Hay demasiados desnudos en televisión y demasiado pocos en la radio. (Jarod Kintz, Seriously delirious)
Quitarse la ropa en un
entorno en el que todo el mundo va desnudo no se considera un gesto erótico.
Las playas y campamentos nudistas hacen hincapié en la sencillez, la liberación
del incómodo yugo de la vestimenta y el acercamiento a la naturaleza, más que
en el erotismo de los cuerpos desnudos. Sin embargo, cuando tenemos una sola
persona tal como vino al mundo mientras la gente alrededor permanece vestida,
se crea un ambiente cargado de sensualidad.
Muchas fantasías eróticas
clásicas beben de estos escenarios. Por ejemplo: una bella señorita (o un joven
caballero) se quita la ropa para bañarse en un lago. Al cabo de un rato, un
paseante chistoso descubre la ropa abandonada y la esconde… En uno de los
cuentos de Los amores
difíciles de Italo Calvino una bañista pierde en el mar la
parte inferior del bikini y no se atreve a volver a la playa, prefiriendo
correr el riesgo de ahogarse a verse puesta en ridículo. Y sobre Anne Royall, una de las
pioneras del periodismo norteamericano, se cuenta una historia probablemente
apócrifa que siempre me ha hecho gracia. Al enterarse de que el presidente John Quincy Adams acostumbraba a bañarse cada mañana en
el río Potomac, se acercó allí y le escondió la ropa hasta que el político se
comprometió a contestar sus preguntas: la primera entrevista presidencial
concedida a una mujer.
Verse desnudo rodeado de
gente vestida se percibe a menudo como humillante y vergonzoso. La ropa es más
que un adorno y una protección física ante el frío y los elementos: es también
una armadura psíquica, un símbolo de estatus y posición social. Nadie tiene
pesadillas con el mero hecho de verse desnudo, sino con visualizarse en pelotas
en una situación pública, el trabajo, la universidad… Un truco clásico para
calmar los nervios que causa hablar en público es imaginarse a la audiencia
desnuda: al visualizarse como la única persona vestida de la habitación se gana
inconscientemente respetabilidad y autoconfianza.
Resumiendo: un grupo de
personas desnuda crea un ambiente de igualdad natural y protocomunista, pero en
un grupo en el que solo hay algunas personas desnudas se crea un
desequilibrio de poder. ¿Y qué ocurre si solo se desnuda un género?
CMNF: Mujeres desnudas,
hombres vestidos
Creo que
aparecer desnuda sobre un escenario es asqueroso, vergonzoso y antiamericano.
Pero si tuviera veintidós años y un cuerpo hermoso, creería que es artístico,
patriótico y una experiencia religiosa. (Shelley Winters)
Me marean las siglas tanto
como al que más, y ya bastantes quebraderos de cabeza me da explicar qué
significa BDSM. Así pues, entenderé a quien se haya asustado con la sopa de
letras que da título al artículo. Sin embargo, CMNF es un acrónimo sencillo: Clothed Male, Naked Female, mujeres desnudas ante hombres
vestidos.
A veces la mujer desnuda
no se pasea solamente ante hombres sino ante todo el pueblo, como Lady Godiva a lomos de su
caballo o la señorita de este anuncio de la MTV rusa. A menudo se utiliza el reclamo del cuerpo femenino en
la publicidad, con el bien conocido peligro de objetización y machismo
potencial según la forma en que se materialice. Lo que dará para un futuro
artículo. Por ahora lo que me interesa es el potencial erótico-festivo de esta
diferencia de vestimenta, que considerando lo ya comentado sobre el
desequilibrio de poder inherente a este tipo de desnudos, se manifiesta a
menudo en el mundo de la D/s, la dominación/sumisión erótica. A veces de forma
explícita, como en esta imagen #readingissexy de la que desconozco el autor; a veces implícitamente,
como en el autorretrato del fotógrafo checo Jef Kratochvil luciendo
bigotón o en esta potente fotografía del mismísimo Helmut Newton. Cuidado: en el CMNF no siempre se enfatiza este
diferencial de poder, como en las tiernas imágenes de Giulia Bersani.
Almuerzo sobre la hierba, de Édouard Manet.
Los escenarios CMNF están
presentes en el imaginario colectivo desde hace siglos, y aparecen en
centenares de ocasiones en el arte. Un ejemplo obvio es El desayuno en la hierba de Édouard
Manet, que muestra un picnic con dos hombres completamente vestidos (el
hermano de Manet y su futuro suegro), una mujer desnuda y una bañista al fondo
a medio vestir. El cuadro causó un considerable escándalo al ser expuesto por
primera vez en 1863, no solo por el hecho de contener desnudos en un entorno
cotidiano y no mitológico o histórico, sino por el aire de naturalidad
tranquila que respiraba la escena.
