Un nuevo encuentro
con Alba, los dos ya completamente entregados a la lujuria y al vicio. El morbo
de excitarnos delante de su marido nos lleva a situaciones límite.
– Hola, ¿Dónde estás?
– En el hotel, ¿tu?
– Acabo de aterrizar según Google llegaré en unos veinte minutos.
– No te haces a la idea de lo cachonda que
estoy. Me acabo de rasurar el coño, estoy desnuda sobre mi cama, solo llevo
unas braguitas blancas.
– No te toques
– ¿Por qué?
– No quiero que te toques, quiero saber
cuánto te mojas solo pensando en que estoy a punto de llegar. Así que cuando
llegue te bajarás las bragas y lo comprobaré.
– Eres un guarro
– Y a ti te gusta
– Tienes razón. Llevo toda la semana
esperando este momento
Alba llevaba 2 días en Madrid por motivos
de negocios, habíamos quedado en vernos allí. Ella le diría a Gustavo que
estaría 4 días fuera pero realmente la agenda de trabajo la liquidó en dos
días, así que quedamos en que me acercaría y aprovechar esos dos días
restantes. El plan era follar y follar. Hacía un mes desde nuestra aventura,
desde entonces no tuvimos oportunidad de volver a quedar, si nos habíamos visto
varias veces con Gustavo en sus oficinas pero fueron reuniones de trabajo.
Mientras iba en taxi recordé una de esas
reuniones, la noche anterior habíamos estado charlando por Whatsapp, durante la
conversación me había enviado unas fotos en lencería, en una de ellas Alba
llevaba unas bragas tul de fantasía rojas con pequeños lunares y con cintas de
raso laterales, tras ellas se veía su piel suave y tersa de su pubis y su
coñito. En otra de las fotos separaba levemente la tela de la braguita
dejándome ver mejor ese coño que me había follado días atrás.
– Mañana en la reunión las tendré puestas,
pensé que te gustaría saberlo.
– Lo recordaré
– Me ocupare de ello, descuida
Al día siguiente llegue con retraso por culpa
del tráfico por lo que entre en el despacho sin llamar, al entrar vi a Alba
reclinada sobre la mesa de Gustavo explicándole algo sobre unos documentos, su
culo apuntaba directamente hacia la puerta, como si quisiese que eso fuese lo
primero que viese al entrar.
Alba llevaba falda con cintura plana con
tablas desde la cintura que aportan vuelo característico de ese tipo de faldas,
y un sueter negro que completaban un look de ejecutiva con un aire british. El vuelo
de su falda y su posición sobre la mesa, me permitían ver el final de sus
medias negras que acababan en una sugerente banda de encaje a base de flores.
Gustavo levanto levemente la vista, y me
indico que me acercase, camine hacia ellos. Alba se dio la vuelta me saludo y
mirando hacia mí humedeció sus labios ligeramente con la punta de su lengua.
Después siguió explicándole a Gustavo su propuesta. Me situé a su lado, podía
sentir su perfume, un perfume que irremediablemente me evocaba imágenes de su
cuerpo desnudo sentada sobre mí, clavándose mi polla, apretándola con su
vagina. Mientras por mi mente pasaban todas esas escenas, ella de vez en cuando
ponía su mano sobre la mía y sonriendo me decía
– ¿Qué te parece mi enfoque del asunto
Luis?, no será difícil posicionarnos, con tus manos expertas moviendo los hilos
y esta base jurídica, pronto habremos penetrado con fuerza en el mercado.
– Si tienes razón, Alba. Gracias por los
halagos pero tus movimientos también están siendo certeros.
– Vaya dos, a ver si dejáis de echaros
flores. Espero que podamos acelerar la producción y no nos quedemos cortos en
el lanzamiento.
– Eso ya es cosa tuya cariño.
Dijo Alba, a la vez que pasaba la punta de
sus zapatos por mis tobillos.
– Cierto, te aseguro que la producción no
fallara
En ese momento sonó su teléfono, lo cogió
y con cara de preocupación dijo que era importante. Giro su silla, y dándonos
la espalda y empezó la conversación con su interlocutor. Yo, aproveche para
sentarme en el sillón del despacho y sacar mi portátil. Alba se mordía el labio
inferior mirando hacia mí sentada en la mesa de su marido. Yo le indique que
tenía un empalme del siete que intentaba tapar con el portátil.
Ella sonriendo, introdujo su mano entre
sus muslos, sin apenas abrir las piernas, levanto ligeramente la falda
enseñándome las mismas bragas de las fotos de la noche anterior. Me quede
embobado mirando para aquel triangulo rojo que se introducía ligeramente en su
vagina.
