Para ocuparnos de lo que, popularmente, se conoce como pornografía, es preciso que estudiemos uno de sus atributos ineludibles: lo obsceno. Y es que, de manera casi infalible, si muchos catalogan algo como pornográfico no es sino para añadirle, como quien no quiera la cosa, el oscuro sello de lo impúdico. Los psicólogos actuales no dudan en esforzarse en distinguir lo obsceno de lo erótico, para lo cual apelan a la semántica de cada una de las palabras. Obscenidad tiene su raíz en lo que se halla sobre escena (obcenus), lo que sirve a muchos para dictaminar sobre lo que no debe ponerse de tal forma, lo que debe ser oculto, privado, nunca público, pues ese aspecto de revelación produce, según parece, una gran repugnancia. Establecen luego que es esa repugnancia la que atrae a muchos individuos, lo que no hace sino precipitarlos al campo de la sicopatología moderna. «Hay que aceptar, pues, lo que ya es común, que la pornografía es obscena y que obscenidad es indecencia sexual», dicen hoy tantos iluminados siquiatras, Manuel Zambrano entre otros.
Lamentablemente, eso de la indecencia en el sexo nos recuerda a los preceptos
católicos de las grandes virtudes del hombre casto. Y es que tales opiniones no
son sino un conjunto farragoso de patrañas con las que, bajo el célebre peso de
la Ciencia moderna, situarnos ante la supuesta certeza de cosas que ni los
mismos iluminados se toman la molestia en definir, tal vez, suponemos, porque
el resultado de dicha definición no les satisface, o porque no la encuentran
acorde a sus propios prejuicios, con los que encima lanzan peroratas y homilías
seudo científicas cargadas de una arrogancia inadmisible.
¿Qué es la
indecencia, y aún más, y sobre todo, qué supone la indecencia sexual? Si se
mantiene un respeto a los principios morales impuestos, si no se daña ninguno
de esos principios establecidos por cada comunidad humana, ¿cómo puede decirse
que la pornografía es indecencia? Ese respeto a la moral sexual, hija de los
contenidos y estructuras políticas y sociales de un Estado concreto, ¿en qué
sentido específico hemos de entenderla? O para ser más concretos, si tanto se
dice que lo obsceno es lo sucio ¿quién define qué es lo sucio de lo limpio, un
psicólogo, un ama de casa, un filósofo borracho? ¿Qué es eso de suciedad?
«Discutir la naturaleza y el significado de la obscenidad es casi tan difícil
como hablar con Dios» dice, bien a propósito, el escritor americano Henry
Miller.
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