martes, 30 de octubre de 2018

Por qué las chilenas no tienen los glúteos de las brasileñas


Genetistas, historiadores y médicos entregan sus respuestas

“Las mujeres argentinas tienen orto, las colombianas jopo, las brasileras bunda, las mexicanas bote, las peruanas tarro, las cubanas nevera o fambeco, las chilenas tienen poto. O mejor dicho, las chilenas no tienen poto, según mis amigos transandinos que se quejan de esa falta y quedan asombrados cuando viajan por Latinoamérica. Yo mismo casi me encadeno a la muralla del Baluarte de San Francisco en el último Hay Festival de Cartagena de Indias para no tener que volver y poder seguir admirando el desfile incesante de cartageneras o barranquilleras cuyos culos altaneros merecían no este breve artículo sino un tratado enciclopédico o un poemario como el Canto General”.


Este pasaje de la “Oda al culo” fue escrito por el argentino Pedro Mairal, autor del “Ensayo sobre las tetas”, para la revista Soho, una publicación colombiana para hombres que lo convocó a analizar traseros. “La opinión del poto chileno es de mis amigos chilenos. No lo pude corroborar en persona aún”, explica desde Buenos Aires Mairal, quien no alabó a las colombianas por cumplir: basta mirar el resultado del Miss Reef 2012, realizado hace unos días en Reñaca. La ganadora fue Karen del Castillo, una cafetera con genes privilegiados que además camina todo el día por la montañosa Medellín, que va al gimnasio cinco veces por semana y que es adicta al Power Plate, la plataforma vibratoria que dicen que tonifica hasta los pensamientos. Un día después del triunfo mostró las garras. “Algunas chilenas tienen caras lindas y son simpáticas, pero está escaso el poto por acá”, declaró muerta de la risa.

Paulina Soto, la Chipi, el orgullo viñamarino, quedó segunda igual que el 2011. Ahí perdió con Sabrina Sosa, oriunda de Argentina, donde la preocupación por el cuerpo parte en la sala cuna. Varios cetros anteriores también han ido a manos de extranjeras (como la española Wilma González) y lejos quedan los triunfos de María Laura Donoso, Karina Muñoz y María Eugenia Larraín. ¿Por qué? Porque salvo excepciones, las chilenas fueron marcadas por sus genes y malos hábitos a no lucir jamás nalgas de corte argentino, brasileño o colombiano, las más idealizadas por los varones después de un breve testeo local. Las nalgas nacionales, en cambio, no estarían para concurso de belleza y lo ratifican apodos como poto de pera o poto de mochila, el que la Enciclopedia de la Discriminación describe como una “persona cuya espalda posee una curvatura fuera de lo común”. También está el poto de mochila sin cuadernos y quién no se ha burlado de alguien porque tiene el mal del tordo. Y si seguimos con chistes por nuestra suerte: un famoso genetista local postuló que las chilenas parecen cantaritos de Quinchamalí. Esta forma de vasija se vería refrendada por el origen de la palabra poto.


“Siempre se ha dicho que es mapuche, pero de acuerdo con la estructura de la lengua mapudungun hay más consenso en pensar que es quechua. En el Perú utilizan la palabra poto para una vasija, lo que nosotros aquí llamamos pote, y ahí se entendería que la parte de debajo de la vasija corresponda al trasero”, detalla Alba Valencia, ex presidenta de la Sociedad Chilena de Lingüística.


En resumen, la forma del trasero nacional tendría su origen en la época de la Conquista, según Juan Carlos Marín, ex presidente de la Sociedad Chilena de Genética: “La mujer chilena no se caracteriza por tener un trasero bonito por el componente asiático. Se cruzaron mujeres amerindias, de origen asiático, con colonizadores españoles, de componente caucasoide. El asiático no es de glúteos prominentes y el caucasoide es un intermedio entre raza blanca y negra. En Brasil, Colombia y Venezuela llegaron esclavos negros y por eso la mujer tiene trasero prominente. A Chile llegó poquísimo negro. En concreto, el trasero amerindio es más plano, el caucasoide es intermedio y el más curvo es el negro”.

Esta última descripción encierra el término esteatopigia, “que es una característica de la raza negra, razas caminadoras que ocupaban la sabana. Es un gran desarrollo del glúteo y de la grasa”, describe la geriatra y experta en medicina interna Helia Valencia. “Hay que hacer la aclaración”, agrega. “Si uno habla de las nalgas de las chilenas, término vulgar poto, se está refiriendo a ellas como atractivo erótico, pero la función del glúteo es mantener la posición de bipedestación, caminar en dos pies. El glúteo tira la cadera para atrás, la sujeta en la posición de levantar la columna y es el músculo más importante de la zona. Es una masa muscular enorme y está revestido de grasa porque sirve para acomodarse en una posición de descanso. Al envejecer se pierde el glúteo y por eso la característica más clásica de la vejez es que se aplastan las nalgas. Canas y dientes son accidentes; arrastrar los pies, eso es vejez”, cita.

El resto del cuerpo tampoco acompaña. El cirujano plástico José Zarhi dice que “la chilena es de piernas cortas, por lo tanto, es más difícil lucir un glúteo. Y si te fijas en el formato de las estructuras del tórax y la cintura, como normalmente no son de mucha cadera, se les acumula mucha grasa y las hace muy cuadradas. En las mulatas los potos destacan mucho porque tienen piernas muy largas y están muy elevados. Las colombianas, las brasileñas, las venezolanas, tienen una influencia negra fuerte, pero también se desarman con mucha facilidad. Estos potos monumentales de las negras son un fiasco a largo plazo”.


Mario Castro, antropólogo físico de la Universidad de Chile, postula que “el tema es bien relativo, pero a la pregunta de si estamos castigados por la genética tendría que decir que la población chilena podría estarlo en el sentido que tiene un componente amerindio que la hace más bien baja, donde el tronco es importante y la extremidad inferior es más corta comparativamente con otras poblaciones. Eso trae aparejado que la musculatura glútea no sea tan prominente, pero agrégale que tenemos malos hábitos y no hacemos actividad física. Toda la musculatura requiere que la mantengas en uso para que esté a tono y mantenga una suerte de atractivo. Si eso no ocurre, se atrofia. La pregunta que tendrías que hacer es al revés: ¿Qué habría pasado si nos hubieran colonizado los noruegos, los suecos?”.


Cambiar este destino es posible, pero requiere fuerza de voluntad o una buena cuenta corriente para pagar tratamientos estéticos o una cirugía. También, en una de esas, la teoría evolutiva cambia las cosas. Según Juan Carlos Marín, si para los hombres el trasero fuera un factor relevante, seleccionarían mujeres con esos rasgos y éstas tendrían más posibilidades de reproducirse que otras, pero “esto no es a corto plazo, sino en una escala de tiempo de unos 5 mil años”. ¿Ves que hay futuro?

Foto principal: Tatiana Neves, la brasileña que conquistó a Justin Bieber

http://www.lun.com/lunmobile//Pages/NewsDetailMobile.aspx?dt=2012-03-02&PaginaId=15&SupplementId=55&bodyid=0 

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