera. Alexis toma algo de
fruta y un café y nos montamos en el coche rumbo al aeropuerto. Una rara manera
de desayunar, podría admitir, pero también diferente. Me gusta ser así, natural
y espontánea.
El tiempo que
permanecemos en el aeropuerto se me antoja eterno. Alexis está centrado en su
portátil, del que no se separa ni un minuto, y yo comienzo a leer un poco. No
me concentro, tengo grabadas en mi mente sus dos palabras: «te necesito». «¿Por
qué me necesita?», esa pregunta no deja de aparecer en mi mente.
Por megafonía avisan
de nuestro embarque, cojo el libro electrónico y lo meto al bolso. Creo que no
he llegado ni a leer una página, es una historia de amor entre dos personas que
proceden de diferentes posiciones sociales, sus familias no aceptan al chico,
que es el chófer de la familia adinerada. Todo un drama; ahora mismo no
necesito más historias tristes en mi vida.
Al acomodarnos en nuestros asientos de primera clase, miro
fijamente a Alexis. Parece evitarme durante unos momentos, tonteando de nuevo
con una de las azafatas más jóvenes. Eso me exaspera, cojo mi libro y me pongo
los cascos; si él no quiere afrontar una charla, yo no voy a seguir rogándole
con la mirada.
Durante el trayecto
sigo enfrascada en la lectura y en mi música. Alexis ni siquiera me dirige la
palabra e intenta interrumpir mis quehaceres. No le entiendo, cada vez se va
haciendo más real mi teoría de la doble personalidad.
Cuando llegamos a
Camboya ya nos espera el guía en el aeropuerto. Nos lleva hasta un hotel
situado en Siem Riap. Nos indica que nos queda un largo día de visitas, por lo
que dejamos las maletas en la habitación y bajamos rápidamente.
Nuestra primera
visita es el templo de Angkor, una maravilla arquitectónica de piedra del
imperio Khmer de hace novecientos años. Al finalizar la visita son las doce de
la mañana, pero el guía nos indica que lo mejor es comer ahora para seguir
visitando después todos los templos que hay en esta zona. Comemos en un
restaurante familiar, donde nos atienden muy bien y no tenemos que esperar
apenas para que nos sirvan la comida. Nos decantamos por un plato de pato con
miel, especialidad de la casa, exquisito, pero lo más impresionante es el
precio del menú: no llega a seis dólares por persona.
Continuamos nuestra excursión, visitamos el templo Ta Prohm,
uno de los más impresionantes, donde la naturaleza y la mano del hombre se
funden. Enormes árboles y gigantescas y nudosas raíces abrazan los edificios.
La naturaleza va invadiendo el templo como los tentáculos de un gigantesco
pulpo. Existen una serie de imágenes exteriores esculpidas en la piedra; es
curioso vislumbrar alguna imagen que asoma entre una intrincada maraña de
raíces. Este templo se hizo famoso porque en él se rodaron algunos de los
exteriores de la película Tomb Raider, de Angelina Jolie.
Nuestra siguiente
visita, de obligado cumplimiento, o eso es lo que el guía nos indica cuando
estamos llegando, es el templo Bayon. Está ubicado justo en el centro del
complejo denominado Angkor Thom, que no es otra cosa que los restos de una
gigantesca ciudad fundada en el siglo XII. Es un lugar muy enigmático, cuya
principal característica son sus cincuenta y cuatro torres con caras sonrientes
mirando hacia los cuatro puntos cardinales.
La última visita del
día, pues ya está empezando a ponerse el sol pese a que los días son más largos
en esta época del año, es Preah Khan. Se encuentra al noroeste de Angkor Thom.
Este complejo sirvió, además de lugar de culto y oración, como universidad, ya
que contiene bibliotecas al igual que ocurre en Angkor Wat. Preah Khan se
construyó a finales del siglo XII como templo budista. Dispone de cuatro
entradas en los puntos cardinales y volvemos a ver en este templo el equilibrio
arquitectónico al haber en todas sus puertas figuras de demonios y dioses
tirando de la serpiente para mantener la armonía del universo.
Como es costumbre en
nuestro viaje, nos hemos hecho varias fotos en los templos que hemos visitado,
pero esta vez no he podido acercarme mucho a Alexis; él tampoco lo ha
intentado, es como si estuviera huyendo de mí.
