lunes, 30 de abril de 2018

Algo más que Asia - Rose B. Loren



Resumen: Una joven española, Xenia Velásquez, gana en un concurso de radio un viaje por diversos países de Asia. El viaje debe realizarlo con un joven, quien también es ganador del mismo concurso. Los dos ganadores no se conocen y viven en diferentes ciudades. La trama de la novela mezcla la descripción de los países que visitan y los intercambios amorosos de los dos jóvenes afortunados que ganaron quince días de vacaciones por países exóticos del lejano oriente.

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Capítulo 4: Hanói
    
   Cuando llegamos a Hanói son las nueve de la mañana; una persona nos está esperando para llevarnos al hotel. Nos registramos y nos acomodan en la que durante dos días será nuestra habitación. El lujo está servido, es uno de los mejores hoteles y la habitación es espectacular.
   Lo primero que hago, de forma instintiva, es mirar la cama. Suspiro aliviada al comprobar que es bastante grande, de unos dos metros; no tendremos que tocarnos si no queremos. Como solo vamos a estar dos días en cada sitio, no saco de la maleta más que lo imprescindible. Alexis hace lo mismo.
   —Voy a darme una ducha si no te importa, hasta las tres no comienza la excursión.
   —Podríamos compartir la ducha…—exclama con su voz gutural y a la vez sensual.
   —¡No!
   —Nena, no te resistas, este viaje es para disfrutar del sexo y, bueno, también de Asia
—Vamos a dejar clara una cosa: no me gusta tu actitud, tratas a las mujeres como si fuéramos objetos. Yo no he venido aquí para disfrutar del sexo, esta era una oportunidad de disfrutar de un estupendo viaje. Es posible que tarde años en poder costeármelo. A diferencia de ti, director ejecutivo, yo soy una mísera becaria que no puede permitirse ni siquiera ir a ver a sus padres. Y sí, también participé para encontrar un hombre con el que disfrutarlo, pero veo que en eso no tuve tanta suerte.
   Entro en el baño y cierro la puerta de golpe. No le he dejado contestarme. Estoy tan enfadada, que si hubiera permanecido un minuto más delante de él, le habría abofeteado. Es insoportable la mayoría de veces. Mientras me estoy desvistiendo llama a la puerta.
   —Xenia, lo siento. ¿Puedo entrar?
   —Ahora mismo no. ¿Qué quieres?
   —Siento mi comportamiento. Yo no debía haber venido a este viaje, me gastaron una especie de broma mis amigos apuntándome; hace menos de dos meses que rompí con mi prometida, estoy un poco tenso y... —Hace una pausa y abro la puerta envuelta en una toalla—. Siento haber sido tan idiota, creo que deberíamos comenzar de nuevo
—Alexis, yo tampoco he sido muy amable, pero tu comportamiento me exaspera. Creo que lo mejor es olvidarnos de todo e intentar disfrutar de este viaje. Mi nombre es Xenia Velázquez, tengo veinticinco años y soy becaria en Diseños Cantalapiedra.
   —¡No es posible! —exclama.
   —¿El qué? —pregunto intrigada.
   —Que trabajes para esa empresa. Os hemos encargado un proyecto, Star Sweet.
   —¡Es mi proyecto! —exclamo emocionada—. ¡Será cosa del destino!
   —Eso será. Creo que no es momento de hablar de trabajo, hemos venido aquí por placer, ya tendremos tiempo cuando regresemos —concluye—. Mi nombre es Alexis Poveda, tengo veintiocho años y, como bien sabes, soy director ejecutivo de Sweet Dreams. 
   Estrechamos nuestras manos y me meto en el baño con la cabeza llena de dudas. Me parece un hombre atractivo, pero no voy a dejarme embaucar por sus encantos. Lo que sí es increíble es que sea el director ejecutivo de la empresa para la que he trabajado tan duro durante estos últimos días. Quizá sea el destino, que ha querido que nos conozcamos, pero tengo claro que con toda seguridad ahora no puedo tener nada más con él que una relación de amistad. 
   Cuando salgo de la ducha, vestida y más calmada, veo que está hojeando una guía de restaurantes de la zona. Ahora es él quien entra, pero antes de hacerlo me mira y me dedica una sonrisa de las que te quitan el sentido.
   Cuando termina con su aseo, sale con el pelo humedecido; está tremendamente sexy, creo que voy a tener que hacer acopio de todas mis fuerzas para contener mi lado salvaje y lanzarme a sus brazos.
   El teléfono suena para sacarme de mis lascivos pensamientos. Nos avisan que en recepción se encuentra el guía que va a mostrarnos la ciudad durante el día de hoy.
   La primera visita es el mausoleo de Ho Chi Minh, una construcción faraónica situada en la plaza Ba Dinh. Allí reposan los restos momificados del que fuera el padre de la revolución y del Vietnam moderno. Ho Chi Minh dejó escrito que cuando muriera se incineraran sus restos. Sus sucesores desobedecieron su último deseo, así que lo momificaron y su cadáver está expuesto en dicho mausoleo
Después de la visita del mausoleo y la residencia de Ho Chin Mihn, nos dirigimos al lago Ho Tay. Es espectacular, el mayor lago al noroeste de Hanói. A su vez es un lugar popular en Hanói por sus muchas pagodas, como Tran Quoc y Trn Quc Thanh Niên, las cuales visitamos solo por fuera, pues ya es la hora de comer. 
   Nos encaminamos a un restaurante a degustar la comida típica vietnamita. El guía nos aconseja pedir pho, que consiste en una sencilla sopa de fideos de arroz que a menudo se come como plato de desayuno en casa o en los cafés callejeros, pero también se sirve en los restaurantes como plato de almuerzo. También nos aconseja el pho bo, que contiene carne de vacuno, y el pho ga, que contiene pollo. Yo me decanto por el segundo y Alexis por el primero. La comida no es uno de mis fuertes, por eso reconozco que no soy una buena comensal. Dejo la mitad de la sopa y parte del plato de pho ga.
   —¿No te gusta la comida? —pregunta Alexis al verme haciendo esfuerzos para comer.
   —No es eso. Suelo comer poco y reconozco que no está mal, pero no tengo mucha hambre.
   —Deberías comer más —dice regañándome como si fuera una niña.
   —Lo sé, pero no me entra nada más
Suspira como si fuera un padre que pierde la paciencia y se centra de nuevo en su comida. Mientras tanto, soy yo la que me deleito viéndole comer. Es tan correcto, que a veces me dan ganas de pincharle con el tenedor para ver si realmente es de verdad o es una ilusión.
   Al terminar continuamos nuestro viaje. Hay mucho que visitar y solo tenemos dos días, por lo que no podemos perder ni un minuto. Nos dirigimos en coche al corazón de Hanói, a las orillas del lago Hoam Kiem.
