Qué
es verdad y qué es leyenda sobre el sexo anal.
Después
del coito vaginal y el sexo oral, la sodomía es la práctica favorita de los
humanos.
Se
trata de una práctica tan antigua como puedan serlo las relaciones
humanas.
Dar
por culo, encular, sodomía, amor griego, sexo de puerta trasera... Son incontables los
nombres con los que esta práctica sexual ha sido bautizada a lo largo de la
historia. El sexo anal, en definitiva, es tan antiguo como el ser humano y aunque ha sido tradicionalmente
asociado en la cultura judeocristiana a una relación entre dos hombres, se extiende mucho más allá de las relaciones
homosexuales. Existen figuras precolombinas del Perú que muestran a
parejas heterosexuales practicando este tipo de penetración, así como vasijas griegas de cinco siglos antes de la
era cristiana en las que los soldados se sodomizan unos a otros con
alegre camaradería.
Y de la época romana se sabe
que era de buen tono entre las clases
altas sodomizar a los inferiores y esclavos, así como tener un buen
'padrino' gracias al que ascender socialmente. Julio César sodomizó y se cree que fue sodomizado, sin que se
tenga claro si su orientación fue exclusivamente homosexual. Y de Alejandro Magno, el más grande
conquistador de todos los tiempos, se cree que era un gran amante del sexo anal pasivo, además de ser más o menos
abiertamente gay. El sexo anal, y por ende la homosexualidad, está ligado así a grandes gestas militares,
civiles y culturales.
Foto:Wikimedia Commons
Pero, ¿es la sodomía una práctica que excluye a las mujeres? ¿Es cierto
que ellas ni disfrutan ni forma parte
de sus fantasías? ¿Es realmente doloroso?
¿Se trata de un acto desviado y contra
natura que no aporta placer sino perversión del orden de las cosas y
enfermedad? ¿Se practica con frecuencia en las relaciones de pareja heterosexual? ¿Es bueno para combatir el cáncer de próstata? Vamos
a tratar de responder en este artículo estas y algunas otras preguntas.
El sexo anal no interesa a las
mujeres
Es una aserción muy relativa,
por cuánto que aproximadamente el 50%
de las parejas heterosexuales practican eventualmente el coito anal,
según varias estadísticas que destacan que un 10% lo hace con cierta regularidad
y declarando que la práctica es placentera
y satisfactoria. Por lo tanto, parece que mujeres sienten como mínimo curiosidad por
esta modalidad de penetración y la mitad se atreven a llevarla a la práctica,
aunque solo una quinta parte la incorpore a su costumbrario.
Por otro lado, algunos
estudios muestran que la proporción de parejas heterosexuales que practica el sexo anal aumenta cuanto más bajo es el
estrato sociocultural o más pobre es el país. Este hecho se debe
probablemente a que la sodomía es una
práctica profiláctica en zonas donde no hay otros medios de
contracepción. De hecho, en las antes mencionadas figuras precolombinas solo aparece la penetración anal cuando junto
a la pareja hay un niño, lo que indicaría que se ha usado desde antiguo
para evitar el embarazo.
El sexo anal duele
Si doliera, no sería una práctica habitual de las parejas
homosexuales ni contaría con una proporción significativa de
entusiastas entre los heterosexuales, y no solo cuando es el hombre el que
penetra. Sin embargo, sí es cierto que al no haber lubricación natural del ano es necesario contar con ayuda sintética para facilitar la
penetración. En una plataforma tan convencional como Amazon, por ejemplo, se
pueden adquirir numerosos productos destinados a lubricar
la penetración anal y hacerla más fácil y menos dolorosa. Son de uso
frecuente en relaciones tanto homosexuales como heterosexuales.
Pero también hay que tener en
cuenta que el recto, la parte
final del intestino, es un músculo
contractor que posee dos válvulas
destinadas a contener el paquete fecal antes de expulsarlo. Por lo tanto
si el recto está contraído la
penetración es dolorosa. Para una relación anal consentida y placentera es necesario que la pareja,
sea cual sea su orientación, esté dispuesta y relajada, de modo que el recto no
se contraiga. Por supuesto, mejor
desterrar la pasión violenta en la penetración anal.
