Con las bragas en la mano
¿Cómo surge un deseo?, ese deseo que te lleva a
hacer lo que nunca hubieses imaginado. Ese deseo que surge de forma inesperada
que necesitas satisfacer sin importante las consecuencias.
Este fue el año en el que la mayoría
de mi círculo más cercano cumplimos 50 años, y las cifras redondas siempre son
motivo para celebraciones especiales. Las tres primeras fueron divertidas,
conseguir reunir a amigos del cumpleañero de todas sus etapas de su vida daba
lugar a reencuentros emotivos, noches de historias y recuerdos de otras épocas.
A partir de la cuarta, la cosa ya empezó a decaer, se convirtieron más en un
compromiso social que en una fiesta de viejos amigos. Fue en el mes de julio,
cuando me llamo la mujer de Pedro para invitarme a la fiesta de su marido.
Areceli, la mujer de mi amigo, había decidido preparar ella misma el cumpleaños
sorpresa de su marido, además, a diferencia de los otros en los que estuvimos
sus amigos de toda la vida, ella invitaría también a sus respectivas
parejas. Como no podía ser de otra manera, le agradecí la invitación y confirme
mi asistencia, aunque el plan no me emocionaba nada, si los cumpleaños ya me
estaban aburriendo, este rodeado de matrimonios, se me antojaba que sería un
tostón. Más parecido a unas bodas de plata que a una fiesta de cumpleaños.
La noche del cumpleaños, llegamos los
3 solteros del grupo; nada más entrar vimos que éramos los que desentonaban en
aquella fiestas. Como pudimos, empezamos a integrarnos en aquel ambiente
compuesto principalmente por amigos de pachangas, padres y madres de compañeros
de colegio de sus hijos, trabajo y urbanización. Pedro y Araceli llevaban más
de 20 años a casados, un adosado, un crossover de gama alta y un Mini
completaban el kit de la típica familia acomodada de clase media alta.
Muchas de las caras me resultaban
familiares aunque con veinte años más, algunos los recordaba de la adolescencia
y otros la época universitaria, el tiempo pasaba para todos menos para mi en
aquella fiesta.
Areceli, en su papel de anfitriona,
nos iba presentando como los amigos solteros de Pedro, todo un clásico cuando
nos presentaban, y que provocaba los consabidos comentarios sobre nuestra
afortunada situación por parte de la mayoría de los maridos. Al quinto
“Vosotros sí que sabéis”, decidí salir a fumar un cigarro y tomar un poco el
aire, aburrido de la música de los 80 y de cincuentones emocionados con ella.
En la terraza me encontré a Pedro, el
homenajeado, me acerque para felicitarle personalmente. Después de las manidas
frases de felicitación, me presento a la pareja con la que estaba hablando, al
parecer, sus hijos habían estudiado en el mismo centro escolar, y de aquellos
días de esperas en la puerta del colegio, surgió una profunda amistad que les
llevo a comprar un adosado en la misma urbanización. Gustavo y Alba, que así se
llamaban, encajaban perfectamente en aquel grupo. El era el gerente de una
empresa local y ella abogada con su propio despacho, pequeño pero al que no le
faltaba trabajo.
No pasó mucho tiempo, para que
reclamasen la presencia de Pedro para la típica foto con uno de los grupos de
la fiesta. Como la conversación era agradable, me quede hablando con Gustavo y
Alba sobre trabajo y alguna aventura juvenil con Pedro. Además Gustavo me contó
que buscaba una empresa de servicios como la mía, lo cual fue un incentivo más
para alargar aquella conversación, visto que sería imposible conocer a alguna
mujer, conseguir un nuevo cliente haría que aquella noche no pasara al baúl de
las noches para olvidar.
Otra copa animó la conversación, y por primera vez me fije en Alba, morena de unos 45 años muy guapa, vestía blusa de botones rosada junto con unos vaqueros pitillo blancos y zapatos de tacón que resaltaban aún más su culo. Los culos en pantalones blancos siempre fueron un imán para mis ojos, tuve que hacer verdaderos esfuerzos para que mi mirada no se desviase más allá de su nariz. Además, tenía un gesto que me ponía a cien, de vez en cuando, instintivamente por el fresco de la noche, con las manos en los bolsillos tensaba sus hombros y piernas, haciendo que sus muslos se rozasen para entrar en calor. Así entre copas y anécdotas, quede con Gustavo en llamarlo la semana siguiente y ver si podíamos cubrir sus necesidades.
Otra copa animó la conversación, y por primera vez me fije en Alba, morena de unos 45 años muy guapa, vestía blusa de botones rosada junto con unos vaqueros pitillo blancos y zapatos de tacón que resaltaban aún más su culo. Los culos en pantalones blancos siempre fueron un imán para mis ojos, tuve que hacer verdaderos esfuerzos para que mi mirada no se desviase más allá de su nariz. Además, tenía un gesto que me ponía a cien, de vez en cuando, instintivamente por el fresco de la noche, con las manos en los bolsillos tensaba sus hombros y piernas, haciendo que sus muslos se rozasen para entrar en calor. Así entre copas y anécdotas, quede con Gustavo en llamarlo la semana siguiente y ver si podíamos cubrir sus necesidades.