   El guía nos explica que la ciudad de Hanói, debido a la humedad y también al dióxido de carbono que sueltan la inmensa cantidad de motos, casi siempre aparece envuelta en una ligera bruma, y un sitio donde se puede apreciar esa bruma es en el lago de la Espada Restaurada, situado en el centro de la ciudad. El lago tiene una isleta en la que está uno de los templos más fotografiados y que tiene una leyenda parecida a la del rey Arturo, pero en Asia. Se trata del templo de Den Ngoc Son. 
   Para finalizar el día, nos dirigimos a pie a la catedral de San José de Hanói, también llamada la pequeña Notre Dame. Construida bajo la dominación francesa, es de estilo neogótico, y en el exterior, frente a la puerta de entrada, se halla una imagen de la Virgen María dando la bienvenida. Se trata de la iglesia más antigua de la ciudad. Es una auténtica maravilla. Mis manos no dejan de hacer fotos como una turista más. Sin pensarlo, le pido al guía que nos haga unas fotos a Alexis y a mí juntos. Debemos poner fotos en el muro de la cadena, es una bonita ocasión para comenzar. Agarro su mano y tiro de él para que me siga. Nos colocamos uno junto al otro, pero es el guía quien nos incita a que nos pongamos más juntos, imagino que piensa que somos una pareja. Alexis me coge por la cintura y coloca su cabeza encima de mi hombro. Mi cuerpo se ha tensando. Sentirlo tan cerca, con su perfume…
   —Xenia, estás muy tensa. Relájate, es solo una foto. Sonríe para que se ilumine más tu preciosa sonrisa —susurra.
   Sus palabras hacen que mi cuerpo se tense aún más. Tenerlo tan cerca y su sensual voz han comenzado a excitarme. No creí que un contacto y unas bonitas palabras pudieran provocarme de esa manera.
   —Xenia, relájate, por favor —vuelve a susurrarme y me besa la oreja.
   Intento serenarme como puedo. Sé lo que intenta, que caiga rendida a sus pies; pronto tendremos que regresar a la habitación. No voy a sucumbir a sus encantos, aunque tenga que dormir en la bañera.
   Después de unas cuantas fotos y la visita a la catedral, nos dirigimos al hotel. Estamos exhaustos, aún nos quedan muchas cosas que visitar, pero tenemos otro día. Cuando llegamos, decidimos pedir la cena en la habitación. Comenzamos a ver las fotos que hemos tomado y a reírnos de ciertas poses. Elegimos unas para colgar en el muro de la emisora mientras nos comemos lo que nos han traído tumbados en la cama. La verdad es que agradezco que el ambiente se haya relajado. Cuando terminamos le digo que estoy cansada y que me apetece descansar. Me pongo mi camisón, uno sexy de encaje, y salgo del baño. Veo como se fija en mis pechos y mis pezones responden a su mirada lujuriosa. Él se ha quedado en bóxer y, la verdad, ver su prominente entrepierna no me ayuda nada.
   Nos tumbamos cada uno a un lado de la cama, sin decir nada. El ambiente está tenso, pero ninguno de los dos parece estar dispuesto a dar rienda suelta a la tensión sexual que se palpa en el ambiente. Tras esperar varios minutos, cierro los ojos intentando conciliar el sueño. Sentirlo cerca y su respiración agitada me están excitando de una manera indescriptible. Pero he decidido no caer en sus redes, necesito concentrarme y evitar su contacto. Me pongo en la esquina de la cama haciendo acopio de todas mis fuerzas y, gracias al cansancio, mi cuerpo se deja vencer por Morfeo.
   ***
   Por la mañana me encuentro totalmente pegada a él y sus brazos me rodean. Huele de maravilla y no quiero moverme para no despertarle, pero mi respiración comienza a agitarse cuando siento su erección cerca de mis nalgas. La verdad es que mi deseo lleva ventaja a la razón, pero como si el destino se hubiera aliado conmigo esta vez, se despierta y me giro. Nuestras miradas se encuentran. 
   —Buenos días, ¿te importaría quitarme el brazo de encima? Necesito ir al baño —digo intentando no mirarle fijamente.
   —Buenos días, que conste que tú viniste primero a mí. Además, faltan las palabras mágicas —contesta con su bonita sonrisa.
   —Por favor. 
   Veo cómo duda un momento, pero al final cede y me deja suelta. Se lo agradezco; su contacto estaba ejerciendo en mí un poder sobrenatural. Salgo de la cama y me voy a la ducha. Necesito que el agua despeje mis lujuriosas ideas. «No puedo, no quiero sentir nada por él», repito una y otra vez en mi mente.
   Un toque en la puerta me asusta y me saca de mis pensamientos.
   —Xenia, siento molestarte, pero tenemos solo quince minutos para prepararnos y bajar a desayunar. ¿Sería mucho pedir que salieras rápido para poder darme una ducha?
Salgo envuelta en una toalla, recojo la ropa que me voy a poner, y me dirijo a la habitación para darle tiempo a él a ducharse.
   —Voy a vestirme en la habitación, te rogaría que tú lo hicieras en el baño y, antes de salir, me preguntes si estoy lista.
   —Xenia, ¿has dormido semidesnuda y ahora te da vergüenza? ¿Crees que voy a asustarme por verte desnuda?
   —No digo que te vayas a asustar, pero a mí no me apetece. Por favor…
   —Te avisaré… —dice finalizando la conversación.
   Con su afirmación, me quito la toalla enrollada en mi cuerpo sin miedo a que me vea desnuda. Aplico mi crema y cuando me estoy colocando la ropa interior, siento como unos ojos me observan; no sé cómo es posible, pero mi corazón ha latido más acelerado cuando he notado su presencia.
   —Alexis, te dije que me avisarás —digo enfadada—. Gracias por respetarme.
—Xenia, no te enfades; se me olvidó el bóxer, quería ir despacito hacia el armario, ni siquiera he mirado tu lindo culo —contesta con la voz entrecortada. 
   —Ya… —gruño enfadada y me doy la vuelta para que me observe. Si quiere jugar, vamos a jugar a mi juego.
   Envuelto en una toalla, se queda observando mi cuerpo tapado por una ropa interior de encaje que deja muy poco a la imaginación. Cojo la camiseta y sin premura comienzo a ponérmela de manera sensual; hago lo mismo con los pantalones. No se ha movido, parece que se ha quedado clavado al suelo. Mientras, yo observo su torso desnudo deseando que acabe ya esta locura que ha subido al menos diez grados el calor en la habitación.
   —¿Contento? —pregunto.
