martes, 23 de agosto de 2016

La excitación japonesa de Picasso - Catalina Sierra



Que a Picasso le gustaba el sexo más que la miel al oso es cosa sabida. Toda su obra rezuma erotismo y así ha quedado claro en las diversas exposiciones sobre el tema que se han venido haciendo estos años. Lo que no era tan conocido es que atesoraba una excelente colección de estampas eróticas japonesas y que éstas, además, le influyeron en algunas de sus series de grabados.


Que a Picasso le gustaba el sexo más que la miel al oso es cosa sabida. Toda su obra rezuma erotismo y así ha quedado claro en las diversas exposiciones sobre el tema que se han venido haciendo estos años. Lo que no era tan conocido es que atesoraba una excelente colección de estampas eróticas japonesas y que éstas, además, le influyeron en algunas de sus series de grabados. Pues, aunque no hay una estricta correspondencia formal, sí que pueden apreciarse curiosas coincidencias de composición en la manera de acoplarse de los amantes o en el interés por forzar la postura de manera que se aprecien los órganos genitales con pelos (nunca mejor dicho) y señales. Un poco a la manera de los shunga japoneses, una versión erótica de los ukiyo-e, de utilidad meridiana, en la que la delicadeza del dibujo no impide mostrar los coitos con todo detalle.


En este sentido, puede considerarse todo un acontecimiento la exposición que ayer se inauguró en el Museo Picasso de Barcelona. Por primera vez se exhiben 19 de los 61 grabados japoneses que atesoraba el propio Picasso, y que ahora guardan sus familiares. Además, el montaje aventura esta hipótesis de las coincidencias a partir de una exhaustiva investigación surgida, curiosamente, de una intuición.

Según explicó ayer el director del Museo Picasso, Josep Serra, todo comenzó con una visita a una exposición en el Barbican de Londres sobre arte y erotismo a la que el museo había dejado algunos grabados. "Aunque muy alejados entre sí, había también estampas eróticas japonesas y a la salida pensé que había algo familiar entre ellas y las de Picasso", comentaba ayer. "A la vuelta a Barcelona comenzamos a buscar y encontramos un pie de página en el catálogo de la exposición que habíamos presentado sobre la colección particular del artista en la que se decía que también había atesorado 61 grabados japoneses, la mayoría eróticos.



Hablamos con los herederos, conseguimos que nos dejaran los grabados, que se exponen así por primera vez, y en la investigación que han realizado Malén Gual y Ricard Bru, los comisarios de la exposición, se han encontrando nuevas coincidencias de las que hasta ahora nada sabíamos".



Fue así como lo que tenía que ser una pequeña exposición de gabinete fue creciendo hasta acabar convirtiéndose en toda una delicatessen para amantes del artista y, también, del erotismo. "Para adelantarme a cualquier comentario pienso que el erotismo de los shunga es una lección de cómo se tiene que entender y vivir la sexualidad de manera sana y divertida", añadió Serra, que indicó que a la puerta de la muestra sólo habrá un letrero advirtiendo que incluye imágenes con sexo explícito.

Imágenes secretas, que así se titula la exposición, se organiza en dos grandes apartados. El primero se centra en el japonesismo que, un poco ya desfasado, vivió Picasso en su juventud. Había tenido mayor impacto en la generación anterior, pero aún así, aunque fuera indirectamente, no fue ajeno a este gusto por la línea estilizada y los colores planos que tanto fascinaron a los postimpresionistas. Con todo, en este apartado lo más curioso y también más potenciado tiene que ver con la influencia que tuvo entre los artistas europeos un famoso grabado de Katsushika Hokusai en el que una mujer tiene relaciones eróticas con un enorme pulpo.



Buceadora y pulpo (1814) tuvo múltiples versiones de la mano de Rodin, Rops, Victor Hugo y, naturalmente, el mismo Picasso, del que se exhibe el dibujo Mujer y pulpo (1903), obra de la que, hasta ahora, sólo se conocía su reproducción en blanco y negro.