Alba giro su cabeza hacia Gustavo y vio
que seguía dándonos la espalda, sin retirar la mirada, agarro sus braguitas por
la goma de la cintura y tiro de ellas suavemente, hasta que quedaron a la
altura de sus rodillas. Una vez allí y, sin desviar la mirada de Gustavo, con
un ligero movimiento de los muslos cayeron hasta sus tobillos. Me miro durante
un instante con su sonrisa de vicio. Volviendo la vista hacia su marido, las
quito del todo alzando primero un pie y luego el otro; ver como el encaje se
deslizaba por los tacones de sus zapatos hizo que mi polla chocase con la
base del portátil.
Con cuidado se agacho, en cuclillas y
abierta de piernas, sosteniéndome la mirada cogió la prenda; se levantó,
comprobó que Gustavo seguía de espaldas a nosotros hablando por teléfono; con
expresión serena y muy seria se dirigió hacia mi y las puso encima del teclado
de mi ordenador, volviendo después a la mesa de Gustavo.
Las cogí con mi mano derecha, eran suaves
al tacto y se notaban estaban ligeramente húmedas, las olí, era el aroma de su
coño, un aroma que me acompaño a lo largo de todo el día.
Esas mismas braguitas son las que estaba
tocando en el bolsillo de mi chaqueta mientras me dirigía a nuestro encuentro.
Fue precisamente aquella mañana después de la reunión con su marido, cuando me
propuso el plan de acercarme a Madrid y pasar dos días juntos.
Llame a la puerta de la habitación, al
abrir allí estaba ella solo vestida con una camiseta blanca y unas braguitas
blancas. Me acerque a su oído y susurrando le pregunte.
– ¿Te has tocado?
– No, pero estoy deseando hacerlo.
– ¿Estás mojada?
– Compruébalo tú mismo.
Cerré la puerta. Abrí sus piernas con
ambas manos, sin dejar de mirarle a los ojos, metí mis dedos por debajo de sus
bragas. Mis dedos se empaparon al instante con sus fluidos, notaba como su coño
estaba húmedo, deseoso de ser follado. Mis dedos se deslizaron con facilidad
por el mientras Alba gemía.
– ¿Qué te parece? ¿Estoy mojada?
– Mucho, tienes las bragas empapadas.
– Llevan empapadas todo el día
– Me gusta, pero tengo otros planes
Le quite las bragas y saque de mi bolsillo
las que me había dado el día de la reunión con Gustavo. Levante sus pies, las
deslice hasta dejárselas puestas, la cogí de la mano y la lleve a la
habitación. Allí la coloque con los brazos sobre el escritorio y su culo en
pompa como estaba aquel día.
– Te voy a follar con ellas puestas.
Me desnude, ella me miraba a través de un
espejo que había en la pared, el mismo por el que yo veía su cara de lujuria.
Al bajarme los calzoncillos mi polla ya estaba empalmada, la pase por el
interior de sus muslos y su piel reacciono, mi manos separaron la tela de la
braguita y empecé a penetrarla.
Note su excitación por su forma de moverse
y su cara lasciva en el espejo, en esos momentos era una hembra en celo, así
que aceleré el ritmo. Alba gritaba de placer, mientras yo ahogaba mis gemidos
con besos y mordiscos por su cuello.
Mi polla ya se sincronizaba perfectamente
a su coño, cada vez que entraba y salía podía notar como Alba presionaba su
vagina sobre ella, eso me volvían loco. Arqueaba su espalda para sentir mejor
mis embestidas que acababan con gritos de placer por su parte.
Nuestras respiraciones se aceleraron, nos
encontramos cara a cara en el espejo, los dos veíamos la misma escena. Alba
reclinada sobre la mesa y yo follándola, los dos enviciados, uno en el otro era
un momento bestial. Note que sus piernas empezaban a temblar, podíamos sentir
la respiración del otro, con mis manos recorrí sus hombros, su cuello y me
agarré a su cabeza, cerramos los ojos y volví a follarla sin piedad. Su
respiración se aceleró todavía más, acelerando la mía también. Alba no podía
parar de gemir, hasta que tenso al máximo su cuerpo pegándose a mí y sin dejar
que me separase se corrió agarrándose fuertemente a la mesa, yo seguí bombeando
cuando note que me iba a correr saque mi polla de su coño y me corrí sobre su
culo dejando un reguero de semen fluyendo por sus rajas.
Alba se dio la vuelta, se acercó a mi oído
y susurrando me dijo
– Ahora sí que estoy mojada de verdad
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