Tres semanas después, el contrato ya
estaba en marcha, y el trabajo rodaba bien. Me reuní varias veces con Gustavo,
que a pesar de ser bastante pijo, era un tipo con el que se trabajaba bien, así
que todo iba perfectamente. Pero aquella mañana a finales de mes, fui a hacer
unas compras en unos grandes almacenes. Aparque en el parking de los grandes
almacenes, y al entrar vi que el nivel coincidía con la planta de mujer así que
tendría que subir dos plantas más. Camine hacia las escaleras mecánicas con la
mente absorta en temas trabajo aunque de vez en cuando me fijaba en alguna
clienta o dependienta que llamaba mi atención. Vi las escaleras al fondo, cerca
de la sección de lencería, así que apure el paso, al ir acercándome observe a
una mujer con un conjunto de lencería en la mano que parecía buscar una
dependienta, como no encontraba a ninguna empezó a caminar. Mi vista ya no es
lo que era, pero intuía que era una belleza, y nuestros caminos se iban a
cruzar, verla caminar con aquel conjunto de lencería en la mano hizo que me
olvidase por unos momentos de los problemas laborales del día a día, lo
reconozco siempre he sido un puto fetichista.
Cuando que me iba acercando, nuestras
miradas se cruzaron. Ella se quedó petrificada mirándome, al principio no le di
mayor importancia hasta que llegue a su altura, y vi que era Alba, la mujer de
Gustavo que había conocido en la fiesta de Pedro, la mujer de uno de mis
clientes. Allí estaba ella, de pie, mirándome con unas braguitas negras con
coqueto lazo de satén azul en la mano. Cuando me percate que era ella, el que
se quedó petrificado fui yo, y mis ojos irremediablemente se clavaron en aquel
sensual conjunto de lencería que Alba sostenía en su mano derecha.
– Hola Alba, me alegro de verte. Entre a comprar
unas cosas para el ordenador.
Dije de forma atropellada.
– Bueno, sí, yo también pasaba por aquí, y entre a
comprar unas cosas.
Los dos estábamos bastante incómodos así que decidí
despedirme, para no hacer la situación más tensa. Acelere el paso hacia
las escaleras, mientras en mi cabeza imaginaba aquel conjunto de lencería en el
cuerpo de Alba.
Hice mis compras y conseguí olvidarme
del asunto, no me hacía gracia tener fantasías con la mujer de un cliente. Como
hacía una agradable mañana de julio, después de las compras, opte por relajarme
un poco, y tomarme algo en una de las terrazas que había frente a los grandes
almacenes. Pero el destino es un auténtico cabrón cuando se lo propone, y
cuando me iba a sentar oigo mi nombre.
– ¡Luis!
– Ah vaya, hola de nuevo.
– Si, parece que me estás siguiendo.
– ¿Eh?, bueno no, yo solo iba a tomar algo.
– Tranquilo no pasa nada. ¿Estás solo?, siéntate.
Al fin y al cabo ya has visto mi ropa interior y hay confianza.
Era Alba de nuevo, por sus
comentarios parecía que ya había superado el encuentro en la sección de
lencería. Así que opte por sentarme con ella y restar importancia a la
situación pasada. En una de las sillas estaba una bolsa, que contenía una
pequeña caja con el nombre de una conocida marca de lencería femenína, puse mis
compras en la misma silla y me senté frente a ella.
– Supongo que no es la primera vez que
ves a una mujer con las bragas en la mano.
– Bueno, no suelen llevarlas en la
mano.
– Ah ¿no?, ¿Dónde las llevan?
Dijo ella, inclinándose hacia
adelante, acercando sus labios a su bebida mirándome con sus ojos grisverdosos.
Dentro de mí empezaron a sonar las alarmas, pero tampoco quería quedar con un
pringado. Así que seguí el juego.
– Lo normal, es que acaben en el suelo.
– Ya, claro pero primero se las quitaran.
– No, lo normal es que pasen por mi mano antes de
acabar en el suelo.
– ¿Por tus manos?.
– Claro, me gusta ser yo quien se las quite.
– Que chico más servicial.
-Ya no quedan hombres como yo.
– No sé qué decirte, no uso bragas de
mercadillo y que acaben por el suelo restaría glamour a unas bragas de 100
euros, ¿no crees?
– Visto así puede que tengas razón,
aunque hasta ahora, nunca me he encontrado con ninguna se haya parado a
doblarlas y dejarlas en la mesilla de noche.
– Jajajaja, vaya tus noches deben ser
de lo más salvajes.
– No creas, ya estoy bastante
retirado del mercado, por lo menos el nocturno.
