domingo, 25 de febrero de 2018

Cuando solo un género se desnuda: del CMNF al CFNM - Josep Lapidario


Hay demasiados desnudos en televisión y demasiado pocos en la radio. (Jarod Kintz, Seriously delirious)


Quitarse la ropa en un entorno en el que todo el mundo va desnudo no se considera un gesto erótico. Las playas y campamentos nudistas hacen hincapié en la sencillez, la liberación del incómodo yugo de la vestimenta y el acercamiento a la naturaleza, más que en el erotismo de los cuerpos desnudos. Sin embargo, cuando tenemos una sola persona tal como vino al mundo mientras la gente alrededor permanece vestida, se crea un ambiente cargado de sensualidad.

Muchas fantasías eróticas clásicas beben de estos escenarios. Por ejemplo: una bella señorita (o un joven caballero) se quita la ropa para bañarse en un lago. Al cabo de un rato, un paseante chistoso descubre la ropa abandonada y la esconde… En uno de los cuentos de Los amores difíciles de Italo Calvino una bañista pierde en el mar la parte inferior del bikini y no se atreve a volver a la playa, prefiriendo correr el riesgo de ahogarse a verse puesta en ridículo. Y sobre Anne Royall, una de las pioneras del periodismo norteamericano, se cuenta una historia probablemente apócrifa que siempre me ha hecho gracia. Al enterarse de que el presidente John Quincy Adams acostumbraba a bañarse cada mañana en el río Potomac, se acercó allí y le escondió la ropa hasta que el político se comprometió a contestar sus preguntas: la primera entrevista presidencial concedida a una mujer.
Verse desnudo rodeado de gente vestida se percibe a menudo como humillante y vergonzoso. La ropa es más que un adorno y una protección física ante el frío y los elementos: es también una armadura psíquica, un símbolo de estatus y posición social. Nadie tiene pesadillas con el mero hecho de verse desnudo, sino con visualizarse en pelotas en una situación pública, el trabajo, la universidad… Un truco clásico para calmar los nervios que causa hablar en público es imaginarse a la audiencia desnuda: al visualizarse como la única persona vestida de la habitación se gana inconscientemente respetabilidad y autoconfianza.
Resumiendo: un grupo de personas desnuda crea un ambiente de igualdad natural y protocomunista, pero en un grupo en el que solo hay algunas personas desnudas se crea un desequilibrio de poder. ¿Y qué ocurre si solo se desnuda un género?
Phryne desnudada frente al areópago, de Jean-Léon Gérôme.
CMNF: Mujeres desnudas, hombres vestidos
Creo que aparecer desnuda sobre un escenario es asqueroso, vergonzoso y antiamericano. Pero si tuviera veintidós años y un cuerpo hermoso, creería que es artístico, patriótico y una experiencia religiosa. (Shelley Winters)
Me marean las siglas tanto como al que más, y ya bastantes quebraderos de cabeza me da explicar qué significa BDSM. Así pues, entenderé a quien se haya asustado con la sopa de letras que da título al artículo. Sin embargo, CMNF es un acrónimo sencillo: Clothed Male, Naked Female, mujeres desnudas ante hombres vestidos.
A veces la mujer desnuda no se pasea solamente ante hombres sino ante todo el pueblo, como Lady Godiva a lomos de su caballo o la señorita de este anuncio de la MTV rusa. A menudo se utiliza el reclamo del cuerpo femenino en la publicidad, con el bien conocido peligro de objetización y machismo potencial según la forma en que se materialice. Lo que dará para un futuro artículo. Por ahora lo que me interesa es el potencial erótico-festivo de esta diferencia de vestimenta, que considerando lo ya comentado sobre el desequilibrio de poder inherente a este tipo de desnudos, se manifiesta a menudo en el mundo de la D/s, la dominación/sumisión erótica. A veces de forma explícita, como en esta imagen #readingissexy de la que desconozco el autor; a veces implícitamente, como en el autorretrato del fotógrafo checo Jef Kratochvil luciendo bigotón o en esta potente fotografía del mismísimo Helmut Newton. Cuidado: en el CMNF no siempre se enfatiza este diferencial de poder, como en las tiernas imágenes de Giulia Bersani.
Almuerzo sobre la hierba, de Édouard Manet.