El segundo apartado se concentra en la colección de estampas de Picasso, por otra parte de gran calidad, que se contraponen a sus propios grabados, especialmente a la serie Rafael y La Fornarina, de 1968. Aquí es donde las coincidencias compositivas parecen más bien influencia.



 CATALINA SERRA - Barcelona - 05/11/2009
Arriba, grabado de Picasso de la serie Abrazos. Abajo, un shunga de Koryüsai
Ilustracion principal: La obra 'sexual' del artista y su colección de estampas orientales, en paralelo

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La influencia de las estampas eróticas japonesas en Picasso, al descubierto
La influencia que tuvieron las estampas eróticas japonesas del siglo XIX en la obra de temática sexual de Picasso queda patente en la exposición que acoge
La influencia de las estampas eróticas japonesas en Picasso, al descubierto
El Confidencial, 05.11.2009

La influencia que tuvieron las estampas eróticas japonesas del siglo XIX en la obra de temática sexual de Picasso queda patente en la exposición que acoge el Museo Picasso de Barcelona.



La muestra, que estará abierta al público hasta el 14 de febrero próximo, permite además contemplar por primera vez una selección de las estampas eróticas japonesas que formaban parte de la colección privada del pintor malagueño, que en la actualidad se encuentran en manos de sus herederos. Estas estampas, ha subrayado una de las comisarias de la muestra, Malén Gual, presentan paralelismos con dibujos y grabados de temática erótica realizados por Picasso. Según Gual, en el itinerario expositivo se establece un diálogo, tanto en lo que se refiere a "las soluciones compositivas similares" como en "el tratamiento formal" dado para "describir el desnudo femenino y explorar el deseo masculino y el acto amoroso".


El director del Picasso, Pepe Serra, ha destacado que "esta exposición supone una aportación inédita por parte del museo al conocimiento de la obra, los intereses y las fuentes de referencia del artista, y abre nuevas vías de investigación para dotar a la obra picassiana de contextos que permitan una nueva y mejor interpretación".

La muestra está formada por más de un centenar de piezas, de las cuales destacan, como núcleo central, las diecinueve estampas japonesas de los siglos XVII, XVIII y XIX que formaban parte de la colección de Picasso. Aunque toda la obra del artista está imbuida de erotismo y sensualidad, los especialistas consideran que en dos períodos, sus inicios (1900-1908) y el final (1964-1972), Picasso se dedicó de una manera más intensa a esa temática.



Variedad de encuadres y perspectivas

Si en el primer período realiza apuntes y dibujos que son más próximos a las estampas japonesas que a la iconografía occidental, en el final de su vida los grabados presentan una variedad de encuadres, perspectivas y técnicas de representación que, como sucede en las obras de los maestros japoneses, confieren tal fuerza a las imágenes representadas que convierten al espectador en un mirón.

La tesis que plantea la exposición del Picasso arroja luz sobre los orígenes de los grabados eróticos del pintor malagueño, pues "hasta ahora se pensaba que el arte japonés le había influido de manera indirecta a través de la influencia recibida por pintores como Manet, Monet, Van Gogh, Toulouse-Lautrec o Gauguin". De hecho, cuando Picasso llega a Barcelona, con 14 años, el japonismo ya se había arraigado, y, en el ambiente en que después se movió en la ciudad, el japonismo se manifestó sobre todo en el café-restaurante Quatre Gats, frecuentado por artistas claramente atraídos por las estampas japonesas como Rusiñol o Nonell.



En la exposición se exhibe por primera vez el dibujo erótico Mujer y pulpo, realizado en Barcelona en 1903, que sigue la iconografía erótica que partía de la obra de Katsushika Hokusai Buceadora y pulpo, en la que el cetáceo hacía un cunnilingus a una mujer mientras la poseía con sus tentáculos.



Además, se puede ver un proyecto de cartel encargado a Picasso por la actriz Sadayakko para las actuaciones que tenía previstas en 1901 en el Théâtre de l'Athénée de París. Picasso, recuerda la comisaria, no se desprendió nunca de su colección de estampas japonesas y, junto con las obras de otros artistas, le acompañaron siempre en sus múltiples cambios de residencia, por lo que "no es extraño que en algún momento se convirtieran en fuente de inspiración".



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