– Te conozco desde hace dos días y
aquí estamos hablando de mis bragas. La verdad es que me quede cortada, al
verte. Llevaba mucho tiempo esperando por una dependienta, quería pagar e irme,
sin darme cuenta camine con el conjunto en la mano. Cuando te vi, no supe cómo
reaccionar y me quede plantada como un árbol de Navidad con unas bragas y un
sujetador en la mano.
– Que sepas, que yo también me quede
cortado. Además, no me di cuenta que eras tú, hasta que te tuve en frente. En
fin, nos estamos riendo, mejor así que encontrarnos otro día y no saber que
decir.
– Si, tienes razón. Pero mejor no se
lo contemos a nadie. ¿vale?
– Vale, si mejor
– Será nuestro secreto
Dijo mirándome a los ojos durante
unos segundos, y después cogió su bolsa, se levanto
– Bueno, yo y mis bragas nos tenemos
que ir, que se hace tarde. Encantada de volverte a ver Luis, seguro que nos
veremos pronto.
Me dio un beso y se despidió
Dos semanas después, me llamo Gustavo
para la reunión final de la campaña, me citó en sus oficinas al día siguiente.
Ya era finales de agosto, todo había pasado muy deprisa, me acorde de Alba del
día de nuestro encuentro en los grandes almacenes, sonreí recordando el suceso,
pero al notar que me estaba poniendo cachondo, decidí apartar aquellos malos
pensamientos, y me puse a preparar la reunión.
Al día siguiente estaba allí a las 11
de la mañana, pero nada más entrar en el edificio, me encontré Alba que al
verme me saludo con una preciosa sonrisa.
– Hola Luis, volvemos a encontrarnos.
Gustavo, me pidió que asistiese a la reunión para dar mi opinión legal sobre el
proyecto.
– Me parece perfecto, una visión
legal vendrá bien.
Las oficinas de la empresa de Gustavo
estaban en la octava planta del edificio, cuando llegamos el ascensor le cedí
el paso, a lo que ella respondió con una sonrisa dándome las gracias. No pude
evitar una mirada furtiva a su trasero que en esta ocasión cubría una falda
ajustada que llegaba hasta la mitad de sus muslos, imagen que procuré, no sin
esfuerzo, quitar de mi cabeza y concentrarme en la reunión.
– He visto tu plan y me ha gustado,
creo que puede ser una buena estrategia de lanzamiento, aunque tengo algunas
dudas que ya te plateare en la reunión.
– Adelántame algo.
– No, prefiero decírtelo cuando
estemos reunidos ,el contexto me ayudará a plantearlo mejor. No te preocupes
nada grave, solo un par de sugerencias. Venga, ya hemos llegado, vamos que
Gustavo debe estar esperando.
– Vale como prefieras.
Salimos del ascensor hacia la puerta
de las oficinas, se giró hacia mí y me dijo:
– Casi se me olvida, llevo puesta la
ropa interior que viste el otro día.
El corazón me dio un vuelco, mientras
Alba siguió caminando de la forma más natural del mundo, por el largo pasillo
hacia la puerta donde esperaba un sonriente Gustavo. Mi pulso se aceleró, y más
aún, cuando me percate como se marcaban bajo su ajustada falda. No sé si
Gustavo noto algo, pero al llegar a la puerta, yo estaba tan nervioso, que me
dijo que tranquilo que estaba todo hecho, que la reunión era puro trámite para
comentar algunos flecos.
Una vez dentro nos llevó a la sala de
reuniones, al entrar, en el centro de la sala, vi lo que iba a ser mi potro de
tortura durante las dos siguientes horas, una mesa de cristal.
Alba se sentó en frente de mí, de tal
forma que si bajaba la vista, tras el cristal de la mesa lo que veía eran sus
muslos y al final de ellos un pequeño triangulito negro coronado en un lazo
azul.
– Ves Luís, como no te mentí el azul
combina muy bien con este negro.
Dijo Alba, Gustavo afirmaba con la
cabeza mientras se sentaba a su lado.
– Si, Alba me aconsejó cambiar el
blanco por el negro. El negro es un color trasmite elegancia y buen gusto,
además el pequeño lazo azul de la parte superior hace que la mirada se dirija
hacia la zona trasparente, donde se ve el producto. ¿No crees?, dijo Gustavo,
con toda naturalidad. Me quede mudo mirando su cara que esperaba expectante mi
respuesta, después, mire a Alba, que sonreía al vez que se mordia ligeramente
su labio inferior y penetrándome con sus ojos grisverdosos.
– ¿Luis?, tío estás bien, ¿te gusta o
no te gusta?
– Yo, esto, no se tendría que verlo
mejor.
– Pero Luis, si lo tienes delante,
fíjate de bien.
Dijo Gustavo. Algo no me cuadraba,
¿qué me estaba diciendo este tío? ¿Qué me fijase bien en las bragas de su
mujer?. Por mi cabeza paso de todo, que eran dos pijos que se estaban
cachondeando de mí, que aquella reunión iba a acabar en un trío donde los dos
nos follábamos a Alba sobre aquella mesa de cristal. Hasta que me percate que
encima de la mesa había una cajita de color negro con partes transparentes y un
pequeño lazo azul en la parte superior. El prototipo del diseño del packing del
nuevo producto que estábamos a punto de lanzar al mercado.
