El pintor de origen burgalés Pablo Gallo publica en Ediciones
del Viento un libro con 69 dibujos acompañados por textos de consagrados
escritores
Quizás por imitación, puesto que su padre pintaba, empezó él a
garabatear papeles casi antes de aprender a andar. Ahora, 35 años después, vive
de su arte. Lo cual es decir mucho en los tiempos que corren. Lleva quince años
exponiendo su obra y han sido numerosos los premios que en este tiempo ha
conseguido. La editorial Ediciones
del Viento publica El libro de voyeur, una obra compuesta por 69 dibujos suyos
acompañados por otros tantos relatos de escritores de primera fila, tal es el
caso de Andrés Neuman (reciente Premio Alfaguara) o el burgalés Óscar
Esquivias.
Aunque Pablo Gallo nació en La Coruña, tanto su familia materna como paterna procede del municipio burgalés de Los Altos, en cuya residencia familiar pasó todos los veranos de su infancia y juventud y adonde sigue yendo muy regularmente, sobre todo desde que hace cinco años estableciera su residencia en Bilbao. «En verano paso largas temporadas y la tranquilidad del lugar es ideal para pintar. Siento un gran vínculo con esa zona y sus gentes», afirma.
Aunque Pablo Gallo nació en La Coruña, tanto su familia materna como paterna procede del municipio burgalés de Los Altos, en cuya residencia familiar pasó todos los veranos de su infancia y juventud y adonde sigue yendo muy regularmente, sobre todo desde que hace cinco años estableciera su residencia en Bilbao. «En verano paso largas temporadas y la tranquilidad del lugar es ideal para pintar. Siento un gran vínculo con esa zona y sus gentes», afirma.
Viendo a su padre pintar en una casa llena de libros de arte y siendo visitante a edad tempranda de todo tipo de exposiciones, la vida de Pablo sólo podía tener un camino. «Recuerdo que a los trece o catorce años descubrí la obra y la vida de Paul Klee y podría decirse que aquello me marcó de una manera determinante», explica. A partir de ese hallazgo, sus influencias no se hicieron esperar: «En la adolescencia hubo una época en que me influyeron pintores matéricos como Tápies, Dubuffete o Barceló, pero decisivamente me marcaron Francis Bacon, Balthus, Paul Klee, David Hockney, Edward Hopper, Marcel Duchamp, Georg Scholz, Warhol, Beuys o Escher. Y siempre han estado ahí artistas clásicos como Manet, Goya, Velázquez, Rembrandt, Zurbarán, Sánchez Cotán, Caravaggio, Durero… También he disfrutado muchísimo con autores de cómic como Robert Crumb o Moebius y de niño era adicto a Ibáñez y sus geniales ‘Mortadelo y Filemón’.
Así, sus influencias son de lo más variopintas. «Diría incluso que también me han marcado mucho, a la hora de pintar, la literatura y la música, que han sido siempre para mí un mar de inspiración indudable», apostilla. Por tanto, la obra de este artista (palabra que le suena rara porque él se considera, sencillamente, una persona a la que le gusta dibujar y pintar y que intenta vivir de ello, lo que poco a poco va consiguiendo) es una suma de muchas de sus influencias, aunque podría calificarse como de cierto realismo cercano al pop. «Pero no me gusta etiquetar lo que hago, considero que es más una labor de los críticos. Ante el papel o el lienzo en blanco, uno no piensa en etiquetas».
Aunque luego las imágenes varíen, Pablo suele partir de fotografías para realizar mis pinturas o dibujos y con una especial obsesión: la luz. «La luz es lo que más me interesa cuando me pongo a trabajar. Soy daltónico, no en un grado muy alto, pero confundo ciertos colores y los científicos dicen que los daltónicos captamos una mayor intensidad de luz. A mí las luces y sombras siempre me han fascinando, me parecen un misterio que intento desentrañar en cada trabajo. Es lo que más me interesa captar», señala.
