Era un día muy atareado: unos recados de banco,
supermercado, gran almacén…..Muchas cosas que no podría terminar. La primera
que hice fue la de ir al súper a comprar vino y algunas otras cosas que había
olvidado. Estaba mirando unos platos preparados cuando pasó ante mí, separada
por unos congeladores, una negra preciosa. Era negra, negra, como el carbón,
pero preciosa. El blanco de los ojos, en contraste con su negritud, le brillaba
como dos aguamarinas; sus labios eran gruesos, de esos que te hacen soñar con
un beso apasionado; su cara, sin ser guapa, era muy atractiva. A mí me gustaba
¡muchísimo!. Y su cuerpo era una delicia de curvas suaves, sin exageraciones. Y
su pecho, pequeño, de adolescente, podía volver loco a cualquiera.
Nos miramos un par de veces, con insistencia,
enganchándose nuestras miradas. Yo, pese a mis años y a los pocos de ella, unos
diecinueve, la deseaba con todo mi cuerpo y no pude resistir el lanzarla un
beso con los labios. Lo percibió, lo sintió, porque me miró largamente y me lo
devolvió. Luego me sonrió y continuó caminando entre los estantes. Yo la
seguí. Nuestras miradas volvieron a encontrarse y se repitieron los besos
enviados a distancia y las sonrisas.
La escena, deliciosa, apasionante, enamoradora, se
repitió varias veces. Me miró intensamente y me hizo un gesto con la cabeza,
indicándome que la siguiera. Así lo hice. Pagamos en cajas diferentes y se
encaminó hacia la salida. Yo me adelanté rápidamente y me situé junto a la
escalera que llevaba al garaje.
Pasó a mi lado y nuestras manos de rozaron despacio,
estrechándose durante unos segundos. Una vez en el parking, me cogió del brazo.
Nos apartamos hacia un lado, entre coches y nos detuvimos. Nos miramos
largamente. Mi brazo izquierdo, libre de bolsa, ciñó su cintura. Se apretó
contra mí y sentí, quemante, abrasador, el calor de su bajo vientre al juntarse
al mío. Nuestras bocas se unieron ansiosas y nuestras lenguas se buscaron con
ansia. La lengua de mi negrita era algo áspera, pero me sabía a gloria. Dejé la
bolsa en el suelo y cogiéndola por el culo, apreté su bajo vientre contra el
mío. Nuestros cuerpos se arquearon para juntarse más. Tuve una erección. La
sintió y restregó su cuerpo contra mi polla. Nos encaminamos hacia mi coche. No
dejamos de besarnos sin parar, enloquecidos Abrí las puertas, tomé las bolsas y
las coloqué en el maletero. Entramos, eché el seguro y nos besamos
ansiosamente.
Mientras paladeábamos el sabor de nuestras lenguas, mis manos
intentaron desabrochas su pantalón. Ella me ayudó. Se lo bajé, levantó el culo
ayudándome y se lo dejé a la altura de las rodillas. Su cuerpo me enloqueció.
Era una maravilla: muslos plenos y, como también le había bajado las bragas, su
coño me pareció el más bonito del mundo. Me incliné hacia su rizada selva y la
besé largamente. Gimió y acabó de quitarse pantalón y bragas. Mientras nos
besábamos otra vez, bajé el respaldo y se acomodó para recibirme dentro
de su cuerpo. Me susurró.
Ten cuidado, no me lastimes….Soy virgen.
Aquí ……será…muy incómodo…. Es fácil que te duela.
¿Tienes prisa, te esperan en casa?.
No, no me espera nadie, no tengo prisa.
¿Quieres venir a mi casa?.
Si
Nos volvimos a besar. Yo sentía hambre de su cuerpo,
de su lengua, su saliva, su coño. Olía su coño a algo…..¿cómo
diría?—-¿bravío?…..¡Sí, sí, olía a algo……¿montaraz?. Me gustaba, aunque, recién
lavado, disfrutaría mucho más de aquella deliciosa selva negra, de pelo
abundantísimo, rizado…… Sí, como en casa en ningún sitio.
Vuelve a vestirte, cariño.
Lo que tú digas, mi amor.
Comenzó a ponerse bragas y pantalones. La detuve con
un gesto y volví a aproximar mi boca a su rizado coño. ¡Ya lo creo que olía a
cosa bravía, campera!. Se conoce que nuestros besos y mi breve lamida en su
coño habían activado sus jugos y olía más fuerte. Ella también debía percibirlo
y, alzándome la cabeza de su entrepierna y dándome un apasionado beso en la
boca, me dijo:
Desde que salí de casa esta mañana temprano, no me he
lavado. Preferiría que esperásemos a estar en tu casa, mi amor. ¿Te parece
bien?.