– Si, lo estoy viendo. Es cierto ha
quedado muy bien. El azul le da un toque a todo el negro de la caja.
– Toma cógelo y tócalo. No me digas,
que no sientes el placer del tacto al pasar las yemas de los dedos sobre su
textura.
Dijo Alba, mientras me miraba
fijamente a los ojos, a su lado, Gustavo asentía con la cabeza.
– Tienes razón, al cliente no hay que
venderle solo un producto, hay que venderle sensaciones que entren por la vista
y el tacto, que de alguna manera le inciten a probarlo con el gusto.
Dije mirando para Alba.
– Y nuestro producto está pensado
para que el cliente lo pueda saborear en la boca.
Dije, dirigiéndome a un Gustavo
sonriente y orgulloso de su producto. Después de cerrar el tema del packing, la
reunión se prolongó durante un par de horas más. En las que en más de una
ocasión, de forma disimulada, Alba me mostraba algo más del packing de su
producto, que quedo totalmente al descubierto con un cruce de piernas en cámara
lenta al finalizar la reunión.
– Luis, por cierto ¿me harías un
favor?, ¿te importa acercarme a casa?, es que he venido en taxi, y Gustavo se queda
a comer en la oficina.
– No, que va será un placer.
Nos despedimos de Gustavo en la
puerta, yo con un apretón de manos y ella con un besito en los labios, y un
“nos vemos por la noche amor”.
Salimos hacía el ascensor comentando
los temas de la reunión, mientras detrás nuestra oímos como se cerraba la
puerta de la oficina de Gustavo. Cuando llego el ascensor le cedí el paso, a
continuación entre yo, pulse la planta baja, me di la vuelta, y acercándome a
ella le dije:
– Eres una hija de puta, lo sabes verdad.
.- A mi madre no la metas en esto,
aquí la única puta soy yo.
Subí con mi mano por uno de sus
muslos, hasta el final de sus medias, seguí hasta que las yemas de mis dedos
tocaron el encaje de su bragas notando que ya estaban bastante húmedas.
– ¿Qué haces?
Me dijo, mirándome a los ojos. Y sin
dejar de sostenerle la mirada, recorrí su raja con mi dedo, notando como se
humedecía al pasarlo por la tela de su braga. Después lo saque lentamente y
metiéndomelo en mi boca le dije.
– Probando el producto
Con las
bragas por el suelo
Con las
bragas por el suelo
Segunda parte de mi
historia con Alba. Un conjunto de lencería despierta en nosotros un morbo
irrefrenable. La lujuria y el deseo nos controlan o mejor dicho nos
descontrolan.
Alba observo con deseo como saboreaba el dedo que momentos antes
recorrió la humedad de sus bragas, con su mirada parecía pedirme que le
dejase probar sus propios jugos, pero el ascensor estaba a punto de llegar a la
planta baja, así que se colocó la falda, se arregló el pelo y poniéndose sus
gafas de sol, me dijo
– Vamos, que tenemos muchas cosas que hacer.
Había dejado mi coche en un parking cercano, durante el trayecto
nuestra conversación se limitó a mis indicaciones hacía donde dirigirse. Me
gustaba su forma de caminar, dicen que la forma de caminar revela nuestra
personalidad, los pasos de Alba eran enérgicos y se clavaban con fuerza en el
pavimento, de este modo, el compás de los tacones de sus zapatos negros fue
marcando el ritmo de nuestros pasos; Durante el trayecto, no pude evitar
fijarme en sus medias transparentes que dejaban ver la tersura de la piel de
sus piernas y en su falda oprimiendo sus nalgas redondeadas. Ambas habían
cumplido su misión, mi rendición incondicional.
Cuando llegamos al coche, le abrí la puerta, me respondió con
una sonrisa diciéndome que era todo un caballero”, al mismo tiempo que su mano
se posaba en mi entrepierna y con sus dedos recorrió la forma de mi miembro.
Pude ver que con su mirada me decía que ya no había marcha atrás.
– Vamos a mi casa.
Dijo cuando abandonamos el parking. Me quede mirando para ella
con cara dubitativa.
– Quiero que follemos en mi casa.
– ¿Y tus hijos?
– Mis hijos están en Londres, y Gustavo no volverá hasta la
noche.
La expresión de mi cara, debió dejar entrever que no estaba del
todo convencido. Follar a la mujer de Gustavo ya era un riesgo, que follemos en
su propia casa era elevar todavía más ese riesgo. Por lo que cogió mi
mano la colocó entre sus muslos justo donde acababan sus medias, mirándome me
pregunto:
– ¿Te preocupa algo?
– No que va, nada.