El libro. Durante el año 2007 Pablo inició una serie de dibujos eróticos circulares. «Cuando llegué al centenar los extendí por el suelo, tal y como acostumbro a hacer para contemplarlos a cierta distancia, entonces pensé que estaría bien verlos reunidos en un libro. Después se me ocurrió que no estaría nada mal acompañar los dibujos con textos de muy diferentes escritores», explica a propósito de El libro del voyeur, que estará en las librerías a partir del 10 de mayo. Con esa idea, comenzó a buscar emails de escritores por blogs y webs literarias, y sin conocerles personalmente les envió su propuesta; muchos empezaron a responder con entusiasmo y poco a poco fue consiguiendo las colaboraciones hasta conformar el libro.
«También colabora gente del mundo de la música a la que admiro,
como Nacho Vegas, Antonio Luque o Javier Corcobado. Con los dos primeros
contacté enviando la propuesta a sus respectivos sellos discográficos, y
enseguida contestaron ellos positivamente. Y al final parece que todo esté
conectado, pues fue el magnífico escritor burgalés Óscar Esquivias quien me
sugirió que probase a presentar el proyecto en la editorial que publica sus
libros, Ediciones del Viento, una editorial situada en La Coruña, mi ciudad
natal. Al editor, Eduardo Riestra, le entusiasmo la idea y enseguida me llamo
diciéndome que quería publicar El libro del voyeur. Así que siempre
estaré agradecido a Óscar por su mediación», subraya.
La sensualidad es la esencia del libro. «Me interesa mucho el tema; al fin y al cabo se trata del deleite de los sentidos, y siendo este un libro para mirones, el deleite de la vista debería estar garantizado. En muchos de los dibujos aparecen libros en plena escena erótica, me apetecía hacer una especie de comparación, de manera irónica, entre la fogosidad de las relaciones amorosas y el hecho de devorar un libro que nos apasiona. Procuro vivir disfrutando de los placeres de los sentidos, que son infinitos y muy variados».
Los dibujos de la obra tienen cierto aire de grabado. Están
realizados con tinta china, plumilla, pilot y pincel. El formato circular de
cada uno hace que parezca que uno mira a través de un agujero, «que hay algo
oculto más allá, creo que eso hace que sean inquietantes», explica el artista.
Sobre el número de los dibujos y los textos, 69, el pintor dice que, en un
principio, no fue algo premeditado. «No fue premeditado en un primer momento,
pero cuando las colaboraciones se iban acercando a ese número, lo vi clarísimo.
Hasta que un día me encontré en Bilbao con el músico y poeta Javier Corcobado,
le invité a participar y dijo que sí. Era el número 69 y el cierre perfecto».
Pablo reconoce que los numerosos premios que ha recibido no le han abierto puertas. «Queda muy bonito verlos en el currículo y hay algunos que a nivel monetario no están nada mal, así que son una buena ayuda cuando uno está empezando. Pero lo que se dice abrir puertas, creo que se abren a base de meter muchas horas en el estudio, de dibujar y pintar de manera compulsiva, sin descanso, y después buscando una vía para que todo eso vea la luz». En este sentido, el artista lleva quince años realizando exposiciones de manera continuada y ha visitado infinidad de lugares con su dossier bajo el brazo. «Ha sido durante mucho tiempo la manera de ir dando a conocer mi trabajo y de llegar a la gente. Pero la verdad es que durante los dos años que llevo con mi blog (elblogdepablogallo.blogspot.com) mi obra ha llegado a más gente y han surgido más proyectos que en estos quince años de exposiciones. Internet es ahora una herramienta increíble para todo aquello que tenga que ver con la imagen». Sobre una posible exposición en Burgos, Pablo Gallo afirma no tenerlo aún previsto, aunque le gustaría dada la enorme vinculación que tiene con esta tierra.
*Todas las ilustraciones son de Pablo Gallo.
El libro del voyeur de Pablo Gallo y 69 autores
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