Si, cariño, lo que tu prefieras. Y además tienes
razón: estas cosas deben hacerse después de unos buenos lavados. Si te he besado
en tu…….tu cosita….
Rió levemente y me besó, hundiendo su lengua en mi
boca. Fue un beso interminable, lleno de pasión y de ¿cariño?……Yo diría que sí,
que había cariño en todo lo que hacíamos. Es más, afirmaría que en nuestras
primeras miradas había cariño. Cuando nos separamos, la dije:
Te decía que…..si beso tu cosita es porque siento por
ti mucha ilusión….Me da un poco de miedo, ¿sabes?.
¿Por qué, cariño?, ¿de qué tienes miedo?.
De enamorarme de ti.
Eso es lo que deseo. Yo…..ya me estoy enamorando de ti,
mi amor.
Volvimos a besarnos y, mientras terminaba de subirse
bragas y pantalón, acaricié su coño con una suavidad infinita. Volvió a besarme
con ansia.
Te juro que, aunque me ves tan …..apasionada, soy
virgen, no conozco varón, te lo juro. Ocurre que, ya tenía muchas ganas de ser
…..poseída por un hombre y…….hoy, nos hemos encontrado. Y he sentido, dentro de
mí, que tenía que ser contigo. Te juro que es verdad.
Te creo, mi amor.
De nuevo nos besamos y mi mano, abriendo su bragueta,
acaricié de nuevo su delicioso coño. Respondió de inmediato: separó las piernas
y besándome con más fuerza, su mano me acarició la polla por encima del
pantalón. Sintió mi erección y sus manos abrieron mi bragueta y sacaron mi
polla. Dejó de besarme y me la miró. Se inclinó y me la besó con mucha ternura.
Lo hizo repetidamente, diciendo:
Me gusta, es muy blanquita. Pero ….me gusta mucho.
Volvió a besármela y su lengua lamió ligeramente. Era
áspera su lengua, pero me enardecía.
Tienes que decirme cómo te lo hago. Nunca lo he hecho.
Si, mi vida. ¿Cómo te llamas, cariño mío?.
Susi, Susana. ¿Y tú?.
Juancho.
Me gusta tu nombre, Juancho.
Y a mí el tuyo, Susi. Siento que……
¿Qué, cielo?, dímelo, no te calles nada. Por favor.
Pues….lo que ya te he dicho, Susi: que me voy a
enamorar de ti.
Los dos nos vamos a enamorar. Lo estamos ya, ¿verdad,
mi amor?.
Por mi parte, sí.
Por la mía, también. ¿Nos vamos a tu casa?.
Si, cariño.
Arranqué el coche y salimos del parking. Mientras
conducía fuimos hablando. Era de raza zulú, criada y educada en la antigua
Guinea española, en las islas.
Tenía nacionalidad española, había estudiado
aquí y ahora, divorciados sus padres y habiendo tirado cada uno por su lado,
estaba sola en Madrid, viviendo en una habitación de una casa muy modesta.
Pasaba apuros económicos y hasta había fregado por horas en algunas casas.
Esta es mi vida. Algo complicada, ¿no?.
Lo normal. Yo, y te cuento algo de mí, soy xxxxx
y trabajo en xxxxx. Soy viudo, mis hijos están casados, viven fuera de Madrid
y… no tengo compromiso con ninguna mujer, ni novia………Nada. No me quiere
ninguna.
Yo si, cariño. Y estás comprometido. Yo soy tu novia.
¿Quieres ser tú mi novio, amor mío?.
Arrimé el coche a la acera y nos besamos brevemente.
Continuamos hacia casa.
¿Quieres que comamos juntos?.
Me encantaría. Y también cenar, ir al cine…..Estar
contigo. ¿Te apetece ir al cine con tu novia?.
Claro que sí. Lo malo es que no te voy a dejar ver la
película.
Si, mi amor. Para nuestras caricias, nuestro cariño,
tenemos tu casa, ¿no te parece?.
Si, cielo. Veras, nena, podemos comer y cenar sin que
tengamos que trabajar.
Tengo mucha comida preparada.
Te advierto que las que somos mitad zulúes, mitad
guineanas isleñas cocinamos muy bien.
Bueno, ya lo veremos.
Llegamos a mi casa, metimos el coche en el garaje, subimos
en el ascensor y comencé a abrir la puerta.