Foto: ConsumoClaro
Se puede estimular el ano con caricias o con la lengua,
dado que posee muchos terminales nerviosos, de modo que provoque un primer placer relajante que permita la
penetración. Como en toda práctica sexual, los preámbulos son casi más importantes que la culminación.
También se venden en Amazon juguetes especialmente diseñados para la estimulación y
la penetración anal: consoladores , dilatadores, bolitas
chinas, etc., si bien
es mejor leer sus instrucciones de uso
antes de ponerlos a trabajar. De nuevo, sus consumidores son tanto homosexuales
como heterosexuales, puesto que muchos hombres 'heteros' convierten
en realidad su fantasía de ser penetrados por una pareja
femenina con resultados gratificantes.
Las mujeres no alcanzan el
orgasmo con el sexo anal
Se sabe que la penetración
entre hombres puede provocar orgasmos
intensos si la punta del pene estimula la próstata de la pareja. ¿Cómo
funciona en las mujeres si no tienen próstata? Para empezar la zona erógena de las mujeres es mucho más
amplia y difusa que la de los hombres. Dependerá de cada mujer, pero el clítoris no es la única fuente de placer
femenina, sino que se define en un
triángulo entre el cuello del útero, la vagina en sí y el clítoris,
según defiende el reputado sexólogo Barry Komisaruk.
Ahora bien, el ano es otra zona con numerosas
terminaciones nerviosas que se pueden estimular en la penetración,
ayudando como mínimo a intensificar un
orgasmo clitorideo o incluso provocando uno local por la cercanía con el
cuello uterino. En un estudio llevado a cabo por el sexólogo, y gurú de las relaciones anales heterosexuales,
David DeCitore, las mujeres encuestadas aseguraron que el orgasmo anal mientras se les estimulaba el
clítoris era más pleno que el orgasmo clitorideo solo.
El sexo anal es sucio
Es
cierto, como otras
prácticas sexuales, incluyendo el coito vaginal, aunque en este caso el riesgo de infecciones es especialmente alto. Pero
eso no significa que no sea lícito ni fuente de placer. Basta con tomar precauciones si una o uno es muy
dado o dada a la promiscuidad.
En primer lugar si no estamos con una pareja estable y queremos mantener una
relación anal, el preservativo es
fundamental.
Si estamos con nuestro
compañero o compañera habitual, como mínimo es recomendable el uso de lubricantes para evitar las heridas.
Hemos de ser conscientes que el sexo anal puede provocar fisuras en el intestino por donde se pueden colar
tanto bacterias fecales como
otros contaminantes procedentes del pene que nos penetra, entre ellos el VIH, pero también el virus de la hepatitis B y otros. Todos ellos muy graves.
Foto: Wikimedia Commons
Por otro lado, es conveniente lavarse adecuadamente tras
mantener una relación anal, sobre todo si deseamos penetrar seguidamente
a otra persona, ya que en el pene nos
quedarán restos de materia fecal procedentes del recto de la pareja a
quien hemos penetrado. Por último, conviene
evitar los excesivos ímpetus en la penetración anal para no crear daños
en el tracto intestinal de la persona penetrada.
Los gays viven más gracias al
sexo anal
La teoría de que la estimulación anal de la próstata
mediante el pene la previene del
cáncer, viene traída por diversos estudios que aseguran que el aumento de la frecuencia en los orgasmos
previene a los hombres de diversos tipos de cáncer. Tomando con pinzas
el segundo aserto, pues procede de unos pocos estudios, la primera afirmación es totalmente falsa.
Si los homosexuales viven más, desde luego no es por tener sexo anal.