   Sin decir palabra se dirige al armario, coge el bóxer y se quita la toalla dejándome a mí ahora casi sin respiración. Verle de espaldas, observar su cuerpo musculado y desnudo es lo mejor que me ha pasado en meses
Trago el nudo de mi garganta y, como puedo, llego al baño a refrescarme un poco. Tras serenarme y centrar mi mente en lo que realmente importa, este viaje, consigo peinarme y maquillarme un poco. Al salir le veo sentado en la cama, esperándome. Para no variar, está radiante.
   —¿Estás lista? —pregunta mientras se levanta.
   —Sí —contesto. 
   El desayuno es bufet libre, cojo fruta y una taza de café con leche y me siento en una mesa mientras observo cómo la mayoría de las mujeres admiran a Alexis. Su camiseta ajustada y sus pantalones marcando su bonito culo hacen que parezca un adonis. Al sentarse a mi lado, algunas de las mujeres me miran con envidia. Me siento triunfadora en esa batalla de miradas, pero cuando realmente lo pienso, llego a la conclusión de que estoy igual que ellas, no es mi hombre, es solo mi compañero de viaje.
   Todo transcurre con normalidad, ninguno de los dos hablamos de lo ocurrido y casi agradezco su silencio. Ha sido una situación bastante incómoda que desearía no haber vivido. Aunque me ha encantado verlo desnudo
Al terminar, el guía nos está esperando. Este segundo día nos tiene preparadas varias visitas a los museos de la zona. Comenzamos con el Museo de Etnología, que presenta varias salas temáticas de la vida tradicional de las diferentes etnias de Vietnam, oficios artesanos, vestimentas. Cuenta con una librería con publicaciones acerca de la cultura de Vietnam, un centro de conferencias y multimedia. Las salas del museo están distribuidas en dos pisos y además cuenta con un museo exterior, al aire libre. Una visita de lo más instructiva, por lo menos para mí, pues he visto a Alexis bostezar en varias ocasiones. Soy consciente de que, si no te gusta la historia, pueden resultar aburridas la charla y las casi dos horas que hemos permanecido en el museo, pero a mí me ha encantado descubrir las diferentes etnias y casas vietnamitas.
   Nuestro segundo destino es el palacio Presidencial o el palacio de Ho Chi Minh, un magnífico edificio enclavado en una espectacular zona ajardinada. Data de la época colonial y fue construido en mil novecientos seis por los franceses para ser residencia de las máximas autoridades en Vietnam. Es del más puro estilo francés, de color amarillo y con las puertas de hierro forjado. Todo el conjunto es completamente europeo y lo único que lo diferencia son los magníficos jardines asiáticos, con estanques y una gran arboleda donde predominan los árboles de mango. 
   Nos hemos fotografiado en los preciosos jardines. Alexis ha intentado coger un mango, pero enseguida ha acudido uno de los responsables del palacio para evitar que cogiera la fruta prohibida, así es como la hemos denominado después de salir del recinto. Ver la cara del guarda y la de Alexis en ese momento ha sido inolvidable. Mis carcajadas podían oírse en todo Hanói. Él parecía enfadado, pero enseguida se ha contagiado de mis risas y ha corrido hasta mí para hacerme un placaje e intentar que dejara de reírme. Estoy segura de que a ojos de todo el mundo parecemos una pareja, y es que a mí también me lo parece en muchas de las ocasiones, cada vez disfruto más de su compañía, de su espontaneidad. 
   A la hora de comer, Alexis decide elegir restaurante. Hemos pedido Bun Bo Hoe, rollitos vietnamitas y fruta del dragón. Estamos hambrientos y esta vez no he dejado nada.
   —Buena chica, así me gusta. Tienes que comer bien, Xenia. El viaje es muy duro. Aunque la comida no te guste, debes intentar alimentarte como es debido.
   —Sí, papá —contesto con sorna.
   Me mira y comienza a reírse, no tardo en contagiarme. Es un día estupendo, hacía tanto tiempo que no me sentía tan feliz, y todo se lo debo a él.
   Por la tarde visitamos el lago Truc Bch, situado cerca del centro histórico de Hanói, adyacente a la costa oriental del lago Ho Tay. En los años cincuenta se construyó la carretera Thanh Niên para separar los dos lagos.
Durante el reinado del señor de la dinastía Trinh, Trinh Giang, un palacio fue construido en la orilla del lago. El edificio primero sirvió como palacio, pero más tarde fue convertido en una prisión de concubinas reales culpables de delitos. La seda que producían se hizo famosa por su belleza.
   Tenemos planeada otra visita, pero el cansancio empieza hacer mella en nuestro cuerpo y, aunque nos gustaría seguir visitando la ciudad, hablamos con el guía para poder descansar. Al día siguiente partiremos para Camboya temprano, debemos descansar, aún nos quedan muchos días de viaje.
   Ya en la habitación del hotel, esperando la cena, una sensación me inquieta. Hemos pasado un día inolvidable, hemos actuado como una pareja, pero en la intimidad, Alexis es reservado, casi no habla. Mi cansancio y mis ganas de evitar que los sentimientos que comienzo a sentir se hagan más fuertes hacen que decida irme a la cama.
   —Buenas noches, Alexis. Estoy agotada, creo que lo mejor es que descanse.
   —Voy a colgar las fotos y yo también me iré a la cama. Descansa, buenas noches.
   Intento conciliar el sueño. Dando vueltas de un lado para otro, no entiendo a este hombre, me tiene totalmente desconcertada. Me levanto a beber agua y le veo pegado al portátil, con cara de enfadado.
—¿Pasa algo?
   —¿Conoces a un tal Mikel Sastre?
   Su pregunta me desconcierta, le miro extrañado y me enseña un comentario en una de las fotos que hemos colgado el día anterior.
   Xenia, como siempre, preciosa. Alexis, no te encapriches con ella, yo la vi primero.
   Es increíble. Sé que Mikel se había enterado del concurso, no sé cómo, pero el mensaje que me envió la noche antes de irme lo confirmó. Pero ese comentario…
   —¿De qué le conoces? —pregunta enfadado.
   —Es veterinario en una tienda de mascotas de Madrid, hemos salido un par de veces, nada serio. ¿Por qué te molesta tanto?
   —No me molesta, con tu vida puedes hacer lo que quieras.
Cierra el portátil y se acuesta en la cama. Apuesto que está enfadado, pero aún no entiendo por qué, aunque he de admitir que el comentario de Mikel está totalmente fuera de lugar. Me meto en la cama e intento dormirme pensando en Mikel y en Alexis; son tan diferentes… El cansancio me vence y me quedo dormida profundamente.