Al llegar al hotel,
totalmente agotados por el día que hemos vivido, me tumbo en la cama. Alexis se
tumba a mi lado en silencio. Durante unos minutos ninguno de los dos dice nada.
Sigo muy enfadada, pero necesito decirle todo lo que siento, lo que me provoca
este pesar; sacarlo fuera de mí porque me conozco y sé que si mantengo durante
más tiempo este silencio, solo empeorará.
Me coloco de lado,
apoyando mi codo en la cama y sujetando mi cabeza con la mano.
—Alexis, no te
entiendo —digo enfadada.
—¿Qué es lo que no
entiendes? —pregunta girándose e imitando mi postura.
—No entiendo tu
actitud.
—Xenia, como te dije el primer día que llegamos, hace poco
tiempo que mi prometida me dejó. Eres preciosa, te deseo, te necesito…, pero
hay momentos en los que los recuerdos me invaden. Estuvimos juntos cinco años,
estábamos planeando una boda y, de repente, ya no me quería…
Se hace el silencio,
me encantaría consolarlo, pero sigo firme en mis convicciones. Si antes no me
convenía por tener un proyecto conjunto que en breve tendré que presentar,
saber que aún no ha olvidado a su ex es la mejor manera de evitar sentirme
atraída por él.
—Alexis —digo
rompiendo el silencio—, no puedo decir que comparta tus sentimientos por un
abandono así. Mi relación terminó cuando me mudé a trabajar a Madrid, yo no
estaba enamorada y fue la mejor decisión que tomé. Pero sigo sin entenderte,
tonteas con todas las mujeres y después… actúas como alguien dolido.
—Lo sé, ni yo mismo
sé por qué a veces tengo estos cambios de humor, intento olvidarla, pero no es
fácil, y más cuando hace un mes me entero de que está embarazada de tres meses
y yo no soy el padre; nuestras relaciones sexuales siempre fueron con
protección. Siento contarte todo esto, Xenia, pero quiero que me entiendas. Sé
que te gusto y tú me gustas. —Le miro con desaprobación—. Xenia, no intentes
negar lo evidente, entre nosotros hay química, pero mi mente me traiciona. No
quiero empezar nada contigo, no quiero fastidiarlo, me pareces una persona
fascinante, me gustaría conocerte mejor, aunque creo que no es el momento
—Tranquilo, yo no quiero nada contigo, no sé cómo has llegado
a la conclusión de que me gustas. Eres un hombre muy atractivo, no lo niego,
pero no eres mi tipo.
—¿Y cuál es tu tipo?
¿Quizá Mikel? —pregunta con tono enfadado.
—Quizá, no lo conozco
mucho, aunque disfruto de su compañía —contesto desafiante.
—Seguro que él no
besa como lo hago yo —dice devorando mi boca, sin darme tiempo de reacción.
No rechazo su beso,
mi cuerpo una vez más me traiciona, reaccionando a sus suaves caricias en los
brazos. Después de unos minutos, reúno todas mis fuerzas y me separo.
—Xenia, por favor, no
me rechaces, no ahora. Te necesito, necesito sentir que soy importante…
Mi mente no me deja
decidir, me lanzo encima de él, le beso con pasión. No puedo soportar verlo
así, derrotado, me gusta y odio a su ex por haberlo dejado tan tocado.
Nuestras caricias se
hacen más sensuales y comienza a levantar mi camiseta, tirando de ella con
audacia. Observa mis pechos, enjaulados con un sujetador de encaje que
rápidamente desabrocha dejándolos por fin liberados. Los masajea y lame a su
antojo
—Alexis, no creo que sea la mejor manera de olvidarte de ella
—digo con un hilo de voz apenas imperceptible.
—Xenia… —exclama con
la voz entrecortada—. Necesito sentir que sigo vivo.
Me rindo de nuevo y
dejo que mi cuerpo disfrute de sus caricias. Cuando parece haberse saciado de
mis pechos, me gira con rapidez y me coloca debajo, sujetando mis brazos por
encima de la cabeza. Besa mi cuello y va descendiendo por mi cuerpo hasta mi
cintura. Suelta mis manos para desabrochar el botón del pantalón, bajándolo
poco a poco, deleitándose con la visión que le ofrece mi tanga de encaje a
juego con mi sujetador. Levanto mi cuerpo para que pueda quitarlo y lame mi
cintura, desciende lentamente, haciéndome desearlo más.