Desarmado decidí dejarme llevar, que fuese lo que el vicio y el
deseo nos tuviese preparado. Allí estaba yo, parado en un semáforo el el centro
de la ciudad, mientras mi mano subía por su muslo hasta llegar a sus bragas. El
roce de mis dedos sobre la tela, hizo que un leve gemido de placer rompiese el
silencio del coche, y que instintivamente abriese sus piernas para facilitar mi
labor. Busqué su sexo, Alba reclinó el asiento, de tal forma que mi mano
pudo recorrer su raja de abajo a arriba con facilidad. Mis dedos pronto
quedaron empapados por lo que saque mi mano con intención de lamerlos, estaba
completamente fuera de mi, pero antes de que llegaran a mi boca, Alba
cogiéndome la muñeca los llevo a la suya, y uno a uno mis dedos fueron
desapareciendo entre sus labios rojos. Después, sin desviar su vista de
enfrente, volvió a dejarla en su coño, ¡Dios bendiga al inventor del coche con
cambio automático!.
– Ya queda poco, aparca el coche en el garaje, nuestro adosado
es el único que tiene la entrada lateral por lo que es imposible que lo vean
entrar o salir.
– De acuerdo.
– Nunca has estado en nuestra casa, ¿no?
– No.
– Este año te invitaremos a la fiesta final de verano. A Gustavo
le gusta hacer una fiesta todos los veranos, es una cena informal en el jardín.
Invita amigos, clientes y gente con la que trabaja, como tú. Precisamente hace
unos días me pregunto que me parecía que te invitase.
– ¿Qué le dijiste?
Pregunte, mientras mis dedos seguían jugando con lo había final
de sus muslos.
– Que me parecía bien, que era una buena idea que uno de los
responsables del lanzamiento estuviese. Y de paso te podía presentar a alguna
de nuestras amigas. Por cierto, si te follas a alguna, quiero que después me lo
cuentes. ¿Entendido?.
Me dijo con cara seria y deslizando su mano por mi muslo hasta
llegar a mi entrepierna.
– Ya llegamos, apárcalo en el garaje.
Desde el garaje accedimos directamente a la planta superior de
la vivienda, donde empezó un beso apasionado me fue guiando hasta el
dormitorio, casi sin darme cuenta, estábamos al pie de su cama.
Mis manos bajaron por sus costados, deteniéndose durante un
momento alrededor de su cintura, la sujete con fuerza pegándola a mí, y con mis
manos desabroche la cremallera de su falda, un ligero movimiento de caderas de
Alba hizo que se deslizara por sus piernas, separándose ligeramente de mí y con
dos movimientos de sus pies, la falda acabo a dos metros de donde estábamos.
Ella misma se quitó la blusa quedando únicamente en ropa interior y medias. Y
Por fin pude ver como le quedaba el aquel conjunto de ropa interior. Creo
que mi sonrisa me delato, Alba imaginó lo que estaba pensando, se giró sobre sí
misma, mostrándome su cuerpo.
– ¿Cómo las prefieres ver así o en la mano?
A su pregunta respondieron mis manos recorriendo la tersa piel
de su cuerpo. Le pedí que se sentase en la cama, y me situé entre sus muslos
besando sus piernas a medida que le quitaba las medias. Ya sin medias, recorrí
con mi lengua la parte interior de su muslo izquierdo, Alba se tumbó
sobre su cama y separo sus piernas, dejándome contemplar su sexo casi depilado
a través de la tela transparente de sus braguitas, coronadas con el lacito azul.
Me boca fue subiendo hacia su sexo, bese su coño delicadamente,
notaba como su sabor iba adueñándose de mí, y su olor penetraba en mi nariz,
ambos hicieron que mi cerebro reaccionará, como si de una droga se tratase,
provocando un subidón de morbo y excitación.
Separe ligeramente la braga, y por primera vez mi lengua recorría aquella zona, su suavidad mi llevo a pensar que estaba recién depilada que esa mañana se había depilado pensando en esta posibilidad. El roce de mi lengua hizo que Alba se tensase y lanzase sus primeros suspiros. Fui bajando sus bragas, al llegar a sus tobillos levante sus pies y se deslizaron hasta caer en el suelo. Me deleite unos momentos en contemplar su vagina lisa, ligeramente abierta y brillante por la humedad de sus flujos.
Con la punta de mi lengua recorrí pubis lentamente hasta llegar
a los labios de su vagina, una leve presión hizo que se fuesen abriendo a mi
paso, su interior estaba húmedo y cálido con un sabor extremadamente dulce,
repetí el recorrido varías veces, Alba movía su cabeza a la vez que su
cuerpo se tensaba, prueba de que le estaba gustado. Cuando encontré la entrada
de su vagina, introduje mi lengua en ella, presionando para que penetrase en
aquel estrecho paso que daba paso a lo más profundo de su sexo. Sin prisas me
fui acercando hasta llegar a su clítoris. Lo lamí circularmente, al principio
muy lentamente, humedeciéndolo con sus propios flujos que mí lengua recogía de
su sexo. En ese momento, los gemidos de Alba fueron más continuados y
acompañados de palabras que me era imposible de comprender.
