Joderá el
género humano
mientras
haya pija y coño,
en
primavera, en otoño,
en invierno
y en verano.
Querer
quitarlo es en vano
ni por
fuerza ni consejo,
pues si está
cerca el pendejo
y la polla
se endereza
puede más
naturaleza
que no el
Testamento Viejo.
Desde el rey
hasta el gañán,
de la
infanta a la pastora,
y desde Adán
hasta ahora,
han jodido y
joderán.
Tan
emperrados están
en este
dulce embeleso,
que aunque
gritéis que es exceso,
que hay
Dios, diablo y castigo,
de todo se
les da un higo,
y el bolo
tieso que tieso.
El
prebendado indolente,
delicado y
sibarita,
la quiere
joven, fresquita,
que sea
rabicaliente;
empero
cuando ya siente
menos
robustez y anhelo,
temiendo la
ira del cielo,
y del
infierno la llama,
se compone
con un ama,
o con dos si
viene a pelo.
Si es
molinista, se encierra
con su
devota, y los dos
joden en
amor de Dios
y olvidados
de la tierra.
La carne
hace dura guerra
al interior
hasta tanto
que, con
celestial encanto,
sintiendo
con eficacia
de arriba
venir la gracia,
quedan en
éxtasis santo.
Viuda,
doncella, casada,
¿Cuál es la
que no ha probado
de un fraile
desenfrenado
la lujuria
encarnizada?
Para él seis
vainas es nada;
y la mujer
de respeto
y buen gusto
que en secreto
a joder cita
al hermano,
pilla un
nabo largo, sano,
tieso, gordo
y bien repleto.
El militar
fanfarrón
joder quiere
a troche y moche,
de la mañana
a la noche,
de la grande
haste el pulpón;
no
desperdicia ocasión
por rincón,
barranco o soto,
aunque por
este alboroto
venga a
parar su bambolla
en que le
corten la polla
y luego se
haga devoto.
La dama de
pundonor
y de
española crianza
sólo
descubre su panza
por mucho
metal o amor.
Cada mes al
confesor,
en lágrimas
nada escasa,
va a contar
lo que le pasa;
recibe la
absolución,
comulga con
devoción,
y vuelve a
joder a casa.
La monjita,
si es discreta,
cuando va al
confesionario,
presenta su
tafanario
a la rejilla
secreta.
Hácela allí
la puñeta,
con el dedo,
el confesor,
o, si se
puede, mejor,
aunque sea
con trabajo,
húrgala con
el carajo
mientras ora
con fervor.
Otras se
suelen meter,
a falta de
un buen pepino,
los dedos en
el chumino
hasta que
les da placer.
También se
suelen joder
una a otra
en ocasiones,
y aunque no
tienen cojones,
juntando
ambas el coñito
consiguen
tener gustito
con aquellas
frotaciones.
Joded,
felices humanos,
sin que nada
os alborote,
y en
cansándose el virote,
joded con
lengua y con manos.
A moralistas
tiranos
dejadlos en
su quimera;
a fe que si
yo pudiera
me
transformara en un nabo
inmenso, y
de cabo a rabo,
cien mil
veces más jodiera
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