—Voy a disfrutar de
ti, voy a llevarte al séptimo cielo, quiero disfrutar de este momento sin
pensar en nada más, ¿estás dispuesta a sentir lo mismo?
Afirmo con la cabeza,
ahora mismo estaría dispuesta a cualquier cosa por que siguiera haciéndome
disfrutar.
Retoma sus caricias,
rozándome a cada paso con su lengua experta hasta llegar a mi pubis; se detiene
para observar cómo mi cuerpo le desea. Besa mis muslos y baja hasta mi clítoris
excitado. Succiona y lame a su anto jo mientras introduce un dedo
dentro de mí, con movimientos rápidos y expertos. Mi orgasmo no tarda en
llegar, haciendo que mi cuerpo convulsione de placer. Cuando se ha saciado de
saborear mi orgasmo, sube lentamente hasta mi boca para que pueda probar mi
sabor. Él aún continúa con la ropa puesta y decido desabrochar el pantalón y su
bóxer, liberando así su prominente erección. Tiro de su camiseta y beso su torso
desnudo. Acaricio su pene lentamente, está muy excitado.
—Xenia, necesito
estar dentro de ti, no creo que pueda aguantar mucho más tus caricias.
Asiento, abre el
cajón de la mesita y coge un preservativo; rasga rápidamente el envoltorio y
sin más preámbulos lo acomoda en su pene y me penetra lentamente.
La sensación es tan
placentera, que sin darme cuenta he comenzado a gemir. Él devora mis labios
para silenciarme y sigue penetrándome cada vez más rápido. Ambos nos movemos en
busca de nuestro propio placer y, cuando rozamos el orgasmo, pronuncia el
nombre de Bárbara. Mi mente se bloquea y freno los movimientos, él sigue
intentando bombear dentro de mí, pero me levanto de la cama y voy directa al
baño.
—¡Xenia! ¿Qué pasa?
—grita aporreando la puerta.
—Así que Bárbara es
tu ex, ¿no? —Abro la puerta enfadada
Se queda paralizado, creo que no ha sido consciente de haber
pronunciado su nombre.
—Xenia, yo… Lo
siento…
No quiero pensar ni
escuchar nada. Entro en la ducha y permanezco durante varios minutos debajo del
chorro dejando la mente en blanco. Mientras, él se ha quedado mirándome sin
hacer ni decir nada. Sé que aún no la ha olvidado, que sigue enamorado de ella;
me he bloqueado, sé que me lo había advertido, pero sentir que cuando estaba
llegando al clímax pronunciara su nombre es humillante.
Cuando salgo de la
ducha, me acerca la toalla y me envuelve en ella.
—Xenia, de verdad que
lo siento. No debería haberte hecho pasar por esto, pensé que estaba
preparado.
Le acaricio la cara
lentamente, su incipiente barba le da un toque de chico malo.
—Tranquilo, también
es culpa mía, debería haber frenado esta situación para no llegar tan lejos.
—Eres preciosa, Xenia
—dice besándome la frente—. La culpa es mía por intentar olvidarla contigo. Te
mereces algo mejor que yo.
Se mete en la ducha y ahora soy yo la que contempla cómo el
agua corre por su cuerpo desnudo. Cuando sale, me mira y me besa la mejilla.
—Quiero seguir
disfrutando contigo este viaje, me encanta tu compañía, pero no sé si estoy
preparado para algo más.
—Yo también quiero
desfrutar del viaje. Dejemos que el tiempo decida por los dos. No hay que
forzar la situación, si el destino quiere que algún día estemos juntos, lo
estaremos. Debemos descansar.
—Tienes razón,
vayamos a la cama.
Me tumbo encima de
él, me abraza e inspira con fuerza sobre mi pelo, aspirando el olor que el
champú ha dejado.
—Hueles de maravilla,
me relaja dormir contigo. Eres como la paz interior que necesito. Gracias,
Xenia, buenas noches —concluye y me besa en la coronilla.
—Buenas noches,
Alexis.
***
Por la mañana me despierta dándome un tierno beso en la
mejilla. Estoy encantada de estar así, aunque mi mente lujuriosa no deja de
pensar en su cuerpo, casi desnudo, pegado a mí y en su prominente erección.
—¡Buenos días, bella
durmiente!
—Buenos días, ¿qué
tal has dormido? —pregunto.
—Desde que duermo
contigo, descanso bien y no me despierto.
—Me alegro. Vamos a
vestirnos, hoy nos espera un largo día. Este viaje es impresionante, pero a la
vez agotador.