Los escenarios CMNF están presentes en el imaginario colectivo desde hace siglos, y aparecen en centenares de ocasiones en el arte. Un ejemplo obvio es El desayuno en la hierba de Édouard Manet, que muestra un picnic con dos hombres completamente vestidos (el hermano de Manet y su futuro suegro), una mujer desnuda y una bañista al fondo a medio vestir. El cuadro causó un considerable escándalo al ser expuesto por primera vez en 1863, no solo por el hecho de contener desnudos en un entorno cotidiano y no mitológico o histórico, sino por el aire de naturalidad tranquila que respiraba la escena.
El siglo XIX vio un boom de cuadros CMNF gracias al auge del orientalismo, la fascinación europea por el medio y lejano Oriente. La mente calenturienta de los pintores de la época se recreó particularmente en los harenes y los mercados de esclavas… Un autor especialmente prolífico fue Jean-Léon Gérôme, que se inspiró en la mitología griega para su Pigmalión y Galatea, un escultor enamorado que ve cumplirse su mayor deseo.
Otro tema artístico habitual es el de la doncella en apuros. Los dragones y monstruos de antaño debían tener dificultades para digerir las piezas de ropa, así que exigían que las doncellas que se les ofrecían en sacrificio estuvieran desnudas o escasamente vestidas. Y dado que los caballeros errantes suelen protegerse con pesadas armaduras, tarde o temprano se producen impagables momentos CMNF, como en Perseo y Andrómeda deTiziano… O en la famosa escena de la película Excalibur, de John Boorman, en que Uther Pendragon se acuesta mediante engaños con la infortunada Ygraine sin quitarse ni una pieza de la armadura: es un milagro que la reina sobreviviera y diera a luz al futuro rey Arturo. El cuadro El caballero errante, pintado por John Everett Millais en 1870, es otro ejemplo de mujer desnuda rescatada por un caballero de brillante armadura. La mujer está atada a un abedul plateado, árbol asociado a la femineidad con cuyas ramas se fabrican varas con las que azotar las nalgas… Originalmente la figura femenina miraba hacia su rescatador, pero esa actitud fue considerada demasiado provocativa y Millais fue obligado a repintarla apartando recatadamente la mirada.
El caballero errante, de John Everett Millais.

En ocasiones la actitud del hombre es de total indiferencia, como en la famosísima fotografía de Eve Babitz yMarcel Duchamp, más concentrado en su próximo movimiento que en la desnudez de la artista. La enorme potencia de la imagen y sus muchas lecturas han provocado decenas de homenajes; mi favorito es el de la jugadora de ajedrez Jennifer Shahade, que celebró tres partidas simultáneas con modelos desnudos. Otras veces la actitud de los hombres vestidos es de adoración y reverencia, lo que invierte el desequilibrio de poder del CMNF. El cuadro Adoración (1913) de William Strang es un buen ejemplo: a nivel metafórico suele interpretarse que el cuerpo femenino en ese cuadro representa la belleza de filosofía admirada por la humanidad. Pero también es un óleo que no desentonaría en el cuarto de estar de Sacher-Masoch.
En el mundo del modelado artístico a menudo una persona permanece desnuda rodeada de otras vestidas. En escuelas de arte y entornos académicos se siguen reglas estrictas para mantener un ambiente profesional y respetuoso hacia la modelo: se prohíbe tocarla o dirigirle la palabra durante el posado, hay una bata a mano para que se cubra, etc. Si el modelo desnudo es un hombre y en un momento dado tiene una erección, la mayoría de centros de arte detendrán el posado o no volverán a contratarlo. En la serie de cuadros de Thomas Eakins William Rush y su modelo vemos cómo en ocasiones a la modelo la acompañaba una chaperona, generalmente una viuda encargada de garantizar la virtud de la joven. No parecían hacer falta tantas precauciones, ya que al parecer el escultor era un caballero.
En entornos no académicos el ambiente puede ser más relajado, y a veces posar sin ropa se convierte en un acto cargado de sensualidad. Mi dibujo preferido de Milo Manara, como ya comenté en el monográfico manarianopara Jot Down, es la imagen del pintor griego Apeles retratando a la bella Kampaspe y enamorándose perdidamente en el proceso. O, puestos a recordar un momento cinematográfico, la escena de Titanic en queKate Winslet se desnuda, con un «dibújame como a una de tus chicas francesas» que devino carne de meme.
Audrey Munson con Daniel Chester French. Autor desconocido (DP)