Estuvo alabando la urbanización sin parar, con
auténtico entusiasmo, cosa que agradecí. Tras abrir, hice ademán de tomarla en
brazos y, dándome un beso, me abrazó por el cuello e intentó hacer que su
cuerpo pesase lo menos posible. Entramos, volvimos a besarnos y se encaminó al
baño. Casi al momento sólo se oía el ruido de la ducha y su canturreo. Decidí
imitarla. Por algo teníamos dos baños completos. Terminé antes que ella y, al
poco, tal como esperaba, oí su voz, su deliciosa voz.
Cariño, no tengo toalla.
Es el baño de invitados. Tengo aquí una toalla. ¿Puedo
abrir?.
Con voz algo enronquecida por la emoción del momento,
me dijo en tono mimoso, muy mimoso
Tu, amor mío, no tienes que pedir permiso para entrar
cuando yo me esté bañando, ¿saber, mi amor?.
Abrí la puerta. Ante mi vi el cuerpo más maravilloso
del mundo. Los dos estábamos desnudos. Tuve un inicio de erección y, a la vez
que la entregaba la toalla, me arrodillé ante ella y comencé a lamer su coño.
¡Qué delicia!. Ya no olía ni sabía a algo bravío.
Tenía un leve olor, diferente al de las mujeres blancas, pero que me gustó
mucho más, me gustó con locura. Sus manos apretaron mi cabeza contra su
entrepierna. Me incorporé, me besó en la boca, me lamió brevemente la polla y
nos fuimos a la cama.
Yo me puse en postura sesenta y nueve y comencé a
lamerla el coño. Susi, excitadísima, temblando de emoción, abierta sus piernas
de par en par, gemía, suspiraba y me decía:
Dímelo, amor, dímelo. ¿Cómo te lo hago yo?
Se lo expliqué y volvimos a chuparnos y lamernos con
una pasión como no había sentido nunca. Su coño estaba cada vez más húmedo. Yo
estaba encendido de pasión, no resistía más y me puse encima. Abrió las piernas
y me dijo, con profunda emoción:
¡Entrame, amor de mi vida!. Mi virginidad la he
guardado para ti, corazón mío. Te quiero.
Y yo a ti, Susi de mi vida. ¡Cómo me estoy enamorando
de ti, cariño!.
Y yo de ti.
Nos corrimos con ansia, con desesperación, dándonos
todo el amor que habíamos guardado durante años. Fue un gustazo de locura, como
nunca había sentido con mujer alguna. Ella, mi Sussi, me dijo entre jadeos que
jamás había pensado que pudiese ser tan maravilloso. Nos levantamos para
lavarnos.
Luego, tras mirar el contenido de la nevera, mi novia comenzó a
preparar el almuerzo. Yo ayudé poniendo la mesa y abriendo una botella de cava
que guardaba desde Navidades. A las dos estaba todo listo. Como hacía calor, la
propuse bajar a la piscina.
¿Tenéis piscina, mi amor?.
Si. Y tenis, si te gusta.
Vamos a la piscina, aunque sólo sea un rati……¡Qué
pena, cielo, no tengo bañador!.
Muy cerquita hay una tienda de deportes, así que, si
quieres….
Claro que sí, vamos.
En menos de diez minutos entramos en la piscina. Todos
los vecinos nos miraron. Sussi estaba preciosa embutida en su bañador azul
claro. ¡Qué tipazo!.
Noté las admirativas miradas de mis vecinos. Tras una
ligera ducha, nos metimos en el agua. Sussi nadaba como una campeona y se hizo
varios largos.
Yo, antes de un minuto me salí. Tras ducharme, me senté junto a
una vecina.
¡Qué chica tan guapa, Juancho!, ¿es una compañera de
trabajo?.
No, Lucy, es mi novia.
Pues es preciosa. Has tenido mucho gusto. ¿Se va a
quedar contigo, a vivir contigo?. Soy una preguntona,¿verdad?.
Tenemos confianza,¿no?. Pues….verás…..no lo sé. No he
pensado en nada.
¿Te sientes a gusto con ella?.
Hoy hemos empezado la relación. Ha sido todo como…como
un flechazo, el rayo del que tanto hablan y no acaban los sicilianos…….. En
fin….No sé que pasará. Ya sabes que estas cosas de hombres y mujeres terminan
cuando menos te lo esperas. Bueno, que te voy a contar que no sepas de
primera mano.
Sussi salió del agua. Le presenté mi vecina. Sussi
hizo una puntualización que me agradó: dijo “soy su novia”. Nos despedimos.