—Tienes razón, pero
es lo que tiene estar solo unos días en cada lugar, que los guías se empeñan en
enseñarnos lo máximo posible.
—Sí, pero yo también
quiero ver todo lo posible —comento riéndome
Nos vestimos y nos preparamos para las visitas de hoy. El
segundo día en Camboya vamos a la capital, Phnom Penh, donde conocemos el
Palacio Real, lugar donde residen los reyes de Camboya, y la Pagoda de Plata,
más conocida como Wat Preah Keo, en cuyo interior se encuentran tesoros nacionales
como el Buda Esmeralda, en cristal, y otra multitud de tesoros.
Por la tarde, después
de comer en un restaurante de comida camboyana, nos dirigimos a Phnom Penh,
visitando el Palacio Real, Wat Phnom y, por último, el Killer Fields, un museo
donde se muestran las atrocidades del régimen jemer del UCKRR[1].
Al regresar a Phnom
Penh, casi coincidiendo con la puesta de sol, visitamos el lago Boeng Tompun,
un lugar maravilloso rodeado de humildes casas que visto al atardecer se
convierte en un precioso paraje para enamorados. Alexis me mira con esos
preciosos ojos verdes y, durante al menos una hora, paseamos por sus orillas
cogidos de la mano.
Al llegar al hotel,
decidimos cenar en el restaurante. Es la primera vez que disfrutamos de una
cena juntos que no sea en nuestra habitación. Nos ofrecen una mesa más íntima,
confiriendo a la noche un toque de romanticismo
—Xenia, me gustas mucho. —Carraspea y continúa mientras me
coge la mano—. Sé que lo que te voy a pedir no es justo, pero me gustaría que
me dieras una oportunidad para conocernos mejor. Durante este viaje y después,
cuando estemos en España. Estoy seguro de que será difícil por la distancia,
pero contigo me siento en paz, feliz. Me gustaría darle una oportunidad a lo
nuestro.
—Alexis, no sé, estoy
muy confundida ahora mismo, el trabajo, el viaje, tú…
—Solo te pido que lo
pienses si crees, como yo, que entre nosotros hay esa química; y que tengas
paciencia conmigo, yo quiero luchar por lo que sea que tenemos.
—Lo intentaré.
Después de disfrutar
de una bonita velada, ya en la habitación, agotados, nos tumbamos y, abrazados,
nos dormimos.
Capítulo 6: Bangkok
Al llegar a Bangkok,
nuestro tercer destino, algo en Alexis cambia. Su cara, su expresión, me dice
que ha vuelto a acordarse de su ex. Durante toda la visita al templo Wat Suthat
no hemos hablado, solo admirado sus tres grandes esculturas de budas, así como
el resto de esculturas chinas, que representan a los veintiocho budas nacidos
en la Tierra, y las paredes llenas de pinturas increíbles que cuentan la
historia de Bangkok.
Continuamos el día
visitando el Gran Palacio Real, conjunto arquitectónico del siglo XVIII. El
edificio más importante del palacio es el templo Wat Phra Kaew, en él se
encuentra el buda Esmeralda, tallado en jade en el siglo XV y con solo cuarenta
y cinco centímetros de altura; es el más valioso y venerado de Tailandia.
Durante todas las
visitas a los templos, Alexis se ha mantenido impasible, ni siquiera ha querido
hacerse una foto.
Al llegar al templo Wat Traimit, intento hablar con él, pero
se cierra en banda. En este lugar admiramos el buda de oro macizo en su planta
superior, visitado cada día por cientos de devotos que ofrecen sus rezos y
donaciones al buda.
Nuestra mañana
finaliza con la visita al último piso de la torre Baiyoke, donde vamos a comer.
Allí se sirve un bufet de comida internacional, con unas vistas impactantes.
Subimos en el ascensor del hotel, que en unos pocos segundos te eleva hasta el
último piso. Debido a la sensación, me aferro a Alexis, abrazándome.
—¿Estás bien?
—pregunta cuando salimos.
—Ahora sí, pero he
tenido una sensación extraña en el estómago. Siento haberme abrazado a ti, sentí
miedo.
—No pasa nada.
—Álex, ¿qué te ha
pasado durante toda la mañana?
—¿Álex?
—Sí, me gusta, ¿a ti
no?