Una historia interesante respecto a modelos artísticos es la de la bellísima Audrey Munson, modelo profesional de principios del siglo XX. Posó desnuda para decenas de pintores y escultores de Nueva York, inspirando famosas estatuas como La fuente del Sol Poniente de Adolph Weinman. Se la llamó «Miss Manhattan» o «La Venus Americana», y su fama la llevó a participar en cuatro películas mudas. Una de ellas, Inspiration (1915), se hizo famosa por mostrar el primer desnudo integral en una película no pornográfica. Por desgracia poco después se truncó su sueño: sin su conocimiento o consentimiento, el propietario de la pensión en que se alojaba mató a su esposa para poder estar con Audrey. La mala prensa posterior destruyó su carrera de modelo y la lanzó a una espiral autodestructiva que acabó en un manicomio.
Puede resultar sorprendente que la censura de principios de siglo no pusiera reparos a las películas en que Audrey aparecía completamente desnuda. Aparte de por la coartada artística, la escena no se consideró inmoral al permanecer inmóvil la actriz: solo era obscena la desnudez en movimiento. Cuando en el primer número deJot Down escribí sobre los orígenes del striptease, dediqué un espacio a los tableaux vivant, espectáculos que encontraron en el arte clásico una excusa perfecta para mostrar la desnudez al gran público en las pacatas sociedades occidentales. La censura teatral en los países anglosajones prohibía que las actrices desnudas o semidesnudas se movieran provocativamente por el escenario, pero consideraba aceptable la desnudez inmóvil, congelada. Así, teatros como el neoyorquino Ziegfeld Follies ofrecían retablos de desnudos con títulos clasicistas como Ninfas bañándose o Diana la cazadora.
Toulouse Lautrec en su atelier, con una modelo (1895). Fotografía de Maurice Guibert (DP)

En el Berlín de 1908, la bailarina Olga Desmond ofrecía veladas artísticas llamadas Schönheitsabende («Tardes de Belleza»), en las que permanecía en escena inmóvil y completamente desnuda imitando famosas obras de arte. A veces se pintaba la piel con polvos blancos, acentuando su aspecto estatuesco; o aparecía con algúnayudante semivestido que completaba el retablo. Olga defendía su arte con entusiasmo: «Decidí romper un yugo de siglos de antigüedad. Cuando salgo desnuda al escenario no siento timidez ni vergüenza, ya que me muestro ante el público tal como soy, amando la belleza. El arte es mi única deidad, ante ella me inclino y le ofreceré cualquier sacrificio». La mayor parte de su vida esa diosa le fue favorable: participó en películas y abrió su propia escuela de baile y bellas artes… Pero el sacrificio llegó tras la Segunda Guerra Mundial: tras clausurar el gobierno de Berlín Oriental su escuela de danza por «decadente», Olga murió pobre y olvidada.
Lo que me lleva a considerar por un momento esta cita lapidaria de Mason Cooley en Aforismos de Ciudad: «la desnudez es el disfraz de los amantes y los cadáveres». Y es que en la sala de autopsias todos, hombres o mujeres, permaneceremos desnudos frente a alguien vestido (si el forense está desnudo en ese momento habría serios motivos para retirarle la licencia). En el impactante cuadro de Enrique Simonet La autopsia (1890), conocido también como Y tenía corazón, vemos a un anciano forense sosteniendo el corazón de una joven, sorprendido al parecer de que una «mujer de la calle» tuviera un órgano igual al suyo. Algo más considerada parece Paola Mineo en Sudario, una corta performance resurrectora con tintes CFNF.
CFNM: Hombres desnudos, mujeres vestidas
¡Qué cosa frágil y fácilmente herida es un cuerpo de hombre desnudo; de alguna manera inacabado, incompleto! (D.H. Lawrence, El amante de Lady Chatterley).
Las siglas CFNM (Clothed Female, Naked Male) hacen referencia al escenario en que uno o más hombres permanecen desnudos ante mujeres vestidas. A veces la escena transcurre con una engañosa normalidad que esconde una sensualidad subterránea, como en esta graciosa anécdota de Foro en Femenino o en ciertos emparejamientos casuales en una playa nudista. En ocasiones la desnudez masculina no produce más que una cierta indiferencia exasperada… En cualquier caso, el infundado temor patriarcal a perder la autoridad junto con la ropa ha hecho históricamente difícil encontrar imágenes CFNM más allá de algún fresco pompeyano como el de Perseo y Andrómeda, o shungas como este de Torii Kiyonobu:
By the Light of a Hexagonal Lantern, de Torii Kiyonobu.

