Eres
hermosa como la última luz del atardecer, la que presagia inverosímiles
rituales de carne y amor, vórtices de poemas con aristas perpetuas, música y
arte y movimiento. Te imagino bailando, moviendo tus caderas suavemente como
las olas del mar. Te imagino hincada, con mi verga dentro de tu boca, eclipsando
las lágrimas, las estrellas y la vida. Eres hermosa como todo lo prohibido, me
deleito en tu alma que quiero tocar con mis palabras, en tus pezones erectos,
te imagino excitada, cabalgándome, rompiendo los relámpagos, las tardes, las
nubes, el sol. Cogemos como rompiendo el universo en mil pedazos. Acaricio tus
tacones, meto mis dedos en tu boca, encendemos los cigarros, dejamos correr el
vino y descorremos las cortinas. El mundo es nuestro, esta tarde.
Eres hermosa como el suicidio o el desamparo o la tristeza, una noche estrellada, un cuadro renacentista, un poema lujurioso. Imagino que somos amantes, luces delirantes en medio del abismo, arrojados a la oscuridad del beso, de las noches. Imagino que bajo tus bragas con los dientes y lamo y muerdo tus muslos, muevo mi lengua en pequeñas espirales, en secretas secuencias de laberinto interminable. Me gustan tus pezones excitados, tus orgasmos en mi boca, bautizando mis labios. Eres hermosa e imagino que esculpirte fue el trabajo de los dioses, única como una luciérnaga en un mar de luz, lujuriosa y cachonda como la muerte. Cogemos como escupiéndole a la cara a las buenas costumbres. Aprieto tus nalgas, bebo tus jugos, renazco como un fénix en la poesía de tu arrebato.
Eres hermosa como la noche virginal en que los ángeles se emborrachan de amapolas sagradas, dulce como el almíbar y la poesía del diablo. Imagino la luna temblando en tus pechos como sobre un lago de interminables olas violáceas, el semen tibio resbalando por tus muslos, el amor y la muerte, la saliva alrededor de tu ombligo. Te imagino vestida de seda azul transparente, cabalgándome, mi sexo dentro de tu sexo, tus labios mojando mis dedos, mi nariz olfateando tus cabellos. Apretando tu cintura. Cogernos como animales feroces, como lobos hambrientos de sangre y delirio. O te imagino vestida de cuero, hincada y recibiendo sexo duro de miles de hombres, de todas mis caras y máscaras. Eres hermosa como la primera canción de Dios, como el primer volcán del sueño.
Eres hermosa como una hoja que nada sobre un lago, como el verdadero nombre de Dios, como una jauría de luciérnagas en los huesos. Eres la patria de todas mis fantasías, la musa de mis desvaríos más enfermos. Imagino el semen escurriendo por tu espalda, abrazada a mí en el éxtasis de Morfeo, imaginando mi verga contra tus nalgas, embistiéndote con la furia de un titán. Morder tus hombros, jalar tu trenza, cogerte al ritmo del ladrido de todas las cabezas de Cerbero. Eres hermosa como el infierno de Dante, exquisita como la palabra lujuria que se deshace en la boca como un terrón de azúcar. Vamos a coger, ¿sí? Crucificando nuestro ego, desbarrancándonos de todas las estrellas, de todas las galaxias. Lujuria y muerte mezclados en el tango del beso.
Eres hermosa como la nieve sobre los cerezos, apasionada como la lumbre griega, adorada como una diosa pagana, amada como una musa de interminables llamaradas. Imagino que te pongo contra la ventana de cristal, afuera la lluvia, abro tus piernas y desabrocho tu sostén, te cojo brutalmente y el sonido de tus gemidos me lleva a otro mundo, a otro sueño que es como un búho que dicta su verdad en mi inconsciente, en la animalidad de mis dedos perdidos en tu pubis. Tú, bosque de jacarandas, tu belleza me embelesa a la orilla de los puentes y los mares. Tú, esposa del diablo, niña traviesa, lujuriosa súcubo que se posa sobre mi cuerpo y sorbe mi sangre y mi semen. Eres hermosa como un reloj de arena de infinitos polvos cósmicos, de caóticos gritos que azotan las paredes de la nada. Nos vamos hundiendo, haciéndonos vacío luminoso. Imagino que beso tu espalda, que azoto tus nalgas, que muerdo tus hombros, que susurro tu nombre que esta noche para mí es la oración más sagrada.
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