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Capítulo 5: Camboya
    
   Al despertarme tengo la cabeza apoyada en su torso desnudo, su olor impregna mis fosas nasales haciendo que mi cuerpo se excite. Creo que jamás he disfrutado tanto con el olor de una persona. Su brazo rodea mi cintura, sujetando el camisón, que me llega por encima de las nalgas. Me muevo con delicadeza, necesito salir de su agarre y darme una ducha fría antes de que haga todo lo que mi mente lujuriosa está proponiéndome en estos momentos; pero se despierta y fija su mirada en mí. Por un momento los dos permanecemos mirándonos, deseándonos.
   —Buenos días, preciosa —dice sin dejar de agarrarme—. Creo que te gusta dormir a mi lado.
   —Buenos días, podría decir lo mismo, ¿no crees? —digo mirando su brazo, que sigue estrechándome.
   —¿Yo? ¿Por quién me tomas? Solo te he agarrado para que estés más cómoda —contesta ladino
Durante un momento se hace el silencio; sus ojos desprenden lujuria, imagino que igual que los míos. Se acerca despacio a mis labios, tentándome, deposita un tierno beso en mi nariz, desciende hasta mi boca y me besa con dulzura. Su mano baja hacia mis nalgas y comienza a masajearlas. Aún no ha entrado en mi boca y creo que voy a estallar de placer. Por fin la devora, me coloco encima de su cuerpo, necesito sentirlo más cerca, pero el destino, caprichoso, hace que cuando intenta quitarme el camisón, el teléfono suene avisándonos de que en media hora tenemos que estar listos para irnos hacia el aeropuerto.
   —¡Mierda! —jadea Alexis.
   Me levanto con rapidez y voy a la ducha, necesito despejarme. Me prometí a mí misma que no caería en la tentación. Me repito una y mil veces que no se va a volver a repetir. Alexis llama a la puerta.
   —Xenia, ¿estás bien?
   —Sí —digo cerrando el grifo y envolviéndome con una toalla—. Ya salgo.
   Al salir, me agarra de la cintura y me acerca a su cuerpo.
   —Nena, esta noche quiero terminar lo que hemos empezado. Necesito sentirte
—Alexis, no es lo más acertado. Vamos a trabajar juntos. Todo el esfuerzo que he puesto en el trabajo para diseñar la campaña de publicidad... No, no puedo.
   No me deja terminar, me atrae más hacia él y devora mi boca. Todo mi cuerpo reacciona a sus caricias, a ese pasional beso, traicionándome. Cuando separa su cuerpo, se mete en el baño y cierra, dejándome sumida en un mar de dudas. Le deseo, creo que desde el primer momento que escuché su voz, pero la razón me dice que no comience este juego. No será bueno, voy a salir herida. Debo pensar en Mikel, él vive en Madrid, es un chico atractivo que está interesado en mí; ahora lo sé, después del comentario de Facebook.
   Borro de mi mente cualquier pensamiento con Alexis y Mikel y comienzo a vestirme; el tiempo apremia, debemos recoger y desayunar. El vuelo sale en una hora y media, pero debemos facturar el equipaje. Me visto más rápido de lo normal, no quiero que Alexis salga y me vea en ropa interior. Cuando él sale, ya está también vestido y como siempre espectacular; tiene un brillo en los ojos que hace que le desee aún más. ¿Por qué todo tiene que ser tan difícil?
   —¿Estás lista? —pregunta mientras sigo mirándole embobada.
   —Sí, pero tenemos que hablar de lo sucedido.
—Tenemos que irnos, hay casi dos horas de vuelo, hablaremos de lo que quieras, Xenia, pero esta noche vas a ser mía. Te necesito…
   Esa última frase la ha dicho con un tono de súplica. No sé qué es lo que le pasa, pero ahora no es lugar para entrar en una conversación de este tipo y perder el vuelo.
   En el bufet cojo un cruasán y un café para llevar, el chófer ya nos espera. Alexis toma algo de fruta y un café y nos montamos en el coche rumbo al aeropuerto. Una rara manera de desayunar, podría admitir, pero también diferente. Me gusta ser así, natural y espontánea.
   El tiempo que permanecemos en el aeropuerto se me antoja eterno. Alexis está centrado en su portátil, del que no se separa ni un minuto, y yo comienzo a leer un poco. No me concentro, tengo grabadas en mi mente sus dos palabras: «te necesito». «¿Por qué me necesita?», esa pregunta no deja de aparecer en mi mente.
   Por megafonía avisan de nuestro embarque, cojo el libro electrónico y lo meto al bolso. Creo que no he llegado ni a leer una página, es una historia de amor entre dos personas que proceden de diferentes posiciones sociales, sus familias no aceptan al chico, que es el chófer de la familia adinerada. Todo un drama; ahora mismo no necesito más historias tristes en mi vida.
Al acomodarnos en nuestros asientos de primera clase, miro fijamente a Alexis. Parece evitarme durante unos momentos, tonteando de nuevo con una de las azafatas más jóvenes. Eso me exaspera, cojo mi libro y me pongo los cascos; si él no quiere afrontar una charla, yo no voy a seguir rogándole con la mirada.
   Durante el trayecto sigo enfrascada en la lectura y en mi música. Alexis ni siquiera me dirige la palabra e intenta interrumpir mis quehaceres. No le entiendo, cada vez se va haciendo más real mi teoría de la doble personalidad.
   Cuando llegamos a Camboya ya nos espera el guía en el aeropuerto. Nos lleva hasta un hotel situado en Siem Riap. Nos indica que nos queda un largo día de visitas, por lo que dejamos las maletas en la habitación y bajamos rápidamente. 
   Nuestra primera visita es el templo de Angkor, una maravilla arquitectónica de piedra del imperio Khmer de hace novecientos años. Al finalizar la visita son las doce de la mañana, pero el guía nos indica que lo mejor es comer ahora para seguir visitando después todos los templos que hay en esta zona. Comemos en un restaurante familiar, donde nos atienden muy bien y no tenemos que esperar apenas para que nos sirvan la comida. Nos decantamos por un plato de pato con miel, especialidad de la casa, exquisito, pero lo más impresionante es el precio del menú: no llega a seis dólares por persona.
Continuamos nuestra excursión, visitamos el templo Ta Prohm, uno de los más impresionantes, donde la naturaleza y la mano del hombre se funden. Enormes árboles y gigantescas y nudosas raíces abrazan los edificios. La naturaleza va invadiendo el templo como los tentáculos de un gigantesco pulpo. Existen una serie de imágenes exteriores esculpidas en la piedra; es curioso vislumbrar alguna imagen que asoma entre una intrincada maraña de raíces. Este templo se hizo famoso porque en él se rodaron algunos de los exteriores de la película Tomb Raider, de Angelina Jolie.