—Sí, es solo que hacía mucho tiempo que nadie me llamaba así,
mi padre solía hacerlo cuando era pequeño.
—Si te molesta, puedo
volver a llamarte Alexis, pero… —Me interrumpe poniendo un dedo en mis labios.
—No…, cuando sale de
tu boca, suena… sensual. Me gusta.
—Pues te llamaré así.
¿Puedes contarme qué es lo que te ha sucedido hoy?
—Cuando estemos
sentados. Vamos a elegir la comida. Mira, hay comida asiática, italiana, hasta
comida española. Creo que hoy me voy a decantar por algo de nuestra tierra, lo
echo de menos, ¿tú no?
—La verdad es que sí,
pero no sé cómo será la comida española aquí.
—Probémosla y lo averiguaremos.
Alexis se decanta por
un arroz parecido a la paella y un filete de ternera a la plancha, mientras que
yo cojo un plato de pasta y pollo.
—¿Vas a contarme qué
te pasa, o tengo que sacártelo a la fuerza? —digo apuntándole con un cuchillo a
modo de burla.
—Hace dos años estuve con Bárbara aquí. Ella es modelo; tenía
un desfile, cogí unas vacaciones y quise acompañarla. Estuvimos cinco días. Cuando
comenzamos este viaje, no me acordaba, pero al llegar al aeropuerto, todo ha
venido como un flash a mi memoria, Xenia, lo siento. No puedo evitar acordarme
de ella.
—Álex, es normal,
hace poco tiempo que habéis roto, llevabais juntos mucho tiempo. Pero te pido
que disfrutemos de este viaje, sé que en algunos momentos te acordarás de ella,
pero hay que olvidar el dolor y vivir la vida.
—Tienes razón, tengo
que pasar página, olvidarme de ella. —Me coge la mano y la besa—. Por ti estoy
dispuesto a olvidarla.
Me quedo inmóvil, sin
palabras; es lo más bonito que nadie me ha dicho.
—Gracias —contesto
con un hilo de voz.
Al salir del
restaurante, el guía nos conduce al barrio de Chinatown, donde lo más destacado
es la Puerta de China. De marcado estilo chino, fue construida en el año 1999
en conmemoración del cumpleaños del rey. Desde su construcción este es un lugar
de celebración y ofrendas donde se llevan a cabo diversas celebraciones del Año
Nuevo Chino.
Hasta las siete de la tarde continuamos recorriendo este
barrio donde, aconsejado por el guía, Álex ha reservado una cena-crucero por el
río más grande que cruza la ciudad: el río Chao Phraya. Dentro del barco nos
sirven una cena tipo buffet, la cual es amenizada por cantantes tailandeses que
a su manera interpretan en todos los idiomas, animando al variado público de
todas las nacionalidades. Uno de los bailarines comienza a sacar a la gente y
Álex me anima. Es un baile que no conozco, pero la música hace que mi cuerpo se
mueva y por lo menos consiga llevar el ritmo. El chico que baila conmigo me da
vueltas y agarra mi cintura para moverla al son de la música. Me estoy
divirtiendo girando y moviéndome desinhibida, hasta que Álex tira de mi brazo,
doy una vuelta y consigue agarrarme de la cintura para que no me caiga.
—Xenia, me has puesto
a mil con tu baile, creo que no hay un hombre en todo este barco que no te
desee en estos momentos.
—Álex, no digas
bobadas, solo estaba intentando seguir el ritmo. Nunca antes había bailado esto.
—Lo haces muy bien,
tienes una manera de bailar tan sensual… —dice mientras seguimos bailando,
abrazados.
—Gracias —contesto un
poco avergonzada—. No era mi intención excitar a nadie.
—Me imagino, pero créeme si te digo que a más de uno nos has
excitado. Suerte que solo yo puedo tocarte, tenerte… —susurra a mi oído
mientras deposita suaves y tiernos besos en mi cuello.
—Álex, no es buena
idea —digo jadeante.
—Tienes razón, ahora
no es buena idea, pero esta noche…
No contesto, no
quiero pensar en nada más ahora mismo. Me encuentro entre sus brazos, bailando,
y es el lugar donde ahora mismo quiero estar. La atracción que siento por Álex
se va haciendo cada vez mayor a cada minuto que pasa. Estoy dispuesta a dejarme
llevar porque sé que me necesita, aunque siendo sincera, yo también le necesito
a él.