El CFNM está poco presente en el arte clásico: los hombres desnudos suelen aparecer como centro de la composición, pero poco frecuentemente se ven por ahí cerca mujeres vestidas lanzándoles miradas irónicas. Tampoco abundan escenarios en que la diosa Atenea, ataviada para la batalla con su lanza y armadura, se lance al rescate de un tímido hombre desnudo encadenado a un poste a merced de algún monstruo mitológico. Pero otra diosa sí es representada a menudo junto a un hombre desnudo: Kali. En la mitología hindú, el diablo Raktaveeja obtuvo un don por el que de cada gota de su sangre derramada nacerían cientos de demonios como él. Para matarlo, la diosa Kali lo atravesó con su lanza y bebió toda su sangre. Encendida por la ira y ebria con el icor del demonio, Kali estuvo a punto de destruir el mundo en su frenesí, hasta que su marido Shiva se arrojó bajo sus pies para calmarla. Más allá de su valor simbólico, imágenes como esta muestran los efectos desestresantes del CMNF celestial.
Diga lo que diga D.H. Lawrence en la cita que abre esta sección, el cuerpo masculino desnudo no tiene nada de imperfecto. Hay imágenes CFNM que resaltan su belleza apelando a la ternura, como la famosísima fotografía de Annie Leibovitz en que un John Lennon fetal se aferra a Yoko Ono cinco horas antes de morir asesinado. En el mundo de la publicidad se juega con el contraste entre un cuerpo desnudo masculino mientras el femenino se muestra ataviado para la batalla de la moda: servirían como ejemplos esta famosa foto deHerb Ritts con una muy vestida Christy Turlington, esta escena retratada por Mariano Vivanco con el modelo ruso Vladimir Aberyanov o esta fotografía de Terry Richardson que muestra la inversión del desequilibrio de poder tradicional. A mediados de los años setenta se organizaron en Nueva York un par de ediciones del concurso de belleza nudista Ms. All-Bare America, «el premio de belleza más honesto, ya que quien participa no tiene nada que ocultar». El concurso estaba dirigido a concursantes femeninas, pero tras una ola de bien merecidas quejas se abrió también a hombres desnudos.
Naked man at Folsom Street Fair. Fotografía de Jacob Appelbaum (CC)

Ya comenté en otra ocasión que el desnudo masculino en público es más escaso que el femenino, lo que acerca en cierta medida muchas imágenes CFNM a la pornografía más o menos glamourosa. La compañía japonesa de vídeos eróticos Moodyz tiene una línea puramente CFNM, en la que se muestran las carcajadas y gestos de sorpresa de mujeres vestidas al observar con ojo clínico a hombres desnudos más o menos apabullados por la situación. Estos vídeos se bautizaron de forma poco imaginativa como Mujeres que quieren ver el pene, aquí lo dejo en japonés para quien se atreva a curiosear en Google: チンポを見たがる女たち. Una versión algo más lightde esta temática llegó a Fuji TV en los ochenta: Por favor, enséñame tus calzoncillos.
También en Japón son populares los Host Clubs, lugares en que las mujeres pagan por compañía masculina no sexual. Lo que obtienen las clientas a partir de unos sesenta mil yenes es charla interesante, buena educación y un surtido de caballeros vestidos con traje y corbata. Hombres-geisha… Este artículo de Miki Tanikawa en el New York Times cuenta los detalles con cierto retintín: «Clubes en que los hombres japoneses son amables con las mujeres, por un precio». Encontramos una versión más hardcore y propiamente CFNM de estos locales en los osawari host clubs, donde osawari significa «tacto, toque». Allí los azafatos ya no van vestidos elegantemente, sino desnudos o con la mínima cantidad de ropa posible. El sexo explícito sigue estando prohibido, pero sí se permite que a las clientas se les vaya la mano de vez en cuando hacia los genitales generosamente expuestos. En general, el mundillo de los strippers masculinos es pródigo en momentos CFNM, como muestra Tomás y las Águedas de Rafael Trobat.
En ambientes BDSM, en particular en locales de Dóminas amateurs o profesionales, se realizan de vez en cuando fiestas CFNM bautizadas con nombres algo menos machacagargantas. En ellas el código de vestuario es elegante para las mujeres y ausente para los hombres, es decir, que los hombres tienen que asistir en pelotas o muy escasamente vestidos para que se les permita la asistencia. A menudo los sumisos asistentes actúan comomayordomos improvisados a las órdenes de alguna Dómina. En estas fiestas la desnudez se ve como humillante, equiparándose a la exposición pública. En el shibari, tanto con modelos masculinos como femeninos se juega con el shuuchi, la vergüenza al ver expuesto y resaltado por las cuerdas el cuerpo desnudo. 

No querría terminar sin subrayar que esta ensalada de siglas no es más que una forma de sistematizar situaciones que suelen ser más complejas, con hombres desnudos frente a otros hombres (CMNM, como en esta imagen de la École de Beaux-Arts), solo mujeres (CFNF, como en esta performance de shibari a cargo deGorgone y Alice V) o una mezcla caótica de gente desnuda como en las fotos de Spencer Tunick. Pero sobre nudismo sin distinciones de género prometo hablar en una continuación de este artículo… Un texto que escribiré probablemente en pelotas.
Publicado por Josep Lapidario
Ilustración principal: Lady Godiva, de John Collier.
Foto: Corbis.

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