   Nuestra siguiente visita, de obligado cumplimiento, o eso es lo que el guía nos indica cuando estamos llegando, es el templo Bayon. Está ubicado justo en el centro del complejo denominado Angkor Thom, que no es otra cosa que los restos de una gigantesca ciudad fundada en el siglo XII. Es un lugar muy enigmático, cuya principal característica son sus cincuenta y cuatro torres con caras sonrientes mirando hacia los cuatro puntos cardinales.
   La última visita del día, pues ya está empezando a ponerse el sol pese a que los días son más largos en esta época del año, es Preah Khan. Se encuentra al noroeste de Angkor Thom. Este complejo sirvió, además de lugar de culto y oración, como universidad, ya que contiene bibliotecas al igual que ocurre en Angkor Wat. Preah Khan se construyó a finales del siglo XII como templo budista. Dispone de cuatro entradas en los puntos cardinales y volvemos a ver en este templo el equilibrio arquitectónico al haber en todas sus puertas figuras de demonios y dioses tirando de la serpiente para mantener la armonía del universo. 
   Como es costumbre en nuestro viaje, nos hemos hecho varias fotos en los templos que hemos visitado, pero esta vez no he podido acercarme mucho a Alexis; él tampoco lo ha intentado, es como si estuviera huyendo de mí.
   Al llegar al hotel, totalmente agotados por el día que hemos vivido, me tumbo en la cama. Alexis se tumba a mi lado en silencio. Durante unos minutos ninguno de los dos dice nada. Sigo muy enfadada, pero necesito decirle todo lo que siento, lo que me provoca este pesar; sacarlo fuera de mí porque me conozco y sé que si mantengo durante más tiempo este silencio, solo empeorará.
   Me coloco de lado, apoyando mi codo en la cama y sujetando mi cabeza con la mano.
   —Alexis, no te entiendo —digo enfadada.
   —¿Qué es lo que no entiendes? —pregunta girándose e imitando mi postura.
   —No entiendo tu actitud.
—Xenia, como te dije el primer día que llegamos, hace poco tiempo que mi prometida me dejó. Eres preciosa, te deseo, te necesito…, pero hay momentos en los que los recuerdos me invaden. Estuvimos juntos cinco años, estábamos planeando una boda y, de repente, ya no me quería…
   Se hace el silencio, me encantaría consolarlo, pero sigo firme en mis convicciones. Si antes no me convenía por tener un proyecto conjunto que en breve tendré que presentar, saber que aún no ha olvidado a su ex es la mejor manera de evitar sentirme atraída por él.
   —Alexis —digo rompiendo el silencio—, no puedo decir que comparta tus sentimientos por un abandono así. Mi relación terminó cuando me mudé a trabajar a Madrid, yo no estaba enamorada y fue la mejor decisión que tomé. Pero sigo sin entenderte, tonteas con todas las mujeres y después… actúas como alguien dolido.
   —Lo sé, ni yo mismo sé por qué a veces tengo estos cambios de humor, intento olvidarla, pero no es fácil, y más cuando hace un mes me entero de que está embarazada de tres meses y yo no soy el padre; nuestras relaciones sexuales siempre fueron con protección. Siento contarte todo esto, Xenia, pero quiero que me entiendas. Sé que te gusto y tú me gustas. —Le miro con desaprobación—. Xenia, no intentes negar lo evidente, entre nosotros hay química, pero mi mente me traiciona. No quiero empezar nada contigo, no quiero fastidiarlo, me pareces una persona fascinante, me gustaría conocerte mejor, aunque creo que no es el momento
—Tranquilo, yo no quiero nada contigo, no sé cómo has llegado a la conclusión de que me gustas. Eres un hombre muy atractivo, no lo niego, pero no eres mi tipo.
   —¿Y cuál es tu tipo? ¿Quizá Mikel? —pregunta con tono enfadado.
   —Quizá, no lo conozco mucho, aunque disfruto de su compañía —contesto desafiante.
   —Seguro que él no besa como lo hago yo —dice devorando mi boca, sin darme tiempo de reacción.
   No rechazo su beso, mi cuerpo una vez más me traiciona, reaccionando a sus suaves caricias en los brazos. Después de unos minutos, reúno todas mis fuerzas y me separo.
   —Xenia, por favor, no me rechaces, no ahora. Te necesito, necesito sentir que soy importante…
   Mi mente no me deja decidir, me lanzo encima de él, le beso con pasión. No puedo soportar verlo así, derrotado, me gusta y odio a su ex por haberlo dejado tan tocado.
   Nuestras caricias se hacen más sensuales y comienza a levantar mi camiseta, tirando de ella con audacia. Observa mis pechos, enjaulados con un sujetador de encaje que rápidamente desabrocha dejándolos por fin liberados. Los masajea y lame a su antojo
—Alexis, no creo que sea la mejor manera de olvidarte de ella —digo con un hilo de voz apenas imperceptible.
   —Xenia… —exclama con la voz entrecortada—. Necesito sentir que sigo vivo.
   Me rindo de nuevo y dejo que mi cuerpo disfrute de sus caricias. Cuando parece haberse saciado de mis pechos, me gira con rapidez y me coloca debajo, sujetando mis brazos por encima de la cabeza. Besa mi cuello y va descendiendo por mi cuerpo hasta mi cintura. Suelta mis manos para desabrochar el botón del pantalón, bajándolo poco a poco, deleitándose con la visión que le ofrece mi tanga de encaje a juego con mi sujetador. Levanto mi cuerpo para que pueda quitarlo y lame mi cintura, desciende lentamente, haciéndome desearlo más. 
   —Voy a disfrutar de ti, voy a llevarte al séptimo cielo, quiero disfrutar de este momento sin pensar en nada más, ¿estás dispuesta a sentir lo mismo?
   Afirmo con la cabeza, ahora mismo estaría dispuesta a cualquier cosa por que siguiera haciéndome disfrutar.
   Retoma sus caricias, rozándome a cada paso con su lengua experta hasta llegar a mi pubis; se detiene para observar cómo mi cuerpo le desea. Besa mis muslos y baja hasta mi clítoris excitado. Succiona y lame a su anto jo mientras introduce un dedo dentro de mí, con movimientos rápidos y expertos. Mi orgasmo no tarda en llegar, haciendo que mi cuerpo convulsione de placer. Cuando se ha saciado de saborear mi orgasmo, sube lentamente hasta mi boca para que pueda probar mi sabor. Él aún continúa con la ropa puesta y decido desabrochar el pantalón y su bóxer, liberando así su prominente erección. Tiro de su camiseta y beso su torso desnudo. Acaricio su pene lentamente, está muy excitado. 
   —Xenia, necesito estar dentro de ti, no creo que pueda aguantar mucho más tus caricias.
   Asiento, abre el cajón de la mesita y coge un preservativo; rasga rápidamente el envoltorio y sin más preámbulos lo acomoda en su pene y me penetra lentamente. 