El siglo XIX vio un boom de cuadros CMNF gracias al auge
del orientalismo, la fascinación europea por el medio y lejano Oriente. La
mente calenturienta de los pintores de la época se recreó particularmente en los harenes y los mercados de esclavas… Un autor especialmente prolífico fue Jean-Léon Gérôme, que se
inspiró en la mitología griega para su Pigmalión y Galatea, un escultor enamorado que ve cumplirse su mayor deseo.
Otro tema artístico habitual
es el de la doncella en apuros. Los dragones y monstruos de antaño debían tener
dificultades para digerir las piezas de ropa, así que exigían que las doncellas
que se les ofrecían en sacrificio estuvieran desnudas o escasamente vestidas. Y
dado que los caballeros errantes suelen protegerse con pesadas armaduras, tarde
o temprano se producen impagables momentos CMNF, como en Perseo y Andrómeda deTiziano… O en la famosa escena de la película Excalibur, de John
Boorman, en que Uther Pendragon se acuesta mediante engaños con la
infortunada Ygraine sin quitarse ni una pieza de la armadura: es un milagro que la reina sobreviviera y diera a luz
al futuro rey Arturo. El cuadro El caballero errante,
pintado por John Everett
Millais en 1870, es otro
ejemplo de mujer desnuda rescatada por un caballero de brillante armadura. La
mujer está atada a un abedul plateado, árbol asociado a la femineidad con cuyas
ramas se fabrican varas con las que azotar las nalgas… Originalmente la figura
femenina miraba hacia su rescatador, pero esa actitud fue considerada demasiado
provocativa y Millais fue obligado a repintarla apartando recatadamente la
mirada.
En
ocasiones la actitud del hombre es de total indiferencia, como en la famosísima fotografía de Eve Babitz yMarcel Duchamp, más concentrado en su próximo movimiento
que en la desnudez de la artista. La enorme potencia de la imagen y sus muchas
lecturas han provocado decenas de homenajes; mi favorito es el de la jugadora de ajedrez Jennifer Shahade, que celebró
tres partidas simultáneas con modelos
desnudos. Otras veces la
actitud de los hombres vestidos es de adoración y reverencia, lo que invierte
el desequilibrio de poder del CMNF. El cuadro Adoración (1913) de William
Strang es un buen ejemplo: a
nivel metafórico suele interpretarse que el cuerpo femenino en ese cuadro
representa la belleza de filosofía admirada por la humanidad. Pero también es
un óleo que no desentonaría en el cuarto de estar
de Sacher-Masoch.
En el mundo del modelado
artístico a menudo una persona permanece desnuda rodeada de otras vestidas. En
escuelas de arte y entornos académicos se siguen reglas estrictas para mantener
un ambiente profesional y respetuoso hacia la modelo: se prohíbe tocarla o
dirigirle la palabra durante el posado, hay una bata a mano para que se cubra,
etc. Si el modelo desnudo es un hombre y en un momento dado tiene una erección,
la mayoría de centros de arte detendrán el posado o no volverán a contratarlo.
En la serie de cuadros de Thomas
Eakins William Rush y su modelo vemos
cómo en ocasiones a la modelo la acompañaba una chaperona, generalmente una viuda encargada de garantizar la
virtud de la joven. No parecían hacer falta tantas precauciones, ya que al
parecer el escultor era un caballero.
En entornos no académicos
el ambiente puede ser más relajado, y a veces posar sin ropa se convierte en un
acto cargado de sensualidad. Mi
dibujo preferido de Milo
Manara, como ya comenté en el monográfico manarianopara Jot Down, es la
imagen del pintor griego Apeles retratando a la bella Kampaspe y
enamorándose perdidamente en el proceso. O, puestos a recordar un momento
cinematográfico, la escena de Titanic en queKate Winslet se desnuda, con un «dibújame como a
una de tus chicas francesas» que devino carne de meme.
Una historia interesante
respecto a modelos artísticos es la de la bellísima Audrey Munson, modelo
profesional de principios del siglo XX. Posó desnuda para decenas de pintores y
escultores de Nueva York, inspirando famosas estatuas como La fuente del Sol Poniente de Adolph
Weinman. Se la llamó «Miss Manhattan» o «La Venus Americana», y su fama la
llevó a participar en cuatro películas mudas. Una de ellas, Inspiration (1915), se hizo famosa por mostrar el
primer desnudo integral en una película no pornográfica. Por desgracia poco
después se truncó su sueño: sin su conocimiento o consentimiento, el
propietario de la pensión en que se alojaba mató a su esposa para poder estar
con Audrey. La mala prensa posterior destruyó su carrera de modelo y la lanzó a
una espiral autodestructiva que acabó en un manicomio.
