Lo que más me ha
llamado la atención es que la historia no es una historia de sexo, sino una
historia de una chica que lucha por rodar una película y en la que, de vez en
cuando, se dan escenas de sexo.
Antes
de empezar con mi “crítica” (y lo entrecomillo porque no sé si realmente a esta
reflexión se le puede llamar eso) sobre “La canción de Nora”, primera novela
erótica de la directora de cine Erika Lust (más conocida por ser pionera en el
cine porno pensado especialmente para mujeres), vayan por delante dos
advertencias a los aventureros:
1. Yo no soy crítica
literaria, de modo que esta probablemente no será una crítica al uso. Sí soy
lectora, formada durante muchos años y en todo tipo de géneros (la literatura
erótica entre ellos), de manera que hablaré, en todo momento, como lectora. No
me tome nadie por crítica, sin ser yo nada de eso.
2. Soy admiradora
(absoluta, convencida y confesa) del trabajo cinematográfico de Erika Lust y he
leído la novela con esa admiración muy presente. Así que, voy a tratar de ser
lo más honesta posible con mis comentarios, porque es muy probable que no sea,
en realidad, objetiva.
Avisados
quedáis. Allá vamos con las reflexiones.
La canción de Nora cuenta la historia de
una joven sueca apasionada del cine que, a los 23 años, llega a Barcelona con
el sueño de rodar su primera película sin el encorsetamiento creativo de la
Suecia de finales del siglo XX y principios del XXI. Junto a las
peripecias cinematográficas, la autora mezcla varias historias de amistad y
amor cruzadas, todas relacionadas con la protagonista, quien finalmente se
debate entre dos hombres a lo largo de toda la trama.
La novela está muy bien escrita. Mucho.
Erika da muestra de un conocimiento del español que supera al de muchos
escritores nativos, no sólo por la forma de usar el lenguaje sino, sobre todo,
por el amplio contexto cultural de expresiones, frases hechas, acontecimientos
de la vida cotidiana (y no tanto) española en general y otras referencias que
maneja de forma brillante a lo largo de todo el libro. Esto hace que sea de
fácil lectura (yo me lo leí en cuatro horas y media, del tirón, la primera vez)
y le da un ritmo muy ágil y cercano a toda la trama.
La trama, aunque sencilla, no resulta tan
previsible como puede parecer en un primer momento, cuando lees la sinopsis. De
hecho (y sin ánimo de hacer spoiler alguno), a mí el final me ha parecido
bastante inesperado y también el tipo de relación que va manteniendo la
protagonista con los dos hombres entre los que se debate. Sin embargo y a pesar
de estar bien hilvanada y de ser bastante redonda (prácticamente todos los
detalles que se van desgranando en los capítulos sirven para algo
posteriormente y quedan cerrados, o atados, sin cabos sueltos, cosa que me
gusta mucho), la historia en sí no termina de engancharme o de gustarme.
¿Por qué? Primero porque trata del mundo
del cine, que tampoco es que me apasione en realidad más allá del producto
final (todo lo que se mueve alrededor de la filmación de una película me parece
aburrido, sinceramente). Y segundo porque me parece un poco artificial. Y me
explico.
Me
parece artificial que dos hombres se dediquen desde el primer minuto en que
conocen a una mujer a tratar de conquistarla con todas sus fuerzas. Que sí, que
es literatura y además erótica pero… No sé. Y tampoco ha ayudado la sensación
de que la protagonista lo tiene todo fácil porque, aunque es cierto que al leer
sabes que no, la sensación que te queda no es ésa. La sensación que te queda es
que Nora tiene no una flor, sino un jardín en donde la espalda pierde su
nombre. Eso, para mí, hace la novela menos interesante que si se lo hubiera tenido
que currar un poco más.