   La sensación es tan placentera, que sin darme cuenta he comenzado a gemir. Él devora mis labios para silenciarme y sigue penetrándome cada vez más rápido. Ambos nos movemos en busca de nuestro propio placer y, cuando rozamos el orgasmo, pronuncia el nombre de Bárbara. Mi mente se bloquea y freno los movimientos, él sigue intentando bombear dentro de mí, pero me levanto de la cama y voy directa al baño.
   —¡Xenia! ¿Qué pasa? —grita aporreando la puerta.
   —Así que Bárbara es tu ex, ¿no? —Abro la puerta enfadada
Se queda paralizado, creo que no ha sido consciente de haber pronunciado su nombre.
   —Xenia, yo… Lo siento… 
   No quiero pensar ni escuchar nada. Entro en la ducha y permanezco durante varios minutos debajo del chorro dejando la mente en blanco. Mientras, él se ha quedado mirándome sin hacer ni decir nada. Sé que aún no la ha olvidado, que sigue enamorado de ella; me he bloqueado, sé que me lo había advertido, pero sentir que cuando estaba llegando al clímax pronunciara su nombre es humillante.
   Cuando salgo de la ducha, me acerca la toalla y me envuelve en ella.
   —Xenia, de verdad que lo siento. No debería haberte hecho pasar por esto, pensé que estaba preparado. 
   Le acaricio la cara lentamente, su incipiente barba le da un toque de chico malo.
   —Tranquilo, también es culpa mía, debería haber frenado esta situación para no llegar tan lejos.
   —Eres preciosa, Xenia —dice besándome la frente—. La culpa es mía por intentar olvidarla contigo. Te mereces algo mejor que yo.
Se mete en la ducha y ahora soy yo la que contempla cómo el agua corre por su cuerpo desnudo. Cuando sale, me mira y me besa la mejilla.
   —Quiero seguir disfrutando contigo este viaje, me encanta tu compañía, pero no sé si estoy preparado para algo más. 
   —Yo también quiero desfrutar del viaje. Dejemos que el tiempo decida por los dos. No hay que forzar la situación, si el destino quiere que algún día estemos juntos, lo estaremos. Debemos descansar.
   —Tienes razón, vayamos a la cama.
   Me tumbo encima de él, me abraza e inspira con fuerza sobre mi pelo, aspirando el olor que el champú ha dejado.
   —Hueles de maravilla, me relaja dormir contigo. Eres como la paz interior que necesito. Gracias, Xenia, buenas noches —concluye y me besa en la coronilla.
   —Buenas noches, Alexis.
   ***
Por la mañana me despierta dándome un tierno beso en la mejilla. Estoy encantada de estar así, aunque mi mente lujuriosa no deja de pensar en su cuerpo, casi desnudo, pegado a mí y en su prominente erección.
   —¡Buenos días, bella durmiente!
   —Buenos días, ¿qué tal has dormido? —pregunto.
   —Desde que duermo contigo, descanso bien y no me despierto.
   —Me alegro. Vamos a vestirnos, hoy nos espera un largo día. Este viaje es impresionante, pero a la vez agotador.
   —Tienes razón, pero es lo que tiene estar solo unos días en cada lugar, que los guías se empeñan en enseñarnos lo máximo posible. 
   —Sí, pero yo también quiero ver todo lo posible —comento riéndome
Nos vestimos y nos preparamos para las visitas de hoy. El segundo día en Camboya vamos a la capital, Phnom Penh, donde conocemos el Palacio Real, lugar donde residen los reyes de Camboya, y la Pagoda de Plata, más conocida como Wat Preah Keo, en cuyo interior se encuentran tesoros nacionales como el Buda Esmeralda, en cristal, y otra multitud de tesoros.
   Por la tarde, después de comer en un restaurante de comida camboyana, nos dirigimos a Phnom Penh, visitando el Palacio Real, Wat Phnom y, por último, el Killer Fields, un museo donde se muestran las atrocidades del régimen jemer del UCKRR[1].
   Al regresar a Phnom Penh, casi coincidiendo con la puesta de sol, visitamos el lago Boeng Tompun, un lugar maravilloso rodeado de humildes casas que visto al atardecer se convierte en un precioso paraje para enamorados. Alexis me mira con esos preciosos ojos verdes y, durante al menos una hora, paseamos por sus orillas cogidos de la mano.
   Al llegar al hotel, decidimos cenar en el restaurante. Es la primera vez que disfrutamos de una cena juntos que no sea en nuestra habitación. Nos ofrecen una mesa más íntima, confiriendo a la noche un toque de romanticismo
—Xenia, me gustas mucho. —Carraspea y continúa mientras me coge la mano—. Sé que lo que te voy a pedir no es justo, pero me gustaría que me dieras una oportunidad para conocernos mejor. Durante este viaje y después, cuando estemos en España. Estoy seguro de que será difícil por la distancia, pero contigo me siento en paz, feliz. Me gustaría darle una oportunidad a lo nuestro.
   —Alexis, no sé, estoy muy confundida ahora mismo, el trabajo, el viaje, tú…
   —Solo te pido que lo pienses si crees, como yo, que entre nosotros hay esa química; y que tengas paciencia conmigo, yo quiero luchar por lo que sea que tenemos.
   —Lo intentaré.
   Después de disfrutar de una bonita velada, ya en la habitación, agotados, nos tumbamos y, abrazados, nos dormimos.

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Capítulo 6: Bangkok
    
   Al llegar a Bangkok, nuestro tercer destino, algo en Alexis cambia. Su cara, su expresión, me dice que ha vuelto a acordarse de su ex. Durante toda la visita al templo Wat Suthat no hemos hablado, solo admirado sus tres grandes esculturas de budas, así como el resto de esculturas chinas, que representan a los veintiocho budas nacidos en la Tierra, y las paredes llenas de pinturas increíbles que cuentan la historia de Bangkok. 
   Continuamos el día visitando el Gran Palacio Real, conjunto arquitectónico del siglo XVIII. El edificio más importante del palacio es el templo Wat Phra Kaew, en él se encuentra el buda Esmeralda, tallado en jade en el siglo XV y con solo cuarenta y cinco centímetros de altura; es el más valioso y venerado de Tailandia. 
   Durante todas las visitas a los templos, Alexis se ha mantenido impasible, ni siquiera ha querido hacerse una foto.
Al llegar al templo Wat Traimit, intento hablar con él, pero se cierra en banda. En este lugar admiramos el buda de oro macizo en su planta superior, visitado cada día por cientos de devotos que ofrecen sus rezos y donaciones al buda.