Puede resultar
sorprendente que la censura de principios de siglo no pusiera reparos a las
películas en que Audrey aparecía completamente desnuda. Aparte de por la
coartada artística, la escena no se consideró inmoral al permanecer inmóvil la
actriz: solo era obscena la desnudez en movimiento. Cuando en el primer número
deJot Down escribí sobre los orígenes del striptease, dediqué un espacio a los tableaux vivant, espectáculos
que encontraron en el arte clásico una excusa perfecta para mostrar la desnudez
al gran público en las pacatas sociedades occidentales. La censura teatral en
los países anglosajones prohibía que las actrices desnudas o semidesnudas se movieran
provocativamente por el escenario, pero consideraba aceptable la desnudez
inmóvil, congelada. Así, teatros como el neoyorquino Ziegfeld Follies ofrecían
retablos de desnudos con títulos clasicistas como Ninfas bañándose o Diana la cazadora.
En el Berlín de 1908, la
bailarina Olga Desmond ofrecía veladas artísticas llamadas Schönheitsabende («Tardes de Belleza»), en las que
permanecía en escena inmóvil y completamente desnuda imitando famosas obras de arte. A veces se pintaba la
piel con polvos blancos, acentuando su aspecto estatuesco; o aparecía con algúnayudante semivestido que
completaba el retablo. Olga defendía
su arte con entusiasmo: «Decidí romper un yugo de siglos de antigüedad. Cuando
salgo desnuda al escenario no siento timidez ni vergüenza, ya que me muestro
ante el público tal como soy, amando la belleza. El arte es mi única deidad,
ante ella me inclino y le ofreceré cualquier sacrificio». La mayor parte de su
vida esa diosa le fue favorable: participó en películas y abrió su propia
escuela de baile y bellas artes… Pero el sacrificio llegó tras la Segunda
Guerra Mundial: tras clausurar el gobierno de Berlín Oriental su escuela de
danza por «decadente», Olga murió pobre y olvidada.
Lo que me lleva a
considerar por un momento esta
cita lapidaria de Mason Cooley en Aforismos de Ciudad: «la
desnudez es el disfraz de los amantes y los cadáveres». Y es que en la sala de
autopsias todos, hombres o mujeres, permaneceremos desnudos frente a alguien
vestido (si el forense está desnudo en ese momento habría serios motivos para
retirarle la licencia). En el impactante cuadro de Enrique Simonet La autopsia (1890), conocido
también como Y tenía corazón,
vemos a un anciano forense sosteniendo el corazón de una joven, sorprendido al
parecer de que una «mujer de la calle» tuviera un órgano igual al suyo. Algo
más considerada parece Paola
Mineo en Sudario, una corta performance resurrectora con tintes CFNF.
CFNM: Hombres desnudos,
mujeres vestidas
¡Qué cosa frágil y fácilmente herida es un cuerpo de
hombre desnudo; de alguna manera inacabado, incompleto! (D.H. Lawrence, El amante de Lady Chatterley).
Las siglas CFNM (Clothed
Female, Naked Male) hacen
referencia al escenario en que uno o más hombres permanecen desnudos ante
mujeres vestidas. A veces la escena transcurre con una engañosa normalidad que
esconde una sensualidad subterránea, como en esta graciosa anécdota de Foro en Femenino o en ciertos emparejamientos casuales en una playa nudista. En ocasiones la desnudez masculina no produce más que
una cierta indiferencia exasperada… En cualquier caso, el infundado temor patriarcal a
perder la autoridad junto con la ropa ha hecho históricamente difícil encontrar
imágenes CFNM más allá de algún fresco pompeyano como el de Perseo y Andrómeda, o shungas como este
de Torii Kiyonobu:
El CFNM está poco presente en el arte clásico: los
hombres desnudos suelen aparecer como centro de la composición, pero poco
frecuentemente se ven por ahí cerca mujeres vestidas lanzándoles miradas
irónicas. Tampoco abundan escenarios en que la diosa Atenea, ataviada para la
batalla con su lanza y armadura, se lance al rescate de un tímido hombre
desnudo encadenado a un poste a merced de algún monstruo mitológico. Pero otra
diosa sí es representada a menudo junto a un hombre desnudo: Kali. En la
mitología hindú, el diablo Raktaveeja obtuvo un don por el que de cada gota de
su sangre derramada nacerían cientos de demonios como él. Para matarlo, la
diosa Kali lo atravesó con su lanza y bebió toda su sangre. Encendida por la
ira y ebria con el icor del demonio, Kali estuvo a punto de destruir el mundo
en su frenesí, hasta que su marido Shiva se arrojó bajo sus pies para calmarla.
