domingo, 11 de febrero de 2018

Una esposa insatisfecha - LaeticiaGonzalez



Hola Lili, cómo les fue en su viaje, entró preguntándome a modo de saludo, yo me abalancé hacia él, y lo besé en la boca, estaba sola, mis hijas estaban jugando en el patio con sus amigas, me pegué a él como un náufrago a un madero, y mientras lo besaba y sin decir palabra lo empecé a desnudar, sorprendido, empezó a recorrer con sus manos mi cuerpo,  no necesitaba desnudarme, solo tenía una camiseta larga y nada abajo, la levantó rápidamente y yo inmediatamente quedé desnuda. 


Sin separarnos, lo llevé a mi cama, me tiré de espaldas y sin ningún preámbulo me metí su glorioso instrumento hasta el fondo, no necesitaba preliminares pues estaba encharcada,  ¡Dios! un prolongado suspiro salió de mi boca, empecé a mover las nalgas rítmicamente con el dentro de mí, el me atacaba despacio y sorprendido, yo era la que llevaba el ritmo, hasta que no pude más, me llego el clímax, ríos de estrellas salieron por mi vagina mojando el miembro de un sorprendido Miguel, que al sentir mi orgasmo, empezó a moverse más de prisa, hasta que su rico fierro se pudo enhiesto disparando una andanada de calientes líquidos dentro de mí, al sentirlos  en mis profundidades, no pude contener un segundo orgasmo más reparador, mas liberador, más pleno.

Quedé aliviada y toda desmadejada sobre la cama, Miguel sacó su verga y se acostó junto a mí, yo le pregunté por Beto. No, no va a venir ahorita, dijo,- tiene clases hasta las diez de la noche, y apenas son las cinco.  Me acomodé entre sus brazos, mientras yo acariciaba su vientre el me acariciaba la espalda y las nalgas, estábamos totalmente desnudos,  solos y juntos, no me importaba nada más, yo lo besaba arrobada, recorría su cara con mis labios, no tardó Miguel en responder de vuelta, su barra de carne se puso dura de nuevo para mi placer, yo la cogí con mis manos y la acariciaba cariñosamente mientras él se entretenía con mis pechos, amasándolos y besándolos, recorría con la lengua mis pezones que parecían fresas, las aureolas hinchadas de deseo, lo dejé boca arriba y me monté sobre el sin dejar de besarlo, su miembro duro me recorría hasta las nalgas provocándome escalofríos de placer, yo las movía abriéndolas y cerrándolas para envolver su verga entre ellas mientras el suspiraba y sus manos me envolvían toda, separé  más mis piernas levantando el vientre hasta que sentí la punta de su instrumento apretar  en mi caliente entrada. Me quedé inmóvil por unos segundos, disfrutando esa sensación tan deliciosa mientras mi boca de apretaba con la suya y mis manos jugaban con su cara, las suyas recorrían desde mi cuello hasta las nalgas, donde me apretaba enterrándome deliciosamente sus dedos, yo movía con movimientos cortos mi cintura, provocando una ligera fricción en mi inundada vagina, -mi amor, ¡que delicia!, ¡que rico se siente! Miguel me enterraba los dedos en las nalgas abriéndolas y cerrándolas a su placer, -Lili, ¡que rica estás, mamita! ¡estas preciosa mi amor! Yo ya no pude más, agarré con la mano su verga e introduje la punta y sin más, la dejé entrar hasta la raíz, un profundo suspiro salió de mi boca, -¡ay Miguel, cógeme mi amor!, cógeme toda por favor, cógeme así, así, decía mientras me movía ansiosamente. 



Respiraba escandalosamente mientras me enterraba los dedos de las manos en las nalgas, me apretaba frenéticamente las caderas haciendo más intensos nuestros movimientos, -¡Miguel, te amo, te amo!, gritaba mientras me movía intensamente sobre él, -¡yo también te amo!, suspiraba Miguel, -te amo desde siempre, mi vida, y desde siempre te he deseado Lili, decía, -nunca, nunca te lo juro, me imaginé que te tendría así, completamente para mí, ay mi amor, y cogiéndote como te estoy cogiendo, ricura!, -¿te gusta, Miguel?, ¿te gusta cómo nos cogemos? Mi vida, coges riquísimo, hermosa, y estás que te caes de buena. Mi vida, tú también me gustas mucho, pero lo que más me gusta es esta hermosa vergeta que es completamente mía, y que me hace ver estrellas cada que la tengo dentro de mí, ¡que rica!, le decía mientras me movía acompasadamente, poco a poco mi vientre se pobló de estrellas, un millón de mariposas se posaron sobre todo mi cuerpo haciéndome ver luces multicolores a todo mi alrededor. ¡ay Miguel!, ¡me vengo mi amor!, ¡me vengo , que delicia! ¡ay, mi amor!!!, las mieles de mi amor rociaron su duro instrumento hundido en mi hasta las cachas. Me movía frenéticamente hasta que me vine totalmente, mi cuerpo sudaba copiosamente, respiraba rápidamente y bebía la respiración de Miguel profundamente, un larguísimo beso selló mi orgasmo, el solo se dejó hacer, mi entrega era total, sin reservas, amaba profundamente a ese hombre, pero igual, ambos sabíamos que jamás dejaría yo a mi esposo, en mi egoísmo, moví un poco mi cuerpo, de pronto sentí la dureza de Miguel, ¿mi amor, tú no has terminado, no te has venido?, -no, estoy disfrutando de tu orgasmo, me encanta ver cómo te vienes, la cara que haces cuando terminas, y como me aprietas todo, en el justo momento de tu venida. 