Al salir del crucero,
agarrados de la mano como dos enamorados, nos encaminamos al mercado Patpong,
no está muy lejos de donde nos encontramos, a unos quince minutos a pie, y el
guía nos ha recomendado visitarlo. Es un lugar curioso donde hay un mercado
lleno de tiendas con multitud de falsificaciones de grandes firmas, bares de
copas, restaurantes, hoteles y clubs nocturnos. Hemos comprado algunas cosas de
recuerdo y también algunas imitaciones para regalar.
Según vamos andando, descubrimos varias tiendas de artículos
eróticos. Álex me enseña varios vibradores y artículos extraños, en más de una
ocasión hace la tentativa de querer llevárselo, pero al final solo se decanta
por un gel lubricante de frutas de la pasión.
Cuando llegamos al
hotel, después de ver todos esos artilugios, del baile en el bar y de la noche
mágica, Álex no puede contenerse y, cuando el ascensor cierra sus puertas, me
acorrala devorando mi boca con lujuria, masajeando mis pechos y acariciando mis
nalgas. Al llegar a la habitación, totalmente excitados, tiramos todo lo que
hemos comprado y nos dirigimos a la cama. Enseguida quiero probar el efecto del
lubricante, le despojo de sus pantalones y calzoncillos, y unto en su pene una
pequeña cantidad. Comienzo a degustar el sabor, mezclado con su excitación.
Poco a poco voy devorando su miembro mientras le oigo jadear y masajeo sus
testículos, aumentando la velocidad de mis movimientos. No tarda mucho en
llegar al clímax. Una vez recuperado, se coloca un preservativo y me penetra
lentamente, con dulzura, mientras se apodera de mi boca, masajeando mis pechos.
Con cada movimiento siento cómo mi cuerpo comienza a convulsionar, hasta que
llego al orgasmo más devastador que he tenido nunca. Con dos embestidas más,
Álex se deja ir, pronunciando mi nombre.
Con nuestros cuerpos
aún recuperados, me tumbo encima de su pecho, escuchando cómo su corazón late
con mucha fuerza.
—Xenia, gracias por hacerme volver a sentir, por devolverme a la
vida.
Me besa en la frente
y, extasiados, nuestros cuerpos se relajan y Morfeo aparece sumiéndonos en un
profundo sueño.
***
Al despertarnos la
mañana siguiente, aún desnudos, me besa con pasión.
—Buenos días,
princesa.
—Buenos días, Álex.
No quiero moverme de la cama —digo agotada y pesarosa.
—Vamos, tenemos que
ducharnos y disfrutar de otro día en Bangkok. Solo espero que sea un día tan
maravilloso como el de ayer —concluye besándome y levantándonos a los dos.
Me abrazo a su cuello
y me lleva como si fuera una pluma en brazos, es una bonita sensación que
además es la primera vez que experimento.
—¿No me tirarás o me
dejarás caer?
—Nena, ¿por quién me tomas? —dice haciendo un gesto como de
tirarme—. Ahora en serio, me importas mucho. No podría dejar que te pasara nada
malo.
—Gracias, tú también
me importas mucho.
Antes de bajarme me
suelta, pero me mantiene firme, sujetándome por la cintura y besándome en los
labios; primero un simple beso, pero mi deseo enseguida enciende mi cuerpo y me
lanzo a devorar su boca.
Continuamos
besándonos y acariciándonos sin meternos en la ducha. Pero Álex, consciente de
la hora, decide poner fin a este sensual juego.
—Xenia, te juro que
te deseo, pero quiero disfrutar del lugar, me apetece compartir contigo cada
minuto de este viaje, ahora creo que debemos ducharnos y bajar a desayunar.
Esta noche prometo compensarte.
Pongo cara de pena y
me recompensa con un tierno beso en la frente.
—Así no conseguirás
ablandarme, aún no has descubierto mi punto débil, aunque cuando lo hagas
estaré perdido —dice guiñándome un ojo
Nos duchamos juntos para evitar tardar más tiempo del
necesario y bajamos a la zona del desayuno, donde el guía ya nos espera.
Lo primero que nos
propone nuestro joven guía es tomar un ferri para cruzar el río Chao Phraya
hasta el Wat Arun. Disfrutamos del viaje juntos, con su cuerpo pegado a mi
espalda, su barbilla en mi hombro y sus brazos rodeando mi cintura.