Cuando note su clítoris duro, lo chupe primero a intervalos
suaves y cortos hasta ir prolongando su duración. Sin separar mi boca de su
clítoris, mis dedos acariciaron la entrada de su vagina. Sus gemidos
hicieron que levantase mi vista hacia ella, Alba tenía los ojos
cerrados, su melena negra sobre la blanca cama, mientras mordía uno de
los dedos de su mano derecha con la otra mano se aferraba la colcha. Fue
entonces cuando mi dedo se deslizo dentro de ella, entrando y saliendo marcando
un ritmo constante. Una última mirada a su cara de placer, y volví a lamer su
clítoris mientras un segundo dedo se abría paso en su coño. Un grito salió de
su boca cuando mis dedos empezaron un movimiento continua entrado y saliendo de
su coño.
Mi cara se clavó en su sexo empapado, las yemas de mis dedos
plapaban con la zona superior del interior de su vagina y mi lengua dibujaba
círculos alrededor de su clítoris. Esa combinación hizo que su cuerpo se
tensará y el comienzo de una serie de espasmos que fueron el inicio de un
orgasmo brutal que acabo con mi cara empapada de sus flujos.
Al cabo de unos minutos recupero la respiración, se levantó y
mirándome a los ojos manipulo mi cinturón y pantalones de tal forma que cayeron
solos, de un empujón me echo sobre la cama se sentó a mi lado y con su mano
empezó a recorrer mi polla sobre el calzoncillo.
– Me has dado el mejor sexo oral de mi vida. Dijo, con cara de
vicio. Gustavo no lo hace mal, pero tú, hoy lo has bordado.
Mientras me hablaba, apretó ligeramente el tronco de mi polla
con su mano pero en ese momento sonó su teléfono, con un gesto me pidió
silencio, y se levantó a cogerlo. La vi caminar hacia la una butaca donde se
encontraba su, recordé sus pasos firmes de esta mañana, ahora contemplaba su
culo desnudo, el movimiento de sus nalgas mientras se inclinaba para coger su
móvil dentro del bolso, miró a la pantalla y sonrió.
– Vaya, hablando del Rey de Roma, mira quien es.
Giró la pantalla donde se veía una foto de Gustavo sonriente.
Enseñándome sus dedos me dijo.
– Estoy tocándole la cara a Gustavo con los dedos que hace un
momento estaban tocando tu polla. Joder, me estoy mojando otra vez. Ahora
cállate que voy a poner el manos libres.
– Dime Gustavo.
– Hola, ¿Dónde estabas? tardaste en coger el móvil.
– Si estaba probándome la ropa interior que compre el otro día.
Dijo Alba, mientras se quitaba el sujetador y se volvía a sentar
a mi lado.
– ¿La que te inspiró la caja?, me gusta ese conjunto, por cierto
aun no te lo he visto puesto.
– No sé, viéndomelo puesto no me convence tanto.
Dijo mientras jugaba con el sujetador sobre mi pecho.
– Bueno, tú verás. Hablando de eso, ¿no crees que a Luis no le
convenció demasiado el packaging?, tardó en reaccionar, como dudando.
– No que va, cuando me trajo a casa estuvimos hablando y se le
veía muy convencido. No paraba de decirme que el toque del lacito azul era
perfecto.
– Bueno, si lo dices tan convencida es que será verdad. En el
coche puedes ver mejor sus reacciones y gestos que en una sala de reuniones.
– Te aseguro que sí, cariño, te aseguro que sí. Tranquilo que le
encanto.
Dijo mientras me sacaba la polla del calzoncillo, y empezó
acariciarla
– Bueno, no te llamaba solo por eso solo. Verás ha surgido un
problema en Coruña.
Mientras Gustavo explicaba un problema que había surgido en una
de las plantas, Alba introdujo mi polla en su boca, dándole una larga, lenta y
suave mamada, que duro justo lo que duro la explicación de Gustavo.
– Tengo que irme cagando leches. Posiblemente me quede a dormir
allí. Lo siento, otro día veré como te queda el conjunto.
– No pasa, tengo pensado ir a mojarme a la playa por la tarde,
pero ya veré. Quizás me refresque en la piscina.
Al acabar paso su lengua por mi capullo
– Una cosa más, a ver si localizas a Luís le he llamado varias
veces, pero tiene el teléfono apagado. Quiero hablar con él sobre el tema, me
fío de ti, pero me gustaría hablar con él. Un beso, venga, si puedo después te
llamo.
Alba corto la llamada. Y volvió a coger mi polla para meterla en
la boca, subiendo y bajando la piel con su mano, y recorriendo cada centímetro
de mi polla con sus labios hasta llegar a mi capullo, entonces pasaba su dedos
por el suavemente, haciéndome sufrir de placer.
Se acostó a mi lado, sin soltarme la polla.
– Creo que deberías llamar a Gustavo, me dijo que te estaba
buscando
Con las
bragas en el bolsillo
Con las
bragas en el bolsillo
Aquí termina la trilogía de
las bragas de Alba, una tarde de lujuria con una mujer casada que descubre los
placeres del adulterio.
