Los avatares artísticos y reales han
vuelto a poner a las prostitutas como protagonistas Repasamos la presencia de
la prostituta en la literatura, desde la bíblica María Magdalena hasta la
Delgadina de Memoria de mis putas tristes, de García Márquez
Gina Lollobrigida como La romana de Alberto Moravia, dirigida por Luigi Zampa
Pantaleón y las visitadoras, de Vargas Llosa, llevada al cine por Francisco Lombardi.
Aspasia. fotos. fuente:elpais.com
Pintadas, cantadas, filmadas,
esculpidas y, especialmente, escritas, las prostitutas han sido reflejadas en las
artes desde diferentes ópticas que van desde la degradación y el poder sutil,
pasando como refugio de amores frustrados. Mujeres tan señaladas por la
sociedad como inspiradoras de personajes artísticos en una gama que las
muestran como personas liberadas, o como viles pecadoras; o como influyentes
hetairas y cortesanas; o como crueles mentirosas y ambiciosas; o como seres que
se abren paso en la vida; o como consuelo de los hombres. Muchas veces, lejos
de la denuncia periodística, la literatura ha dado visos de normalidad e
idealización a la prostitución.
Desde la María Magdalena
bíblica de la cual san Lucas dice que Jesús la curó de espíritus malignos y le
sacó demonios, hasta la Delgadina de Memorias
de mis putas tristes, de Gabriel García Márquez, las
prostitutas siempre han acompañado a las obras literarias. Una presencia que
ahora recuerda la reedición de El
Libro de Monelle, de Marcel Schwob (publicado por Demipage con
traducción y prólogo de Luna Miguel), cuyas narraciones combinan la fantasía
del cuento de hadas con la poesía más macabra. Un libro entre tierno y terrible
que le fue inspirado al crítico y escritor francés por la joven prostituta
Monelle (Louise en la realidad) que falleció prematuramente de tuberculosis
dejándole a Schwob el corazón destrozado.
En la literatura grecolatina
hay varias formas de ver la prostitución, desde la más modesta y miserable
hasta la más sublimada" (Emilio Suárez, catedrático de Literatura)
"En la literatura
grecolatina hay varias formas de ver la prostitución, desde la más modesta y
miserable hasta la más sublimada", explica Emilio Suárez, catedrático de
Literatura de la Universidad Pompeu Fabra. No hay que olvidar que en aquellos
tiempos ellas podían ser desde esclavas (alguna se ganaban su libertad
prostituyéndose) hasta poderosas hetairas, como Aspasia "que tuvo gran
influencia sobre Pericles y, según Plutarco, lo llevó a iniciar la Guerra del
Peloponeso. Estas mujeres no eran exactamente prostitutas pero eran músicos o
bailarinas, con otras habilidades, que estaban en los simposios de los
mandatarios donde no llegaban las mujeres de a pie", aclara Suárez. En la
comedia griega y latina, agrega el catedrático, "aparecen personajes de
prostitutas (y prostitutos), generalmente se refieren a ellos de manera irónica
y les meten puyas. En el Satiricón
de Petronio se describe a veces el mundo más sórdido y masivo de los lupanares
romanos. Y el poeta Arquíloco difama a sus enemigos atribuyéndoles a sus hijas
prácticas propias de la prostitución". Sin olvidar a las prostitutas
sagradas, como las sacerdotisas en el templo fenicio de Astarté donde "la
pasión se veía como el ámbito de dioses como Eros o Afrodita, y Gorgias
disculpa así el adulterio de Helena de Troya".
Las épocas posteriores fueron
difíciles para los temas eróticos debido a la preeminencia del poder
eclesiástico, pero la prostitución aparece en obras medievales como Los Cuentos de Canterbury
de Chaucer o el Decamerón
de Bocaccio, en los que frecuentemente se ve a las prostitutas como mujeres que
engañan, enamoran y se llevan la fortuna de los burlados. También aparecen
obras como La Celestina
con presencia, en tono de picaresca, de las meretrices. En el Romanticismo
"la eclosión de la mujer y sus derechos, incluso antes de las sufragistas,
da una visión idealista de la prostituta. En la novela gótica, por ejemplo,
como mujer dueña de su cuerpo y de su destino. La literatura las ve con
simpatía, como libertarias", explica Javier Aparicio, profesor de
literatura de la Universidad Pompeu Fabra. Un ejemplo podría ser la Clarissa de Samuel
Richardson.
"En todas las épocas en
las que la literatura ha tenido carácter social, la figura de la prostituta ha
sido frecuente", recuerda Aparicio, quien añade que "en los realismos
del XIX se asocia la prostitución al mundo de la marginalidad, como producto de
la degradación de la sociedad", como es el caso de Naná, de Émile Zola.
La situación cambia a principios del siglo XX, con la llegada de las
vanguardias histórica, donde la prostituta suele aparecer como una mujer
liberada y culta, dueña de su cuerpo. "En los años 20 y 30 del siglo
pasado vuelve la mujer liberal, que no es necesariamente una prostituta que
cobra por sus servicios, pero sí una mujer que frecuenta el sexo de manera
natural, algo que no encaja en la burguesía, que tienen una vida fuera de los
cánones", asegura Aparicio. Ya en el siglo XX, algunos ejemplos de su
presencia son La
Romana, de Alberto Moravia; El palacio de las bellas durmientes,
de Yasunari Kawabata; Pantaleón
y las Visitadoras de Mario Vargas Llosa; o El lugar sin límites,
de José Donoso.
En la literatura siempre ha
habido interés por las putas. Como decía Engels, la prostitución no es una
amenaza para el matrimonio burgués, sino parte de él" (Rafael Reig, escritor)
"Por lo demás, en la
literatura siempre ha habido interés por las putas, sin duda porque, como decía
Engels, la prostitución y el adulterio no son una amenaza para el matrimonio
burgués, sino parte de él", explica el escritor Rafael Reig, cuya tesis
doctoral fue Mujeres por entregas: la prostituta en la novela del XIX. "A mí, en literatura, lo que me interesa de las
putas es que ofrecen de inmediato su cuerpo, a cualquiera, pero sus
sentimientos son inaccesibles para todos. El símbolo de esto es la leyenda de
que las putas no se dejan besar en la boca. Esto me parece fascinante y una
visión que se subleva contra la norma: la intimidad no está entre las piernas,
sino dentro de una misma. En ese sentido, las putas llevan al extremo la
alienación que provoca el capitalismo, la ponen en evidencia al convertir su
cuerpo en herramienta de trabajo, como cualquier albañil".
(Las ilustraciones son descargardas de Google imágenes)
Sasha Grey
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