Hoy en día, esta pintora
neoyorkina es conocida principalmente por sus particulares autorretratos, pero
hace cuarenta años su carrera despegó en el barrio del Soho con una muestra que
despertó de su letargo machista a todos los críticos y le convirtió en la reina
del erotismo de Manhattan.
Semmel era una joven rompedora
de su generación, aunque aún no era consciente de ello cuando llegó a España
tras finalizar sus estudios en la Art Students League de Nueva York. La luz, la
alegría y el movimiento cultural que se vivía en las grandes capitales,
atrajeron a esta pintora hasta la península para vivir en primera persona el
expresionismo abstracto, hasta que en 1970 decidió volver a su ciudad.
Todo parecía normal, hasta que
Joan se paró delante de un quiosco y se topó de bruces con la realidad. La
figura de la mujer se había transformado a lo largo de aquellos años en un mero
objeto sexual, una cosa decorativa moldeada al gusto de lo masculino que vendía
bien con poca ropa. El susto y la indignación fueron suficientes para que la
artista comenzará a fraguar su camino como profesional en el arte. Se podría
decir que gracias a las mentes cuadradas de los setenta, nació una bestia del
feminismo artístico.
Harta, aburrida y -hasta
el mismísimo coño- de aguantar la burla que se hacía de su género, Semmel cogió
los pinceles y entre 1971 y 1973, dio vida a dos series eróticas que resonaron
en todo el mundo cultural, más allá de La Quinta Avenida.
El resultado de su trabajo plasmó a la perfección la diferencia que existe entre lo que la mujer tiene permiso para expresar en esta sociedad y lo que realmente quiere decir. Dejó de lado la sensiblería tradicional femenina y recreó la verdad de los cuerpos, entrelazados, amándose y quemándose en una relación sexual tan natural como visceral.
Cuando pintó la primera serie, se dejó llevar por la influencia del
impresionismo abstracto con el que había experimentado en España. En la
segunda, sufrió una evolución y convirtió la abstracción en realismo, pero sus
formas no abandonaron la fuerza de la expresión y continuó usando colores
potentes y no naturales para dar intensidad a las escenas.
Su obra grita a los cuatro vientos que el sexo es cosa de dos y que solo tiene valor cuando ambos se respetan como iguales. El cuerpo masculino pesa sobre el de la mujer, mientras las manos de ella rompen con los clásicos tabúes de lo moral y lo prohibido. De esta manera, Joan Semmel transforma al espectador en un voyeur que no puede evitar sentir excitación al observar como sus amantes se mueven.
Pinturas de Joan Semmel
Ilustración principal: Flip-Dlop Diptych, 1971
Erotic Yellow, 1973
Green Heart, 1971
Hold, 1973
Indian Erotic, 1973
Untitled, 1971
On The Grass, 1978
Purple Diagonal, 1980
Yellow Sky, 2015
Red White and Blue, 1973
14 Diciembre 2016
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