La mirada de Alba diciéndome que llamase a su marido era de puro
vicio, ver como sus pezones seguían duros como piedras y en su coño aun
brillaban los restos de su corrida, era la encarnación del vicio, del deseo y
del pecado. No me lo pensé dos veces, aquello formaba parte del juego sexual
que habíamos comenzado, así que cogí el móvil del pantalón y lo encendí, no
paso ni un minuto cuando saltaron las llamadas perdidas de Gustavo. Alba con un
gesto me indicó que me tumbase a su lado, embobado me acomode junto a ella y
mientras con una mano recorría su cuerpo con la otra llame a Gustavo.
Alba se levantó, con su Iphone en la mano se dirigió a la cómoda
y lo acoplo en el reproductor de sobremesa. Observe su figura desnuda reclinada
mientras manipulaba el dispositivo, su postura me ofrecía una vista
privilegiada de su culo y su bulba ligeramente abierta entre sus muslos. Ante
tal panorama mi polla reacciono saliendo de la bragueta de mis calzoncillos,
mientras la señal de llamada sonaba y se podía leer el nombre de su marido en
mi pantalla. Me falto poco para colgar, acércame a ella penetrarla en esa
posición, pero en ese momento la voz de Gustavo se oyó por el manos libres.
Alba se dio la vuelta, sus ojos clavaron primero en mi polla para después
mirarme con ojos lascivos mientras recorría con uno de sus dedos la raja
depilada de su coño.
La voz de Gustavo se volvió a oír por el manoslibres.
– ¿Luis?, ¿Me oyes?
-Sí, sí te oigo. ¿Me oyes tú a mí?
– Sí, ahora sí. Estoy en el coche a veces se va la cobertura.
– Acabo de ver tus llamadas, pero estaba en una degustación con
una clienta y lo tenía apagado, lo siento.
Mientras Gustavo y yo hablábamos, empezó a sonar el Sign Your
Name de Terence Trent D’Arby, y Alba con pasos lentos al ritmo de la canción se
fue acercando hacia mí.
– ¿De qué era la degustación?
– Una conserva gourmet a base de algas y almejas.
– Suena bien.
– Sí, y su sabor todavía es mejor, es un producto exquisito, lo
llamaran “Delicias de mar”
– Que bueno, ya me contarás. Mira, te llamaba por la reunión de
esta mañana. No sé, no te vi muy convencido…
Mientras Gustavo volvía a repetir lo mismo que ya había
escuchado anteriormente. Alba me estaba sacando los calzoncillos, mi polla se
bamboleo a ambos lados al quedar liberada. Durante unos segundos la contemplo;
después la cogió y comprobó su dureza oprimiéndola ligeramente con la palma de
su mano.
El morbo crecía por momentos. La voz de Gustavo, la música de
fondo y Alba presionándome le polla mientras me penetraba con sus ojos gris
azulados tras los mechones de su pelo negro cubriéndole la cara.
– No de verdad Gustavo, créeme, me encanta. – Dije mirando
fijamente para Alba- En caso contrario te lo diría. Es lo que queríamos, algo
que estimulase el sabor, la vista y el tacto, y estoy convencido de que lo
hemos conseguido.
Aprovechando que estaba contestando a Gustavo. Alba se puso
encima de mí, cogió mi polla con una mano y la fue guiándola hacia la entrada
de su coño, donde primero mí capullo, y después el resto, fue despareciendo
lentamente mientras se sentaba encima. Aquella situación me estaba llevando al
límite. Por un lado, deseaba terminar mi conversación telefónica con Gustavo,
para disfrutar del coño de su mujer sin interrupciones, pero por otro lado,
hablar con Gustavo viendo como Alba se movía en círculos con mi polla clavada
mientras se presionaba sus pechos con una mano, provoco en mí un estado de
excitación y morbo como pocas veces había sentido.
– Vale, te creo, pero me había quedado preocupado. Antes hable
con Alba, y también me dijo que estaba equivocado, pero preferí hablar contigo
para quedarme más tranquilo. Por cierto, ¿eso que suena es Terence Trent
D’Arby?
– Si
– Que curioso, hoy cuando Alba estaba en la ducha sonaba esa
canción en su Iphone. Ese tema tiene un ritmo muy sensual, cuando la escucho me
evoca la típica escena de cama donde ella está sentada sobre el moviendo sus
caderas. ¿Sabes qué?, ¿y si la usamos como fondo para las cuñas de radio?.
Me quede mirando para Alba, vi como una sonrisa lasciva se
dibujaba en su cara a la vez a que afirmaba con su cabeza y sus caderas seguían
moviéndose en círculos con mi polla dentro.
– Es cierto, le pediré a los de producción que nos hagan algunas
pruebas. Al final, los aportaciones de Alba están mejorando mucho el concepto
final. Le voy a proponer que deje la abogacía y que se venga a la agencia.