Subimos a casa y sin muchas ganas de hacer la comida, nos acercamos a un burger
y nos atiborramos de comida “basura”. Cuando regresamos a casa, le di a
Sussi un cepillo de dientes y la pasta. Volvió a sorprenderme: se metió
en mi cuarto de baño y, soltando una pícara sonrisa, dijo:
No vamos a estar manchando dos baños, ¿no?. Usaremos
este si……me dejas que me quede contigo.
Me encantaría, Sussi; pero ocurre que…. Mira…yo tengo
cincuenta y cinco años, tu eres veinteañera. Tienes una fuerza y una apetencia
sexual que yo……..no he perdido, pero se ha atenuado con el paso de los años.
¿Comprendes?. No debes vivir conmigo.
Me tendrás que echar, amor mío, porque yo sólo quiero
hacer el amor contigo.
Bueno….esta noche si, mañana..ya veremos. Se me acaba
de ocurrir una cosa. Si hay suerte……..
Llamé por teléfono a un amigo. La gestión fue un
éxito: me vendería dos entradas para la opera. Así se lo dije. Dio un salto de
alegría, pero enseguida se puso seria, con cara apesadumbrada.
Yo no tengo un vestido adecuado para ir al Teatro Real,
Juancho.
Vamos a tu casa y……..
En casa tampoco, cariño.
Pues vamos al Corte Inglés y lo resolvemos
rápido. Con tu tipazo te vale cualquier cosa que te pruebes.
Es un abuso, Juancho, no puedo aceptar.
¡Qué bobada!. Anda, vámonos.
Así lo hicimos. Y tras probar varios vestidos, nos
gustó uno verde claro. Le sentaba que estaba hecha una modelo. No fue barato,
no, pero valió la pena. Regresamos a casa, nos vestimos y salimos en el coche
hacia el Real. Cuando llegamos, faltaban treinta minutos para el comienzo. La
propuse entrar para que viese el interior de ese teatro-joya. Era una mujer
cultivada, con estudios y no dejó de alabarlo con discreción. No tengo que
decir que su presencia llamó la atención. Estaba preciosa y el vestido realzaba
su belleza. Yo, tampoco iba mal: traje negro, corbata a rayas….En fin, una
pareja de lujo. Sussi, no soltaba mi brazo ni un momento. Avisaron el comienzo
y entramos. Al poco de sentarnos comenzaron los acordes de la obertura de “El
Barbero de Sevilla”. Se cogió a mí con más fuerza y me dijo susurrante:
Es el día más feliz de mi vida. Nunca lo olvidaré. Te
quiero, amor mío. Para siempre.
Regresamos a casa y tuvimos un comienzo de noche
asombroso, mejor que al mediodía. Dormimos de un tirón. Tras desayunar, Sussi
me dijo que no quería separarse de mi, que fuésemos a su casa a recoger sus escasas
pertenencias, liquidar con la dueña de la casa y volver a la que, desde hoy,
iba a ser su nuevo hogar.
Me la quedé mirando sin saber que decir. Ella, dándome
un apasionado beso, me dijo:
Te quiero mucho. Y no temas a mi juventud. No soy
ninguna loca del sexo. Lo he probado, me gusta contigo y me quedo satisfecha
hasta…… pues hasta pasado mañana o más tarde. Te lo juro.
Nos besamos, fuimos a por sus cosas y comenzamos
a vivir juntos. Al cabo de un mes (¡qué raza tan prolífica!) me enseñó una
prueba de embarazo. Era positiva. Fuimos muy felices. Nunca me arrepentí de que
viviésemos juntos.
Tuvimos dos niñas. Más claritas que su madre, pero tan
bonitas como ella. Calculen vds. lo que presumí en la urbanización por mi doble
paternidad. ¡Ah!, era cierto lo que dijo: No era
ninguna mujer salida, ansiosa de sexo, siempre se mostró mas bien tranquila.
Como la crianza de las nenas la tenían muy ocupada, comenzó a dar clases de
inglés, que dominaba a la perfección, en nuestra propia casa. Se apuntaron un
montón de chicos de nuestra urbanización y de las próximas. ¡Qué feliz se
sintió Sussi!. Y yo con ella.
Gracias por publicarlo y por leerlo vds. Un saludo muy
cordial,
JUANCHO.
2011/09/13
El mejor relato que he leído en todo el tiempo. Aquí lo maravilloso es que triunfó el amor. No entré aquí para algo así, pero me quede encantado y envidioso de tu buena suerte! Felicidades a ambos y que sea para siempre
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