Más allá de su valor simbólico, imágenes como esta muestran los efectos desestresantes del CMNF
celestial.
Diga lo que diga D.H. Lawrence en la cita que abre esta sección, el
cuerpo masculino desnudo no tiene nada de imperfecto. Hay imágenes CFNM que
resaltan su belleza apelando a la ternura, como la famosísima fotografía de Annie Leibovitz en que un John Lennon fetal
se aferra a Yoko Ono cinco horas antes de morir asesinado. En el mundo de la
publicidad se juega con el contraste entre un cuerpo desnudo masculino mientras
el femenino se muestra ataviado para la batalla de la moda: servirían como
ejemplos esta famosa foto deHerb Ritts con una muy vestida Christy
Turlington, esta escena retratada por Mariano Vivanco con el modelo ruso Vladimir
Aberyanov o esta fotografía de Terry Richardson que muestra la inversión del desequilibrio de poder
tradicional. A mediados de
los años setenta se organizaron en Nueva York un par de ediciones del concurso
de belleza nudista Ms.
All-Bare America, «el premio de belleza más honesto, ya que quien participa
no tiene nada que ocultar». El concurso estaba dirigido a concursantes
femeninas, pero tras una ola de bien merecidas quejas se abrió también a hombres desnudos.
Ya comenté en otra ocasión que el desnudo masculino en público es más escaso que el
femenino, lo que acerca en cierta medida muchas imágenes CFNM a la pornografía más o menos
glamourosa. La compañía japonesa de
vídeos eróticos Moodyz tiene una línea puramente CFNM, en la que se muestran
las carcajadas y gestos de sorpresa de mujeres vestidas al observar con ojo
clínico a hombres desnudos más o menos apabullados por la situación. Estos
vídeos se bautizaron de forma poco imaginativa como Mujeres que quieren ver el pene, aquí lo dejo en japonés para quien
se atreva a curiosear en Google: チンポを見たがる女たち. Una versión algo más lightde
esta temática llegó a Fuji TV en los ochenta: Por
favor, enséñame tus calzoncillos.
También
en Japón son populares los Host
Clubs, lugares en que las mujeres pagan por compañía masculina no sexual.
Lo que obtienen las clientas a partir de unos sesenta mil yenes es charla
interesante, buena educación y un surtido de caballeros vestidos con traje y
corbata. Hombres-geisha… Este artículo de Miki Tanikawa en el New
York Times cuenta los
detalles con cierto retintín: «Clubes en que los hombres
japoneses son amables con las mujeres, por un precio». Encontramos una versión más hardcore y propiamente CFNM de estos locales en
los osawari host clubs,
donde osawari significa «tacto, toque». Allí los azafatos ya no van vestidos
elegantemente, sino desnudos o con la mínima cantidad de ropa posible. El sexo
explícito sigue estando prohibido, pero sí se permite que a las clientas se les
vaya la mano de vez en cuando hacia los genitales generosamente expuestos. En
general, el mundillo de los strippers masculinos es pródigo en momentos
CFNM, como muestra Tomás y las Águedas de Rafael Trobat.
En ambientes BDSM, en
particular en locales de Dóminas amateurs o profesionales, se realizan de vez
en cuando fiestas CFNM bautizadas con nombres algo menos machacagargantas. En
ellas el código de vestuario es elegante para las mujeres y ausente para los
hombres, es decir, que los hombres tienen que asistir en pelotas o muy
escasamente vestidos para que se les permita la asistencia. A menudo los
sumisos asistentes actúan comomayordomos improvisados a las órdenes de alguna Dómina. En estas fiestas la
desnudez se ve como humillante, equiparándose a la exposición pública. En el shibari, tanto con modelos masculinos como femeninos se juega con
el shuuchi, la vergüenza
al ver expuesto y resaltado por las cuerdas el cuerpo desnudo.
No querría terminar sin subrayar que esta ensalada de siglas no es más que una forma de sistematizar situaciones que suelen ser más complejas, con hombres desnudos frente a otros hombres (CMNM, como en esta imagen de la École de Beaux-Arts), solo mujeres (CFNF, como en esta performance de shibari a cargo deGorgone y Alice V) o una mezcla caótica de gente desnuda como en las fotos de Spencer Tunick. Pero sobre nudismo sin distinciones de género prometo hablar en una continuación de este artículo… Un texto que escribiré probablemente en pelotas.
Ilustración principal: Lady Godiva, de John Collier.
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