– Jajaja, no estaría mal. Bueno, te dejo que aún me quedan
muchos km de coche. Llama a Alba para comentarle lo del tema musical, a ver qué
le parece. A mí me queda poca batería.
– Ok, lo haré. Hablamos cuando vuelvas. Hasta luego Gustavo.
Fue la propia Alba la que colgó. Ninguno de los dos pronuncio
una palabra e instintivamente nuestros labios se juntaron, nuestras lenguas
jugaban entrelazándose, note sus pezones duros sobre mi pecho, sentía mi polla
dentro de su coño húmedo y cálido. La separe de mí, me levante y como leyéndome
el pensamiento se puso a cuatro patas sobre la cama, le acaricie el coño, la penetre
con uno de mis dedos, gimió al sentir su frialdad, lo retire. Me situé entre
sus piernas, coloque mi polla en la entrada de su coño y la fui penetrando
lentamente, cuando note que mis huevos tocaban sus muslos empecé a bombearla,
primero marcando un ritmo lento, en cada movimiento casi sacaba mi polla por
completo para volver a metérsela de nuevo. La estrechez de su coño hacía que me
volviese loco del placer por el rozando contra sus paredes vaginales, el sonido
de nuestras respiraciones se confundía con un tema que sonaba de fondo. Cuando
mi polla llegaba al tope, movía sus caderas y se clavaba contra mi para
aprovechar mejor cada una de mis embestidas, que iban aumentando en ritmo e
intensidad.
Su espalda se curvaba delante de mí, primero la recorrí con la
punta de mis dedos y después inclinándome sobre ella le daba pequeños mordiscos
en sus hombros acompañados con algunos besos en su espalda. Seguí penetrándola
durante en esa postura en unos minutos, pero quería ver su cara mientras
follábamos, le pedí que se diese la vuelta, puse una de las almohadas bajo su
cintura, coloque sus piernas en mis hombros y la a penetre, esta vez, de golpe
y hasta el fondo. Gemidos de placer salieron de su garganta, me quede con la
polla dentro moviéndola, ella abrió los ojos y nos quedamos mirando fijamente,
yo sin retirar la vista seguí bombeando. La mirada de Alba era entre
provocadora y entregada al placer.
Cada vez que la penetraba, Alba abría su boca ligeramente y sus
gemido empezaban a retumbar en la habitación, a medida que mi ritmo iba en
aumento los gemidos eran más prolongados e intensos. Vi su clítoris brillante,
moje mis dedos y lo acaricie mientras la seguía penetrado, esto hizo que sus
gemidos se volviesen constantes y profundos..
– Me voy a correr cabrón, ummmmm. Quiero que te corras conmigo.
Yo no aguantaba más, mis huevos ya me dolían, llevaba excitado
desde que nos encontramos en el ascensor de las oficinas de su marido. Era
demasiado tiempo aguantando desde el primer contacto en el ascensor, la escena
de la oficina, el trayecto en el coche y por todo lo que paso a continuación,
sentía una necesidad imperiosa de correrme. Cuatro o cinco embestidas después
empezó a correrse, yo la acompañe a los pocos segundos, acabando ambos con un
orgasmo bestial y tumbados en la cama. El puto Sign Your Name de Terence Trent
D’Arby seguía sonando en modo bucle en el Iphone de Alba. Quien acercándose al
oído me dijo.
– Cuando escuchemos la cuña con Gustavo, procura traer vaqueros,
no se te vaya a notar el empalme, al oír este tema de fondo.
– Intentaré resistirme
– Yo no podré, ese día llevaré unas bragas de recambio en el
bolso, ya que cuando lo escuche las empapare seguro.
Dijo mientras cogía mi polla mojada por su corrida y la mía
entre sus manos
Después de aquella sesión de sexo comimos algo, para volver a la
carga así hasta las 7 de la tarde. Estuvimos follando toda la tarde hasta que
mi polla y su coño dijeron basta. No vale la pena relatar el resto de los
polvos de aquel día. Si alguno de los siguientes en los que el vicio, la
lujuria y el morbo siguieron siendo los ingredientes principales de nuestros
encuentros.
Me acompaño hasta al garaje, solo llevaba con un ligero vestido
de verano. Mientras nos besamos apoyamos en el coche, metí mi mano bajo el
vestido con intención de despedirme por hoy de aquel coño, pero me encontré con
la tela de sus bragas. – Ya te has puesto bragas
– Sí, lo hice pensando en ti
– ¿En mí?
Si, dijo mientras se las quitaba apoyada en el coche. Después la
enrollo y me las metió en el bolsillo
– Es tu regalo, guárdalas que alguna cosa más haremos con ellas.
Me dijo con cara de vicio y dándome el último beso antes de
subirme al coche. La trilogía de las bragas de Alba acaba aquí, no nuestra
historia que os contaré en otra ocasión.
Espero que estos tres relatos cumpliesen su cometido, si es así,
me encantaría leer vuestras opiniones en los comentarios o por mail.
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