   Nuestra mañana finaliza con la visita al último piso de la torre Baiyoke, donde vamos a comer. Allí se sirve un bufet de comida internacional, con unas vistas impactantes. Subimos en el ascensor del hotel, que en unos pocos segundos te eleva hasta el último piso. Debido a la sensación, me aferro a Alexis, abrazándome.
   —¿Estás bien? —pregunta cuando salimos.
   —Ahora sí, pero he tenido una sensación extraña en el estómago. Siento haberme abrazado a ti, sentí miedo.
   —No pasa nada.
   —Álex, ¿qué te ha pasado durante toda la mañana? 
   —¿Álex?
   —Sí, me gusta, ¿a ti no?
—Sí, es solo que hacía mucho tiempo que nadie me llamaba así, mi padre solía hacerlo cuando era pequeño.
   —Si te molesta, puedo volver a llamarte Alexis, pero… —Me interrumpe poniendo un dedo en mis labios.
   —No…, cuando sale de tu boca, suena… sensual. Me gusta.
   —Pues te llamaré así. ¿Puedes contarme qué es lo que te ha sucedido hoy?
   —Cuando estemos sentados. Vamos a elegir la comida. Mira, hay comida asiática, italiana, hasta comida española. Creo que hoy me voy a decantar por algo de nuestra tierra, lo echo de menos, ¿tú no?
   —La verdad es que sí, pero no sé cómo será la comida española aquí.
   —Probémosla y lo averiguaremos.
   Alexis se decanta por un arroz parecido a la paella y un filete de ternera a la plancha, mientras que yo cojo un plato de pasta y pollo.
   —¿Vas a contarme qué te pasa, o tengo que sacártelo a la fuerza? —digo apuntándole con un cuchillo a modo de burla.
—Hace dos años estuve con Bárbara aquí. Ella es modelo; tenía un desfile, cogí unas vacaciones y quise acompañarla. Estuvimos cinco días. Cuando comenzamos este viaje, no me acordaba, pero al llegar al aeropuerto, todo ha venido como un flash a mi memoria, Xenia, lo siento. No puedo evitar acordarme de ella.
   —Álex, es normal, hace poco tiempo que habéis roto, llevabais juntos mucho tiempo. Pero te pido que disfrutemos de este viaje, sé que en algunos momentos te acordarás de ella, pero hay que olvidar el dolor y vivir la vida. 
   —Tienes razón, tengo que pasar página, olvidarme de ella. —Me coge la mano y la besa—. Por ti estoy dispuesto a olvidarla.
   Me quedo inmóvil, sin palabras; es lo más bonito que nadie me ha dicho. 
   —Gracias —contesto con un hilo de voz.
   Al salir del restaurante, el guía nos conduce al barrio de Chinatown, donde lo más destacado es la Puerta de China. De marcado estilo chino, fue construida en el año 1999 en conmemoración del cumpleaños del rey. Desde su construcción este es un lugar de celebración y ofrendas donde se llevan a cabo diversas celebraciones del Año Nuevo Chino.
Hasta las siete de la tarde continuamos recorriendo este barrio donde, aconsejado por el guía, Álex ha reservado una cena-crucero por el río más grande que cruza la ciudad: el río Chao Phraya. Dentro del barco nos sirven una cena tipo buffet, la cual es amenizada por cantantes tailandeses que a su manera interpretan en todos los idiomas, animando al variado público de todas las nacionalidades. Uno de los bailarines comienza a sacar a la gente y Álex me anima. Es un baile que no conozco, pero la música hace que mi cuerpo se mueva y por lo menos consiga llevar el ritmo. El chico que baila conmigo me da vueltas y agarra mi cintura para moverla al son de la música. Me estoy divirtiendo girando y moviéndome desinhibida, hasta que Álex tira de mi brazo, doy una vuelta y consigue agarrarme de la cintura para que no me caiga.
   —Xenia, me has puesto a mil con tu baile, creo que no hay un hombre en todo este barco que no te desee en estos momentos.
   —Álex, no digas bobadas, solo estaba intentando seguir el ritmo. Nunca antes había bailado esto.
   —Lo haces muy bien, tienes una manera de bailar tan sensual… —dice mientras seguimos bailando, abrazados.
   —Gracias —contesto un poco avergonzada—. No era mi intención excitar a nadie.
—Me imagino, pero créeme si te digo que a más de uno nos has excitado. Suerte que solo yo puedo tocarte, tenerte… —susurra a mi oído mientras deposita suaves y tiernos besos en mi cuello.
   —Álex, no es buena idea —digo jadeante.
   —Tienes razón, ahora no es buena idea, pero esta noche…
   No contesto, no quiero pensar en nada más ahora mismo. Me encuentro entre sus brazos, bailando, y es el lugar donde ahora mismo quiero estar. La atracción que siento por Álex se va haciendo cada vez mayor a cada minuto que pasa. Estoy dispuesta a dejarme llevar porque sé que me necesita, aunque siendo sincera, yo también le necesito a él.
   Al salir del crucero, agarrados de la mano como dos enamorados, nos encaminamos al mercado Patpong, no está muy lejos de donde nos encontramos, a unos quince minutos a pie, y el guía nos ha recomendado visitarlo. Es un lugar curioso donde hay un mercado lleno de tiendas con multitud de falsificaciones de grandes firmas, bares de copas, restaurantes, hoteles y clubs nocturnos. Hemos comprado algunas cosas de recuerdo y también algunas imitaciones para regalar.
Según vamos andando, descubrimos varias tiendas de artículos eróticos. Álex me enseña varios vibradores y artículos extraños, en más de una ocasión hace la tentativa de querer llevárselo, pero al final solo se decanta por un gel lubricante de frutas de la pasión.
   Cuando llegamos al hotel, después de ver todos esos artilugios, del baile en el bar y de la noche mágica, Álex no puede contenerse y, cuando el ascensor cierra sus puertas, me acorrala devorando mi boca con lujuria, masajeando mis pechos y acariciando mis nalgas. Al llegar a la habitación, totalmente excitados, tiramos todo lo que hemos comprado y nos dirigimos a la cama. Enseguida quiero probar el efecto del lubricante, le despojo de sus pantalones y calzoncillos, y unto en su pene una pequeña cantidad. Comienzo a degustar el sabor, mezclado con su excitación. Poco a poco voy devorando su miembro mientras le oigo jadear y masajeo sus testículos, aumentando la velocidad de mis movimientos. No tarda mucho en llegar al clímax. Una vez recuperado, se coloca un preservativo y me penetra lentamente, con dulzura, mientras se apodera de mi boca, masajeando mis pechos. Con cada movimiento siento cómo mi cuerpo comienza a convulsionar, hasta que llego al orgasmo más devastador que he tenido nunca. Con dos embestidas más, Álex se deja ir, pronunciando mi nombre. 