Al contrario, los estudios citados muestran que el riesgo de cáncer se dispara entre los hombres que han sido
penetrados por numerosas parejas a lo largo de su vida, sin que se
conozca el motivo. Se especula con que podría tener que ver con lesiones en la próstata al ser
reiteradamente estimulada por un pene, pero los mismos investigadores subrayan
que son solo hipótesis sin confirmación.
Foto: Wikimedia Commons
Por otro lado, se ha alegado
que el semen, que se sabe que aporta diversas hormonas euforizantes a la mujer penetrada
vaginalmente, se absorbe también vía
anal, incluso mejor. Además se dice de este modo un hombre penetrado recibe adicionalmente selenio, un regulador fundamental de nuestra fisiología.
Se trata de un elemento antioxidante
que estimula el sistema inmunológico
e interviene en el funcionamiento de la glándula tiroides.
Diversas investigaciones
realizadas desde los años setenta del siglo pasado sugieren la existencia de una correlación entre el consumo de
suplementos de selenio y la prevención del cáncer en humanos. Pero aun
siendo así, lo cierto es que estos hombres ya poseen selenio en su propio semen, además de poder absorberlo
de numerosos alimentos. No parece, por otro lado, que una relación anal sin protecciones, con los peligros que entraña,
sea la mejor vía para tomar
un suplemento de selenio.
El sexo anal es inmoral
Lo es para la moral judeocristiana, que lo llama “el vicio nefando”. Pero en otras
culturas mediterráneas, como las antiguas griega y romana, no tenía connotaciones de inmoralidad sino
de estatus social y de dominación. En algunas culturas árabes
occidentales parece haber una mayor
tolerancia tradicional hacia esta práctica, aunque también es condenada
en muchas otras y en países como Qatar
se paga con la pena de muerte. Pero sin ir tan lejos, la sodomía no fue
totalmente legal en los Estados Unidos hasta el fallo de la Corte Suprema de 2003 en el que se legalizó la penetración anal.
¿Por qué esta inquina? Es
posible que intervenga la
identificación de sexo anal con homosexualidad y su consiguiente inversión de los roles convencionales,
cosa que molesta a quien los sigue. Las minorías
nunca son bien vistas ni toleradas porque ponen en duda las convicciones de la mayoría. También puede
intervenir el hecho de que es un acto que, sin las debidas precauciones, puede
ser vector de algunas
enfermedades graves, como ha ocurrido con el VIH o las diferentes formas
de hepatitis.
Pero quizás el motivo más
profundo sea que el acto anal conlleva
inconscientemente una imagen de agresión de un inferior por parte de un
superior. El intento de monta
entre machos es frecuente en animales, incluso domésticos como los
perros, y tiene como fin marcar el
estatus. En la antigua Grecia, mientras que el sexo anal homosexual era sinónimo de amor y amistad, el
heterosexual era de desprecio hacia la
mujer. Y la situación en Roma no era menos inquietante, según refleja Pascal Quignard en su ensayo El sexo y el espanto, que analiza la sexualidad
grecorromana.
El trabajo del escritor
francés es fruto del material que
recogió durante varios años en las ruinas de Pompeya, Herculano y otros
pueblos sepultados bajo la gran
erupción del Vesubio a principios del siglo I de nuestra era. De él
deduce que la sexualidad no se dividía
en hetero y homosexuales sino en activos y pasivos, de modo que el activo era el dominaba y penetraba al inferior, ya fuera por la vagina, el
ano o la boca.
Los activos eran en general los hombres libres de posición,
mientras que los pasivos eran las
mujeres, los esclavos y algunos jóvenes de posición inferior que sin
embargo, podían obtener protección dejándose sodomizar y así escalar
socialmente. En este sentido, la revolución filosófica cristiana que acabó con
la esclavitud en Roma, podría haber
querido desterrar esta práctica tan humillante para los esclavos, por el
motivo de que muchos eran forzados a ella, obviando que para otras personas
tenía connotaciones completamente distintas.
20/09/2015 - 21:15h
Foto:Wikimedia Commons
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