Sin embargo, todos estos son detalles
menores que van en gustos, sin más. Lo que más me ha llamado la atención es que
la historia no es una historia de sexo, sino una historia de una chica que
lucha por rodar una película y en la que, de vez en cuando, se dan escenas de
sexo. Me ha sorprendido comprobar que el libro se podría haber contado sin esas
escenas (bajo mi punto de vista muy bien narradas, eso sí. Si os interesa
saberlo: sí, me he excitado y mucho leyendo el libro y estoy deseando poder
leerlo en compañía, aunque sola ya haya comprobado que puede llegar a ser muy
placentero) y no hubiera pasado nada. Y me ha sorprendido porque esperaba otra
cosa. Esperaba una historia con el sexo, contado de la manera que fuera, como
hilo conductor, no como accesorio de quita y pon. Es algo que me sucede con
prácticamente todas las novelas eróticas que he leído, desde que empecé a los
17 con Las edades de Lulú. De hecho, creo que el único libro que he leído en el
que realmente el sexo era un motivo y no un pretexto es precisamente la ópera
prima de Almudena Grandes. En el resto, si les quitas las escenas de sexo te
queda la historia. Y la historia, por sí sola, funciona igual. En este caso me
ha sorprendido porque pensaba que, al ser Erika una profesional de la
pornografía, la usaría más como hilo conductor de la trama que como mero
adorno.
También me ha sorprendido (y en este caso,
para bien) el uso del recurso del sueño (de contar sueños de la protagonista)
para ir desarrollando partes de la trama. Más allá de que el sueño del comienzo
no me llamara mucho la atención (un sueño húmedo con demasiadas plumas y
confeti para mi gusto), pienso que como recurso literario le da mucha fuerza a
la forma de contar el argumento, igual que las partes que están narradas en
lenguaje cinematográfico. Por detalles como este (entre otros muchos) os decía
más arriba que el libro está muy muy bien escrito. Son detalles novedosos a los
que, bajo mi punto de vista, luego no hace justicia la trama: me gusta más el continente
que el contenido.
Finalmente, los personajes están bastante
bien definidos, con caracteres fuertes y perfilados sin caer en los tópicos,
que se van desarrollando en la medida que deben hacerlo (unos necesitan
evolucionar, otros no y eso está muy bien mostrado en sus maneras de actuar,
así como se puede percibir muy bien todo el mundo que hay a su alrededor, antes
y después de la novela, como si estuvieran realmente vivos fuera de la letra
impresa) y que resultan creíbles para el lector, más allá de lo surrealista que
os comentaba de que dos tipos se lancen a por la misma mujer desde el minuto
cero. Que igual a vosotras os pasan esas cosas y a vosotros también, queridos
lectores. Pero oye, como a mí no me ha pasado nunca (ni a nadie que conozca) pues
yo lo veo un poco raro.
Y como postdata, os cuento las tres cosas
que más me han gustado de la novela:
1. Que la protagonista
sea pelirrojísima (ya sabéis que yo soy una pelirroja encerrada en el cuerpo de
una morena y que, desde hace unos meses, por fin di el paso de sacar a base de
tinte a la pelirroja que llevo dentro y soy feliz), de piel blanquísima (que
estaba ya harta de protagonistas perfectamente bronceadas, como si las chicas
de piel lechosa a quienes no se nos pega el sol ni a tiros no pudiéramos
existir) y de formas rotundas (¡por fin!).
2. La existencia de
cuatro gatos adorables a lo largo de casi toda la trama (al final sólo aparece
ya uno, el único que convive con Nora).
3. Y el personaje de
la abuela española de Nora y su relación con ella. Simplemente genial.
4. Y diréis… vale pero
¿nos recomiendas leerlo? Si os gusta la novela erótica sin pretensiones, os
interesa un poco el mundillo del cine y os apetece leer escenas de sexo bien
planteadas, bien escritas y que excitan al rojo, sí, os lo recomiendo. La
canción de Nora es un libro para pasar una buena tarde usando las manos
(propias o ajenas) debajo de las mantas del sofá en una tarde de lluvia.
La canción de Nora
Erika Lust
Nora tiene veinticuatro años, mucho carácter y arrojo, más sentido del humor y, sobre todo, unas ganas infinitas de disfrutar de lo que la vida le pone por delante.
Durante los inicios de su carrera en el cine en la Barcelona más cool, se debatirá entre dos hombre muy diferentes: Xabier, un joven productor ambicioso y sofisticado, y Matías, un creativo apasionado, atractivo y misterioso.
Con Erika Lust, reconocida y galardonada directora de cine «porno para mujeres», por fin llega una auténtica profesional a la narrativa erótica contemporánea.
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