Pendejo, le dije cariñosamente, -ándale, vente dentro mío mi amor. ¿Cómo me quieres coger? Mientras le preguntaba me levanté y puse de rodillas en la cama, agachándome lo suficiente para que el apreciara mi culo. -Bueno, así me parece bien, decía él mientras se levantaba y abría desmesuradamente los ojos ante el espectáculo que tenía ante él, yo quedé inmóvil, con las nalgas al cielo totalmente y la cabeza hundida entre las sabanas esperándolo, el veía y acariciaba mi culo y mis caderas, las apretaba cariñosamente, me besaba ya una, ya otra nalga, lamia mi ano, lamia mi vagina. -Miguel,  métemela papacito, porque se nos acaba el tiempo y te vas a quedar a medias -Ni madres, dijo enderezándose rápidamente a la vez que acomodaba su dura verga en la entrada de mi vagina. -Eso es mi vida, métemela toda como tú sabes, le decía yo. -Ahí te va Lili, toda como tú me la pides, dicho esto simplemente movió sus caderas  hacia adelante, enterrándome  su barra de fierro hasta el fondo. 

Un profundo suspiro salió de mi pecho, el cogió mis nalgas con ambas manos obligándome a mover el culo al ritmo que el tenía, no hacía falta, yo abría y cerraba mis nalgas mientras recorría su enorme barra, cuando entraba, yo abría las nalgas para que entrara hasta el fondo, apretaba mis nalgas mientras su verga salía dándole una sensación de acunar su delicioso instrumento, y otra vez para adentro hasta el fondo, nuestros movimientos eran acompasados. Lili, mi amor, que ricura de culo tienes! -

Es tuyo mi vida, cógeme hasta que te canses, cógeme toda por favor, métemela hasta sacarme sangre mi amor, soy toda tuya, te pertenezco toda, has lo que quieras corazón. -Mi vida, con solo cogerte como te estoy cogiendo ahora me doy por bien servido, tienes un cuerpo tan delicioso, tus tetas son tan ricas, y este culo, tu culo esta de maravilla. -Es todo tuyo corazón, para que me cojas todo lo que quieras, para que me des hasta que te canses, así mi amor, así cógeme! Entonces sentí como su verga se hincho más todavía mientras el tensaba sus músculos y me apretaba las nalgas enterrando sus dedos deliciosamente, hasta que empezó a escupir chorros de líquidos calientes en mi matriz, al mismo tiempo que yo me venía de nueva cuenta. Caí desmadejada así como estaba, boca abajo clavada por la estaca de Miguel que, sin sacarla, se dejó caer también encima mío, así estuvimos hasta que  recuperamos el aliento, entonces él se levantó dándome un cariñoso  beso entre las nalgas y se empezó a vestir, yo me levanté y sin secarme sus jugos, me volví a poner la camiseta de Beto que apenas y me tapaba, me calcé unas chanclas y les grité a mis hijas que ya se metieran a la casa para hacer sus tareas, ellas con caras ceñudas obedecieron, cuando entraron encontraron a Miguel sentado en la sala viendo la tele. -Hola Miguel, saludaron educadas, y se pusieron a hacer su tareas  silenciosamente. -¿Quieres un café Miguel? le pregunté. -Si Lili, gracias.


Esa fue la última vez que Miguel y yo estuvimos juntos, ya no hubo una próxima vez, de común acuerdo, cada uno hizo su vida, yo me aburría en casa, Beto casi nunca estaba, se iba a las 6 de la mañana, anochecía y estaba sola porque él llegaba a las once de la noche, solo nos tocábamos ya dormidos, y a veces ni eso.

Escrito por LaeticiaGonzalez 25-01-2016














No hay comentarios:

Publicar un comentario