   Con nuestros cuerpos aún recuperados, me tumbo encima de su pecho, escuchando cómo su corazón late con mucha fuerza.
—Xenia, gracias por hacerme volver a sentir, por devolverme a la vida. 
   Me besa en la frente y, extasiados, nuestros cuerpos se relajan y Morfeo aparece sumiéndonos en un profundo sueño.
   ***
   Al despertarnos la mañana siguiente, aún desnudos, me besa con pasión. 
   —Buenos días, princesa.
   —Buenos días, Álex. No quiero moverme de la cama —digo agotada y pesarosa.
   —Vamos, tenemos que ducharnos y disfrutar de otro día en Bangkok. Solo espero que sea un día tan maravilloso como el de ayer —concluye besándome y levantándonos a los dos.
   Me abrazo a su cuello y me lleva como si fuera una pluma en brazos, es una bonita sensación que además es la primera vez que experimento.
   —¿No me tirarás o me dejarás caer?
—Nena, ¿por quién me tomas? —dice haciendo un gesto como de tirarme—. Ahora en serio, me importas mucho. No podría dejar que te pasara nada malo.
   —Gracias, tú también me importas mucho.
   Antes de bajarme me suelta, pero me mantiene firme, sujetándome por la cintura y besándome en los labios; primero un simple beso, pero mi deseo enseguida enciende mi cuerpo y me lanzo a devorar su boca. 
   Continuamos besándonos y acariciándonos sin meternos en la ducha. Pero Álex, consciente de la hora, decide poner fin a este sensual juego.
   —Xenia, te juro que te deseo, pero quiero disfrutar del lugar, me apetece compartir contigo cada minuto de este viaje, ahora creo que debemos ducharnos y bajar a desayunar. Esta noche prometo compensarte.
   Pongo cara de pena y me recompensa con un tierno beso en la frente.
   —Así no conseguirás ablandarme, aún no has descubierto mi punto débil, aunque cuando lo hagas estaré perdido —dice guiñándome un ojo
Nos duchamos juntos para evitar tardar más tiempo del necesario y bajamos a la zona del desayuno, donde el guía ya nos espera.
   Lo primero que nos propone nuestro joven guía es tomar un ferri para cruzar el río Chao Phraya hasta el Wat Arun. Disfrutamos del viaje juntos, con su cuerpo pegado a mi espalda, su barbilla en mi hombro y sus brazos rodeando mi cintura. 
   Una vez regresamos de nuestro bonito viaje, nos encaminamos en tuk tuk[2] hasta el distrito de Phra Nakorn, donde visitamos el templo Big Buddha (Wat Indraviharn), que alberga uno de los budas más impresionantes de Bangkok. Conocido como el Big Buddha o el Buda de Pie, de treinta y dos metros de altura, representa la figura de Maitreya (compasivo).
   Nos dirigimos al centro comercial Siam Paragon para comer y posteriormente continuar nuestro día con la visita al Siam Ocean World; es uno de los oceanográficos más grandes de toda Asia. Diez mil metros cuadrados para unos treinta mil animales marinos y cerca de cuatrocientas especies diferentes. Está dividido en siete zonas según ambientes, y descubrimos criaturas fascinantes. No solo encontramos peces, sino que también vemos nutrias, focas, pingüinos, etc. Un lugar en el que nos perdemos durante horas y disfrutamos de un fascinante mundo marino
Nuestra última visita en Bangkok es el conjunto de templos Wat Thewarat Kunchorn Worawiharn. Aunque Bangkok está llena de templos espectaculares, estos son apenas visitados por turistas porque no salen en las guías turísticas, solo aquellos que conocen muy bien la zona pueden disfrutar de estos maravillosos edificios. Llegamos a través de un barco-taxi que va por el río. En el templo principal hay un buda espectacular, con más de mil años, hecho de bronce y recubierto en oro.
   Al regresar ya casi de noche, decidimos cenar en un restaurante lejos de la zona centro, que está menos concurrida y podemos desconectar del bullicio que el mercado nocturno ofrece. Optamos por un restaurante llamado Sawasdee House en el que destacan su decoración y la amabilidad de sus camareros. El restaurante está repleto de figuras de los más diversos estilos. El ambiente nocturno es muy de moda, goza de buena música y una iluminación mínima, muy acertada para nuestra cena. Nos dejamos aconsejar por el camarero y disfrutamos de una velada inolvidable.
   Al llegar al hotel, Álex no puede contener las ganas que tiene de estar conmigo, pero esta vez, cuando subimos en el ascensor, una anciana pareja, que parece ser europea, nos acompaña. No podemos dar rienda suelta a nuestras necesidades, pero me agarra de la mano y la acaricia con un dedo, despacio, haciéndome sentir algo que nunca antes había experimentado, ni con mi ex.
El ascensor se abre en nuestra planta y los ancianos se despiden no sin antes dejarme asombrada del perfecto castellano que hablan y de sus palabras:
   —Señorita, es usted afortunada, los ojos del caballero tienen el brillo de un hombre enamorado. Mi marido siempre tiene los ojos brillantes cuando me mira —dice estrechando sus manos—. Les deseo toda la felicidad del mundo y que logren llegar a estar juntos durante al menos cincuenta años, como llevamos nosotros —comenta la mujer.
   —Muchas gracias y buenas noches —responde Álex; yo me he quedado sin palabras.
   —Buenas noches —responden al unísono.
   Al entrar en la habitación en el más absoluto silencio, nos miramos fijamente, reflexionando sobre las palabras de la anciana. Algo en mí está cambiando; llevamos una semana juntos desde que salimos de Madrid, y aunque creo que es imposible sentir amor, debo admitir que nuestra conexión ha ido aumentando con el paso de los días, aunque siempre pensé que se debía al sexo, al deseo de nuestros cuerpos. 
   —Xenia, ¿estás bien? —pregunta un poco preocupado.
—Sí, es solo que, no sé…, las palabras de la mujer me han hecho pensar un poco en nosotros, en este viaje…, en cuando se acabe y volvamos a nuestras vidas tan diferentes…
   —Xenia, deja de pensar y vivamos el momento, nunca sabemos lo que el destino nos tiene preparados. La vida hay que disfrutarla día a día y aceptar lo que nos va deparando.
   —Tienes razón, día a día. Y hoy quiero que sea especial, que nunca me olvides —digo tirando de su mano para ir hasta la cama.
   —Creo que nunca podré olvidar ni un solo minuto que he pasado contigo.
   Nos fundimos en un tierno beso, sensual, apasionado, pero nada que ver con los que hemos protagonizado los días anteriores. Sus caricias son diferentes, creo que la anciana tenía razón, ambos estamos sintiendo el amor, lo que temo es perderlo cuando el viaje se acabe.

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