Una vez regresamos de
nuestro bonito viaje, nos encaminamos en tuk tuk[2] hasta el distrito de Phra
Nakorn, donde visitamos el templo Big Buddha (Wat Indraviharn), que alberga uno
de los budas más impresionantes de Bangkok. Conocido como el Big Buddha o el Buda
de Pie, de treinta y dos metros de altura, representa la figura de Maitreya
(compasivo).
Nos dirigimos al
centro comercial Siam Paragon para comer y posteriormente continuar nuestro día
con la visita al Siam Ocean World; es uno de los oceanográficos más grandes de
toda Asia. Diez mil metros cuadrados para unos treinta mil animales marinos y
cerca de cuatrocientas especies diferentes. Está dividido en siete zonas según
ambientes, y descubrimos criaturas fascinantes. No solo encontramos peces, sino
que también vemos nutrias, focas, pingüinos, etc. Un lugar en el que nos
perdemos durante horas y disfrutamos de un fascinante mundo marino
Nuestra última visita en Bangkok es el conjunto de templos Wat
Thewarat Kunchorn Worawiharn. Aunque Bangkok está llena de templos
espectaculares, estos son apenas visitados por turistas porque no salen en las
guías turísticas, solo aquellos que conocen muy bien la zona pueden disfrutar
de estos maravillosos edificios. Llegamos a través de un barco-taxi que va por
el río. En el templo principal hay un buda espectacular, con más de mil años,
hecho de bronce y recubierto en oro.
Al regresar ya casi
de noche, decidimos cenar en un restaurante lejos de la zona centro, que está
menos concurrida y podemos desconectar del bullicio que el mercado nocturno
ofrece. Optamos por un restaurante llamado Sawasdee House en el que destacan su
decoración y la amabilidad de sus camareros. El restaurante está repleto de
figuras de los más diversos estilos. El ambiente nocturno es muy de moda, goza
de buena música y una iluminación mínima, muy acertada para nuestra cena. Nos
dejamos aconsejar por el camarero y disfrutamos de una velada inolvidable.
Al llegar al hotel,
Álex no puede contener las ganas que tiene de estar conmigo, pero esta vez,
cuando subimos en el ascensor, una anciana pareja, que parece ser europea, nos
acompaña. No podemos dar rienda suelta a nuestras necesidades, pero me agarra
de la mano y la acaricia con un dedo, despacio, haciéndome sentir algo que
nunca antes había experimentado, ni con mi ex.
El ascensor se abre en nuestra planta y los ancianos se
despiden no sin antes dejarme asombrada del perfecto castellano que hablan y de
sus palabras:
—Señorita, es usted
afortunada, los ojos del caballero tienen el brillo de un hombre enamorado. Mi
marido siempre tiene los ojos brillantes cuando me mira —dice estrechando sus
manos—. Les deseo toda la felicidad del mundo y que logren llegar a estar
juntos durante al menos cincuenta años, como llevamos nosotros —comenta la
mujer.
—Muchas gracias y
buenas noches —responde Álex; yo me he quedado sin palabras.
—Buenas noches
—responden al unísono.
Al entrar en la
habitación en el más absoluto silencio, nos miramos fijamente, reflexionando
sobre las palabras de la anciana. Algo en mí está cambiando; llevamos una
semana juntos desde que salimos de Madrid, y aunque creo que es imposible
sentir amor, debo admitir que nuestra conexión ha ido aumentando con el paso de
los días, aunque siempre pensé que se debía al sexo, al deseo de nuestros
cuerpos.
—Xenia, ¿estás bien?
—pregunta un poco preocupado.
—Sí, es solo que, no sé…, las palabras de la mujer me han
hecho pensar un poco en nosotros, en este viaje…, en cuando se acabe y volvamos
a nuestras vidas tan diferentes…
—Xenia, deja de
pensar y vivamos el momento, nunca sabemos lo que el destino nos tiene
preparados. La vida hay que disfrutarla día a día y aceptar lo que nos va
deparando.
—Tienes razón, día a
día. Y hoy quiero que sea especial, que nunca me olvides —digo tirando de su
mano para ir hasta la cama.
—Creo que nunca podré
olvidar ni un solo minuto que he pasado contigo.
Nos fundimos en un
tierno beso, sensual, apasionado, pero nada que ver con los que hemos
protagonizado los días anteriores. Sus caricias son diferentes, creo que la
anciana tenía razón, ambos estamos sintiendo el amor, lo que temo es perderlo
cuando el viaje se acabe.
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